Para una democracia posible

Aportes urgentes a partir de la teoría de Carlos Strasser

En estas líneas quiero recuperar la visión de la democracia de Carlos Strasser, uno de los máximos teóricos argentinos en la materia, que fue expuesta en una notable entrevista brindada a la revista Criterio en el año 2014 (n° 2405). Su mirada precisa, decididamente institucional y política, contrasta con posiciones más laxas que proliferan en la actualidad y que van desde un populismo sin instituciones hasta una especie de republicanismo sin pueblo. Es así que en una vereda encontramos concepciones sociales populistas que sostienen que la democracia es la mera movilización o expresión de algún sector de la sociedad y, en la otra, quienes quieren a la democracia en las instituciones, pero que no la piensan como instrumento al servicio de toda la sociedad, sino simplemente como algo que da estabilidad a quienes han logrado una forma de vida confortable o medianamente acomodada.

En aquella entrevista Carlos Strasser dijo con elocuencia que “por lo general hablamos gratis de democracia”. Hoy, ya varios años después, ese diagnóstico no pierde vigencia. Por el contrario, nada más actual que esas palabras para describir un modo habitual de uso y abuso del término.

Ciertamente, la democracia está hoy como siempre en boca de todos, pero en forma difusa, equívoca, usada de una manera más cercana a un discurso retórico que a su carácter de concepto político fundamental. Hoy más que nunca se presenta a la democracia como algo que se realiza sin más y se pregona –como un vano intento de mayor amplitud o fortaleza– que ella vive “en la calle” o en cualquier forma de expresión social (incluyendo las no del todo pacíficas o respetuosas de los derechos de los demás). Al mismo tiempo, nuestros actores políticos institucionales, incluidos los máximos estadios de la justicia[1], comulgan con ese modo volátil e impalpable de entender a la democracia y la invocan habitualmente así, convenientemente indefinida, como fuente de legitimidad de sus decisiones.

De allí el valor y actualidad de algunos puntos que recorren toda la obra de Carlos Strasser sobre democracia (Para una teoría de la democracia posible; La vida en la sociedad contemporánea; La razón democrática y su experiencia son algunos de sus libros) y que, en pocas líneas, resumió en aquella entrevista. Se trata de ideas simples pero profundas que hoy más que nunca conviene retomar si esperamos que la democracia sea en verdad algo útil para la sociedad. Y que ella sea “posible” (según la propia terminología strasseriana). Veamos.

1. A lo largo de todos sus trabajos sobre el tema, Strasser insiste en que la democracia es un régimen de gobierno del Estado. Esto devuelve el concepto a su eje esencial: la democracia se realiza necesariamente en las instituciones políticas estatales. En otras palabras, es un artefacto para adoptar las decisiones de políticas públicas que quienes ejercen el gobierno del Estado deben tomar. De modo que la democracia no es una forma de expresión, es una forma de gobierno. Desanclarla de este eje, “desinstitucionalizarla”, le resta precisión y operatividad. De modo que por más deseable que sea que ella se extienda a otros ámbitos “sociales-no-políticos”, el lugar en el que la democracia no puede faltar es el de las instituciones políticas estatales. En ese sentido, Strasser lleva dicho hace tiempo que “segmentos separados de la vida de sectores, grupos o individuos” no revisten la misma importancia colectiva ni el carácter fundamental y alcance general de aquellos asuntos relativos al ámbito del Estado. En sus términos, es ese ámbito estatal el que para el concepto de democracia “…sigue y seguirá siendo incomparablemente principal. Radicalmente central”[2].

2. La democracia requiere que la mayor cantidad de personas esté “en condiciones de ciudadanía”. Señaló Strasser en aquella entrevista del 2014 que no se puede pensar seriamente que la democracia se realiza en sociedades en las que tenemos entre un 20 y hasta un 50 por ciento de personas en situación de pobreza, cuando no de miseria.

Desde entonces, nuestro país mantuvo intolerables índices de pobreza e indigencia. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en sus informes de diciembre de 2020, indicó que el año pasado culminó con un 44,2% de la población argentina sumida en la pobreza y un 10,1% en la indigencia. Los porcentajes más altos en una década.

De modo que lo segundo que nos aporta Strasser es un llamado urgente a combatir esta profunda problemática que aqueja a nuestro país, que margina y excluye a cada vez más personas de la vida política y de la sociedad. Una vez más, esto sólo es posible desde la adopción de políticas públicas estatales. De allí que éste punto nos recuerda por qué necesitamos que la democracia habite necesariamente en el lugar de esas decisiones: en el gobierno del Estado.

3. La democracia necesita del Estado de derecho: Strasser a menudo nos recuerda que democracia y Constitución son conceptos en tensión. Sin embargo, con el mismo ímpetu también nos llama a comprender que esta unión es imprescindible para que la democracia sea posible. Sin un Estado de derecho, sin el respeto a una Constitución que reconozca libertades y derechos pero que además –y quizás fundamentalmente– establezca reglas de procedimiento y organización del poder, “la democracia misma patina y fracasa”, dijo nuestro autor en aquella entrevista.

4. La democracia contemporánea es una amalgama con otros dos conceptos políticos diferentes pero unidos a ella: republicanismo y liberalismo. Según Strasser, la democracia que llega hasta nuestros días está hecha y precisa de tres tradiciones: democratismo, republicanismo y liberalismo. El democratismo ha dejado aquel núcleo de soberanía popular, corazón de la democracia a la ateniense que late en toda noción democrática que se precie de tal. El republicanismo vino luego a traer una fuerte dosis de institucionalismo y también la condición de que la ley y el debate sean los medios para superar el conflicto político. Por su parte, el liberalismo trajo consigo al conjunto de libertades, derechos y garantías que hoy también forman parte de las finalidades de la democracia como régimen y la delimitan en su funcionamiento.

Estos puntos que encontramos en la teoría de Carlos Strasser nos devuelven luz y precisión, en un contexto en el que todos hablan de democracia pero sin decir lo que es ni adonde está; un momento en el que se la aleja del plano político institucional para esparcirla en espacios indeterminados.

Las ideas de Strasser nos interpelan a pensar, en cambio, que la sociedad hoy parece necesitar más bien lo contrario: que la democracia no sea reducida a una fórmula vacua, legitimante de decisiones que sólo favorecen a unos pocos sectores sociales, que hayan podido alzar alguna voz. La inaceptable realidad actual de marginalidad y exclusión parece demandar que la democracia sea el método por antonomasia para tomar las decisiones de políticas públicas que puedan efectivamente hacer mella en la pobreza y en la desigualdad social.

En este escenario, los aportes de Strasser se erigen como valiosísimas pistas acerca de dónde conviene depositar nuestros esfuerzos: no olvidar que la democracia es un régimen de gobierno del Estado; que no puede realizarse plenamente mientras tengamos a una gran parte de nuestra sociedad sumida en la pobreza y la miseria; recordar que necesitamos resguardar celosamente el Estado de derecho y afianzar el respeto a la Constitución y; finalmente, fortalecer lo que de republicano y liberal hay en ella. Sólo así, la democracia será algo posible y de verdadera utilidad social.


[1] Lisi Trejo, ¿Qué es la democracia para la Corte Suprema de Justicia de la Nación?, Buenos Aires, Editores del Sur, 2021.

[2] Carlos Strasser, Para una teoría de la democracia posible, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, vol. 2 (“La democracia y lo democrático”), 1991, pp. 49-50.

Lisi Trejo es Abogada. Magister en Ciencia Política y Sociología. Profesora de Teoría del Estado y Derechos Humanos

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