¿Qué es la luz? Se comporta como una onda por la propagación de una perturbación de alguna propiedad del espacio, implicando un transporte de energía sin transporte de materia, pero se comporta también como partícula –componentes elementales de la materia– cuando interactúa con la materia para transferir una cantidad fija de energía.
La actual opinión de los físicos es que el fotón presenta tanto propiedades de onda como de partícula, por lo cual lo clasifican como onda-partícula. Es lo que por hoy tenemos. Tal vez el descubrimiento de partículas que van a mayor velocidad que la luz ayude a una nueva comprensión de la misma.
Una problemática semejante a la de la luz, en el último siglo, existe desde que tenemos testimonios escritos, sobre el hombre.
¿Es el hombre una onda o una partícula?
Hace algunos años un periodista (La Nación, 24/05/09) le preguntaba a Gregorio Klimovsky, matemático, epistemólogo, miembro destacado de la Conadep, si era ateo, a lo cual él respondió: “Dejé de serlo de una manera cerrada. Crecí entre izquierdistas ateos. Materialista hasta mis 40 años, pensaba, como científico, que la ciencia lo podía resolver todo, pero ¿qué fue pasando?: me di cuenta de que no era tan fácil sacarse la idea de Dios de encima. Si uno quiere buscar explicaciones últimas en ciencia se encontrará con dificultades”.
En la misma oportunidad enumeraba entre esas dificultades: “¿Por qué hay algo en lugar de haber nada? A eso uno podría agregar el problema de cómo comenzó la vida, y el de la psicología: ¿cómo algunos organismos vivos alcanzaron la conciencia sin actividad psicológica?”.
Será el hombre cuerpo, será conciencia, será emociones (que hoy redescubrimos luego de siete siglos negacionistas), o será conciencia-emociones y emociones-cuerpo, en totalidad.
Me gusta la metáfora de una maza con cantera, como entiendo la canción de Silvio Rodríguez, y no “Un amasijo hecho de cuerdas y tendones / Un revoltijo de carne con madera / Un instrumento sin mejores resplandores / que lucecitas montadas para escena”. Como lo expresara Maritain, “no existe en mí una realidad que se llama individuo y otra que se dice persona, sino que es un mismo ser, el cual, en un sentido es individuo y en otro es persona”. Todo yo soy individuo en mi materialidad, y todo yo entero, persona, por el sentido que viene de mi espíritu encarnado.
Pero ¿será La Cantera, o Su Cantera? Es decir, ¿la finalidad le vendrá del colectivo, o tendrá sólo una finalidad peatonal?
¿Es el hombre una parte o un todo?
Durante la segunda guerra mundial, una valiosa joven filósofa, judía francesa, de origen marxista, Simone Weil, consideró que los Estados establecen el marco de respeto del ser humano, de acuerdo a los criterios del orden político establecido por el más fuerte. Con lo que estos criterios pueden variar dependiendo de quien detenta temporariamente el poder. Porque el poder del hombre siempre se detenta temporalmente.
Desde su experiencia histórica (en La gravedad y la gracia, escritos recopilados luego de su muerte) sostiene que nada impide discriminar o masacrar al ser humano, cuando el otro y el mundo “no son lo suficientemente sagrados para mí”. Simone Weil utiliza aquí la imagen de Platón, del hombre como un ser intermedio, Metaxú, que recuerda del mundo del cual proviene su alma. En las mismas circunstancias históricas, pero en Austria, esta imagen platónica servirá a otro disidente: Eric Voegelin. El autor agrega la idea de la precariedad, del “hilo delgado” que nos mantiene unidos a lo divino siempre.
Alma y cuerpo conforman la naturaleza humana, colocando al hombre en una existencia problemática por el doble origen de su ser, el alma de Dios y el cuerpo a través de la naturaleza (1). Un intermedio entre Dios y el mundo, de modo que todo ser humano es una manifestación individual de Dios en el mundo, un canal de comunicación entre el creador y lo creado. Todo hombre es así sagrado, y en Su Cantera lleva adelante un trabajo insustituible en La Cantera de la Creación.
