De los “Debates para el diálogo” publicados en CRITERIO (Nos 2348 – 49 – 51 – 53 – 55 – 57), el último fue el que suscitó más opiniones de nuestros lectores en la web. Varios solicitan orientación y plantean interrogantes, a los que responde un teólogo moral.
Como dijimos en la introducción al debate sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar, estamos ante un problema doloroso y difícil. En marzo publicamos documentos de pastores de la Iglesia y del Papa, con diferencias entre sí, que generaron múltiples opiniones del pueblo de Dios: en su mayoría son fieles que expresan sufrimientos y hasta enojos por una disciplina que consideran debe revisarse; otros adhieren a las posiciones más ortodoxas; finalmente -vale decirlo están quienes expresan opiniones erróneas, seguramente por falta de información o formación, como las que afirman que ciertos procesos de nulidad matrimonial en la Iglesia se obtienen por dinero.
Arturo Prins
Cuestión compleja, difícil de resolver
La cuestión del acceso a la mesa eucarística de los divorciados vueltos a casar es muy compleja. Debe quedar claro que, por su naturaleza, antes que por ley divina, el matrimonio contraído por personas capaces, con pleno discernimiento, intención y libertad, es indisoluble. Por tanto el que después de haberse casado en esas condiciones, sin causa justa disuelve el vínculo, ya sea por decisión unilateral o consensuada, adopta una posición ilícita; si mediare una causa justa (hay un sinnúmero de ellas) se encontraría en una situación explicable que lo libera de culpa.
En el primer caso las posteriores nupcias, aunque humanamente legales, no son aceptables ni legitimables por ley natural ni divina; en el segundo tampoco, pero aboga en favor de los contrayentes su situación, dado que sigue vigente el principio de que
no es conveniente para el ser humano la soledad. Que el cónyuge inocente en estos casos pueda o no acceder a la mesa eucarística, es una cuestión difícil de resolver, cabiendo optar por la conducta que Juan Pablo II expuso en Familiaris consortio.
Caso similar a éste es el de quien –después de haber consultado con personas prudentes y sabias– llega a la conclusión de que su matrimonio fue nulo, por vicios de la voluntad al momento de su celebración o ab initio, por falta de capacidad de alguno de
los contrayentes para entender, asumir y cumplir con los deberes matrimoniales. En tal caso deberá plantear su caso ante los tribunales eclesiásticos. Si no logra la nulidad por falta de pruebas, su situación es similar a la de quien, acusado falsamente de haber
cometido un delito, debe optar por vivir como un fugitivo. Por ende, las posteriores nupcias que contrajere, si bien no resultan aparentemente justas, son más que explicables por las razones antedichas; y acceder a la mesa eucarística es, a mi entender, una cuestión de plena conciencia, pero evitando el escándalo. Cabe aquí recordar a San Pablo: “Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11, 28-29).
Ángel Hugo Guerriero / Abogado Doctor en Derecho Notarial
No negar la comunión a quien se acerque con amor y fe
Haciendo un análisis de los documentos eclesiales, nos damos cuenta de que el “único” problema que tiene la Iglesia para permitir la comunión a los divorciados en nueva unión, es la vida sexual de la pareja. No es el amor, el deseo de formar una nueva familia, la convivencia. Porque si viven como “hermanos”, pueden comulgar. La única condición para recibir la comunión es que no tengan vida sexual.
Esa ambición del clero por ejercer el control absoluto en un ámbito tan íntimo y sagrado de la persona como es su vida afectiva, y por ende su vida sexual, resulta inadmisible. La vida afectiva, de la cual la vida sexual es una dimensión importantísima, no debería ser objeto de opinión por parte de ningún sacerdote. Cuando se plantean problemas de pareja o de la vida sexual deben ser tratados en un ámbito adecuado, el cual estaría restringido a los profesionales de la psicología, a lo sumo del acompañante espiritual.
No está bien negar la comunión a nadie que se acerque con amor y fe en Dios, quien por medio de este sacramento nos infunde Vida y nos fortalece en nuestra vida espiritual. Comulgar con fe y amor sana las heridas, borra los pecados y aumenta la caridad de modo sublime.
Los que con rigidez mantienen posturas severas sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar, deberían reflexionar sobre el sentido del sacramento y la voluntad de Cristo. Mientras, se escribirán muchas cosas, se emitirán documentos, pero el pueblo de Dios vivirá del lado de la realidad que dista de la letra de los mismos, o tomará caminos espirituales respetuosos de la libertad humana.
Graciela Moranchel
Aquí habla mi corazón
Cada caso es único y complejo. Cada uno de nosotros, los que hemos elegido la instancia del divorcio, y algunos de los que volvimos a contraer matrimonio aunque sea en forma civil ¿no merecemos la oportunidad de encontrar nuestro grano de paz?, ¿de construir un arca que nos albergue?, ¿de continuar la marcha hacia la salvación?, ¿de cobijar y permitir el crecimiento de la fe?, ¿de compartir la mesa con Él?
Se espera que nos entreguemos por completo a Dios, pero se nos imponen condiciones. Si he sido capaz de guardar la esencia más pura e inocente de la fe (la que quizás a ojos de las instituciones merezca el mote de ignorancia, pero que reconozco pura, inocente, la que recibí en la pila bautismal), no puedo aceptar sin gran dolor e incomprensión, el sentirme (mi persona y núcleo familiar) confinada a un estado de casi exclusión, sujeta a prueba, contemplada con cierto escepticismo, sintiendo que algún tipo de mancha empaña mi buena fe.
¿Acaso no sufrimos en forma muy dura las consecuencias del divorcio? ¿No sufrimos los efectos de continuar el camino de la educación de nuestros hijos? ¿Es tan difícil aceptar que cuando buscamos a Jesús, es porque nuestro amor por Él es más fuerte que nuestro dolor y porque queremos demostrarle nuestra voluntad de fortalecer nuestra fe hacia Él?
Sé que Cristo ama, perdona, porque entiende nuestras debilidades, conoce las frustraciones y los intentos de reformarnos y lograr el camino a la fe. Pero duele que los hombres que hablan por Él, juzgan cómo la comunidad debe comportarse con uno. Me duele que mi hija sienta desconfianza hacia la Iglesia pues se siente objeto de una relación que no es del todo legítima. No puedo evitar que ella, a veces, sienta enojo y rencor cuando se le ha enseñado el Amor verdadero y luego se le muestra una cara poco simpática de cómo ese Amor es condicionado. Aquí habla mi corazón. La razón no merece intervenir porque este debate ya ha tratado largamente la situación. Mi razón no puede entender las tantas consideraciones y argumentaciones que intentan justificar a la institución eclesiástica, cuando a diario somos testigos de situaciones injustificables y hasta teológicamente torpes…
Todo esto si bien me resulta ríspido, no deja de fortalecerme y ayudarme a alimentar la fe hacia Dios, que conoce nuestro misterio, que guía nuestro destino aunque no siempre sepamos interpretarlo. Él está allí y no importan las excusas de los hombres; estoy con Él y espero que me muestre el sendero…
María Masquelin
Que el sacerdote autorice
Por la diversidad de situaciones, personas y parejas, me parece importante que sea el sacerdote, en el marco del sacramento de la Penitencia, quien dé el permiso para comulgar.
Clara I. Gorostiaga
El caso de una amiga
Entiendo los argumentos del debate, que han sido tema de conversación con familiares y amigas en esa situación. En algunos casos habría causales de nulidad matrimonial, pero no quieren tomarse el trabajo de iniciar un proceso.
