Con relojes que atrasan: epílogo ideológico

Virginia y yo compramos un terreno al borde de la Ciudad de Tandil. Si bien tardamos cinco años en escriturar, nos permite tener un espacio verde amplio.
Ella es la “jardinera” y yo el “cortapasto”. Ella se empeña en inventar canteros redondeados y colocar un tilo aquí, un roble allí, a mí me encantaría que todo fuera claro y distinto, plano, con líneas rectas y sin obstáculos, pero la realidad dificulta mi trabajo. Para colmo, la pasada Navidad, mi hija menor se dedicó a sembrar el parque de unos soportes de hierro de los que colgaban tarros reciclados de vidrio, con flores y velas aromáticas… ¡nada que ver con nada!
Así, en nuestro jardín, Virginia es la la “política”, yo el “ideólogo” y mi hija, la nueva era que viene.

Las ideas y la acción
Hace diez años pensaba que “con el advenimiento del presente siglo la cuestión (la importancia de la ética en el mundo de los negocios) ha dado un nuevo giro: la discusión se torna por momentos angustiosa y no dudo que, en poco tiempo, pueda ser agresiva… Cada vez se ve más cercano el momento en que los alumnos vuelvan a introducir en las aulas, desde un planteo ideológico, la tensión individuo-comunidad” (1) y aquí estamos, de nuevo con las ideologías, no sólo en las aulas sino en la televisión y en las calles. ¿Es esto el futuro, o se trata de rémoras de un pasado que se va?
Ya en el siglo XIII se escribía que hay ideas que sirven al conocimiento y otras que sirven a la acción. Las segundas no adoptan la misma forma en las distintas civilizaciones; conocimiento y acción son constantes humanas a lo largo de la historia, pero suceden en el tiempo, el espacio y la cultura, que no son idénticas entre una comunidad y otra.
De ese modo, las leyendas olímpicas no sirvieron en las guerras feudales, y las legendas de los santos no sirvieron en las revoluciones de la Modernidad. Pero los tiempos históricos no son como las horas del día, y el amanecer no cumple con la prolija tarea de esperar el ocaso de la era que se va. Las formas típicas de ideas al servicio de la acción política de la Modernidad, que subsisten mientras la Modernidad se retira y la Actualidad llega rampante, son las ideologías (2).
Los mitos y las utopías también son ideas al servicio de la acción en la Modernidad, pero parecieran referirse a modos humanos más estables, racionalizables, pero no sólo concomitantes con la etapa histórica racionalista de nuestra civilización.
La ideología sirve en el nivel intelectual como justificación de la acción. Ernesto Palacios (1900-1979), en su Teoría del Estado, dice que la ideología es una “construcción ideal que se alza en el vacío teórico sin relación con la realidad”. Son construcciones ideales, con un alto componente de racionalización teórica, lo que explica su gran atractivo, porque “la vida es sueño”, pero si no tuviera relación con la realidad no tendría virtualidad para la acción, y la tiene.