De este modo, existe en mí una relación abierta a otros (por Otro) que es memoria de mi origen y que no dejará de existir porque yo no me haya relacionado con Él, o no me relacione. El Otro está en mi origen y en el del otro, de un modo sagrado, previo a que nos relacionemos, y no deja de estar por el hecho de que yo no lo reconozca. En el reconocimiento del carácter sagrado del otro radica el respeto que trasciende las leyes del poder y hace posible una justicia verdadera, el orden y la paz.
Al mirar al otro, yo puedo ver un acceso (intermediario) a Dios. Lo sagrado no consiste así en un estado del alma, sino en “una buena orientación de la mirada” (cartas de Simone Weil a fray Joseph-Marie Perrin op).
¿Necesitamos el reconocer total de la ternura?
El emperador Federico II Hohenstaufen (1194-1250) quería saber cuál era el idioma natural de los seres humanos, si nadie les enseñara.
Ordenó recluir a un número de niños recién nacidos, a quienes debía darse los mejores cuidados materiales de la época, pero no hablarles ni intercambiar ningún gesto de carácter afectivo o emocional. Todos los bebés murieron antes de cumplir tres años.
El psicoanalista René Spitz, judío austro húngaro, se interesó por esta historia y estudió a fondo las consecuencias de las privaciones emocionales de los primeros momentos de vida del ser humano –en orfanatos, hospitales, cuando son cuidados en gran número por niñeras– comprobando, después del tercer mes, retraso motor, pasividad, falta de expresión y de coordinación ocular.
Hubo una alta mortalidad, y los que llegaron a los tres y cuatro años, no hablaban, no se podían poner de pie y generalmente no caminaban. El deterioro del desarrollo de la personalidad es progresivo, y el niño deposita sobre sí mismo sus impulsos agresivos.
Hay una tendencia mundial a terminar con orfanatos y otras formas de intentar suplir la falta de hogares. Sin embargo, se registra un trastorno en niños de jardines de infantes, en distintos lugares del mundo, que recuerda estos estudios. Los niños entienden todo lo que se les dice, pero no pueden hablar. En el tiempo esto se manifiesta con deficiencias en el desarrollo de la interacción social, la comunicación y la conducta. Respecto al origen y crecimiento de esta problemática, una hipótesis lo vincula a la falta de intercambios persistentes con la mirada humana real. Desde los primeros meses, especialmente durante la lactancia, ellos y sus madres no se miraron, por coincidir sus miradas sobre la pantalla de un teléfono u otro dispositivo digital que la madre manipula mientras le da el pecho.
Romano Guardini, hombre del fin de la Modernidad, pensador de la Actualidad (El ocaso de la edad moderna, 1950) sostenía que: “Tan pronto como una fuerza, un elemento, una estructura o cualquier otra cosa penetra en el ámbito del hombre, recibe allí un carácter nuevo. Ya no es mera naturaleza, sino que se convierte en un elemento de la circunstancia humana. Participa de la libertad del hombre, pero está también sometido a su debilidad, y, por ello, se hace equívoco, se convierte en receptáculo de posibilidades tanto positivas como negativas”.
La opción política (que al ser incuestionable es un ocultamiento que se oculta) de vivir en grandes ciudades, con hiperconsumo (2), en casas cada vez más pequeñas, sometidos a altos costos impositivos, conectados digitalmente, sin intimidad, ni privacidad, en tiempo continuo. Con significativos periodos de aislamiento individual –en la vivienda, el transporte, el trabajo y la diversión– con entretenimiento pero sin descanso, esta opción no es neutra; implica la pérdida de la proximidad real, temporal y física que siempre hace de nuestra individualidad personas; y sin lo cual se dificulta muy significativamente la felicidad.