Puedo contar el caso de una amiga que esperó 5 años para que terminara el proceso de nulidad, yendo a misa todas las semanas y diciendo en su corazón: “Jesús, ¿cuándo podré volver a recibirte?”. Su actitud me hizo pensar. En ella encontré rectitud de intención, porque entendía que el amor pleno de la entrega total de Jesús en la Eucaristía, requería de su propio amor y aceptación de su Voluntad. No se consideraba con derecho a la comunión, como si fuera un salario que se nos debe en justicia si trabajamos.
La comunión es una gracia inmerecida, para todos. En otras largas charlas suelo encontrar amor propio y orgullo herido. No veo deseos de amar a Jesús y unírsele en intimidad. Se ve la comunión como un merecimiento o como un bálsamo: “No hice nada malo”. Mi amiga humilde tramitó su nulidad y a las tres semanas se casó, en una sencilla ceremonia, llorando a mares, pudiendo tener luego de tanto tiempo esa plena unión con su Amado: no le importaba tanto su pareja, con quien convivía desde hacía mucho tiempo. No es una cuestión sexual, es simplemente entender qué (Quién) es la Eucaristía. Y así como el matrimonio no admite terceros, el Amor de Jesús pide entrega plena. Los casos particulares los dejo en manos de los pastores. Pero adelanto que me resulta sospechosa la actitud de quien reclama derechos y no se preocupa de sus deberes.
Elizabeth Schwertschlag
Nos tratan como ovejas negras
Es increíble cómo el hombre divide en nombre de Dios. Nos tratan a los divorciados como si fuéramos ovejas negras de un rebaño impecable, transparente, casi celestial. En algún momento de mi vida fui católica. Digo “fui” porque tuve la mala suerte de divorciarme y pasar a ser una especie de persona contaminante para la Iglesia. Entendí primero y decidí después que mi Dios, el que guardo en mi corazón y al que le debo todo, no era el que me impedía recibir a Jesús. Como no lo impediría al que mató para defender a su hijo o su propia vida, al que nació miserable y porque tenía hambre tomó comida de otros, ni al que ocupó una vivienda por falta de techo, ni a ninguno de sus imperfectos hijos, porque si no… todos ellos y yo seríamos Dios, ¿no les parece?
Sé que hay gente que sufre por estos dogmas de la Iglesia, sin embargo, cuando a Carolina de Mónaco hubo que anularle el matrimonio porque había encontrado un nuevo marido, plata de por medio, la Iglesia se olvidó de los “dictámenes divinos”. Entonces ¿es Dios o son los hombres? Yo, mujer de 42 años, estoy más convencida que nunca de que existen miles de hombres buenos en la Iglesia, pero son sólo eso: HOMBRES. Las religiones, todas, han divido a la humanidad y la mayoría cree en el mismo ser supremo. Ya no me siento tan mal, sólo creo en Dios y en mí como persona para tratar de honrar a ese Padre que me dio la vida y al que le debo la vida de mis hijos y de mis semejantes.
En lo que a mí respecta, la Iglesia puede no darnos la comunión cien siglos más. Las futuras generaciones se preguntarán: qué habrá sido de esa organización llamada Iglesia Católica, pues religiones más visionarias y flexibles se aggiornaron y reciben con los brazos abiertos a los siervos que tuvimos el mal gusto de fracasar.
Eleonora Alessandrelli
Un modo diferente del ver el tema
Somos una pareja de divorciados en nueva unión desde hace 21 años. En un encuentro para divorciados en nueva unión hubo una verdad reveladora que echó raíces en nosotros: Dios te creó porque te ama y lo hizo a su imagen y semejanza. Aprendimos que estamos llamados a ser testimonios del amor de Dios, a vivir en ese amor y en el amor de la Iglesia, con libertad, responsabilidad y verdad. Salimos del encuentro renovados y con el firme propósito de iniciar nuestro camino de conversión y crecimiento en la fe en compañía de nuestra comunidad.
Es verdad que no recibimos la comunión, pero preparamos nuestro corazón para cuando llegue ese momento, que sabemos será en el tiempo y en la forma que el Espíritu Santo nos tenga preparado. Dios nos estuvo llamando a cada momento y tomamos conciencia de su llamado cuando un grupo de sacerdotes y laicos nos guiaron al encuentro con Él, cuando nos mostraron los sí que teníamos como hijos de Dios, que tenemos una misión que cumplir y que la nuestra es estar con la familias que sufren conflictos ayudando a contener, acompañar y a descubrir sus propias potencialidades con una escucha atenta y desprejuiciada.
Deseamos que estas líneas sean, para los divorciados en nueva unión, un modo diferente de ver el tema y un mensaje para que busquen una afectiva y efectiva participación en la vida parroquial de su iglesia. Un abrazo en Cristo.
Estela y Rubén
Entelequia de las apariencias
Estamos frente a un tema al que los católicos le hemos dado muchas vueltas. Sin embargo, haría las siguientes consideraciones:
1. Nadie se casa con la idea de separarse. Las razones de esta última decisión no son el tema de debate. Separarse, culpas más o menos, es doloroso especialmente para los hijos.
2. No vamos a analizar las separaciones “exprés” realizadas por la Iglesia a personajes de cierta “relevancia” social.
3. Las parejas casadas legítimamente por civil que se separan, pueden casarse sin inconvenientes por la Iglesia, incluso si se unieron por otras Iglesias cristianas.
4. Los que habiéndose casado por la Iglesia Católica se separan, no les es negada la comunión mientras no vuelvan a casarse con otra persona por la ley civil.
5. Sé de muchos que, separados de un matrimonio católico y haciendo vida marital con una nueva pareja, mientras no vuelvan a contraer matrimonio civil pueden recibir la comunión. ¿En qué quedamos? ¿Defendemos el matrimonio indisoluble y la familia, respecto del matrimonio por la Iglesia, o estamos frente a una entelequia
inentendible de las apariencias, en desmedro de los que sinceramente quieren seguir participando de la mesa eucarística?
Georges-Michel Darricades
Nulidad por medios deshonestos
La Iglesia tiene sus tribunales para declarar la nulidad de un matrimonio, si es justo el reclamo de uno o de ambos cónyuges. Pero el sacramento del Matrimonio es un sacramento, de manera que quien engañara a la Iglesia y obtuviera la nulidad por medios deshonestos, podrá comulgar ante los ojos de los demás pero no ante los ojos de
Dios. Se podrá engañar a la Iglesia y al mundo pero no a Dios. Mentirse a sí mismo es hipocresía.
Jorge Atilio Parodi
Discusión absurda
Es una discusión absurda. El Señor se da por entero a quien escucha su palabra y la pone en práctica. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido. No se trata de generar número sino de estar dispuestos a dar vida.
Jesús M. Silveyra
Lamentable: aislar, condenar
Dios, el ser superior, la divinidad, habita en nosotros y nos quiere a todos por igual. La Iglesia, en los últimos siglos, ha tergiversado bastante las enseñanzas de Cristo. Como seres humanos podemos cometer errores. Lo importante es ser consciente y aprender de ellos, como también arrepentirnos. Estoy totalmente de acuerdo con el comentario de Georges-Michel Darricades. Nadie se casa con la idea de separarse. Las personas cambian y a veces lo hacen juntas y en el mismo sentido. Considero que romper un matrimonio por cuestiones lícitas y de mutuo acuerdo no tiene nada de malo.
De esta manera cada persona puede seguir su vida sin mortificar al otro. Es lamentable ver cómo la Iglesia, que habla de amor, perdón y comunión, puede aislar y condenar a seres humanos. Creo que no entendió una parte importante del mensaje de Cristo.