Las ideologías en la Modernidad
Las ideologías fueron la forma de pensamiento justificador de la acción más propio de la Modernidad. Eric Voegelin –polemista con Hans Kelsen, sucesor de Max Weber en su cátedra, expulsado por el nacional socialismo cuando la anexión de Austria–, luego de ser tentado por Harvard y Princeton se instaló en la Universidad de Louissiana. Cree que otras universidades siguen enredadas en la Ilustración decadente, con la reaparición de la gnosis en el pensamiento político, no como tradición ni como identificación, sino como simbolización de algo humano.
Considera que el fundamentalismo eclesiástico, la desarticulación del conocimiento filosófico y la corrupción del lenguaje han dejado a los alemanes inermes. Y la alienación de su vida cotidiana los hace presa fácil de las ilusiones gnósticas. Fenómeno que se hará visible en la repetida aparición de mesías que pretenden liderar esa era poscristiana que preparó los fundamentalismos.
Esa mirada lo hizo profundamente sensible a la experiencia de las ideologías, sobre todo del nacionalsocialismo, pero también del comunismo ruso y del marxismo, del liberalismo, del clericalismo o del revolucionarismo. En todas ellas ve el joven Voegelin diversos modos de deformación de la realidad, de construcción de “segundas realidades”, de lo que él llama religiones políticas. Son un desarrollo poscristiano, tributario de las teologías civiles que se escribieron luego de las guerras europeas de religión. Un intento de lugar común funcional a una civilización racionalista y simplificadora, desde el Génesis, a los Génesis civiles alternativos, donde el hombre es bueno y la sociedad es la que lo corrompe, o el hombre es un lobo para el hombre.
La ideología fue poco a poco sustituyendo la filosofía práctica, la educación moral, por un “enlatado moral”, listo para el consumo, comida chatarra para nuestra inteligencia. Simplifica Lenin en ¿Qué hacer? (1902): “Es moral todo lo que favorece a la revolución”. En tanto que Juan Bautista Alberdi, otro exilado luchando por la transformación política de su patria (en su Fragmento preliminar al estudio del derecho de 1837), acoge la complejidad sobre su adversario político: “Es norma y basta: es porque es, y porque no puede no ser. Llegará, tal vez, un día en que no sea como es, y entonces sería tal vez tan natural como hoy. El Sr. Rosas considerado filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo”.
A la ideología sólo le interesa transformar, canónicamente, la realidad, no comprenderla. Desprecia la realidad real y se coloca desde una segunda realidad, haciendo muy difícil el diálogo moral.
Desgraciadamente este idear amoral fue la forma de acceder al control del instrumento con mayor potencial constructor, pero también destructor, de la historia de la humanidad: el Estado moderno. Incluso a través de partidos que usaban los procedimientos de la democracia para llevar al poder valores contrarios a ella, que costaron más vidas humanas que ninguna otra experiencia en la historia. Los muertos del régimen bolchevique, los de la Segunda Guerra Mundial, el número todavía desconocido de los de la Revolución Cultural China, y los de la Guerra Fría, incluyendo las dictaduras promovidas por uno u otro contendiente en Asia, África y América Latina desde México a Ushuaia, fueron víctimas de hombres que no reconocían hombres, sino lo que las ideologías les decían que eran esos hombres que veían.
Voegelin contrasta la visión de Max Weber sobre la existencia de dos morales (una del hombre práctico y otra de los de contemplación). Es propio de la nueva sensibilidad que va creciendo al fin de la Modernidad, cuestionar tanto una moral de los resultados (Lenin) como una moral de los deberes (Kant), porque a partir de las experiencias que se quiere que Nunca Más (3) vuelvan a suceder, se hace evidente que este planteo dualista permitió que entre una y otra “moral” se perdiera el hombre concreto, objeto y sujeto único de la moral.

Las ideologías en particular
Tres ideologías imperaron en América Latina en la segunda mitad de ese siglo:
a) El liberalismo capitalista.
b) El colectivismo marxista.
c) El estatismo de la “Seguridad Nacional”.
Las tres entraron en ocaso (4) y se encuentran agotadas luego del colapso de la Unión Soviética y las sucesivas crisis de los mercados capitalistas. Sin embargo, la tercera siempre se encuentra latente mientras exista el Estado nacional moderno y la tecnología desarrollada a fines de la Modernidad.
Las expresiones “liberalismo capitalista” y “colectivismo marxista” no reflejan ya realidades prácticas, de la acción política. Aunque algunos las usen como bandera para identificarse, o como proyectil para señalar, mientras que los algoritmos de las redes sociales (que actúan como espejo de las propias preferencias) hacen que dentro de su burbuja de sentido, vean su “fe política” como parte de una inmensa mayoría.
La Actualidad política global no es ni capitalista ni socialista, y no hay gobierno en América Latina que se guíe canónicamente por estas ideologías, sino más bien un cíclico recurrir pragmáticamente a medidas que podrían ser interpretadas como de una u otra. Sin perjuicio de lo cual, la epidemia de corrupción política latinoamericana muestra que subsisten grupos económicos que quisieran el imperio del capital nacional, con un mercado sin Estado, y a la vez grupos culturales justificadores, que idealizan el colectivismo marxista, con una relectura donde el movimiento obrero es ahora parte de la burguesía y las minorías son la nueva clase revolucionaria.
Esta última visión también sigue influyendo sobre algunos ambientes de la Iglesia, a la búsqueda de ver la historia de la salvación desde la historia de las luchas sociales.
También ha quedado atrás la dictadura autoritaria de la ideología de la Seguridad Nacional y la guerra entre países hermanos, aunque siempre seguirá como riesgo latente para los regímenes populistas, por las notas que lo vinculan con las experiencias históricas de cesarismo y fascismo.

