
En coincidencia con la ceremonia de clausura del 20º Festival Internacional de Cine de Tbilisi, Georgia –con la estatuilla como Mejor Película a Inhale-Exhale se celebró la última labor del reconocido Dito Tsintsadze–, que contó con distinguidas visitas, se conoció la noticia del fallecimiento del director de Mandarinas, Zaza Urushadze (1965-2019), aquél que volvió a colocar a su país a un paso de los Oscar cuando en 2014 consiguió la nominación como Mejor Película Extranjera compartiendo el rubro con la argentina Relatos Salvajes de Damián Szifrón. Pero si bien Ida de Pawel Pawlikowski finalmente se alzó con la estatuilla, esa nominación le permitió a Mandarinas un impactante recorrido internacional, así como convertir a su director en toda una referencia del cine europeo, y fue un insólito suceso en la Argentina, donde permaneció meses en cartel.
Si bien en los Oscar representó a Estonia, la coproducción con Georgia y la nacionalidad del director hicieron que en ese país sea hoy un auténtico patrimonio nacional. Con un puñado de películas notables como Tres casas, con tres novelas unidas por la historia de una pintura que resume tres siglos distintos, y El guardián, con un convicto que luego de 16 años de cárcel recupera la libertad pero descubre que sus padres y sus amigos han muerto durante la Guerra Civil, fue Mandarinas y su emotiva historia en la que dos amigos salvan la vida de un soldado checheno y de uno georgiano heridos en algún rincón perdido de Abjasia (región georgiana en plena guerra de secesión) la que le permitió a Zaza Urushadze ser conocido internacionalmente y, luego de la cineasta Nana Djordjadze, convertirse en el segundo georgiano en conseguir la nominación al Oscar. “Se ha ido uno de los grandes de la cinematografía georgiana contemporánea, pero también un mensajero de la paz que deja un legado imborrable”, señaló a este corresponsal Irakli Kurashvili, Embajador de Georgia en la Argentina.
La trayectoria de Urushadze también incluyó la gestión cultural, dirigiendo entre 2002 y 2004 el Centro Nacional de Cine de Georgia y, hasta hace dos meses, la Academia de Cine de ese país. Luego Urushadze concretó La confesión, sólo exhibida en la Argentina en el Festival de Cine Religioso y que compitió en los festivales de Varsovia y Chicago, sobre un religioso acusado de abuso, con un giro inesperado en la trama. El director, que murió a causa de un infarto a los 53 años, se aprestaba a estrenar Anton, centrado en la amistad en el contexto de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa y que será ahora su irremediable último trabajo.
Un encuentro con el mejor cine georgiano
En diciembre tuvo lugar la 20º Festival de Cine de Georgia en su capital Tbilisi, que reúne a lo mejor del cine local y también presenta grandes producciones del cine de todo el mundo. El evento es singular en cuanto a calidez de la mano de sus directores, Gaga Chkeheidze y Nina Anjapharidze, y de un singular equipo de organización donde los nombres de Inna, Mariam y Nina estuvieron siempre presentes junto al Gran Jurado, que contó con la participación del autor de estas líneas acompañando a Nicolás Celis, productor de Roma, la película de Alfonso Cuarón; la curadora inglesa del British Film Institute Heather Stewart y los críticos alemanes Erika y Ulrich Gregor, responsables de la creación de este Festival. Entre los invitados de relieve, estuvieron el realizador mexicano Carlos Reygadas, el realizador inglés Christopher Hampton (ganador del Oscar por el guión de Relaciones peligrosas y con labores propias tan recordadas como Carrington o la porteña Imagining Argentina), y Miryam D’Abo, chica Bond de 007: Su nombre es peligro, la que contó con un espía a la medida de Timothy Dalton y la banda de sonido con un recordado hit del grupo noruego A-ha.