Christian Doyle
Reflexionar sobre la obediencia
¡Por favor, dejen de echar leña al fuego! Estoy seguro de que muchos de los divorciados vueltos a casar, por caminos que desconozco, entrarán en el Reino de los Cielos.
Pero hoy habría que reflexionar sobre la obediencia: a la Escritura, a la Tradición, al Magisterio. Ésa es nuestra falla. Imitemos en ello a Cristo Jesús, a los santos. No caigamos en la teoría de la justificación de la trasgresión.
Agustín Enrique Caeiro
Felicito a la revista
Me pareció muy valioso y esclarecedor el debate. La reflexión final del teólogo moral puede ser muy consoladora para muchos. Felicito a la revista por encarar este tipo de cuestiones. Me parece una actitud valiente que evita considerar a los lectores como niños fácilmente escandalizables y sin capacidad de discernimiento.
Leonardo J. Salgado
La Iglesia debe abrirse
Terminar con una pareja que no cumplía tus expectativas y comenzar con otra que te da felicidad, no está mal para nadie. Si sos feliz, hacés feliz a los que te rodean. La Iglesia debe abrirse a estos cambios, si no perderá adeptos. A nadie le gusta ir adonde lo juzgan y no es bien recibido.
Maira del Carneb Jalel
Acoger al divorciado
La cuestión en debate pareciera una lucha entre quienes pretenden ampliar el horizonte católico y quienes desean mantenerlo cerrado. Ambos citan las Escrituras. No pareciera que las enseñanzas de Cristo fueran de expulsión. Los que sostienen mantener la situación actual, confunden divorcio con nulidad matrimonial, aun cuando esta confusión provenga del mismo Papa. La nulidad canónica, decretada que fuera, admite el nuevo matrimonio porque el anterior no ha existido. Digo esto porque el divorcio resulta, por lo general, una mutilación, un dolor difícil de superar por las expectativas puestas en la unión. Pero el divorcio existe y está previsto en todas las legislaciones. En general no es responsabilidad de un contrayente sino de ambos. El dolor puede ser superado por un nuevo amor. Sería bueno que los católicos, ante esta situación, además de consultar a amigos, psiquiatras o psicólogos, pudiesen ser acogidos y ¿reintegrados? (¿alguna vez se fueron?) a la vida eucarística. Soy abogado con 31 años de casado.
Ernesto Chaneton
Posición hipócrita y arbitraria
Después de haber estudiado y discutido el tema considero la posición de la Iglesia, como tantas otras, innecesariamente hipócrita y arbitraria.
Qué necesidad hay de “decir” que quieren incorporar y convocar a los divorciados vueltos a casar, si en realidad no los aceptan: son discriminados pues pueden llegar hasta ahí, ya que la comunión no les es permitida.
Señores sacerdotes (sobre todo), deberían recordar que la santa eucaristía es una manera de agasajar al Señor, de no despreciarlo cuando nos invita a compartir su Cena. Lo digo desde mi único matrimonio con cuatro hijos.
Ahí está la falla. Por eso los católicos somos cada vez menos, por eso cada vez estamos más lejos. Debemos quedarnos con lo que Jesús dijo y no con lo que nos quieren hacer creer que dijo, en la Iglesia de los hombres.
Si no estoy de acuerdo en dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, no debo mentirles acariciándoles la espalda y negándoles la eucaristía.
Eduardo Caputo
Dos temas en uno
La Iglesia parece fusionar dos temas en uno. Uno exclusivamente matrimonial: que la Iglesia tenga que aceptar la disolución del matrimonio cuando el católico casado se divorcia civilmente y contrae nuevo matrimonio, o cuando vive en concubinato.
El otro, corresponde a la posibilidad que tiene el católico con su voluntad y necesidad de sentir la cercanía de la comunidad eclesial, recibiendo la sagrada comunión.
Horacio Castro
Sin la comunión impedimos la gracia
Como todos los sacramentos que recibimos siendo adultos, el del Matrimonio depende de la conciencia y libertad de cada uno. Si su conciencia los impulsa a comulgar y no sienten que están cometiendo un pecado, deberían comulgar. Al no permitirlo, impedimos a muchas personas de buena fe recibir la gracia de Jesús. Él mismo dice que no vino a juzgar ni a condenar, sino a salvar. Y digo “impedimos” porque la Iglesia la formamos todos los creyentes.
Cristina García Oliver
La conciencia: juez último
Es difícil entender por qué la Iglesia se opone a la comunión de los divorciados vueltos a casar, cuando ha sido confirmado por el Magisterio el criterio de que la conciencia individual es el juez último de los actos (Dignitatis humanae).
El acto de divorciarse y casarse nuevamente, implica un juicio moral individual, donde intervienen múltiples factores que pertenecen al ámbito íntimo de cada conciencia.
La Iglesia no puede atribuirse la capacidad de conocer y juzgar la valoración moral de los actos de cada uno e impedir el acceso a los sacramentos.
Guillermo Battro
Pecados y pecados
Me llama la atención el hecho de que ciertos pecados, aun los gravísimos, por ser de ejecución instantánea admiten el perdón y la posterior comunión. Otros, de ejecución continua, la excluyen. Se da el caso de criminales que comulgan y de divorciados vueltos a casar que no pueden hacerlo.
Fabián Pascual
¿Estado permanente de pecado?
Solemos decir que los divorciados vueltos a casar se encuentran en “estado” de pecado y los juzgamos como si se tratara de una situación permanente.
Como nadie vive en forma permanente el “estado” de gracia, tampoco se puede fijar el “estado” de pecado.
La gracia de Dios y el pecado conviven como realidades dinámicas. No somos negros o blancos, sino grises.
Decía Jesús que para comulgar hay que estar reconciliado con el hermano.
No puede haber comunión eclesial sin comunión eucarística (en esto disiento con Familiaris consortio), ni comunión eucarística sin comunión eclesial.
Fernando Bellocq
Diferencias
La Iglesia no analiza los casos y pone a todos en la misma bolsa. Hay diferencia entre aquellos que les da lo mismo separarse, unirse luego y volver a separarse más tarde, y quienes les interesa la religión y se casan en primeras nupcias con un divorciado (mi caso). O el que ha sido engañado y por ello ha roto el vínculo. ¿El engañado tiene que estar condenado a no recibir la eucaristía por culpa de otro? La Iglesia debería reflexionar.
María Inés
Los siguientes testimonios solicitan orientación y plantean interrogantes a los que responde el padre Gustavo Irrazábal.
Excomunión y comunión
No soy teólogo pero he visto que cuando la Iglesia, a lo largo de la historia, le niega los sacramentos a alguien, procede a excomulgarlo. Si es así, habría que excomulgar a los divorciados vueltos a casar dado que se les niega la comunión. Por otro lado, la Iglesia manifiesta que los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia. ¿Alguien me lo puede explicar?
Isidoro Cárdenas
Comunión espiritual (I)
Quiero preguntar si conocen lo que significa “comunión espiritual”, a la que alude un documento del debate. Es un tema no bien explicado. Por la “comunión espiritual” cualquier persona puede comulgar espiritualmente con el Señor, abriéndole su corazón.
Jesús M. Silveyra
Comunión espiritual (II)
Jesús no nos dejó su Cuerpo y Sangre para que hagamos “comuniones espirituales”, sino para que “comamos y bebamos” de verdad y sensiblemente “todos”. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna” (Jn 6).
