Las agencias femeninas y empleo aquí agencia en el sentido otorgado por Anthony Giddens (1986) esto es, como la acción humana organizada racionalmente para la prosecución de fines han sido profusas en la Argentina, aunque como es bien sabido la historiografía demorara en advertirlo. En efecto, fue el sacudón iniciado hace apenas dos décadas el que posibilitó interpretar el significado de la diferencia sexual en la actividad humana permitiendo el ingreso de las mujeres a la historia. Desde entonces se han expandido los análisis de su desempeño doméstico y público y se ha modificado el foco de atención de los fenómenos históricos a la luz de las nuevas protagonistas.
Me propongo revisitar algunas agencias femeninas que actuaron en el siglo pasado en la Argentina. Se trata de una selección somera, además de arbitraria, ya que resulta imposible ofrecer una contabilidad de detalle en los límites de este trabajo. Será también un abordaje que incluya a las que no se proclamaron feministas; debe quedar claro que el punto de vista que me conduce es el de la participación de mujeres en emprendimientos colectivos basados en tal identidad, quiero decir en tanto mujeres. El feminismo ha discutido mucho y por momentos con enorme sofisticación acerca del problema de la identidad al punto de resultar una noción hoy día incómoda, casi un obstáculo, debido a las sujeciones esencialistas que casi de inmediato impone el término mujer. Escapa a mi objetivo recensar esas posiciones, algunas tan radicales que prometen el aniquilamiento de toda marca biológica, de cualquier principio de diferenciación que no sea la narrativa cultural. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, no hay cómo evitar el alistamiento nocional diverso de los sexos, las huellas inconfundibles de la diferenciación, la rotulación distintiva que exhibieron, sobre todo, las que deseaban actuar en nombre de las congéneres.
En la galería que sigue, hay agencias de mujeres que comulgaron abiertamente con el feminismo y hay desavenidas y hasta opositoras radicales, pero lo que importa es observarlas en contrapunto con los estrechos límites sociales y culturales que las condenaba a la subalternancia. La saga de las mujeres representándose a sí mismas, a sus convicciones o a sus deseos, por paradojales que resulten, se revela como una fuente inagotable de motivos para escudriñar la propia sociedad. Tal es la línea mayor de inscripción de este balance.
El movimiento de mujeres en las primeras décadas del siglo XX
Antes que nada es necesario no perder de vista que el Código Civil argentino (1869) sancionó la inferioridad jurídica de las mujeres en términos semejantes al Código napoleónico. Las mujeres casadas no podían administrar ni siquiera sus bienes propios, y debían tener autorización marital para educarse, profesionalizarse, ejercer cualquier actividad económica y testimoniar ante la ley. La reforma del estatuto civil constituyó uno de los primeros fermentos de la acción reivindicativa.
La Argentina moderna es pródiga en escenarios con protagonismo femenino que incluyen desde instituciones de caridad hasta organizaciones de trabajadoras, desde grupos culturales hasta entidades que adhieren a determinadas afinidades ideológicas y políticas. En el paisaje de esa modernidad se instala la causa femenina aunque no tenga la misma repercusión que la causa social. Basta recordar que la noción feminismo tuvo una recepción precoz en el Río de la Plata 1 y que se debe a Elvira López (1901) la primera tesis doctoral en el área latinoamericana dedicada a la cuestión 2.
Una agencia femenina notable en el plano de las intervenciones públicas dedicadas a la asistencia, es la Asociación de Beneficencia. Creada en 1823, tendrá un desarrollo exponencial en las últimas décadas del XIX y constituirá uno de los organismos más importantes dedicados a la materia, un verdadero emporio de entidades dedicadas a la salud y a la protección de la infancia que excedía los límites de Buenos Aires. Su disputa con el poder público (en manos de maridos, otros parientes o amigos) ha venido a tono recientemente (Mead: 2000; Pita: 2004) ya que su caracterización había opacado los conflictos, especialmente con el campo médico que deseaba una gestión más racional y secular de los hospitales a su cargo. Las mujeres de la Asociación disfrutaban de una situación que, aunque subrrogante de las potestades masculinas en lo esencial, no carecía de decisiones independientes que las llevaron a momentos de alta tensión con los poderes del Estado y, como ya he señalado, con el expansivo sector de los profesionales médicos que disputaban hegemonía. A medida que corrieron las décadas la Asociación perdió terreno frente a un Estado cada vez más interventor. Con la llegada del peronismo se selló el fin de sus antiguas atribuciones y la Asociación quedó reducida a mínima expresión frente a la hegemonía del estado de bienestar, una de cuyos principales brazos fue la Fundación Eva Perón.
