Doctor en Física con una fructífera trayectoria reconocida más allá de las fronteras argentinas, es una figura destacada para analizar los desafíos actuales de la investigación científica. Entre otras tareas, ejerció como director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales.
¿Qué imagen prospectiva tiene respecto del mundo en la post pandemia por el COVID-19?
No cabe duda de que cualquier evento que afecte el conjunto de la sociedad en un vasto territorio trae consecuencias en el corto, mediano y largo plazo. Sobran los ejemplos en la historia. Desde calamidades sanitarias como la peste en Europa a eventos multicausales como la caída del Imperio Romano de Occidente. Si bien no es mi campo, imagino que esta pandemia que, dado el grado de interacción global de estos tiempos, ha afectado al conjunto de la humanidad, va a obligar a que reconsideremos nuestros valores morales tanto individuales como nacionales. La famosa frase (que no considero muy moral, por cierto) “Los países no tienen lealtades sino intereses permanentes” seguramente deberá ser sustituida por “Los países tendrán que aprender a ser solidarios, aunque les pese”. Desde ya, para que lo sean los países (o sociedades), primero deberán aprender a serlo los individuos que los conforman. Y, este es posiblemente, visto en perspectiva, el principal efecto que producirá esta pandemia a futuro. Ahora, asegurar qué ocurrirá, ya es otro tema.
¿Cuáles son, a su juicio, las carencias de conocimiento científico que la pandemia puso en evidencia? ¿Qué es lo que hubiéramos necesitado conocer y no sabíamos?
No estoy en condiciones, dada su especificidad, de responder a esta pregunta desde el aspecto de carencias de conocimiento científico. Pero voy a intentar una respuesta desde el aspecto metodológico. La rapidez con la que la ciencia ha podido dar respuesta a la situación planteada por el COVID-19 es un logro sin dudas fantástico. Es evidente que ha requerido una nueva aproximación al método científico clásico, mostrando cuán interrelacionadas están las diversas disciplinas científicas, y que los aportes pueden provenir de cualquier lugar del mundo.
A la luz de la experiencia mundial de una larga pandemia sorpresiva, ¿cómo imagina a la universidad como institución en el mundo que viene? ¿Qué cambios propondría?
No creo que se pueda hablar de la “universidad” en general. De hecho, mucho depende de la disciplina. La utilización de la enseñanza a distancia puede ser valedera y aún permanecer en gran medida para determinadas disciplinas. De hecho, existía mucho antes que se inventara el mundo digital. Pero, particularmente en el caso de las ciencias duras, poner las manos “en los fierros” y medir, en mi opinión, sigue siendo esencial, irreemplazable. La informática ha ayudado a abreviar tiempos, a intercambiar información y a discutir temas entre personas muy distantes, pero es una herramienta que ayuda y no reemplaza la interacción personal. La interacción entre seres humanos, lo que se suele llamar empatía, no se da igual en una pantalla que con el contacto personal. Los italianos suelen resolver grandes problemas simplemente frente a una mesa bien servida. ¿Como hacerlo a distancia?
La pandemia ha fortalecido y multiplicado los contactos entre los científicos de los distintos países. El mundo del trabajo ya no reconoce fronteras para quien está capacitado y tiene idiomas. ¿Es una situación que llegó para quedarse, se profundizará o dará marcha atrás?
Cuando se habla del mundo del trabajo, no se puede generalizar. Nuevamente, depende de las disciplinas y de las circunstancias. Pero no cabe dudas de que la ventaja de la persona bien instruida respecto de la que no lo está, irá haciéndose cada vez más evidente con el tiempo. Y a medida que la impresión 3D, la robótica, etc., sigan avanzando, la problemática del trabajo en relación a las capacidades adquiridas por una “educación adecuada” versus “educación inadecuada” se irá haciendo más evidente. Esto me trae a la memoria dos temas. Hace ya dos décadas, en plena crisis de 2001, nos visitó un economista italiano que dijo: “Hace treinta años se definía la economía como el arte de administrar recursos escasos” mientras que hoy se la define como “el arte de administrar el conocimiento”. El segundo tema tiene que ver con lo que yo defino como el día más triste de mi vida. Un sacerdote que trabajaba en una de las grandes villas del conurbano me dijo: “Quisiera ver cómo aplicar lo que usted propone en sus charlas a los jóvenes de la villa done ejerzo mi labor pastoral”. Y tuve que responderle: “Padre, lo que yo propongo lamentablemente no es para esos jóvenes”. Todavía sigo pensando en cómo remediar esa respuesta. Es una carga de conciencia que no me deja dormir.
