(Argentina, 2010). Dirección: Daniel Burman.
Sobre una novela breve y sustanciosa, Villa Laura, de Sergio Dubcovsky, Daniel Burman ha hecho una agridulce y emotiva película. Respetó el asunto y el argumento y, con ayuda del propio novelista, apretó situaciones, insertó otras, muy breves, de función explicativa, desarrolló diálogos, redistribuyó algunas cartas y, detalle importante, depositó en los personajes una mirada piadosa, hasta diríamos afectuosa.
Naturalmente, esto último influye en el tono mismo de la obra, que así resulta más suave que la novela. A nivel visual y emocional, los personajes ya no se funden “en una sola sombra” sin remedio, sino que llegamos a verlos disfrutar de un agradable espacio de luz y armonía. Pero esto no lo consiguen fácilmente.
Ellos son, como dice el título, dos hermanos. Ambos sesentones, cada uno solo. Él, apocado, encorvado en sus cosas, cultivando medidamente la amistad con sus posibles iguales. Ella, erguida, avasallante, divertida rastacuero con aires de diva, haciendo una puesta en escena de cualquier situación. La muerte de la madre les provoca distintas reacciones. La vida, camino a la vejez, también se les plantea de forma distinta (además, para ella la única persona vieja y ridícula es el hermano). Son muy distintos. Pero los unen recuerdos, entendimientos, reproches, la rutina de las peleas. A su manera se quieren, se soportan, y hasta comparten una misma admiración por Mirtha Legrand, a quien tienen como epítome del mundo que los fascina desde chicos. Claro que una
cosa es el modelo y otra es incorporarlo. En una escena, la mujer zahiere despectivamente al sufrido hermano mientras en la pantalla Chiquita se deshace en elogios a su hermana Silvia. En pocas palabras, una tierna, dolorosa, incisiva descripción de dos caracteres universales, preciosamente pintados en su tipicidad rioplatense de porteños que alternan entre la urbe de negocios apurados y aparentes y un pueblo uruguayo con su calma que es refugio para uno e inversión para otra.
También en pocas palabras, y particularmente, una película de actores. De inmensos actores. Ya se sabe que Graciela Borges y Antonio Gasalla son excelentes. Dos hermanos evidencia que son todavía más excelentes de lo que pudiera decirse. Poniendo sus personajes en carne viva, los hacen disfrutables, queribles, creíbles en grado sumo. No digamos que nos hacen ver una lección de actuación. Más aún nos hacen ver el regocijo de la perfección. Hacia el final, la hermana dice: “Cuando seamos grandes de veras…”. Como actores, ya son admirablemente grandes. De veras.
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Join discussionEXCELENTE PELÍCULA.ANTONIO GASALLA ESPECTACULAR COMO SIEMPRE.GRACIELA BORGES ME IMPRESIONÓ POSITIVAMENTE.FELICITO AL DIRECTOR.CRIS