Las “comuniones espirituales” son para casos en los que no es posible celebrar la Eucaristía como Dios quiere, por razones excepcionales. El Pan y el Vino eucarísticos están para los que viven en la fe en el Hijo de Dios y en su amor. Sería desvirtuar el sentido del sacramento si sólo adoráramos a Cristo en la hostia consagrada o si no comulgáramos. Por otro lado, no es un sacramento para supuestos “puros” o “perfectos”, sino para los “débiles” que necesitan la fuerza de Dios. De modo que recurrir a las “comuniones espirituales” es otra de las deformaciones en las que tantas veces cae nuestra espiritualidad.
Graciela Moranchel
Pregunto
Voy a ser breve y aclarar que estoy próximo a cumplir 60 años de matrimonio, felices y llenos de amor. Creo que si la Iglesia exige un año de catequesis para la Primera Comunión o la Confirmación, no puede otorgar 2 ó 3 fines de semana a la preparación del Matrimonio. Conclusión: tomemos en serio este sacramento. Pregunto: ¿Será necesario negar el sacramento a quienes el sacerdote considere no aptos para recibirlo, aunque haya un embarazo en curso? En caso de larga convivencia o de existencia de matrimonio civil previo ¿podrá aconsejarse seguir en la misma condición por el tiempo que el sacerdote considere necesario, aunque ello implique “vivir en pecado”?
¿Qué similitudes o diferencias existen entre los casos de divorcio y las reducciones al estado laical entre los sacerdotes?
Nicolás Martín Leiva
¿En qué situación me encuentro?
Luego de leer el extenso debate en CRITERIO, me pregunto en qué situación me encuentro ante Dios. Soy una mujer portadora de Fe que, desde hace muchos años, he dedicado mi vida a la pastoral social y trabajado como voluntaria para ayudar y dar testimonio de Dios a la comunidad. Tengo un matrimonio disuelto (67 bis) por infidelidad de mi primer esposo e incompatibilidad de caracteres durante 30 años. Luego hice votos de castidad durante 10 años hasta que conocí a mi segundo esposo, con quien me casé legalmente hace 20 años. Luego de un año y medio de noviazgo
y siete de convivencia conyugal, decidí separarme aunque no legalmente.
Mantengo con él una relación afectiva humanitaria, por ser muy mayor. Nuevamente hice votos de castidad, desde hace 15 años. Me pregunto: si me confieso y tengo una vida honesta, solidaria y de respeto por los valores morales, ¿es justo que no me permitan comulgar? ¿Qué debería hacer? Respondan por favor. Mil gracias.
Sásha Da Silva
Interrogantes y contradicciones
Por un lado es clara, muy clara, la doctrina tradicional de la Iglesia. Pero la diría de otro modo, ridiculizándola al extremo: si hay relaciones sexuales, sin matrimonio sacramental mediante, no hay posibilidad de acceder a la comunión eucarística. Y cuando las hay en el matrimonio sacramental, deben estar “abiertas a la vida” para que los cónyuges accedan a la comunión. Ahora, si hay matrimonio (o pareja o lo que fuera), sin relaciones sexuales mediante, ok, adelante. Esta última opción es buena, porque abre la puerta a todo tipo de parejas que vivan como hermano y hermana, hermana y hermana o hermano y hermano: ¿por qué limitarnos a la sexualidad heterosexual? Sí, estoy siendo irónico. Hasta donde veo –sin querer cuestionar la moralidad– lo que hay detrás de esta cuestión es poder. Y del peor. Poder que dice quién puede o no alimentarse; poder que impone la carga (el yugo, con-yuge) del matrimonio sacramental o del celibato (no necesariamente sacramental o religioso) a quienes quieren participar de la mesa; poder que denota afán de dominio y control, no sólo de las conciencias sino de los cuerpos de las personas.
Herencia del agustinismo, seguimos deudores de la materia, de la corporalidad, de la imposibilidad de desligar la sexualidad libre, responsable y ordenada, monogámica, de la noción moral de pecado.
Herencia de esquizofrenias cuerpo-mente, que desde la infancia-adolescencia nos torturan y deforman la conciencia, id est: si me peleé con mi madre, le deseé la muerte y me fui pegando un portazo, cuando mucho me toca el purgatorio; pero si con 13 años, las hormonas en vuelo, el deseo a flor de piel, me masturbé, infierno para toda la eternidad. Algo, muchas cosas, me hacen mucho ruido. Sé y defiendo la sacramentalidad del matrimonio; sé y defiendo que el ser humano del siglo XXI ya no vive como en la Edad Media: ni tanto tiempo, ni se casa a los 15 años, ni con los valores cristianos impregnando todo.
Entonces, ¿qué sucede cuando alguien, en situación irregular, se convierte al Evangelio sinceramente? De inmediato queda afuera; sin que medie palabra, le cae el peso de la ley sin hiato temporal; el mismo Jesús que le revela el rostro materno, misericordioso del Padre, por medio de su Iglesia lo excluye de la mesa… Hay algo que no anda, que traba la lógica, que desfigura la buena noticia del Reino. No lo tengo resuelto, sólo planteo mis propios interrogantes y contradicciones.
Patricio
¿Exigencias diferentes?
Para ordenar a un sacerdote se necesita un mínimo de 7 años y vida en común; para ser religioso o religiosa, de 8 a 10 años hasta los votos perpetuos, y vida en comunidad… A los novios se les exigen tres charlas rutinarias, ya conocidas, para recibir el sacramento. Y si conocemos al cura párroco nos firma la autorización sin que tengamos que asistir. ¿No les parece abrumadora la diferencia? ¿Es acaso el matrimonio un sacramento tan poco valorado que con tres charlitas alcanza? ¿Cómo no va a haber divorcios si los que se casan no tienen idea de lo que es un matrimonio cristiano? No se puede separar lo que Dios ha unido… pero me pregunto: ¿cuántas parejas “casadas por la Iglesia” están unidas por Dios y no por el interés, la presión social, el vestido blanco, la fiesta, el dinero? ¿Por qué un sacerdote con dispensa se puede casar por la Iglesia y un divorciado no? ¿Por qué esta diferencia entre sacramentos? ¿Acaso el sacerdocio no es “para siempre” como el matrimonio? ¿Por qué el “sacerdote para siempre” se puede casar? Situación inexplicable. Tengo un amigo divorciado que no puede volver a casarse, pero fue testigo de casamiento de su mejor amigo, un ex sacerdote, que sí pudo casarse. Padre Irrazábal, ¿podría explicarme la diferencia sacramental, teológica y jurídica de estas situaciones?
Estela Arze
Respuestas y orientaciones: divorcio y eucaristía
Algunas de las cartas que se reproducen en esta sección traslucen una fuerte carga afectiva que, si bien es muy comprensible, puede dificultar la reflexión serena y ordenada, y provocar la impresión de que se trata de un tema simple que la Iglesia se empeña en complicar. En realidad, defender la institución matrimonial y acoger al mismo tiempo a las personas divorciadas y vueltas a casar reclama un equilibrio prudencial y sumamente delicado, que siempre será provisorio e imperfecto y, por lo tanto, pasible de críticas.
El punto de partida debe ser la correcta comprensión de la doctrina de la Iglesia, la cual exhibe no pocos méritos. Repetimos lo esencial. La situación de los divorciados
y vueltos a casar es una situación irregular, pero no necesariamente una situación de pecado (de hecho, para muchos de ellos sería pecado desertar de su nueva situación). No
pueden ser admitidos a la comunión eucarística no porque estén “excomulgados” (sanción que excluye de la comunidad eclesial), ni porque los pastores lo prohíban (de hecho, ni siquiera pueden acordar “permisos”), sino porque en sí misma “su situación contradice objetivamente” el sentido de la eucaristía (la unión de amor irrevocable entre Cristo y la Iglesia, que su matrimonio sacramental debía testimoniar).