Las ideologías articulaban valores
Reconocer que si bien todas las personas son dignas del mismo respeto, no todas las ideas lo son, resulta difícil a nuestros oídos relativistas, por hartazgo de los absolutismos, infalibilidades y totalitarismos vividos en el fin de la Modernidad.
Para entender por qué no todas las ideas son dignas del mismo respeto, basta traer a la memoria la idea de “la raza como unidad del modo de ser corporal y psíquico invariable a través de siglos y aun de milenios”, como un hecho de la naturaleza y, una realidad cultural o una unidad política de acontecimientos , que con intencionalidad se hizo ideología parcial en el mundo victoriano y articuló una ideología total en la Alemania nazi. Actuando como justificación encubridora a fin de servir a determinada oligarquía en su ascenso al poder, dejando millones de muertos y estructuras sociales que, a pesar del tiempo transcurrido de su denuncia y supuesto abandono, todavía no han podido sanar.
Ser persona y valorar es lo mismo. Los valores rompen la indiferencia de nuestra voluntad; nos mueven a buscar otros horizontes, asumir riesgos y hasta desafiar reglas.
Si no valoramos, nada nos movería de nuestra indiferencia. Siempre lo hacemos: cuando elegimos en qué gastar nuestro dinero, cuando decidimos las prioridades en el uso del tiempo, cuando entregamos nuestro corazón (6); cuando cualquier autoridad decide a quién recibe y a quién no, cuando modifica el área de libertad o aprueba un nuevo impuesto. Esas decisiones realizan un juicio previo de valor.
La persona no nace plena, se va plenificando. A partir de percepciones y actitudes, en los vínculos de familia, o que suplen la familia, en los grupos de pertenencia, las tribus urbanas, los clubes, la sociedad, vamos valorando. Cuando decimos positivamente que una persona es madura, decimos que es plena, como el fruto sabroso de la vida. Son algunos valores los que nos hacen madurar como personas y prudentes como gobierno, con el tiempo o con el camino no necesariamente extenso, pero sí intenso de desarrollo propio por las distintas experiencias que vivimos.
La tragedia humana tiene que ver con que también podemos valorar cosas que son malas para nuestra libertad, que nos atan y destruyen. En la Modernidad, las ideologías fueron uniformadoras del grupo de personas que las internalizó como cristal de sus experiencias.
La mirada sobre los fundamentalismos actuales es interesante para una “retroingeniería” de las ideologías como religiones políticas. No hay reconocimiento de la totalidad de su tradición religiosa, sino que han pasado previamente por el integrismo, en el que se cercena un segmento de alguna tradición para convertir esa parcialidad en la integridad. Sucedió en la tradición islámica, católica, e incluso budista. Los atentados con gas sarín en el subterráneo de Tokio (1995) demostraron que nadie escapaba de esta corniza.
En este prólogo de la Actualidad, una sociedad de fragmentos de la Modernidad, líquida, de vínculos difusos y yuxtapuestos, la mayor fuerza está en las nuevas formas de sentido, donde se cuentan historias, únicas, creíbles, con potencial de relevancia, que despiertan emociones, que al presentarse como verdades de la humanidad, subordinan razones y se expresan en formas y colores (7). Cuando olvidamos las ideologías vemos que los problemas a resolver son:
● el dolor de la despedida de la idea de crecimiento ilimitado,
● la falta de géneros de vida destacables y generalizables,
● el efecto de mostración de individualidades opulentas,
● las neurosis derivadas de vivir entre individualidades insatisfechas,
● la realidad de que los mayores problemas que nos aquejan ya no son nacionales, sino locales o globales,
● la necesidad de reintroducir los principios de totalidad y de límite,
● la necesidad de la tarea espiritual del arte de envejecer.