La perfecta correspondencia que las industrias culturales hicieron entre el nacionalsocialismo y el mal, impide ver el mal en los principios de organización social que lo posibilitaron y siguen vigentes. Sobre ese sustrato, se impuso una ciudad de hombres (varones y mujeres) solos, vidas individuales, con alta expectativa de consumo, vínculos alternativos precarios, reducción acelerada del número de hijos, legalización del aborto, y cuando el envejecimiento de la pirámide poblacional lo hace imperioso, la legalización del suicidio asistido, fríos sin haber conocido el calor de la humanidad (3).
La ciudad no es ideología racional, eficiencia, progresismo sin límites, sino textura humana, proximidad, calor. Por internet circula la versión oficial de un videoclip de gran belleza del grupo Imagine Dragons. Su nombre es “Demons” y comienza diciendo: “Cuando los días son fríos, / y las cartas están marcadas (dobladas), / y los santos que vemos / están todos hechos de oro” (4).
El texto es para escucharlo con detalle, mientras el video muestra las imágenes de una joven sola frente al cajón de sus padres muertos, un adolescente anoréxico frente a su falsa imagen en el espejo, un joven padeciendo violencia en la casa donde vive, un soldado cargando a un compañero herido o muerto bajo fuego.
Luego de cada uno de los cuatro cuadros el estribillo repite: “Cuando sientas mi calor, / mira dentro de mis ojos, es donde se esconden mis demonios, es donde se esconden mis demonios, no te acerques tanto, / dentro está oscuro, / es donde se esconden mis demonios, /es donde se esconden mis demonios” (5). Hacia el final, sigue: “Tus ojos, brillan tan fuerte, / quiero salvar su luz, / ahora no puedo escapar a esto /salvo que tú me digas cómo” (6).
La ternura solamente es humana, allí la onda es “partícula”, gesto de proximidad, donde toda la palabra se hace carne, carne que se acerca y abraza, manos que tocan y que vendan, que ungen con aceite y alivian las heridas con el vino. Luz, calor y tiempo disponible, en una inevitablemente relativa, holgura temporal.
El autor es Profesor titular ordinario de Filosofía Política en la Facultas de Ciencias Sociales de la UCA
Notas
[1] Aquí ambos autores se separarán, porque Simone Weil va evolucionando, de su amistad con un dominico que la acompaña en su salida del ateísmo, a una existencia catara; en tanto que Voegelin, que se mantiene en el creacionismo filosófico, denunciará el dualismo gnóstico que estaba en el nacional socialismo, fascismo y estalinismo.
[1] Sobre esta actitud vale recordar a Manuel Vázquez Montalbán, en su prólogo a 1984 de George Orwell (Círculo de lectores, Buenos Aires, 1983, p. VII): “No está prohibido leer en la actualidad, pero el ‘leer’ está condicionado por la organización de la vida y por las intenciones de la industria de la cultura, sea de mercado libre, sea estatal. La cultura en 1983, y supongo que en 1984, está organizada para alienar porque tiene como fetiche la mercancía en Occidente o la cápsula de verdad oficial en los países socialistas… Orwell temía ese mundo en el que toda la verdad estuviera depositada en el Ministerio de la Verdad, pero poco podía imaginar que en 1984 para conseguir la alienación de las masas bastara con controlar sus necesidades y motivaciones, bastara con fomentar su conciencia consumidora”.
[1] “Con relojes que atrasan – Civilizaciones en nosotros”, revista Criterio Nº 2459, junio de 2019, pp 20 a 23.
[1] When the days are cold / And the cards all fold /And the saints we see /Are all made of gold.
[1] When you feel my heat / Look into my eyes / It’s where my demons hide / It’s where my demons hide
Don’t get too close / It’s dark inside / It’s where my demons hide / It’s where my demons hide
[1] Your eyes, they shine so bright / I want to save their light / I can’t escape this now / Unless you show me how.
[1] “La revolución de la ternura”, revista Criterio Nº 2464, noviembre de 2019, pp 35 a 36.