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Reseña de los libros De animales a dioses y de Homo Deus, ambos de Yuval N. Harari (Madrid, 2016, Debate).

Yuval Noah Harari es historiador, doctorado en Oxford y profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Autor de diversos trabajos en su especialidad. Nacido en 1976, al bordear los cuarenta años, sus inquietudes se volcaron hacia el presente y su proyección en el futuro humano.
Fruto de esta nueva etapa son estos dos libros, definitivamente relacionados entre sí. El primero se subtitula “Breve historia de la humanidad”, aunque en rigor el presente y el futuro ocupan casi todas sus páginas. El segundo lleva un epígrafe más directo: “Breve historia del mañana”.
Lo primero que debe decirse de ambos es que son enormemente instructivos por el caudal de información y datos actualizados que aportan. Sólo por eso merecen ser leídos y valorados.
Nadie mejor que el autor para transmitir los propósitos de su obra (en este caso referidos al segundo libro, aunque válidos para el primero): “Este libro rastrea los orígenes de nuestro condicionamiento actual, con el fin de aflojar su agarre y permitirnos pensar de maneras más imaginativas acerca de nuestro futuro. En lugar de limitar nuestros horizontes prediciendo una única hipótesis definitiva, el libro pretende ampliarlos y hacernos conscientes de un espectro de opciones mucho más amplio. Tal como he indicado en repetidas ocasiones, nadie sabe en verdad cómo serán en 2050 el mercado laboral, la familia o la ecología; o qué religiones, sistemas económicos y estructuras políticas dominarán el mundo”.
Lo segundo, que se verifica rápidamente, es que se trata de libros francamente provocativos, capaces de sorprender, y mucho. Especialmente con sus visiones de un futuro que Harari presenta como posible, abrumador y al mismo tiempo nada lejano. Pero cultiva un estilo amable, casi se puede adivinar entre líneas una sonrisa, que anticipa lo inevitable.
Harari sostiene que acaso no exista lo que conocemos como libre albedrío y plantea escenarios en que algoritmos inteligentes y que se potencian entre sí, tornarían “innecesario” al homo sapiens. Refiriéndose a la muy debatida cuestión de la inteligencia artificial y su futuro, recuerda no sin humor, cuántas cosas ya existen y están funcionando ahora mismo en ese campo.
Las cuestiones del presente no escapan a su análisis, como el calentamiento global y las emisiones de dióxido de carbono. Advierte que si hoy el objetivo es que toda la humanidad alcance el nivel de vida del “norteamericano opulento” harían falta varios planetas Tierra, que no tenemos. Cita el caso de Pekín, ciudad tan contaminada que sus habitantes más ricos viven casi encerrados en sus casas, con sistemas de aire purificado.
Pero siempre retorna al tema que claramente lo obsesiona: el futuro. Se pregunta “qué le ocurriría a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos”. Un interrogante que entronca con otro: “¿Son en verdad los organismos sólo algoritmos y es en verdad la vida sólo procesamiento de datos?”. Este camino lo lleva a concluir con un toque gentil y esperanzador: “En verdad no podemos predecir el futuro”. Y, por lo tanto, “todas las situaciones hipotéticamente esbozadas deben entenderse como posibilidades, más que como profecías”.

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