Los valores nos conducen, las ideologías nos alejan
Hecha la salvedad de que podemos valorar realidades que no sean buenas para nosotros, los valores pueden abrir nuestra subjetividad al acceso y disfrute de los bienes objetivos, en tanto que las ideologías nos alejan de los valores subjetivos para alcanzar la “objetivación colectiva”. Para ello las ideologías son un distanciamiento de la realidad, una negación del matiz, de la aproximación, de la imperfección humana.
Voegelin es un pensador muy próximo a la mística. Procediendo de la trascendencia, rechaza las reducciones deformadoras del dogmatismo y el adoctrinamiento.
En su esfuerzo, Voegelin indaga en la separación entre lo interno y lo externo en el hombre, en el “lugar” en el que “los procesos mentales superiores quedan temporalmente suspendidos”. La trascendencia voegeliniana es la presencia constante en nuestra consciencia de una fuerza que nos impulsa (helkein) hacia la búsqueda (zetesis) de la verdad, es decir, hacia “el más amplio de los horizontes”.
En un tiempo cultural en que la secularización parecía dirigirse a desterrar definitivamente a Dios, Voegelin sostiene que la trascendencia se puede ocultar más o menos, pero que siempre está presente en la consciencia en tanto que origen y fin último de la búsqueda humana del sentido y el orden.
En palabras que nos recuerdan las Confesiones de Agustín, sostiene que es necesario iniciar la búsqueda siempre desde la propia conciencia, pues es en ella donde vamos a encontrar el sitio que nos corresponde en el todo: “Dios y hombre, mundo y sociedad, forman una comunidad primordial del ser. Con su estructura cuaternaria, la comunidad es, y no es, un dato de la experiencia humana. Es un dato de la experiencia en tanto es conocida por el hombre en virtud de su participación en el misterio del ser. No es un dato de la experiencia en tanto no nos es dada al modo de un objeto del mundo externo, sino que es cognoscible sólo desde la perspectiva de participación en ella” (8) .
Según Voegelin, el hombre es un ser situado en una posición intermedia (metaxy) entre el saber y la ignorancia, entre lo humano y lo divino. Esta situación del hombre lo define como un ser que tiene que luchar constantemente para no caer en uno de los polos de la tensión, es decir, en lo demasiado humano que conduce en último término a la fenomenalización del mundo, o en lo demasiado divino que conduce al dogmatismo religioso propio del gnosticismo. Pues “el vínculo es tenue y fácilmente se puede desvanecer. La vida del alma en apertura hacia Dios, la espera, los periodos de aridez y paciencia, culpa y decaída, de penitencia y arrepentimiento, de abandono y esperanza tras esperanza, la emoción del silencio del amor y la gracia, el temblor en el límite de la certeza que si se alcanza ya se ha perdido” (9).
Voegelin busca dentro de sí, con la ayuda de los símbolos transmitidos por la cultura clásica y el cristianismo, las fuerzas necesarias para luchar contra lo que llama las “experiencias posesivas masivas” (10).
En este contexto, las ideologías muestran en toda su dimensión su efecto distorsionador. Ellas se presentaron como proposiciones científicas, siendo sólo justificadoras de la acción política, a pesar de lo cual (o quizá precisamente por eso) han desempeñado un papel decisivo en la configuración de los mayores problemas políticos contemporáneos, dado su carácter de “religiones políticas”.
Las ideologías son la fuente del desorden y en tal sentido constituyen una “enfermedad del espíritu”, cuya cura consistirá en el redescubrimiento del “orden del alma” (11). A partir de aquí surge una nueva ciencia política, entendida como la construcción de una buena sociedad en el aquí y ahora, desde la restauración del orden del alma humana, a partir de una teoría que vuelve a referirse directamente a la realidad en sus imperfecciones y matices. Para ello puede ser más útil el simple sentido común de la jardinera y el sentido estético de las nuevas generaciones, por encima de los pensadores, todavía, demasiado racionalistas.

