A estas alturas no hay nadie que no sepa que tenemos inflación. El tema es cuál es el origen y porqué es tan difícil de evitarla.

A riesgo de aburrir al lector, va una brevísima explicación contable, para luego pasar a los temas que a los argentinos nos apasionan: demostrar claramente que la única solución es la que el candidato propone y que mágicamente desaparece cuando el candidato es gobierno.

Desde el punto de vista contable, se puede decir que la suma de todo lo que se compra y paga tiene que ser igual a la cantidad de dinero que hay dando vueltas en la economía. Un billete puede ser usado muchas veces y se pueden hacer transferencias. Cada vez que eso ocurre, es como si la cantidad de dinero aumentara porque con el mismo billete que una señora utiliza para comprar el pan, el panadero pagará la harina, y también se utilizará para pagar al productor de trigo. De esta simple explicación surge la ecuación que dice que MV = PT, que explica que la cantidad de dinero multiplicada por su velocidad o veces que da vueltas dentro de la economía, es igual a la suma de transacciones que se hayan hecho, multiplicadas por el precio de cada una.

Esa ecuación sirve para explicar lo que ocurrió. Siempre será verdad mirando el pasado. El tema es si puede usarse para predecir el futuro. Y sí, puede usarse, con notable capacidad predictiva. Ante una mayor emisión de billetes, o de gente que se asusta porque teme inflación o un cambio político, o que no puede ahorrar y ha de gastar pronto, puede ocurrir que se concreten más transacciones con un gasto rápido, o que los precios suban si no hay más bienes suficientes para comprar. Si la gente no demanda más dinero para ahorrar, toda nueva emisión irá a parar al precio de las transacciones que se logren hacer.

En Argentina sabemos que no hay aumento en la producción, ya que la producción está casi estancada desde hace bastante tiempo. Sin incremento en la oferta de productos, pero con mayor emisión de dinero, necesariamente los precios han de aumentar. Aclaración importante: uno de los bienes que se puede comprar es el dólar, con lo cual también su precio sube.

Quedan dos preguntas: ¿por qué hay emisión y qué hacen las autoridades para contrarrestar el efecto?

La emisión es resultado de que el Estado gaste más de lo que recauda. Los gastos deberían ajustarse al presupuesto y los impuestos deberían ser razonables… pero esa es otra historia. Como el Tesoro ya no puede endeudarse, recurre al Banco Central. Le entrega una promesa de pago (que se la lleva el viento) a cambio de dinero que utiliza para pagar los gastos. Esa es la primera razón de la mayor emisión.

La segunda razón es que las autoridades saben que esta mayor emisión causará inflación, por lo que en el BCRA intentan recuperar esos fondos, proceso que se conoce como “esterilización”. Para que la gente no destine la totalidad de esos fondos a compras, toma esos fondos a través de Letras, las famosas Leliqs, por las que paga intereses. Sin embargo, como el BCRA no produce ni tienen ganancias, para pagar esos intereses habrá de… ¡emitir nuevamente!

Aquí es donde surge la dificultad para solucionar la inflación. Aunque mágicamente los gastos fueran menores a los impuestos y no se necesitara financiación adicional, ya sabemos que habrá emisión para pagar intereses. 

Quienes dicen que la inflación es multicausal en realidad deberían hablar exclusivamente de los mecanismos de propagación de la inflación, porque se emite o emitirá por muchos motivos: para pagar intereses del BCRA, para pagar gastos del gobierno crecientes por la inflación ya pasada y, por si esto fuera poco, para acomodar precios relativos.

Además de la suba de precios, la inflación causa otros problemas muy grandes. No es fácil ahorrar porque los salarios no suben al mismo ritmo y porque no hay instrumentos de ahorro adecuados. Sin ahorro no puede haber inversión y, por otra parte, tampoco hay incentivos para invertir o crecer ya que las empresas o familias no saben cuál será su situación en el futuro. Los precios relativos están distorsionados, y los productos no suben todos al mismo tiempo ni en un ritmo homogéneo. La demanda de trabajo cae porque no se sabe a qué costo se puede producir ni a qué precio se venderán los productos, o no siempre lo cobrado alcanza para reponer insumos o mercadería. Por lo tanto, caen el ahorro, la inversión y el consumo.

Con tan terribles las consecuencias y tan claras las causas, ¿por qué los gobiernos sistemáticamente fracasan en controlar la inflación?

Una posible explicación es que los precios relativos tienen que acomodarse. No se puede esperar que el tomate, en términos de neumáticos o electricidad, o que el dólar, en término de horas de trabajo, queden donde están cuando hay un nuevo plan gobierno. Los que han perdido posiciones relativas tratan de recuperarlas. Los que se posicionaron mejor, tratan de mantenerse. Todos buscan mejorar salarios y reducir costos al mismo tiempo, lo cual es tarea imposible.

También sabemos que no todo el gasto es útil o está bien administrado – una forma elegante de decir que se gasta mucho y mal–. Con respecto a los impuestos, es difícil pensar que se puedan subir cuando ya se ubican en la mitad de lo que se produce en el país, aunque lo paga mucho menos de la mitad del país. Cuando se habla de progresividad en base a una “tasa”, haría falta mencionar adicionalmente sobre cuántos individuos recae. Esa es otra razón adicional para la falta de inversión: no hay recursos ni incentivos suficientes por la elevada carga impositiva.

Debemos saber que el principal gasto argentino es el sistema de jubilaciones y pensiones. Para no perjudicar a los beneficiarios, sería necesario compensarles al menos por la inflación pasada. Eso requiere más recursos que el gobierno no tiene, a menos que emita. Por supuesto, podría reducir otros gastos, pero las presiones políticas en contra de una medida de esa naturaleza son fenomenales.  

Si el diagnóstico es fácil y la solución reside en reducir el gasto, ¿por qué no se logra? Creo que la respuesta está dada en que el gasto lo cobra alguien y ese alguien hará lo imposible para seguir cobrando. Por el contrario, es muy difícil identificar a quienes se benefician con un país más ordenado, sin déficit, y/o menores impuestos. La voz altisonante de las quejas se escucha fuerte, pero no así el silencio aprobatorio.

Reitero que aproximadamente la mitad del gasto nacional está orientado al sistema de previsión social, pero me cuesta imaginar que el país pudiera tener superávit y no subiera las prestaciones.

En resumen, el diagnóstico de causas y consecuencias es claro. Asimismo, lo que habría que hacer para solucionarlo también. Sin embargo, es difícil, muy muy difícil, a menos que se tome conciencia de la importancia de que el Estado defina sus prioridades correctamente.  De una buena vez, el Estado debe gastar en sus obligaciones y no en buscar complacencia y votos.  Hoy gasta mucho y mal. Para eliminar la inflación, el Estado deberá gastar poco y bien.

Diana Mondino es economista, Directora de Relaciones Institucionales y profesora de Finanzas de la Universidad CEMA

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