Con objetivos muy diferentes, pues pretendía contestar la sujeción civil femenina, Cecilia Grierson la primera médica argentina- y Adela Van Praet de Sala, entre otras mujeres, crearon el Consejo Nacional de Mujeres en 1901. Cecilia era una feminista que había asistido al Congreso de Londres y del que había vuelto convencida de la necesidad de reunir a las congéneres en procura de derechos. Las desaveniencias no demoraron ya que Cecilia propiciaba un decidido espíritu feminista, afirmando cierta radicalidad en materia de derechos civiles y cívicos, posiciones que la distanciaban de sus compañeras del Consejo.
La ruptura marcó un hito en la conformación de dos vertientes contrapuestas, por un lado la que daba cuenta de la necesidad de reivindicar derechos y que originó la Asociación de Universitarias Argentinas, y por otro, la que caracterizó al Consejo y a otros grupos afines, sostenedores de valores tradicionales, en buena parte vinculados a la Iglesia Católica. Cada una de estas fórmulas estuvo a cargo de los Congresos del Centenario, oportunidad en que se proclamaron derechos y se hicieron solicitudes de muy diversa índole. El Congreso de la Mujeres Universitarias marcó el tono de las subjetividades seculares y sostuvo la más amplia igualación civil, abogando también por los derechos políticos. Por su parte, el Congreso de las Mujeres Patrióticas, exhibió las contribuciones femeninas en diversas dimensiones. Imposible no evocar a Dolores Lavalle de Lavalle, a Mercedes Pujato Crespo a Celia Lapalma de Emery protagonistas de esta reunión en aspectos fundamentales como la educación, la cultura y la asistencia a los sectores desvalidos.
Más allá de las diferencias entre las adeptas a una y otra corriente, el clima de época dotaba a las subjetividades femeninas en juego y a sus acciones de una orientación maternalista que ancoraba en los deberes fundamentales de la procreación y el indelegable cuidado de la prole (Nari: 2000, 2004) Hasta representaciones irruptoras como el anarquismo, no obstante sus posturas radicalizadas, no vacilaba en situar a los deberes de la maternidad entre los más elevados. Justamente, para señalar la trascendencia de esa función, el anarquismo reclamaba maternidad consciente, sintagma que resumía la necesidad eugénica de limitar los nacimientos, pero que no abjuraba en absoluto del canon de la maternidad como supremo significado de lo femenino. Y no debe olvidarse la obstinada asociación de las mujeres anarquistas para difundir la emancipación.
Otra agencia de ese inicio del siglo fue la representada por las trabajadoras de la Unión Gremial Femenina. Se trata del núcleo femenino de la Unión General de Trabajadores UGT constituida a iniciativa del socialismo hacia 1903. Las socialistas se destacaron por haber promovido la organización de las trabajadoras y entre los primeros grupos de actividad reivindicativa se destacan las diferentes ramas de la confección en las que era tan abigarrada la presencia de mujeres. Modistas, camiseras, costureras, bordadoras, sombrereras, guanteras fueron convocadas a unirse para mejorar salarios y condiciones de trabajo. Pero también lo fueron las textiles, las obreras de la industria alimenticia, las fosforeras, las telefonistas. Las dificultades eran enormes debido a la dispersión, al extendido fenómeno del trabajo a destajo realizado en los domicilios y a los estereotipos de género que inhibían a las mujeres de alistarse en organismos sindicales.
Hermanadas en los ideales sociales y políticos con las mujeres de la Unión Gremial, las socialistas también formaron el Centro Socialista Femenino (1902) que desarrolló numerosas acciones para obtener derechos civiles y políticos, proteger a las mujeres trabajadoras, promover a la niñez desvalida, extender la educación pública. Fenia Chertkoff, María Spada, Carolina Muzzilli, Raquel Camaña, Victoria Gucovsky entre otras adherentes militaron por estos objetivos en las primeras décadas del siglo pasado En torno de Alicia Moreau, por su vez, se configurará una línea específica de acción pro voto femenino. No parecía bastar que el Partido Socialista tuviera un organismo dedicado a ese objetivo, por lo que Moreau creó al filo de la década 1920 una entidad de singular actuación, la Asociación Pro Sufragio Femenino, con el fin de convocar un arco ideológico mayor. Alicia Moreau no cejó en la lucha a favor de los derechos de las mujeres en su casi centenaria vida.