El autor es Profesor titular ordinario de Filosofía Política en la UCA

NOTAS

[1]Principios o circunstancias” Publicado en la Revista CRITERIO Nro 2354, Buenos Aires, Noviembre de 2009.

[2]Notas sobre la Cosmovisión Actual” Publicado por Editorial UNSTA, San Miguel de Tucumán, 2da, 2009.

[3] NUNCA MAS, informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) respecto a las desapariciones producidas en la Argentina por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

[4] BELL DANIEL, El fin de la ideología (1960), Las contradicciones culturales del capitalismo (1976) y El advenimiento de la sociedad posindustrial (1973); FERNÁNDEZ DE LA MORA GONZALO, El crepúsculo de las ideologías (1965)

[5] HELLER HERMANN, Teoría del estado, Fondo de Cultura Económica, 1942.

[6] Tres círculos, en principio concéntricos de nuestra personalidad, lo material o materializable, la expansión de nuestra emotividad y propiamente nuestro corazón, en el sentido de centro de nuestra personalidad, centro que tiene la virtualidad de abrir interiormente una cuarta dimensión, desde la temporalidad a la eternidad, de donde nace una cuarta valoración abierta, de la inmanencia a la trascendencia, que para mantener el control total puede cerrarse en las opciones de la magia y la idolatría.

[7] La revolución naranja en Ucrania (2004), las camisas amarillas y rojas en Tahilandia (2006), La revolución azafrán en Myanmar (2007), movimiento verde en Irán (2009), la revolución de los paraguas en Hong Kong (2014), los pañuelos verdes, celestes, naranjas y azules, en Argentina (2018), los chalecos amarillos en Francia (2018), por solo citar los casos más conocidos.

[8] VOEGELIN, Eric: «Preface» [1956], «Introduction: The Symbolization of Order» y «Part One: The Cosmológical Order of The Ancient Near East», Israel and Revelation, vol. I, Order and History (Louisiana State University Press, 1956), pp. ix-xiv; 1-1; 13-14. Transcripto por Ellis Sandoz, «Selections from the Writings in Political Philosophy of Eric Voegelin», traducida del inglés por el Centro de Estudios Públicos, Revista Estudios Públicos, 52 (primavera 1993), pág 390

[9] VOEGELIN, E: La nueva ciencia de la política, trad de J. Ibarburu, Katz editores, Buenos Aires, 2006 (Modernity without Restraint: The Political Religions; The New Science of Politics; and Science, Politics, and Gnosticism, CW, vol 5, Missouri UP, Columbia and London, 1999), 122.

[10]TORRES MORALES, B: «Eric Voegelin, un filósofo de la transcendencia«, La Torre del Virrey, número 5, 2008, página 69.

[11] SANDOZ, E: THE VOEGELINIAN REVOLUTION, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1981, pág. 65.

4 Readers Commented

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  1. Ricardo Daniel Ferrero on 31 marzo, 2019

