(Francia, Italia, Bélgica, Reino Unido, 2009) Dirección: Elia Suleiman.
El tiempo que resta de Elia Suleiman continúa el camino del director en Intervención divina, al mostrar la identidad palestina en su compleja relación con el ocupante Estado de Israel. En el relato se impone la subjetividad; no hay narrador omnisciente en esta crónica protagonizada por el mismo director y basada en las memorias de su padre, en las cartas de su madre a parientes exiliados y en sus propios recuerdos.
La historia comienza con la rendición árabe ante el ejército israelí en 1948 y llega hasta nuestros días, cuando los jóvenes palestinos están más preocupados en sus teléfonos celulares y en el baile en las discotecas que en la rígida estructura que plantea la ocupación.
La pregunta sobre si es posible filmar una comedia sobre el conflicto palestino-israelí puede, por si sola, suscitar infinidad de debates. Retratar con humor realidades dramáticas a menudo se convierte en experiencia fallida. Pero si el ser humano sumergido en una lacerante sinrazón ocupa el centro del relato y el lenguaje cinematográfico lo refleja poéticamente, ese pretendido humor de una primera lectura muchas veces da paso a una aguda reflexión sobre la prepotencia y la arbitrariedad que esconden los más ínfimos actos. Un ejercicio que evidencia las “zonas grises” del manejo del poder en sociedades corrompidas cívicamente o estructuralmente militarizadas.
Pero en la tragedia Suleiman consigue hilvanar un humor sutil y una poética ternura que ingeniosamente utiliza el absurdo y el sentido de los silencios en las cuatro historias que estructuran al film, y sirven como un muestreo de emociones reprimidas y situaciones absurdas, enmarcadas en acontecimientos históricos registrados desde la cotidianeidad de sus personajes. Tan divertida como inteligente y tan tierna como reflexiva, El tiempo que resta es el autorretrato de un pacifista, allí donde esa palabra se desconoce. Coronada de reconocimientos, integró la Selección Oficial del Festival de Cannes y en el Festival de Mar del Plata obtuvo el premio al Mejor Director y el premio de la Asociación de Cronistas Cinematográficos a la Mejor Película. Con premios, o sin ellos, permanecerá como una auténtica obra maestra.