En temas como la asignación de recursos y la decisión sobre prioridades de investigación, se encuentran la política y la ciencia. ¿Cuál sería la relación ideal entre ambas esferas en el mundo que se avizora post pandemia?
Si se entiende como política “el arte de buscar el bien común, a pesar de los condicionantes” y a los políticos como los responsables de ejercer ese arte, habida cuenta que hoy hay una gran aceptación por parte de nuestra sociedad de que el mundo está inmerso en la sociedad del conocimiento, no debiera haber mayores dificultades, siempre que los miembros del sector científico-tecnológico también entendamos que nuestra labor es una de las áreas que debe contribuir al bien común. En otras palabras, no debiera existir la antinomia “asignación de recursos versus prioridades de investigación” ya que los recursos asignados deben ser tales que, a entender de los políticos, permiten optimizar el bien común.
¿Cómo podría darse?
Recuerdo que cuando era pequeño leí en un libro de lectura escolar, respecto del dilema de un agricultor que tenía grano para que la familia comiese ese año, pero no le quedaría para sembrar. Y la decisión de aceptar que la familia pasara hambre un año pero que quedara la mitad para sembrar, con lo que resolverían el problema del año siguiente y de los subsiguientes años. El agricultor de la lectura es el político que se encuentra precisamente frente al dilema de distribuir recursos, sabiendo que las decisiones que toma hoy van a impactar a la sociedad también en el futuro. Como no es posible no asignar recursos al desarrollo científico tecnológico, va a tener que decidir qué sacrifica a cambio. Pero no puede evitarlo. Por su parte, la familia de la lectura es la sociedad, que debe aceptar esa decisión. Para ello el político debe dar el ejemplo en el sacrificio y los componentes del sistema científico tecnológico, también. En otras palabras, aceptar que se implementen sistemas donde prime el bien común por encima de las aspiraciones personales o ideológicas.
¿Cómo observa a la Argentina ante el cambio climático?
Es un tema muy complejo y no soy un experto en el tema. Sí puedo hacer un comentario. Las dos áreas principales en que he desarrollado mi actividad son coadyuvantes a una mejor preservación del medio ambiente: la Nuclear, (a pesar de tantos detractores), máxime con los grandes avances tecnológicos a la fecha, tanto en la eficiencia como en el manejo de los residuos nucleares; y la Espacial, que contribuye enormemente a detectar las principales causas y efectos de dicho cambio climático.
Una vez dijo que nunca tuvo dificultades para encontrar en la Argentina “pibes capaces de responder a cualquier desafío tecnológico”, ¿sigue siendo cierto?
Sí, pero mi temor es que, con el deterioro de la formación primaria y secundaria, se llegue a un punto en el cual ya no se pueda mantener el alto nivel del segmento universitario. Me estoy refiriendo al segmento de las ciencias duras. No puedo hablar de las demás ciencias, pero posiblemente exista una situación similar.
¿Cuál es, en su opinión, la causa principal de ese deterioro?
Viene desde hace muchos años. Y se fue dando tan mezclado con otros problemas (somos especialistas en autofabricarnos problemas), que nos estamos dando cuenta muy tarde. Y esa causa principal fue la paulatina transformación de una proporción muy relevante de los docentes, que fueron pasando de la categoría “docente-educador” a la categoría “docente-trabajador de la educación”.
¿Tiene alguna propuesta para resolver el tema?