    Estimado Estévez, soy católico y un podado por la realidad pero no impedido, aún, de realizar mis empeños en Filosofía Cristiana, con esto decirle que soy alguien que desea terminar lo iniciado y para lo cual, me propuse hallar un ingreso independiente de la voluntad humana y de las que fragüaron nuestra jaula de la libertad. En breve, mi conclusión de vida, con la incompletitud referida, con fundamentos reales que me revientan en la cara, es que humanamente carecemos de entendimiento, de inteligibilidad y su aplicación de lo que vivamos, de la excelencia de lo que implican entre sí los conceptos metafísicos y su trascendencia para ser en nuestra vida personal y la necesidad de esclarecer lo que fuese. Y entender que Jesu-Cristo vino a darnos su testimonio de la verdad creada para que asumiéndola inteligiéramos, LA VERDAD PERSONA JESUCRISTO: conciliar SU METAFÍSICA DIVINA DE HOMBRE Y DIOS, solo un resto fiel cuando ha entendido se dedica a inteligir lo dado, siendo fiel al tomarlo, recibirlo.
    De su artículo: Si comprendemos que el ejercer nuestro ser es una unidad, toda la filosofía se ha de beneficiar en cada filosofo que logre ser uno, metafísica asimilada y evangelio vivido, en Espíritu y en verdad, cada quien lo haga, hallará el gozo en el Señor. Cuando intentamos justificar por razones el mal ejercido desde las intencionalidades humanas de las generaciones que solo han buscado exhibirse con la filosofía, comportándose de modo ingrato, por decirlo suavemente, lo que hacemos es quedarnos impotentes por nombrar el bien eliminado y sus consecuencias de mal en la realidad humana. Pareciera que es necesario ser conciente de la degradación del mal, pero sucede en nosotros una contradicción que queda en la propia intuición y allí estará hasta que el cielo metafísico dé una sugerencia y nos ayude a concebir: el mal carece de esencia y su rostro huele cuando forzamos el ser real al que nos referimos, y que es una unidad, a que quede iluminado por lo que le falta…tal es la ideología respecto de la filosofía cristiana católica, e invertimos de nosotros un desgaste para evidenciar, lo que el ser, naturalmente definible en lo que tratemos como tal, en su esencia, nos lanza a profundizarlo, a regalar las condiciones para que lo que es en potencia vaya a la actualidad perfecta del existir real. Por lo que referirnos al ser en su bien: existir en potencia virtuosa y en acto real, nos requiere, humanidad, Revelación, interrogación y fidelidad a lo hallado y orado por un Sto. Tomás ladinamente referido como nuestro querido Filósofo, Aristóteles. La consecuencia felíz, puede ser para UD. si vuelve a realizar su artículo desde lo omitido desde el ser y el Evangelio Viviente, ha de ser además del gozo, el haber hecho oración casi sin notarlo, como haber sido docente para los que le rodean y esperan, antes que entender algo parcializado y opinable, como causan las ideologías al hablar de ellas, pues son coherencias de la irracionalidad: esto es, que el mal de la sana racionalidad es carecer de orden respecto del ser, es decir, la irracionalidad no corresponde al ser y esto la sepulta en su intento de validarse: esta consistencia es la que añoro de mis oxidaciones filosóficas. Por último, referirle dos libritos tesis de un amigo solo por lo que me dejó como sus trabajos íntimos: Luis E. Carranza Lamas, prof y Lic en Filosofía: 1- Ser y Entes. 2-Filosofía, Creacionismo, Libertad. Gracias de Dios a UD. y a su familia. Ricardo D. Ferrero

    • Roberto Estévez on 3 abril, 2019

      Estimado Ricardo Ferrero, le agradezco la consideración de sus comentarios y recomendaciones. Lo humano que permanece se encuentra sometido a cambios culturales profundos de lo humano que cambia.
      La presencia, continúa allí donde no se mueve, y el malo salta de aquí a allá en un tiempo, y un espacio que, ya no son lo que solían ser.
      En el orden del ser, que permanece, las ideologías son residuos de un tiempo que ya no está, de formas culturales que están en sustitución. Otro pensamiento, y otros sentimientos, se abren en la revolución naranja en Ucrania (2004), las camisas amarillas y rojas en Tahilandia (2006), La revolución azafrán en Myanmar (2007), movimiento verde en Irán (2009), la revolución de los paraguas en Hong Kong (2014), los pañuelos verdes, celestes, naranjas y azules, en Argentina (2018), los chalecos amarillos en Francia (2018), por solo citar los casos más conocidos.
      En un tiempo continuo, en una geografía “cotemporoespacial”, “Dios no se muda” (cf, Sta Teresa) y nos sigue regalando la siempre renaciente vitalidad de la Iglesia, su siempre vigilante capacidad de estudiar las señales de los tiempos y a su siempre joven agilidad de probar todo y de apropiarse lo que es bueno (cf. 1 Tes 5, 21); y ello, siempre y en todas partes» (Ecclesiam suam n. 44 y 52).
      Gracias de Dios a UD. y a su familia. Roberto Estévez

  2. Pablo A. Iriso on 11 abril, 2019

    Estimado Roberto : Creo que las ideologías , como cadena de transmisión entre el pensamiento y la acción , siempre estarán . Serán ideologías , mitos , utopías o relatos ; mejores o peores , más o menos consistentes con la realidad , pero allí estarán , sencillamente porque como explicó Pablo en I Cor.12 , hay diversidad de dones y vocaciones y unos pocos generan e instalan las ideas que otros muchos adoptan como creencias en el hacer .
    Pero los problemas se originan en el pensamiento y en la acción , las ideologías solo los conectan .