La procura del voto fue casi hegemónica en las demandas que se formularon durante esa década. A la iniciativa de Moreau se sumaron las organizaciones creadas por Julieta Lanteri y Elvira Rawson de Dellepiane. Julieta, que se había destacado en la militancia feminista en fracciones del librepensamiento – junto con María Abella Ramírez-, fundó el Partido Feminista y fue candidata a Diputada en diversas oportunidades mientras transcurrían los 20. Su lucha por la ciudadanía es una página peculiar de la historia del feminismo en la Argentina (Feijóo:1980; Lavrin: 1996, Barrancos: 2002, Bellotta: 2001). Elvira Rawson de Dellepiane por su parte organizó a las que aspiraban a derechos civiles y políticos en la Asociación pro Derechos de la Mujer.
Los años 1920 fueron pródigos en agrupamientos. Por el lado de las que no simpatizaban con las reformistas, una serie de organizaciones vieron la luz. Se trataba en su mayoría de mujeres de la elite, o por lo menos de los sectores medios más acomodados. Algunas habían egresado de la Universidad y este atributo las ligaba en algún modo a las reformistas. Esta relación está en la base de un nuevo grupo femenino liderado por la entusiasta Carmela Burne de Burmeister quien animó primero el Comité argentino Pro Voto de las Mujeres, convertido a inicio de la década 1930 en la Asociación Argentina Pro Sufragio Femenino.
Todas estas agencias impulsaron la modificación de la ley electoral para dar ingreso a las mujeres en 1932, y aunque la Cámara de Diputados sancionó el voto femenino el Senado fue adverso y ni siquiera llevó al recinto la discusión de la medida.
Agencias femeninas a mediados del siglo XX
Durante los años 1930 y 1940, además de los núcleos socialistas, y de otros segmentos de izquierda que tuvieron especial relevancia en relación a los acontecimientos internacionales, se amplió la acción de las mujeres católicas. Con el surgimiento en 1931 de la Acción Católica Argentina, se creó la Liga de Damas Católicas que reunía a diversos núcleos femeninos parroquiales (acha: 2000). Entre sus integrantes se encuentran Mercedes Avellaneda Dellepiane, Sara Montes de Oca de Cárdenas, Sara Güiraldes de Degref y Sofía Molina Pico. También inició sus actividades el organismo que reunía a las jóvenes católicas. Estos segmentos han sido mucho menos analizados, aunque debe decirse que sólo recientemente se ha desarrollado el estudios de las entidades femeninas durante el período inmediato anterior y bajo el peronismo.
Aún menos conocido es el asociacionismo femenino en otros cultos, aunque es sabido que las comulgantes con las iglesias reformadas protestantes siempre contaron con un sector propio. Las mujeres judías tuvieron un desempeño notable en actividades asistenciales, de auxilio a la niñez con problemas y en general en obras de socorro a quienes exhibían necesidades en la comunidad (Guy: 2004, Mc GeeDeutsch: 1997)
Como a inicios de la década se aventó la tentativa de un retroceso en materia de derechos civiles – la reforma del Código Civil se había obtenido en 1926 , un grupo de mujeres entre las que se contaban Victoria Ocampo, Ana Rosa Schlieper y María Rosa Oliver, fundó la Unión de Mujeres Argentinas. El organismo exhibió, de manera creciente, estrecha proximidad con el Partido Comunista. La UMA se arraigó en diversos lugares del país y ejerció una prédica antifascista y a favor de las reivindicaciones obreras, adoptando posiciones más claramente feministas con el correr de las décadas.
Entre las agencias también posicionadas a la izquierda que asomaron a fines de la década de 1930, deben contarse el Comité Argentino de Mujeres Pro Huérfanos Españoles y la Junta de la Victoria. Ambos organismos dedicaron ingentes esfuerzos a socorrer a las víctimas del nazifascismo especialmente a los afectados por la guerra civil española -, a luchar contra los regímenes totalitarios de derecha y a impulsar la transformación social y política del país. Se trataba de organizaciones próximas a los partidos de izquierda, pero que mantuvieron cierta autonomía. Muy probablmente, mujeres que se correspondían con estas expresiones, formaron también los núcleos que coadyuvaron en la campaña electoral de la Unión Democrática, aunque este sea un aspecto de la participación femenina aún no indagado.
