A diferencia del Monte Olimpo, donde los dioses representaban un valor y estaban en permanente lucha, los valores no se amigan, ni luchan entre sí, no se encuentran, no se desencuentran, ni dialogan.

Yo voy por los caminos que no sigue nadie / Y sin embargo soy feliz

Uno no ve valores caminando por las calles, ni en las guerras, ni cuidando a un moribundo, sino a hombres (mujeres y varones) que se mueven con la energía que les da el haber interiorizado un algo o un alguien al que consideran valioso.

En esta interiorización, reconocemos sabio a aquel a quien las cosas le saben como son, e ignorante al que escuchamos hablar por las redes o los medios sobre cosas que tenemos experiencia. A medida que vamos creciendo, nos es más fácil identificar a quien fabula y a veces, sólo a veces, lo conseguimos con alguien que padece desorden psicológico (sobre este problema del desconocimiento de la interioridad del otro está el éxito reciente de Netflix Ilusiones Mortales, 2021), y cuando alguien entregar su inteligencia a una ideología, que es una categoría de desorden del alma.

Hay ideas que nos encaminan hacia un pensamiento que deja de ser opi­nión para convertirse en conocimiento político e ideas al servicio de la acción política (ideologías, mitos y utopías) que, si bien no están sometidas a la identificación con el sabor de las cosas, deben tener de la brisa ese olor a calle… que me da la dirección para que alcancen popularidad.

Nuestro obrar es todo nuestro, es decir que no obran nuestras manos, sino que todo nosotros estamos en el obrar de nuestras manos. Nosotros volcamos el sentimiento en la canción. Damos asentimiento nocional a las ideas y abstracciones, y tienen un cierto poder, pero damos asentimiento real a algo que experimentamos, sentimos y eso es lo que da energía a la acción.

La publicidad del ¡llame ya! procura que el sentimiento tapándome los ojos me lleve a la compra de impulso, antes que el tiempo permita una consideración más detenida de la acción; algo parecido sucede con el fundirme en el nosotros de la ideología.

El problema particular de la ideología es que consiste también en un ocultamiento que se oculta, alcanzando en su no reflejo de la realidad, una alta perdurabilidad en el tiempo, como esos cuentos populares que encontramos repetidos una y otra vez en distintos libros, películas, culturas y momentos históricos.

En muchas profesiones, la adquisición de los conocimientos va siendo acompañada por un entrenamiento (training/ascesis) para evitar las decisiones impulsivas cuando la información es imperfecta. Esto es esencial cuando se está a cargo de personas, lo que es una función de gobierno, desde una familia hasta una empresa global, pasando por un movimiento político y el estado nacional.

Yo voy perdiendo sangre como el sol de la tarde

Luego de sus libros El aparato. Los intendentes del conurbano y las cajas negras de la política (2005), Propaganda K. Una maquinaria de promoción con el dinero del Estado (2007) y Born (2015), María O’Donell ha hecho una nueva contribución a la memoria de la democracia argentina con su libro Aramburu (2020). Los dos primeros son periodísticos, pero los dos últimos son libros poco comunes en nuestra Argentina, donde se tiende a hablar de héroes olímpicos y demonios infernales, y no de pobres hombres (mujeres y varones), que aciertan y erran, hacen maravillas y ponen en marcha catástrofes colectivas.

La reconstrucción minuciosa del secuestro y homicidio de Aramburu va abriendo paso a los orígenes de Montoneros, a su disolución fáctica, transparentando los valores que energizan las acciones durante uno y otro período.

Como es inevitable, mientras relata esta historia de la memoria de la democracia argentina, va refiriendo otras dos historias globales/locales, todavía no escritas en su bipolaridad, desde Argentina: la de la guerra fría –desde de la segunda guerra mundial– y la de la tensión conservación/renovación en la Iglesia Católica –ya antes del Concilio Vaticano II–: “En plena guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, con el empuje de las numerosas colonias que se habían independizado en África y Asia, había surgido el Movimiento de Países No Alineados y la noción de Tercer Mundo. Esos vientos de cambio conmovieron a la Iglesia en forma inesperada”.

Se trataba de un mundo que ya había iniciado un cambio de ethos imprevisto, aun para los observadores más lúcidos; vale como testimonio la mirada de Ortega sobre el comienzo del siglo XX con ocasión de Los terrores del año mil, crítica de una leyenda (1909): “Hoy, sólo merced á un gran esfuerzo de disociación, podemos reconstruir aquel estado sentimental e intelectual, porque la base de nuestras vidas es algo firme y definitivo; las instituciones fundamentales están perfectamente delimitadas, legalizadas y reconocidas; los acontecimientos económicos siguen su marcha regular; la ciencia ha perdido la bienhadada inocencia, y no se halla al capricho de cualquier error craso y elemental presentado con firmeza é ingenio. Y todo esto es de tal manera sólido y preciso, que llega á inquietar los ánimos amigos de las cosas turbulentas, de la intervención del ‘Deus ex machina’, de las ideas confusas, en una palabra, de todo lo robusto; tal es, á mi entender, la significación de los anarquistas políticos, artísticos y científicos, protestantes de la marcha legal, sin altibajos ni emboscadas de la existencia”.

En el olor a calle, los movimientos anarquistas ya se hacían notar desde fines del siglo anterior, el racismo se consideraba ciencia, se estaba en los albores de la primera guerra mundial y la revolución bolchevique. El aire del tiempo se estaba transformando, y la energía de las elecciones detrás de los actos humanos había variado sus ejes en dirección al mundo Actual en que vivimos, luego del trauma de Verdún llegaron todavía los traumas de Auswitch, Hiroshima y Vietnam.