Si, y sin que costare un centavo más del presupuesto dedicado a educación. Y sería muy ventajosa para padres, alumnos y docentes. Cuando estaba retirándome de CONAE un colega me preguntó a qué me dedicaría y le respondí que, entre otras cuestiones, iba a dedicarme a rasgar la superficie de la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Porque el país que, a mí, no nacido en su tierra, me dio todas las oportunidades, ahora no estaba en condiciones de dárselas a los nacidos en su tierra? En otras palabras, buscaría rasgar alguna aproximación de solución al “día más triste de mi vida”. Precisamente la propuesta (que no voy a desarrollar aquí), es algo que está saliendo al tratar de rasgar la superficie de la respuesta a la pregunta anterior.
Si pudiera decirse que la investigación aplicada es hija de la ciencia, ¿qué áreas cree que deberían priorizarse?
Hoy la evolución del desarrollo “científico-tecnológico-innovativo” ha dejado de ser lineal. La mejor demostración es cómo se encaró el tema del COVID-19. Pero es muy válida la pregunta respecto de qué áreas deberían priorizarse pensando en el aparato productivo argentino. En mi opinión, a pesar de la pérdida de linealidad entre Ciencia, Tecnología e Innovación, siguen siendo válidas, a la hora de las decisiones políticas, la clara diferenciación entre Planificación Orientativa y Planificación Inductiva. En la primera, prima la calidad académica del tema investigado, mientras que, en la segunda, manteniendo el mayor nivel científico tecnológico posible, la clave es la consecución de un determinado objetivo para el país. En este sentido, es esperable que en las universidades y en el CONICET prime la Planificación Orientativa, que además coadyuva a la formación de recursos humanos de muy alto nivel. De todos modos, siempre habrá grupos multidisciplinarios asociados que tomen el carácter de proyectos que se encuadran en la Planificación Inductiva. Un aspecto muy importante es que mientras la Planificación Orientativa es primordial en universidades y CONICET, la Planificación Inductiva debiera serlo en los entes creados ad hoc, como el INTI, la CNEA, el INTA, CITEFA, CONAE, INA, Instituto Antártico, etc. Y ello debiera centrarse en el desarrollo de “grandes proyectos nacionales” que implican al conjunto de los entes en cuestión. Como ejemplos podemos citar el Proyecto CAREM (Reactores Modulares de Producción Eléctrica) en CNEA y los satélites SAOCOM en CONAE, con gran impacto en la producción agropecuaria, particularmente en zonas áridas y semiáridas y en seguridad.
¿Con qué criterio esos proyectos y no otros?
La respuesta es sencilla. Históricamente, por alguna razón, se crearon esos entes, y éstos son capaces de encarar grandes proyectos nacionales, concentrando sus recursos para llevarlos adelante y cooperando entre sí y con todo el Sistema Científico-Tecnológico-Innovativo-Productivo de avanzada. Por supuesto, deben ser aprobados políticamente, bajo el criterio de “optimización en la consecución del bien común”, teniendo en cuenta que se trata de proyectos de largo plazo pero que, por sus características, contribuyen al bien común desde su inicio. Lo relevante es que tocan zonas primarias diversas del espectro del conocimiento, pero al ser de pretensiones tecnológicas muy altas, estimulan el desarrollo espontáneo de otras líneas del espectro del conocimiento ubicadas entre ellos. A la postre devienen tanto en beneficios directos a causa del impacto de esos proyectos en áreas específicas de producción, como en el alto nivel que deben desarrollar sus proveedores que cubren otras áreas del espectro del conocimiento, así como las empresas Spin Off de los mismos. Y siempre, desde el sector de Planificación orientativa, se sentirá la realimentación para animarse a nuevos desafíos.
Como hombre de fe, de ciencia y de técnica, ¿qué aspectos o características de la espiritualidad cristiana le resultan más atractivos o afines a su sensibilidad?
El buen examen de Conciencia.
Su currículum muestra logros que justifican el aprecio y reconocimiento de que has sido objeto por parte del Estado y la sociedad argentina. En su fuero íntimo, ¿cuáles son sus acciones pendientes?