No es posible ignorar el segmento de extrema derecha compuesto por las mujeres que adherían a la asociación femenina de la Liga Patriótica Argentina (McGee Deutsch: 1986) y que a menudo sostuvo severos conflictos con las militantes de izquierda.
Es absolutamente conocido el significado del peronismo, su intervención en materia de derechos sociales y políticos. Con el sufragio femenino obtenido en 1947 y la descollante accción de Eva Perón para organizar a las mujeres del peronismo, devino la formación de la Rama Femenina del Partido Peronista que seguramente constituyó un fenómeno sin precedentes dada la cantidad de adherentes y su capacidad de movilización. El peronismo es responsable en gran medida por las expresivas tasas de participación de mujeres en la vida parlamentaria argentina, una circunstancia singular no sólo en la región latinoamericana.
La oposición organizada de las mujeres que no adherían al peronismo seguramente estuvo concentrada en la UMA (Valobra: 2005), aunque quedan aún por analizar otros sectores, una diversidad ideológica que por cierto va más allá de las posiciones de izquierda.
Las organizaciones de mujeres a fines del siglo XX
El feminismo argentino tuvo una nueva expresión en los años 1970, momento en que surgieron algunos grupos impulsados por lo que se ha dado en llamar la segunda ola. El Movimiento de Liberación de las Mujeres primero y la Unión Feminista más tarde renovaron la agenda de los derechos al calor de los combates internacionales. Pero las nuevas urgencias de la sociedad argentina, el estallido de la violencia en procura de un nueva sociedad más justa, de un orden de clases más equitativo, impulsaron sobre todo a las mujeres jóvenes de muy diversa identidad social, política, ideológica y religiosa, a intensos compromisos militantes que hasta significaron la entrega de sus vidas.
El terrorismo de Estado abatió a numerosas mujeres de todos los sectores sociales. La desaparición condujo a un conjunto de madres y de otros familiares a llevar una heroica acción de búsqueda que originó la Asociación de Madres de Plaza de Mayo en relación al lugar donde se exteriorizó el desafiante reclamo por la aparición de los familiares. Azucena Villaflor de De Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y Maria Eugenia Ponce de Bianco pagaron con tortura y muerte la osadía. Pero la Asociación no se amedrantó y constituyó uno de los más expresivos núcleos de oposición a la feroz dictadura cuyo ejemplo ha alcanzado toda suerte de reconocimientos. Su ejemplo cunde en cualquier lugar donde se violan los derechos humanos. Otro tanto debe decirse de las Abuelas de Plaza de Mayo, cuya misión se concentra en la búsqueda de los cientos de niños arrebatados a sus familiares por la dictadura.
Las agencias femeninas en el período de la posdictadura han crecido notablemente. La Argentina exhibe un fenómeno peculiar, el denominado Encuentro Nacional de Mujeres iniciado en 1985 que se desarrolla año tras año. El feminismo del fin del siglo XX, heredero de las tradiciones reivindicativas iniciadas a su inicio, pudo obtener la ampliación de derechos cívicos y civiles, entre los que se cuentan el divorcio vincular, la patria potestad compartida, el 30% como tasa mínima de participación de mujeres en los cargos de representación, la ley de salud reproductiva. Seguramente una parte de este abanico de prorrogativas no es compartido por otros agenciamientos de mujeres, aunque debe señalarse que aún dentro de las orientaciones signadas por la racionalidad religiosa, los cambios de posición resultan hoy materia de mayor acuerdo de lo que suele habitualmente pensarse. Es que a pesar de la obtención de derechos, resulta incontestable la inequidad, la persistencia de valores patriarcales, la discriminación que todavía sufren las mujeres en la sociedad argentina, y esta común condición de inferioridad invita a enfrentar la desigualdad sorteando las diferencias.
1. Se debe seguramente a las mujeres de la elite una primera adopción naif del término. La Comisión de Damas del Patronato de la Infancia adoptó el nombre de Sección Feminista para dar cuenta del segmento espcializado en producciones manuales femeninas y otros objetos adjudicados a las devociones de mujeres – de la Gran Exposición de 1898. En esa oportunidad Ernesto Quesada realizó su notable discurso La cuestión femenina en la que esbozó trazos significativos del feminismo. Ver Dora Barrancos, Reception of the Concept of Feminismin the Argentine Society (1890-1910), Berkshire Conference, Claremont, 2005
2. Elvira López, El movimiento feminista en la Argentina, Buenos Aires, 1901
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