Si muchas veces las personas en tales situaciones no se sienten acogidas, ello no se debe en absoluto a que la Iglesia las considere “ovejas negras”. Por el contrario, los documentos expresan un gran respeto por ellas, se las anima a participar activamente de la vida de la Iglesia, y se pide a los pastores que sepan diferenciar situaciones, y que las reciban siempre con misericordia y comprensión. Más bien habrá que atribuir los casos de rechazo a la carencia de formación o la rigidez antievangélica de ciertas comunidades (incluidos, a veces, sus pastores), o a la falta de conocimiento de la disciplina de la Iglesia por parte de las personas implicadas (p.ej., la señora Da Silva podría comulgar sin dificultad alguna). La comparación entre admisión al matrimonio y al sacerdocio es, hasta cierto punto, engañosa. El matrimonio es un derecho del fiel, que no se podría restringir con largas preparaciones obligatorias; el sacerdocio, por el contrario, no es un derecho, y la Iglesia tiene libertad para establecer requisitos mucho más rigurosos. Del mismo modo, el divorcio no es admisible porque el matrimonio es, ya por naturaleza, indisoluble; en cambio, no hay ninguna razón intrínseca al sacerdocio
que impida recibir la dispensa del ministerio y contraer matrimonio. La disciplina actual de la Iglesia no es necesariamente definitiva (un “dogma”, como supone una de las cartas) y en el futuro podría revisarse.
Mientras tanto, aceptar la disciplina de la Iglesia con sus fortalezas y sus límites, y buscar la fecundidad de la comunión espiritual tomando parte en las celebraciones eucarísticas, constituye un modo admirable de “cargar la propia cruz cada día”, y un testimonio evangélico para el conjunto de los fieles. Pero esto último no puede impedir la consideración crítica de la actual disciplina en orden a su mejoramiento.
Para esto último no basta remitirse, como algunas cartas hacen, a la conciencia individual. Es cierto que cada cual será juzgado por Dios con referencia a su conciencia personal, pero la Iglesia tiene el derecho y el deber de regular el acceso a los sacramentos teniendo en cuenta el bien común de toda la comunidad eclesial. Por eso, repitiendo lo dicho en la nota anterior, considero adecuada la misma solución que sostuvo en su momento el teólogo J. Ratzinger: la instauración de un procedimiento
eclesial para el discernimiento de cada situación, en orden a una admisión sacramental de los divorciados y vueltos a casar1.
Gustavo Irrazábal – Teólogo moral.
1.Cf. J. RATZINGER – A. AUER, Kleine katholische Dogmatik (19888); J. RATZINGER, Zur frage nach der Unauflöslichkeit der Ehe, en: Th. SCHNEIDER (ed.)
Testimonio desde nuestra situación irregular
Somos Paulette von Wuthenau y Manuel González Quesnel, separados en nueva unión. Brindamos un servicio a quienes comparten nuestra situación, en la iglesia Santa Catalina de Siena. Por nuestro estado, nos formamos a la luz del Evangelio durante más de 10 años. Nos produce mucho dolor el enojo y confusión que se lee en muchas de las respuestas al debate que ustedes difundieron. Ojalá puedan publicar este testimonio, ya que, por experiencia, los que están más preocupados por el tema son los de la generación mayor, que quizás no utiliza tanto Internet para entrar en vuestra página.
Estamos muy felices de haber leído en CRITERIO este tema que mucho conflicto provoca en nuestra querida Iglesia. Nosotros somos separados en nueva unión y por eso nos pareció importante transmitir como vivimos la falta de la comunión. Estamos en nueva unión desde hace 27 años, ambos tenemos hijos de nuestros respectivos primeros matrimonios y no hemos tenido hijos de nuestra unión.
Luego de varios años de formación que tuvimos la gracia de recibir de la Iglesia, tenemos la alegría de decir que nos sentimos hijos amados de Dios y de la Iglesia, llamados a recibir el amor divino para darlo a nuestros hermanos, con la esperanza de llegar a Él el día que nos llame.
Cuando los fariseos le preguntan a Jesús si es lícito divorciarse de la mujer (Mc 10,1-9), él les pregunta: “¿Qué dijo Moisés al respecto?”. Ellos responden: “Permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella.” Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés dio esta prescripción fue debido a la dureza de vuestros corazones” (¿no los estaremos endureciendo ahora también?). “Pero desde el principio de la creación –agrega Jesús– Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. (…) Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.” Ese fue el principio y esa es la luz y el camino a seguir.
Nosotros no pudimos llegar a esa luz. ¿Deberíamos entonces poner en consideración que este proyecto de Dios para el hombre es un ideal? ¿Algo imposible de alcanzar? ¿Deberíamos resignar nuestra esperanza para que nuestros hijos lo logren? ¿Deberíamos llegar a la conclusión de que en el siglo XXI es normal aceptar que los hijos tengan dos padres y dos madres y deban convivir con los conflictos de ambos que muchas veces los marcan de por vida? Creemos que no, creemos que el hecho de no haberlo logrado nosotros, no quita ni una coma ni una tilde al proyecto de Dios para el hombre.
Con humildad confiamos en su sabiduría. Y meditamos: ¿Podríamos dudar de que el plan de Dios para nuestros hijos era una sola familia, un papá y una mamá para toda la vida? ¿Podríamos dudar de que nuestros hijos sufrirían por tener que estar a veces con uno y a veces con el otro? ¿Podríamos pensar que la responsabilidad de ese quiebre era sólo y absolutamente de la otra parte? ¿Podríamos pensar que nosotros no teníamos absolutamente nada que ver?
No, en verdad no. Sólo necesitábamos ser tomados de la mano por Jesús y ser bañados por su misericordia para comprender que no. Él estaba al lado nuestro para ayudarnos a transitar este camino con humildad y volver al Padre.
A partir de entregar nuestra débil humanidad en sus manos, sentimos que no queríamos “forzar” una comunión. ¿Cómo podríamos forzar a Jesús a que viniera sacramentalmente a nuestras almas? ¿Por qué lo haríamos? ¿Sería por necesidad nuestra? Bien, es muy bueno tener sed de Dios pero Jesús nos enseña a velar por los demás. Y que el amor también es renunciar a sí mismo, como dice Benedicto XVI. Y comenzamos a pedir: Señor, yo quiero comulgar; y Tú, ¿qué quieres para mí? Reunidos con otros matrimonios veíamos que siempre había un reclamo por no poder comulgar. Casi nunca escuchábamos reclamos por no poder recibir la absolución en la reconciliación. ¿Era así porque la comunión es un acto público y la reconciliación un acto privado? Y comenzamos a anhelar en nuestros corazones la absolución y por eso comenzamos a pedir perdón. Sencillamente pedir perdón todos los días. Como el hijo pródigo: “Padre pequé contra el cielo y contra Ti ”. No nos parecía tan importante si sentíamos que noéramos responsables de nuestro divorcio, porque Jesús se había acercado a nosotros. Cuando lo pudimos acompañar en la pasión pensamos: ¿Fue justo Su sufrimiento? ¿Cómo podríamos, entonces, esgrimir la injusticia de no poder comulgar porque “lo merecíamos”, como tantas otras personas de nuestro entorno? Sentimos la necesidad de acompañarlo al calvario que sufrió sin mancha ninguna, nosotros que algunas cuantas teníamos. Simplemente nos pusimos en sus manos, pidiéndole que nos señalara que necesitaba de nosotros.
