En nuestro medio hay un renovado interés por (cuando no un auténtico descubrimiento) de la escritora escocesa Muriel Spark (1918-2006). Hija de padre judío y de madre anglicana, un buen día, en 1954, decidió convertirse al catolicismo. El gran novelista inglés Graham Greene (1904-1991), con similar historia religiosa, la apoyó económicamente bajo la condición de que no le agradeciera la ayuda ni rezara por él. Casada muy joven, vivió en Rhodesia –hoy Zimbawe– donde nació su hijo. A los pocos años se separó. En la época de la Segunda Guerra Mundial se dedicó a la propaganda antinazi y trabajó para los servicios británicos. Por momentos parece un personaje de El factor humano o una señora inventada por la fantasía de G.K.Chesterton. Escribió 24 novelas y tres biografías.
Mereció importantes premios literarios, fue académica, “dama del imperio británico” y “comandante de las artes y las letras”. Elogiaron su obra periódicos como The New York Times o The Wall Street Journal, y autores como Tennessee William, David Lodge, Julian Barnes o John Updike.
Queremos citar en estas líneas tres libros vueltos a publicar en los últimos tiempos: Memento mori (La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2008), La plenitud de la señorita Brodie (“The Prime of Miss Jean Brodie”, Pre- Textos, Valencia, 2006) y Los encubridores (“Aiding and Abetting”, La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2008).
Novelas dignas de toda atención. Se trata de tres obras fundamentales en la producción de Spark.
Memento mori constituye un curioso trabajo de observación de personas ancianas en la alta sociedad británica. Al comienzo hay una cita del catecismo: “Pregunta: ¿Cuáles son las cuatro últimas cosas que siempre es necesario recordar? Respuesta: Las cuatro últimas cosas que siempre es necesario recordar son la Muerte, el Juicio, el Infierno y el Cielo”. Esta novela, ingeniosa y llena de humor, gira en torno a una llamada anónima que atemoriza a un grupo de octogenarios: “Recuerde que debe morir”.
Entre fantasías, miedos y olvidos, tomando el té en sus casas o recibiendo visitas en los
geriátricos, los protagonistas se preguntan si han perdido la memoria o el mundo empieza a esconderles cosas. Spark destila su ironía: “¡Qué exasperante es comenzar a envejecer! ¡Cuánto mejor es ser viejo!”. Y la última frase de la novela concluye: “Jean Taylor duró un tiempo más y ofrendó su sufrimiento el Señor. Confiada, meditaba a veces sobre la muerte, la primera de las cuatro últimas cosas que es necesario recordar siempre”.
La plenitud de la señorita Brodie, ambientada en los años treinta del siglo XX, narra los acontecimientos de una escuela femenina de Edimburgo donde esta original profesora
es líder y modelo de las chicas que ella elige como discípulas incondicionales. Se trata de una obra inteligente y entretenida, que fuera llevada tanto al teatro como al cine. Las otras maestras se muestran disciplinadas y convencionales, “Pero las que estaban en el tipo de la señorita Brodie eran grandes conversadoras y feministas y, como la mayoría de las feministas hablaban a los hombres de igual a igual”. Enamorada del primer Mussolini y de las ruinas romanas, Brodie jamás sigue un programa de estudios sino que relata sus viajes, observaciones y sentimientos mientras transita “la plenitud de la vida”.
A partir de un hecho real, Los encubridores narra la misteriosa presencia en París de un aristócrata inglés que había desaparecido hace años, después de asesinar a su mujer: lord Lucan. Se presenta en el consultorio de una psicoanalista alemana, la doctora Wolf, argumentando no tener la conciencia tranquila. También Wolf es un personaje que debe esconder su propio pasado. Y para peor, en ese mismo momento, la psicoanalista atiende también a otro inglés que dice ser el verdadero lord Lucan.
Muriel Spark es una escritora que no conviene ignorar. Se inscribe en la mejor tradición
británica. Vivió en la Toscana italiana las últimas tres décadas de su larga vida. Para muchos críticos, verdadera heredera de Stevenson. Como bien señala Matías Serra Bradford, sus poesías fueron publicadas en Buenos Aires antes que sus novelas en Inglaterra, de manera que hay una tradición por redescubrir. Spark, sostiene el crítico: “No teme cruzar ese puente suspendido y la cuestión de la manipulación se eleva al cuadrado cuando el lector se queda observando cómo unos personajes maniobran sobre los otros y cómo la autora los digita a todos desde el Cielo”.