Hace exactamente cuarenta años, el entonces director de Criterio, Jorge Mejía, escribía la última de sus “Crónicas del Concilio” y anunciaba el comienzo de una nueva serie: “Crónica de la vida de la Iglesia”. Era el final esa “gran explosión pentecostal” en la que tuvo “la gracia de tomar parte activa” y el comienzo de una nueva etapa. Los lectores de unas y otras crónicas, sus discípulos y amigos, o los simples feligreses de sus misas en la Catedral o el Instituto de Cultura Religiosa Superior, reconocerán al mismo Jorge Mejía de entonces en este libro. Les parecerá inclusive estar escuchándolo, no sólo leyéndolo. El cardenal Mejía quiso compartir su propia historia, a más de ochenta años del primer llamado, a la vida, en el seno de una familia tradicional argentina. Es la suya una identidad que se enhebra desde los antepasados, desde los padres y hermanos evocados con ternura y nostalgia, y que en los numerosos sobrinos encuentra hoy el anclaje afectivo con esas raíces y con el país. El final es abierto, porque como cristiano se pone en manos de su Señor con el estado de ánimo de Juan Pablo II en su testamento cuando hacía suyas las palabras de Simeón: “Ahora puedes dejar a tu siervo partir en paz”, pero al mismo tiempo, mucho es el servicio que la Iglesia, a través del Sucesor de Pedro, espera aún de Jorge Mejía.

 

Historia de una identidad es el título de la obra. Identidad de hijo, amigo, seminarista, sacerdote, sobre todo sacerdote (“no he sido, en realidad, otra cosa”), obispo, cardenal, que se deja guiar por el soplo del Espíritu. Cada uno de estos aspectos de su identidad es objeto de una reflexión, de un pour mémoire” de lo que se atesora, o que duele aún, pero que sobre todo, se sintetiza en la identidad del cristiano que ama a la Iglesia. “Me he preguntado a veces, y otras me la han preguntado, cómo es que llegué a ocuparme, todavía en Argentina, después en Roma, y por lo visto hasta el fin de mis días (si todo sigue como hasta ahora), de relaciones con las otras iglesias cristianas y, sobre todo, con el judaísmo”.

 

Quien esto escribe fue a la vez testigo de su excepcional contribución al diálogo ecuménico y a la relación con el judaísmo en la Argentina y América latina primero, y luego en la Iglesia universal. El lector argentino echará de menos que el autor, cives romanus, no dedique más espacio a las etapas de su ministerio en la Argentina, aunque fuerza es reconocer que no siempre encontró comprensión y reconocimiento en la iglesia local, virtudes también escasas, supongo, en la urbe y en el orbe. Mejía entabló una relación de profundo amor con Roma, en su juventud como estudiante, durante la difícil posguerra, reinando Pío XII, figura que Mejía reivindica, y al hacerlo también cumple con la verdad histórica y un deber de gratitud y justicia que lo enaltece, luego la de los años fervientes del Concilio, en el que participó como perito, y desde hace ya treinta años, en el gobierno central de la Iglesia, en la Comisión de Relaciones Religiosas con el Judaísmo, la Comisión “Justicia y Paz”, la Congregación para los Obispos y la Biblioteca y Archivo. Misteriosos caminos de Dios, tan sorprendentes quizás para el padre Mejía si le hubieran dicho –cuando era perito conciliar–, que sería “Cardenal de la Santa Iglesia Romana”, y su otrora compañero de estudios, Papa. Precisamente Juan Pablo II, alguna vez se lo comentó directamente: “¿Qué dirían nuestros profesores del Angélico?”. La figura de este Papa llega al lector con cálida proximidad. Mejía tuvo el privilegio de intervenir decisivamente en dos de los grandes momentos del pontificado: la visita a la sinagoga de Roma y la Jornada de Asís. Y esta cercanía alcanza una dimensión admirable, emocionante, íntima, a manera de epílogo o de inesperado capítulo final en su testimonio de los últimos momentos de Juan Pablo II, no porque él no haya sido crítico (con gran libertad, la misma del padre Mejía de Criterio) de algunas decisiones del entorno papal en la proximidad de ese final. Y estas memorias, se cierran en los albores de un nuevo pontificado. Jorge Mejía conoce bien al actual Papa, cuya personalidad traza con la profundidad de quien ha compartido durante años altas responsabilidades. Numerosas ilustraciones, de imágenes y documentos, agregan interés a este libro del que los lectores de Criterio tuvieron el anticipo de un capítulo sobre la compleja y trágica Argentina de los sesenta y setenta y la inolvidable etapa de su dirección.         

1 Readers Commented

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  1. Nuncio Javier Lozano on 10 octubre, 2020

    PUEDE ENVIARME EL LIBRO DE DON JORGE EN pdf?
    EL ME REGALO’ EL LIBRO… PERO E ME HA EXTRAVIADO

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