Leímos su palabra. Jesús en el Evangelio nos habla constantemente de nuestros hermanos. Entonces comenzamos a mirar hacia nuestro prójimo. En primer lugar a nuestros hijos, que Dios nos había regalado y encomendado. Luego a nuestra comunidad. Si comulgáramos (porque nuestra conciencia nos decía que podíamos hacerlo), ¿quién sabría el examen de conciencia que habíamos hecho?, ¿cómo vivirían nuestros hijos nuestra comunión? Ellos no sabrían qué examen de conciencia nos llevaba a la conclusión de que no ofendíamos a Jesús al recibirlo; la comunidad menos aún. Seguimos rezando para comprender qué hacer por nuestro prójimo y vimos que podíamos dar testimonio. Sí, nosotros desde nuestra situación irregular, podíamos dar testimonio de la verdad. Nos abstendríamos de comulgar y dejaríamos esta ofrenda a los pies de la cruz. Quizás nuestros hijos y la comunidad comprenderían que creemos
profundamente en la indisolubilidad del matrimonio, aun cuando nosotros no la habíamos logrado.
Como el hijo pródigo que, cuando piensa en volver, no le pide a su padre que lo reciba como hijo sino como jornalero. Ésta fue la luz que nos llevó a pedir a Dios que nos reciba como jornaleros. Y como jornaleros trabajaremos. Tenemos fe y esperanza en que un día nuestro Padre abrirá sus puertas y nos agasajará. Mientras tanto
recorremos un camino de fe (el Evangelio no describe cuánto tiempo le tomó al hijo llegar a su casa). En ese camino de fe buscamos poner nuestro corazón en la enseñanza del juicio final: momento en que ya no anhelaremos la comunión sacramental porque nos encontraremos cara a cara con Jesús. El día que todos los pueblos sean conducidos a su presencia, separará a unos de otros. ¿A quién llamará? “Venid benditos de mi Padre”…“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui peregrino y me acogiste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, preso y viniste a mí”.
Haciendo un examen de conciencia comenzamos a comprender el hambre que hay, más allá de la comida. ¿Cuántas veces nuestros hijos tuvieron hambre de cariño, sed de estar acompañados de verdad, encerrados en sus problemas sin que visitemos sus corazones? ¿Cuántas veces ocurrió esto en nuestro entorno y seguíamos concentrados en nosotros mismos, sin siquiera verlos por estar ocupados en nuestros problemas? Dios, que no deja a sus hijos librados a su suerte, nos dio los caminos extraordinarios para llegar a Él. Nos regala las otras dos presencias de Jesús: dos o más reunidos en su nombre y su Palabra. Nos da la comunión de deseo (espiritual) en el que nuestro corazón arde por Él y por eso sentimos su visita. Por último, la alegría de saber que está siempre a nuestro lado. La felicidad que da la gracia de la fe. ¿Qué más podemos pedir? Que los divorciados vueltos a casar podamos ofrendar nuestro sufrimiento al pie de la cruz por no comulgar sacramentalmente. Que este dolor sea una ofrenda, un testimonio para nuestra comunidad. Testimonio de que creemos en la unión de un hombre y una mujer para toda la vida, bendecida por Dios en el sacramento del matrimonio.
Paulette y Manuel
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El problema planteado de la indisolubilidad matrimonial parte de la base de la afirmación citada en el artículo del Prof. Irrazábal: “…Debe quedar claro que, por su naturaleza, antes que por ley divina, el matrimonio contraído por personas capaces, con pleno discernimiento, intención y libertad, es indisoluble…” ¿Ésta afirmación es un axioma o es una deducción lógica? Pienso que allí radica el fondo de la cuestión.
Pareciera que este razonamiento se deduce de las palabras de Cristo cuando los judíos le preguntaron si era lícito el divorcio, a lo que Él contestó: “… el que deja a su mujer y se casa con otra comete adulterio…” Pero esto puede querer decir, en un sentido amplio, que lo naturalmente bueno es la unidad matrimonial durante toda una vida. Puede significar una meta de perfección a la que hay que tender y no un imperativo absoluto (he visto que algunos teólogos lo perciben así)
Pregunto también cuál es el origen histórico y/o bíblico de la postura de la Iglesia que sostiene que el matrimonio sacramental representa la unidad de Cristo con su Iglesia. ¿ Esta idea corresponde a una realidad teológica o es meramente una construcción intelectual simbólica?
Isidoro Cárdenas
Si como dice el Dr Irrazabal, el matrimonio es indisoluble por su naturaleza antes que por la ley divina, ¿cómo se entiende que la Iglesia acepta un nuevo casamiento de personas que lo contrayeron inicialmente bajo la ley civil o de otras religiones?
Guillermo Battro
Estoy convencido que todas estas cuestiones tienen que ver con la sexualidad, cuestion, valga la redundancia no asumida por la Iglesia.
Si Dios creo al hombre, lo creo como es y con el sexo. Como todas nuestras capacidades, es necesario saber utilizarlas y esa es una de las misiones de la educación.
La Iglesia no nos ha sabido educar para la vida sexual, mas aun la idea que circunda entre no católicos y muchos católicos es que el sexo es algo pecaminoso para la doctrina católica. De allí muchos comportamientos hipócritas entre personas aparentemente virtuosas.
La abstinencia sexual, consecuencia del celibato, creo que es un grave pecado porque implica amputar una virtud esencial de la persona.
Admito que puede haber casos de personas que carezcan de vocacion sexual, pero esto es ya una cuestión privada de cada uno.
Para ir acercándonos al tema en debate: si Dios nos hizo libres y mortales todo lo que hay en el hombre es finito. No existe amor eterno, ni fidelidad eterna. La vida humana es una tensión permanente entre virtud y error. Si el hombrte es libre no puede estar condenado a la «indisolubilidad del vínculo matrimonial» ni de ningún otro limite absoluto. Es una cuestion de conciencia de cada uno. Mas aun si hubiera culpa, culpa grave en una separación y luego genuino arrepentimiento, porque esa persona debe abstenerse de recibir la comunión aunque paradójicamente puede recibir la comunión espiritual…que quizás sea mas valiosa que la llamada «sacramental»
La conyugal es una relación compleja que no tiene un destino fatal, son las personas las que la van construyendo o destruyendo día a día. Recién en la convivencia la pareja matrimonial se empieza a conocer realmente y alli surgen de hecho las desaveniencias o las diferencias conflictivas que pueden ser la justa causa de la separación y del divorcio. Obviamente hablo de personas de bien que son las que importan para esta cuestión. Más de una vez la separación y el divorcio requieren una dosis impensada de valentía personal. A partir de la separación comienza una nueva vida y todos tenemos derecho a vivirla. A muchos les recomendaría que vuelvan a leer El Poder y la gloria de Graham Green.
Me parece que es una suerte de oximoron poder comulgar espirtualmente y no poder hacerlo sacramentalmente. Obviamente soy divorciado vuelto a casar. ¿Por eso soy pecador? Lo seré por otras cosas.
A modo de postdata. Saben como perjudica a los hijos la mala relación matrimonial y cómo se reponen cuando ven que sus padres son capaces de enseñarles con el propio testimonio que es posible encontrar una mejor calidad de vida sea solo o con un nuevo casamiento aunque sólo sea civil…
CAROLINA DE MONACO, JULIO IGLESIAS Y OTROS TANTOS ERAN CASADOS Y FUERON VUELTOS A CASAR POR LA IGLESIA. LOS QUE PAGAN MUCHO PUEDEN COMPRAR SU NUEVO MATRIMONIO Y SU NUEVA COMUNIÓN. LA LEY PAREJA NO ES RIGUROSA
Lo que me llama la atención en todo este tema, es esto de «regular el acceso a los sacramentos» que tendría la Iglesia como responsabilidad y obligación.
