Francia, 2008; Dirección: Otar Iosseliani; Intérpretes: Séverin Blanchet, Michel Piccoli, Otar Iosseliani, Lily Lavina; A.M.13
Vincent lleva una vida nada despreciable: es ministro del gobierno, tiene acceso a buena bebida, buena comida, y a una hermosa mujer como amante. Hasta que una manifestación popular lo obliga a dejar el poder y su amante lo abandona. Entonces comienza a dedicarse a aquello que creyó había olvidado: redescubre pequeños placeres de la vida, vuelve a frecuentar amigos que no veía, y encontrará una libertad que nunca imaginó.
Encantadora fábula de un director por descubrir: nacido en Georgia en 1934, Otar Iosseliani es actor, director, también montajista y guionista. Aunque el argumento no se sitúa en un país en particular, Jardines en otoño fue filmada en París y, como en gran parte de sus filmes, sus personajes hablan francés. De manera deliberada, elige actores no conocidos para sus filmes, en donde se cuela el absurdo, siempre desde lo gestual: “no me gusta el tipo de cine en el que el espectador cierra los ojos y continúa entendiendo” aseguró. Con poco diálogo y mucho humor físico, esta película combina la inocencia y gracia de Tati con una ironía más contemporánea, con ácidos apuntes al mundo de la política y el poder. Casi una coreografía de dos horas, que vale la pena presenciar.
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Join discussionLa película me ha parecido interesante solo como ilustración de un hombre y de al menos una parte de la sociedad sin brújula. El sello de la película parece ser la falta de vinculaciones. La del protagonista con sus mujeres: su ex esposa, la ex amante, otras amigas, la empleada que limpiaba su oficina y con la que se encuentra en uno de sus vagabundeos sin reconocerse mutuamente. Tampoco estaba vinculado con su trabajo o con su grupo de colaboradores. Son patéticas las escenas de los africanos, desvinculados de su patria y viviendo hacinados en un mundo que los margina.
El protagonista, al dejar el cargo “recupera su libertad”. Una libertad para hacer lo que el momento le proponga, tan distinto de esa otra libertad para responder a aquello para lo que se nace y que San Martín expresó como “serás lo que has de hacer o no serás nada”.
No puedo menos que reflexionar que sociedades sin vínculos, constituidas por hombres sin brújula, son el caldo propicio para la aparición de figuras autoritarias, las que sí tienen un norte definido, el cual generalmente no es el bien común ni es compartido por la mayoría. Europa y Asia supieron mucho de ello en la primera mitad del siglo XX. Desgraciadamente esta moda está re-apareciendo ahora en países latinoamericanos.