
Homenaje al novelista, dramaturgo, poeta y director de cine chaqueño, cuyas obras más destacadas (La cifra impar y Don Segundo Sombra, entre otras) pueden verse de forma gratuita en la plataforma Cine.ar
“Vas a tener que perdonar mis continuas intromisiones en el campo de la imagen. Casi siempre trato de que coincida exactamente con lo que vos has hecho pero, otras veces, tengo yo que inventar, por lo menos provisionalmente, una situación o una imagen”, dice Julio Cortázar, desde una fono-carta, a Manuel Antín. “Había descubierto que Cortázar era el escritor que yo hubiera querido ser, y el cine era una manera maravillosa de plagiar a un escritor sin cometer delitos. Llevando al cine lo que yo hubiera querido escribir”, reflexiona el realizador en el espléndido documental Cartas Iluminadas, de Cinthia Rajschmir. Este documental, que puede verse –al igual que buena parte de la filmografía de Antín– de manera gratuita en la plataforma Cine.ar, indaga en el vínculo por el cual cuatro cuentos de Cortázar se convirtieron en tres de sus películas.
Pero la relación “Cortázar-Antín” es sólo uno de los vértices de una trayectoria donde también pueden anotarse los nombres de Ricardo Güiraldes, Augusto Roa Bastos, Guillermo Enrique Hudson y Beatriz Guido; una filmografía compuesta por una docena de largometrajes que recorrieron los principales festivales cinematográficos. Con La cifra impar representó a la Argentina en Sestri-Levante; con Los venerables todos, en Cannes y Sestri-Levante; con Intimidad de los parques hizo lo propio en la Berlinale; y con Don Segundo Sombra tuvo un impresionante recorrido internacional por Cannes, Moscú, Melbourne y Sidney. Comendador del Gobierno de Italia y Oficial de las Artes y las Letras del gobierno francés son tan sólo dos de las condecoraciones que recibió.
Además de la relación cine-literatura, la labor de Manuel Antín resulta clave para comprender el espíritu de la Generación del ’60 y el devenir del cine argentino posterior, a través de una obra cinematográfica de cuidada sensibilidad y notable rigor estilístico expresado en su narración fragmentaria, en su montaje cinematográfico, en un estudiado trabajo sobre la temporalidad del relato y en el manejo del espacio a través de la puesta de cámara y la distancia focal. Con todos esos elementos, algunos desde la innovación formal que planteaba el cine en sintonía con la Nouvelle Vague francesa, puede entenderse la construcción de una poética fundamental para el cine nacional.
Asimismo, Antín fue un nombre insoslayable en la reinstauración democrática como director del Instituto Nacional de Cinematografía, promoviendo el renacimiento de este arte desde la producción y con presencia en los festivales pero, por primera vez, con realizaciones sin ningún tipo de censura y con notable estímulo a los nuevos directores. Luego de su paso por el (hoy) INCAA, su interés por las nuevas generaciones será uno de los pilares de la fundación de la Universidad del Cine en 1990.
Y allí están también Circe y Castigo al traidor para enmarcar el cine de la Generación del ’60; Juan Manuel de Rosas y Allá lejos y hace tiempo para imbricar historia, memoria y el campo argentino; y tres rara avis: su episodio La estrella del destino (1965) para el film colectivo Psique y sexo; La sartén por el mango (1972), sobre la obra teatral homónima del popular actor Javier Portales –el mismo que brillaría como partenaire de Alberto Olmedo–; y, por último, La invitación (1981) que permite reencontrar las constantes narrativas de Beatriz Guido luego de la muerte de Leopoldo Torre Nilsson, y significan en el realizador distintos abordajes y temáticas. Siempre apuntalado por grandes actores, notables técnicos y dos nombres que nutrieron por igual familia y cine: su mujer, la destacada vestuarista y escenógrafa Ponchi Morpurgo y, el padre de ésta y suegro de Antín, Adolfo Morpurgo, compositor de las bandas sonoras de buena parte de su filmografía.
Su protagonista en Circe y estrella permanente del cine argentino, Graciela Borges, declaró en Cartas Iluminadas: “Tiene un humor agudo, inteligente, vital, joven, porque él es como Picasso, que decía: ‘Cuando uno es joven lo es para toda la vida’”. Seguramente haya sido la mejor forma de festejar un cumpleaños (el número 95) para quien no le gusta recordar el paso del tiempo. Nació un 27 de febrero de 1926, en Las Palmas, Chaco, y fue escritor antes de siquiera suponer que sería Manuel Antín, figura querida y referencial del cine argentino.
Pablo De Vita es crítico cinematográfico, periodista cultural y profesor universitario