El nombre de Steven Berkoff, de larga trayectoria en el mundo teatral inglés, ingresó en la escena porteña el año pasado, con el estreno de Decadencia (ver CRITERIO nº 2172) en la versión de R. Szuchmacher, que aún hoy sigue en cartel en el teatro Babilonia.
Cultivador del humor negro y la protesta desmesurada, Berkoff dirige en este caso su impiadosa mirada a una familia judía de clase media atenazada por el kvetch -palabra que en idish significa, por extensión, angustia y ansiedad- para, a partir de este referente, proponer una reflexión en clave de humor sobre los convencionalismos sociales y dobleces que rigen las relaciones humanas. El discurso del autor, incisivo y directo, aparece en este texto sin esa estilización poética que se percibe en Decadencia por lo que el lenguaje, con reiteradas expresiones soeces o escatológicas, golpea sin anestesia al espectador. Lo que sí subsiste es una visión deshumanizada del hombre, que, si antes quedaba acotada a la clase alta, ahora amplía su registro, en una lectura de la realidad que, en opinión de los comentaristas de su obra, vincula causalmente el salvajismo de los códigos de la sociedad posmoderna con la índole de sus vínculos primarios.
Que Berkoff diga lo que nadie se anima a decir sobre el amor, el sexo, la amistad o el matrimonio es menos significativo que el estado de degradación que surge de su denuncia.
El uso sistemático del aparte permite que la acción se desenvuelva en dos niveles: el de la mera exterioridad, condicionado por los usos y convenciones, y el de la interioridad de los personajes, donde campea su verdadero sentir. Este recurso, decididamente convencional, además de generar situaciones humorísticas, subraya el carácter no realista de la obra del cual da cuenta acabadamente la puesta en escena de Lía Jelin a través de acciones congeladas, desplazamientos coreográficos de los personajes, un espacio escénico en el que conviven la ficción con la realidad -actores que esperan su entrada sobre la escena- y la prescindible inserción de una canción, compuesta por J. Schussheim, traductor y adaptador del texto.
Jorge Suarez y María José Gabin dan vida con gran ductilidad expresiva a la atribulada pareja protagonista. Los secundan con solvencia Carlos March y Jorge Sassi, como las contrafiguras que modifican el juego de relaciones inicialmente pactadas procurando liberarse del tan temido kvetch. Algo opaco resulta el desempeño de Amanda Beitía como la problemática idishe mame.