    El pensamiento. En ciencias naturales nos hemos aproximado bastante a la verdad inscripta en la naturaleza , captando y comprendiendo la forma de ser de las cosas , aquello que “Dios vió que era bueno” .
    En las ciencias sociales , en cambio , hemos decidido , comiendo del fruto del árbol del bien y del mal , recrear al hombre a nuestra imagen y semejanza . Sin respetar ni comprender la naturaleza humana personal , ni la social .
    Si bien hay buenas y acertadas corrientes de pensamiento filosóficas , antropológicas , sociológicas , políticas y económicas , no son mayoritarias ni predominantes . Reina en las ciencias sociales una mayor confusión que en las naturales , acerca de lo verdadero , lo bueno y lo que conviene al ser humano .
    El idealismo racionalista , queriendo librarnos de de la metafísica y su sobrenatural creacionismo , nos obsequió el constructivismo . Este , en su ejercicio inmanentista de racionalizar lo natural para independizarlo de lo sobrenatural llegó a una abstracción antinatural e irracional .
    Entonces vino el existencialismo , prometiendo liberarnos no solo de la metafísica , sino también del rígido racionalismo . Su fruto más sofisticado , el estructuralismo , resultó menos natural que lo anterior . No solo nos quitó el yugo de la razón , sino también el de la realidad .
    Ahora sí , finalmente libres , navegamos ( naufragamos) en el mar del relativismo donde todo es cierto y nada lo es , lo malo puede ser bueno y viceversa , depende …

    La Acción . Tecnología y evolución del pensamiento mediante , hoy cualquiera puede decirle instantánea y simultáneamente a todo el mundo lo que se le ocurra sin atenerse a referencia trascendente , racional o de realidad alguna . La cultura ( ese sentido común inscripto inconscientemente en cada ser humano que lo informa de su relación con el cosmos , con los demás y consigo mismo ) , está en una estéril ebullición . Ya no persigue lo bueno , lo bello y lo verdadero . Solo interesan , pues ya nada “importa” , lo nuevo , lo inmediato y lo resonante .
    Un nuevo oscurantismo sepulta nuestra bnaturaleza , bajo una parva de frívola exteriorización . Eso sí … ¡ siempre nueva !
    En este contexto , es más fácil que nunca antes para la ambición inescrupulosa o el error , conquistar simpatías mayoritarias congregadas a perseguir monstruosos sueños de la razón o simplemente cometer barbaridades sin indignar , basta para ello con vestirse de corrección política .

    Hoy , entre la inmanencia de los intelectuales y el activismo de las dirigencias , hemos descubierto para nuestro jardín las plantas sintéticas . Estas evitan tener que cortar el pasto , no atraen molestas abejas en el estío ni desparraman hojas secas en otoño y se instalan ya grandes , ¡ no necesitan tiempo ni cuidados para crecer !
    Prudencia y sensatez , por escasas , se han vuelto más valiosas .

  3. Roberto Estevez on 3 mayo, 2019

    Estimado Pablo A. Iriso, Muchas gracias por su comentario. La certidumbre de las ciencias experimentales, que durante tres siglos fue el símbolo principal de la inteligibilidad científica, también empieza a ser cuestionada. Son muchas certezas humanas sobre cuestiones en que se alcanzaba un conocimiento no necesario las que están cayendo, no solo las ciencias sociales.
    Por otra parte, existen «certezas del instante», que mientras estén dentro de lo «políticamente correcto» que se usa esa temporada pueden justificar crímenes horribles.

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