La pregunta que uno se hace, mientras sufre con esta película, es ¿por qué razón un hombre, que ya tiene para quedarse conforme, se empecina más allá del tiempo y de las fuerzas tratando de revivir y de entender lo que su propia conciencia se niega a registrar? Y también, ¿por qué un artista se empecina de igual modo tratando de recrear y darnos a entender lo que apenas conoce el subconsciente?

 

La novela de Bioy Casares llevada al cine por Sergio Renán es, precisamente, la recreación estilística de una o varias pesadillas. Un personaje, el joven Emilio Gauna, vivió una noche de carnavales tan atroz en 1927, que su mente se niega a recordarla. Sólo sabe que salió de farra con el taimado Valerga, el doctor Sebastián Valerga, y su cohorte de patoteritos obsecuentes. Ni su esposa, aun siendo una mujer fuera de lo común, ni el melindroso y decente peluquero del barrio pueden ayudar. Tres años después, el azar, que es igual al destino, se le pondrá desgraciadamente a mano, para repetir aquella noche, que tal vez sea la misma.

 

El director procuró revivir aquella historia, buscando entender qué pasó en ella, y qué pasa por tantas mentes que la han leído, con horror y fascinación, desde que se publicó en 1954. Lectura desde Florida sobre personajes de Boedo -ha dicho alguien-, Bioy hizo un juego literario que fantasea con la ilusión de recrear el tiempo, y que ideológicamente adhiere al choque entre civilización y barbarie. Metáfora sobre los grupos de poder, y el ejercicio del poder perverso, esta obra tal vez se podría comparar con otra también de los años 50, El jefe, de David Viñas. Ambas novelas presentan el paso de la patota como institución, hecha de continuas demostraciones de soberbia, haragarenía, agresividad, y supuesta amistad viril en torno de un líder venerado. Sólo que una de esas novelas conduce a la interpretación política, y otra -la que hoy se impone- deriva en un mero juego, lo que, bien mirado, es un modo de acorazarse frente a las durezas de la vida. Después de ver todo lo que aquí ocurre, uno puede decir: “bueno, sólo es una fantasía, un invento de Bioy”. También puede irritarse por lo mismo, ya que entonces el mal momento emocional que provoca la historia es casi gratuito.

 

Pero hay otros asuntos. Renán encuentra aquí algunas de sus propias aflicciones, ya manifestadas, de manera creciente, en anteriores películas: el soñador frustrado; la crueldad humana; la indecisión entre el bien, incomprensible, y el mal, rebosante de prestigio; la incierta búsqueda del padre, y el filicidio indirecto, provocado por el desafío de igualar al arrogante modelo…

 

El artista pone su alma en todo eso, y lo expresa muy bien. Resulta admirable que, tras once años sin tocar una cámara, Renán logre las escenas intensas, el clima asfixiante, el trabajo de ambientación, el manejo de actores, que aquí alcanza. Lo que no alcanza, sin embargo, es el conjunto de la obra, hecha en un estilo algo académico, pero un poco estirado, con algunos desniveles, y un final insatisfactorio, aunque coherente.

1 Readers Commented

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  1. Camila on 19 noviembre, 2019

    Quienes son sus amigos descripción de cada personaje el sueño de los heroes

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