Tengo varias, pero voy a citar dos. La primera es encontrar una propuesta para el sacerdote del día más triste de mi vida. La estoy buscando, pero no es sencillo y el tiempo apremia. La segunda, no haber podido concretar, antes de retirarme, la formación de una Agencia Espacial Regional basada en proyectos comunes, concretos y predefinidos, sin estructura burocrática.
Se suele mencionar la relación entre ciencia e ideología. ¿Qué opina al respecto?
No soy un especialista en el tema, pero se pueden citar ejemplos. La bomba atómica fue impulsada por personas que habían huido del régimen nazi, dada la ideología de éste. Tal vez era inevitable que se desarrollara todo el espectro de artefactos de destrucción masiva derivados de ello, pero posiblemente hubiese sucedido en un marco mucho más controlado. No olvidemos la crisis de los misiles de Cuba, de octubre de 1962. Nadie duda de que la carrera en ciencia y tecnología espacial estuvo impulsada por la disputa por la supremacía entre la ideología estaliniana y la de los países occidentales.
¿Y con referencia a la globalización de la ciencia?
La globalización de la ciencia (no así la de la tecnología) existió y fue compartida siempre, con las limitaciones de comunicación de cada época. Incluso en plena guerra fría se traducían al inglés las revistas científicas soviéticas. Pero el gran cambio actual es que hay tal nivel de cooperación entre científicos, laboratorios, universidades y empresas de base tecnológica, que acarrea dificultades de otra índole. Son las relacionadas con la denominada “propiedad intelectual”, que en el caso de cuestiones relacionadas con la salud implica situaciones de difícil discernimiento moral.
En su opinión, ¿cuáles son las condiciones y prioridades del desarrollo científico en América Latina?
Esta es una pregunta compleja que no estoy en condiciones de responder. Sólo me referiré a la cuestión espacial. No cabe duda de que los países latinoamericanos debiéramos haber concluido hace tiempo la formación de una Agencia Espacial Regional, similar a la Agencia Espacial Europea (ESA), con proyectos de envergadura en conjunto. Desde CONAE y la Cancillería argentina tenemos una idea muy clara de cómo debiera ser el proceso hacia la formación de la mencionada Agencia y se lograron acuerdos con varios países al respecto, sin embargo no pudo concretarse aún. En el camino apareció una propuesta de México, inexplicablemente apoyada por el ahora ex canciller argentino Felipe Solá, que en mi opinión es totalmente ajena a lo que hemos imaginado originariamente. Desconozco el motivo por el que se aceptó dicha propuesta y si se intentó primero que México se sumara a la propuesta de la Argentina.
¿Considera que la falsa oposición entre ciencia y fe ya es un tema superado?
La Fe es un don que Dios nos da gratuitamente y se la puede alcanzar de diversos modos. La Ciencia es uno de ellos. En mi caso personal, no tengo dificultad en cuanto a este tema. No es que, como todo creyente, no haya tenido mis reflexiones planteándome temas relacionados a la Fe. Ello ayuda a reafirmarla. Pero no es precisamente la relación entre ciencia y fe una cuestión que me haya puesto dificultades. La expresión dePío XIl, “La ciencia moderna descubre a Dios detrás de cada nueva puerta que abre”, me es totalmente alcanzable. Cuantas más puertas abrimos, más puertas son las que advertimos que nos falta abrir. Somos limitados. Dios no lo es.
Dr. Conrado Franco VAROTTO
Doctor en Física, Instituto Balseiro. Universidad Nacional de Cuyo. (1968)
Investigador Asociado, Departamento de Ciencia de los Materiales, Universidad de Stanford, USA, (1968-1970).
Fundador y Gerente General y Técnico de INVAP S.E. (1976-1991).
Presidente (1994-1996) y Director Ejecutivo y Técnico de la Comisión Nacional de
Actividades Espaciales (CONAE), (1997- 2018).
Premio Konex de Platino, especialidad Física y Tecnología Nuclear por la década 1982-1992.
Investigador de la Nación Argentina, 2018. (Decreto Nacional 687/2019).