Al sacramento del matrimonio se accede prácticamente sin ninguna regulación. Sólo se pide un curso, que salvo pocas excepciones, me animo a decir que no sirve demasiado. Los novios no son entrevistados, no son preparados, no son acompañados. A diferencia del sacramento del orden sagrado donde hay que ir al seminario, al director espiritual, al psicólogo, etc… Y después en caso de cambiar de idea la persona puede ser «reducida al estado laical» y contraer enlace, sin perder su condición de sacerdote aunque no pueda ejercer. Menuda diferencia!
Pregunto además,¿ la Eucaristía es un premio? Porque de no ser así, porqué tanta regulación, acaso Jesús no invitó a todos, no se dejó tocar por todos. Yo creo que la única condición para acercarse a la mesa debería ser el deseo. El que tenga hambre que se acerque a comer.
Hay tantos ejemplos en el Evangelio de encuentros de Jesús con pecadores a los que acogía con inmenso amor. Comió con pecadores y prostitutas, se dejó ungir por ellas, entró en diálogo con la Samaritana, se dejó tocar por la hemorroísa. ¿Que nos pasó a sus seguidores que en vez de imitarlo hacemos justamente lo contrario?
Invito a que como Iglesia hagamos una profunda revisión, sobre todo mirando la ética sexual católica, que creo que está a la base de esta prohibición de acercarse a la Eucaristía que tienen los divorciados y vueltos a casar. Y en vez de poner tantas condiciones ocupémosnos de ser un hogar acogedor donde podamos encontrarnos profundamente con Dios y entre nosotros.
Pienso que más allá de casuismos y argumentaciones supuestamente teológicas, todo católico serio, si tiene más de 18 años, debe resolver por si mismo, si accede o no a la mesa eucarística. Y lo que decida es válido y tendrá la bendición de Nuestro Señor.
Yo soy divorciada. Cuando mi primer hija tomó la comunión, todos los padres pasaron a tomarla, menos yo. Fue una sensación de discriminación, de estar apartada del resto por haber hecho algo malo que desconozco. Dejé de ir a la Iglesia después. Y más tarde retomé, porque pensé que si Jesús tenía al lado a María Magdalena y no le importaba, por qué haría a un lado a una divorciada… Son las ridiculeces de la Iglesia Católica, que defienden estos preceptos medievales con ahinco, y tienen casos abominables como sacerdotes pedófilos y no toman ninguna medida: no deberían excomulgarlos con semejante delito??? Pero no hacen nada, los trasladan de congregación y esconden y ya.
Me da vergüenza.
Por suerte, mi fe sigue intacta a pesar de la Iglesia. Disfruto de las misas, de mi comunión con Dios, El es misericordioso, todo amor, no discrimina y está siempre al lado de todo aquel que lo necesita.
Saludos.
Para los católicos el único casamiento legítimo y válido es el que tiene carácter sacramental.Es un compromiso de ambos contrayentes ante Dios donde la Iglesia (clero y fieles) no es más que un testigo de la promesa explícitamente hecha por la pareja. El matrimonio civil o el realizado con ritos no católicos no son sacramental y/o canonicamente válidos para la Iglesia, por lo tanto inexistentes canónicamentet. El hecho de la existencia de un Concordato hizo que yo me tuviera que casar primero por el civil y luego en la Iglesia. Siempre me consideré en este sentido como discriminado obligándome a realizar un trámite cuyo valor era para mí discutible. Creo que EEUU el trámite es diferente y su valor jurídico es absoluto, por ejemplo.
Ahora bien, si no se es católico, si se es ateo, agnóstico o se adopta en la vida un camino espiritual diferente, entonces lo que la doctrina católica marca no los obliga. En última instancia el juez que dirimirá la cuestion es para mí el mismísimo Dios
Sin entrar a leer y re-leer detenidamente argumentaciones de «derecho canónico», salta a la vista un DESIGUAL tratamiento de la jerarquía de la Iglesia con respecto a los divorciados, en relación a otras situaciones «irregulares» que si son culposas, y donde los actores no están impedidos de acceder a la eucaristía. Me refiero a los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes; en ese caso, ellos pueden ser perdonados y de hecho lo son, ya que la Iglesia habla de una gran necesidad de comprension y acogida. En contraste, un cristiano divorciado, aunque forme un nuevo matrimonio y se case por civil, en vistas de volver a formar una familia, se encuentra en una situación «no natural», «irregular» que no tiene ningun tipo de arreglo…y en este contexto me pregunto cómo se va a «alentar» a los divorciados a participar en la iglesia, si no pueden comulgar, es decir participar del sacramento mas significativo.
Creo que el sentido común nos dice que la jerarquía debe hacer una nueva lectura de sus reglas; evaluar lo que es intrínsecamente perverso (como una violación a un niño por parte de un adulto y más de un sacerdote…), con respecto a un divorcio, el cual puede deberse a muchos factores, y donde necesariamente hay culpables. En este sentido la iglesia debe usar la misma regla y severidad para todos. Conozco sacerdotes que han dejado los hábitos, o que tienen hijos, y que nunca han sido analizados como «culpables», al contrario, siguen amparados dentro de la iglesia.
Se requiere una exégesis criteriosa y una mayor participación de los teólogos laicos.
Aclaro que quien escribe no es divorciado, está casado hace 20 años y participa activamente en actividades pastorales.
saludos y felicitaciones por la revista
No estoy de acuerdo con los que sostienen que la indisolubilidad del matrimonio es de derecho natural.-
La Iglesia misma tiene muchas excepciones a ello.-
Sin ir mas lejos el Privilegio Paulino y el Privilegio Petrino son excepciones a la indisolubilidad del matrimonio por derecho natural.- Mas bien la indisolubilidad solo es sostenible entre católicos conforme la doctrina que sostiene la Iglesia basada en los evangelios, pero no en el derecho natural.-
Incluso el uso del privilegio Petrino ha sido motivo de más de un escándalo.- Si no recordemos el primer matrimonio de la Princesa Carolina de Mónaco, celebrado en su momento con todos los requisitos de la Iglesia, hijos de por medio y luego disuelto por Privilegio Petrino.- No fue declarada la nulidad, fue disuelto.-
Creo como muchos católicos, que la Iglesia debiera hacer una revisión profunda de este tema.-
Si se aceptara el divorcio vincular o disolución del matrimonio, el problema de la comunión de los vueltos a casar estaría resuelto.-
Pablo Mendonça Paz
Creo que no hay unificación de criterios, lo cual desde mi punto de vista es un error porque no se puede diversificar en ese punto, entiendo que la iglesia la manejan personas con distintos criterios, pero durante la preparación sacerdotal, ¿no se unifican estos criterios? ¿O no se basan en la palabra de Dios?
Por otra parte, ¿qué pasa cuando un matrimonio «bendecido por Dios» no funciona correctamente? O sea, cuando una de las partes se presentó ante el altar en forma hipócrita y en su vida diaria actúa contrario a las leyes de Dios. Todos sabemos que anular el matrimonio no es cosa fácil, estoy de acuerdo en que se debe intentar la armonía y duración de una familia, pero ¿no importa la dignidad humana?
¿Qué pasa cuando ya no existe remedio alguno o una de las partes cree estar actuando correctamente y no es así? Además, en nuestro país, aún en la Iglesia, existe un machismo mal entendido y hay más protección para el hombre que para la mujer, ¿qué pasa con el ejemplo a los hijos? ¿Cómo puede uno llevarlos por el camino de Dios cuando se viven este tipo de incongruencias? Ma. Elia Brizuela.