Y yo sé que tapándome los ojos

Hasta donde sabemos, los hombres no dejan de valorar mientras viven. Nuestros sueños y pesadillas expresan valoraciones, aun cuando dormimos. Hay registros suficientes de pacientes en coma que disciernen determinadas voces. Toda relación entre hombres (mujeres y varones) está energizada por lo que valoramos.

Al ser las ideologías enlatados morales, sortean muchos problemas entre personas y automatizan el consenso, con lo que van acumulando problemas sin resolver, ya que acopian deberes vacíos de ser, y lo que las cosas son va perdiendo importancia por la inflación sustituta de lo que las cosas deberían ser.

Cuando sucedió el golpe militar del 24 de marzo de 1976, Montoneros confiaba en una dialéctica que se manifestaría como: ofensiva militar, resistencia guerrillera, contraofensiva montonera. Se les hacía consistente porque confiaban en la dialéctica de la historia marxista. 

Pero el voluntarismo de la visión ideológica de Montoneros acerca de la necesidad histórica no se correspondía con la realidad de un Estado que ya desde hacía años había copiado el modelo francés de brigadas de seguridad contra las guerrillas los militares franceses habían aplicado métodos de tortura contra los rebeldes argelinos–. 

En contra de la distinción entre gobiernos autoritarios y Estados totalitarios de Jeane Kirkpatrick, para quien los gobiernos autoritarios tradicionales son menos represivos que las autocracias revolucionarias, luego de los totalitarismos del siglo XX y con el avance de los medios tecnológicos, el totalitarismo es el desarrollo más probable de cualquier régimen autoritario.

Cuando allí me voy perdiendo / Tras de mi imaginación

En la Iglesia Católica, la represión cayó por igual sobre todas las teologías de la liberación, la naciente teología del pueblo y toda expresión pastoralmente encarnada, sin distinguir opción sobre la lucha armada, la no violenta, el anhelo de la democracia perdida, o el absurdo. Entre muchos, el caso de María del Carmen Maggi, decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica de Mar del Plata, colaboradora de monseñor Eduardo Pironio, que el 9 de mayo de 1975 fue secuestrada por escuadrones de la muerte y hallada, el 23 de marzo de 1976, sin vida, cerca de la ciudad de Mar del Plata (Doscientos años del humanismo cristiano en la Argentina, EDUCA-KAS, Buenos Aires, 2012, p 653 a 671).

En el libro de María O’Donell y en el anterior de Lucas Lanusse (Montoneros, el mito de sus 12 fundadores, 2005) se percibe que no fue pareja la opción de quienes vivían solos y quienes vivían en comunidad dentro de la Iglesia. Como se dijo antes, no existen todavía investigaciones específicas pero hay razonabilidad para la hipótesis de que la praxis del gobierno capitular, la colegialidad, las asambleas comunitarias en parroquias, universidades, congregaciones y órdenes, permitió un diálogo, debate y discernimiento comunitario, con menor literalidad y dogmatismos, respecto de los cambios que proponía el tiempo en la vida eclesial, una mirada más realista del acontecer histórico y de la profundidad de la oscuridad que se estaba desatando.

Esto ya había sucedido en 1511 cuando los religiosos de la Española decidieron en Capítulo denunciar la encomienda; luego, en el Capítulo de San Esteban de Salamanca, cuando discutieron la defensa de esos religiosos ante el emperador, dando luz a lo que se conocería como el derecho internacional de gentes; y en 1810, cuando las órdenes se volcaron por la revolución ante un clero que dudaba por la verticalidad regalista.

Dentro de la Iglesia, en las familias, o en los partidos políticos, donde se generan espacios humanos con menos voces, con más monólogos ideológicos, o con escuchas apenas simuladas, es más difícil resolver la dificultad humana de que puedo querer lo que quiera, pero no puedo hacer bueno lo que he querido.

Catalina de Siena decía que pudiendo habernos hecho iguales Dios nos hizo distintos para que los unos necesitemos de los otros.

Como testimonio del diálogo necesario y posible entre realidades valorantes no coincidentes –en el mismo año del secuestro de Aramburu (1970) –, he tomado los subtítulos del artículo de la canción Los caminos que no sigue nadie compuesta por el dúo Pedro y Pablo (Miguel Cantilo y Jorge Dirietz). 

Tal vez podamos aprovechar el final de la canción al otro lado de ese mismo single (Yo vivo en una ciudad), para una reflexión sobre actitudes de las personas que se desencuentran por lo que motiva la acción de cada una:

Y sin embargo yo quiero a ese pueblo El amor es el punto de partida para el diálogo sobre los valores,
Tan distanciado entre sí, tan solo escuchar en una sociedad enferma de soledad y de miedo al otro.
Porque no soy más que alguno de ellos La conciencia del otro, y de sus valores, de la posibilidad de caminar juntos al bien,
Sin la gomina, sin la oficina / Con ganas de renovar con conciencia de sí mismo, de los propios objetivos, y rectitud de intención.
Yo adoro a mi ciudad / Aunque su gente no me corresponda Sin importar si lo que se ve bueno es compartido por muchos o por nadie,
Cuando condena mi aspecto y mis hondas / Con un insulto al pasar. con conciencia de dignidad común, a pesar de las dificultades y oposiciones.

Había otros caminos…

Roberto Estévez es Profesor titular ordinario de Filosofía política en la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA

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