
En estas páginas se reproducen algunos abordajes del papa Francisco en su texto ¿Quién soy yo para juzgar? (Buenos Aires, 2017 Oriente) para el discernimiento de la vida diaria. Aquí nos acercamos a la mirada de Francisco con las palabras de Jesús: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados; y con la medida con que midáis se os medirá” (Mateo, 1-2).
El texto presenta reflexiones de Francisco en el primer trienio de su Pontificado (mayo 2013-mayo 2016), con palabras que se escucharon en audiencias, conferencias y ruedas de prensa, discursos, encuentros, entrevistas, homilías, meditaciones matutinas o en el Angelus, mensajes, visitas: todo esto en tierra firme o en viajes en avión. En cuanto a los destinatarios, fue el público en general como grupos laicos (presos, integrantes de Centros de Rehabilitación Social, niños y jóvenes de escuelas italianas, ancianos, jóvenes, víctimas de abusos sexuales, feligreses romanos, médicos católicos, familias) y grupos religiosos.
Se registran mensajes papales en encuentros tradicionales –tanto en Roma (en la capilla de la Domus Sanctae Marthae) como en otras ciudades en viajes pastorales por todo el mundo– o en medios digitales como Twitter, tanto en acontecimientos religiosos como de trascendencia social.
¿Cómo se presenta tan abundante información? Las partes del libro nos conmueven desde sus títulos: “No juzguéis para no ser juzgados”, “Todos somos frágiles”, “Juzgar al pecado y no al pecador”, “El juicio de la historia sobre la historia”. Aquí están las respuestas –tolerantes y compasivas– a interrogantes latentes en este valle de lágrimas. Avancemos hacia donde nos guía el Papa (sus palabras).
¿QUÉ CREO?
Dios es el único juez: “Quien juzga se equivoca siempre. Y se equivoca, porque se pone en el lugar de Dios, que es el único juez”. Además, “Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violencia, corrupción, explotación, etc.– pero no podemos juzgar a las personas”.
Nuestro modelo es Cristo. Y la adhesión a la Doctrina Social de la Iglesia es un faro: “Mi doctrina sobre el imperialismo económico es la de la Doctrina Social de la Iglesia”, con centralidad en la persona: “En el centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo”. Esa persona se destaca al “ocuparse siempre del otro”, sin individualismos y sin creer “en los derechos absolutos de los individuos”. “Lo que nos une es el camino de la vida, es la buena voluntad de partir de la propia identidad para hacer el bien a los hermanos y a las hermanas”. Y más aún, “éste es el ecumenismo espiritual: rezar juntos, trabajar juntos” en libertad.
Si bien “el cristianismo siempre se repiensa y se expresa nuevamente en el diálogo con las nuevas situaciones históricas”, esto no significa “convivir con el espíritu del mundo” ni olvidar que “la bandera de los pobres es cristiana”.
¿Cómo aplicar esta concreta paleta de creencias a nuestra vida común? Así nos guía Francisco: con la cultura del diálogo, evitando “la cultura del descarte” y el “usa y tira” –la sociedad “tira… aún los seres humanos” –, y olvidando la “globalización de la indiferencia” (…) “para la construcción de un mundo donde se custodie el uno al otro”.
¿Cuál es hoy el lugar de Dios? Quizás sea el no-lugar de Dios en la sociedad humana; en efecto, existe “la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado”; “Es precisamente este olvido de Dios… el que engendra la violencia”. Es así cómo “el fundamentalismo religioso… rechaza a Dios” y esto “es consecuencia de la cultura del descarte aplicada a Dios”.
¿Cuál es el lugar de la religión? La mirada social del Papa se distingue sin ambages cuando dice: “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil”. “Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra”, “de ahí… que la conversión cristiana exija revisar especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”.
¿CÓMO DEBO SER?
Francisco nos aconseja ampliar el corazón: “Un corazón grande no se enreda en la vida de los demás, no condena, sino que perdona y olvida, precisamente como Dios ha olvidado y perdonado mis pecados”. Además, “nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios. Todos conocen el camino para acceder a ella… La identidad cristiana es el servicio, no el egoísmo… Ser cristiano es hacer lo que hizo Jesús: servir. Él vino no para ser servido, sino para servir”.
Algunos ejemplos del Papa: integrar al prójimo tanto si se trata de homosexuales –“integrarlos a la sociedad” – como las familias vueltas a casar –“integrarlas a la vida de la Iglesia”–.
¿Qué hacer? Primero, rezar: “Oración personal y comunitaria, que nos sostienen de la desesperanza y nos estimulan a seguir caminando”. Y luego, como “la libertad es el don de poder elegir el bien”, estamos llamados a “construir con paciencia una sociedad diversa,… más inclusiva”. Para ello, “hace falta acompañar con misericordia” a la vez que “es urgente educar en recorrer el camino… de la honestidad, huyendo de los atajos de los favoritismos y de las recomendaciones. Por debajo está la corrupción”.
¿CÓMO CONCEBIR EL AMOR, LA SEXUALIDAD Y EL MATRIMONIO?
Amar es más que sexualidad: “Les pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor, sobre todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual, privándolo así de sus características esenciales de belleza, comunión, fidelidad y responsabilidad”. Y agrega: “Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para sus creaturas”, en tanto “el impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio”.
“Con frecuencia la educación sexual se concentra en… sexo seguro. Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad… Es importante más bien enseñarles (a los jóvenes) un camino en torno a las distintas expresiones del amor”. Para ello, “necesitamos encontrar las palabras… que nos ayuden a tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarlos a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio”. Y también sostiene que “el matrimonio consagrado por Dios custodia el vínculo entre el hombre y la mujer que Dios bendijo desde la creación del mundo; y es fuente de paz y de bien para toda la vida conyugal y familiar”.
“El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros –dice–, y “quienes, por libre elección o por infelices circunstancias de la vida, viven en un estado objetivo de error, siguen siendo objeto del amor misericordioso de Cristo y por lo tanto de la misma Iglesia”.
¿QUÉ HACER ANTE LOS ABUSOS DE MENORES?
Francisco sostuvo que la corrupción de un niño es “de lo más terrible e inmundo que se pueda imaginar”. Por ello, “lamento profundamente que algunos obispos no cumplieran con su responsabilidad de proteger a los menores. Es muy inquietante saber que, en algunos casos, incluso los obispos eran ellos mismos los abusadores”.
“El clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores –sostuvo respecto de su posición de tolerancia cero con los abusos–. Doy gracias a Dios que se ha destapado la olla, y se necesita seguir destapándola, y tomar conciencia”.
El libro ¿Quién soy yo para juzgar? es un texto paternal, con consejos para los niños –principal preocupación de Francisco–, madres, familias, sacerdotes; comprensión de injusticias sociales –separados, divorciados, abandonados–; atención a presos, homosexuales, ancianos, drogadictos… y sigue la lista. Porque, para él, la Iglesia debe ser “la casa que acoge a todos y no rechaza a nadie”.
La autora es Doctora en Psicología.
1 Readers Commented
Join discussionEncuentro muy interesante este resumen del pensamiento de Francisco, acerca de un aspecto fundamental de nuestras vidas.¿Cómo plantarnos frente al prójimo, a su comportamiento?.-
¿Cómo actuar frente a las acciones que nos interpelan sacudiendo nuestros conceptos, nuestra manera de pensar, lo que creemos «correcto» desde el punto de vida moral?.-
La doctora Mastropierro hace una presentación clara del pensamiento de Bergoglio en este libro que, al menos a mi, me invita a leerlo.-