No soy teólogo ni canonista; soy, como decía Ignazio Silone, «un povero cristiano». Estoy casado hace 24 años con una mujer de origen judío que no está bautizada. Por lo que tengo entendido, los teólogos y canonistas no se han puesto de acuerdo en si un matrimonio mixto como el mío es un sacramento o no. De manera que si me separara, cosa que no está en mis planes, no tendría el problema de quear excluído de la comunión. Pero si no fuera ésa la situación, si estuviera separado de una mujer con la que hubiere contraído matrimonio sacramental sin dudas, no me haría ningún escrúpulo en comulgar todas las veces que lo necesitase y lo desease responsablemente.
Soy historiador, y sé que la Iglesia Católica, a la que pertenezco y obedezco en todo lo que mi conciencia me permite, ha variado sus valoraciones y afirmaciones como del día a la noche en asuntos de sumísima importancia. Y ha generado enorme dolor en muchísimos cristianos a los que luego, a menudo post mortem, reivindicó como hijos dilectos y ejemplos a seguir. Pasó con temas como el de la libertad de conciencia, definida como perversísimo error en el siglo XIX y aclamada como valor profundamente cristiano en el XX.
Los pastores de la Iglesia Católica deberían pensar diez mil veces antes de imponer cargas a los fieles que pueden sumirlos en el dolor y en la soledad. Tengo amigos que sufren mucho por no poder comulgar, sólo porque, como buena parte de los hombres y mujeres de este tiempo, han formado una segunda pareja. Dios no puede querer eso, porque nos puso aquí para que lo adoremos en espíritu y verdad permaneciendo lo más posible unidos a Él.
No es cierto que la separación es «antinatural», porque está contemplada en casi todas las culturas y religiones. En la experiencia del matrimonio y la familia hay poco de «natural» y mucho de cultural, de históricamente determinado. No es lo mismo formar familia en el siglo XXI que en el XIII, en el XVII o el XIX. No es lo mismo para un noruego/a profesional que para un/a campesino/a de Zambia. No se puede hablar del matrimonio y la familia como si fueran eternamente iguales a sí mismos, como hace la Iglesia Católica en relación a multitud de temas.
La Iglesia Católica, se dice, tiene el derecho de administrar el acceso a los sacramentos. Pero nuestros pastores corren el riesgo de caer en aquella censura que Jesús dirigió a los fariseos cuando los acusó de interponerse entre Dios y sus hijos. Como pastores que un día han de responder por lo que hicieron con sus ovejas, deberían temer ante todo eso.
Perdón que intervenga de nuevo, pero llama la atención que nuestros pastores estén tan fijados en las cuestiones sexuales. La concepción de que el sexo y la pureza se contradicen es lamentablemente muy fuerte en la Iglesia Católica. Las restricciones de las que tratamos han sido pensadas por pastores célibes, que consideran el celibato y la castidad como estados superiores al del matrimonio. ¿Por qué no establecen restricciones a los que cometen verdaderos pecados?
Hoy la esperanza de vida de buena parte de la humanidad se ha extendido muchísimo, en algunos países en promedio más allá de los 80 años. Si dos personas que se querían ya no se quieren más, ¿qué tendrían que hacer para no ser fulminados con el castigo de no poder comulgar? ¿Quedarse juntos igual o prohibirse de por vida amar a otra persona? Evidentemente esa concepción de reminiscencias platónicas es muy fuerte…
Para concluir, creo que cuando Jesús dijo «el hombre no separe lo que Dios ha unido» expresaba un deseo, no establecía una prohibición. Yo comparto plenamente ese deseo: ojalá los que se casan nunca tuvieran que separarse. ¿O alguien cree que sienten gusto separándose? Separarse es una de las experiencias más traumáticas en la vida, y los católicos encima tenemos que enfrentar la situación de que si amamos a otra persona tenemos que elegir entre renunciar a ella o a Jesús Sacramentado.
En ningún lugar de los evangelios dice que para comer del pan partido en nombre de Jesús haya que estar impoluto. Es más, Jesús sí dijo que había venido para los enfermos y no para los sanos, para los pecadores y no para los justos, que por considerarse así no necesitan de su misericordia. A la adúltera la libra de la lapidación y le dice «yo no te condeno», «no peques más’ pero «yo no te condeno». Además todos sus milagros y acercamientos a los enfermos han sido precisamente a los que por serlo estaban excluídos del templo y de los ritos y sacramentos de esa época, considerando que «algo habrían hecho para merecer la enfermedad y por eso debían ser excluídos». Lo que debe imperar en la Iglesia es el amor, la acogida, la difusión de la Palabra y la compartida del pan eucarístico, pero no en términos de «a este sí y a éste no porque no se lo merece, porque no es de los nuestros, porque no se comporta como nosotros decimos que Dios dice». ¡Por favor! He visto llorar a personas casadas con algún divorciado o a casados y vueltos a casar por no poder recibir la comunión. Los he abrazado con la certeza de que su comunión espiritual era mucho más válida que la mía en tantas circunstancias en las que, por acostumbramiento, no he tomado real conciencia de lo que estaba recibiendo en la Eucaristía. ¿Quienes somos nosotros o los mismos sacerdotes, obispos y hasta el Papa (en esto que no es dogma de fe porque contradice la actitud de Jesús en el tiempo en que estuvo entre nosotros) para negarle el Cuerpo de Cristo a quien lo suplica de esa manera?
Con la esperanza de que estas palabras sirvan de consuelo y que sean una invitación a vivir «alimentados» de la Palabra de Dios.
San Jerónimo tiene esta afirmación que puede llegar a sorprendernos: «Yo creo que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo…las Escrituras son verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo».
San Agustín dice: «No es menor la Palabra que el Cuerpo de Cristo.»
Abrir la Biblia es encontrar a Cristo, aún más, es comer a Cristo.
En la lectio divina enseñada por los tradición cristiana y monástica, buscamos a Cristo y lo hallamos Vivo y Presente tal como lo encontramos en el Pan de Vida.
Dios no se agota en un pedazo de Pan, sus presencias son infinitas…
Ante todo, no comprendo qué significa y en qué se basa la afirmación de que el matrimonio es «indisoluble por su naturaleza antes que por ley divina». Si así fuera, no se entiende por qué la Iglesia acepta bendecir un matrimonio de personas que se ha casado varias veces por civil. ¿Qué características tiene el «matrimonio indisoluble por naturaleza» y en qué se diferencia de un matrimonio civil? Realmente estas afirmaciones tan poco claras causan bastante confusión.
Por otro lado, me parece que todos los «rígidos» argumentos teológico-morales que se esgrimen con el fin de justificar la negación de la Comunión a los divorciados en nueva unión son excesos de palabras y expresiones enredadas, que ni siquiera rozan la realidad de las parejas, y que, por lo tanto, no logran satisfacer en lo más mínimo el «sentido común» de quienes han vivido un fracaso matrimonial y desean volver a formar una nueva familia apostando al amor y a la vida, actitud muy valiente y admirable para muchos, sobre todo luego de vivir situaciones traumáticas.
Estas cosas motivan que dichas argumentaciones se perciban como absurdas y totalmente fuera de la realidad.
Resumiendo: a esta altura está clarísimo que el único inconveniente que tiene la Iglesia para negar la Comunión a los divorciados que han formado nuevas parejas (a pesar de la infinidad de argumentos expuestos, citas bíblicas sacadas de contexto o mal interpretadas, etc.) es la «cuestión sexual». Debemos reconocer, tristemente, que el Magisterio, en pleno siglo XXI, continúa sin poder reconciliarse con la sexualidad humana, dado que aún no ha logrado comprenderla dentro de la esfera más amplia de la vida afectiva de la persona. Todavía no puede incluirla dentro de los modos que tiene el ser humano de ser y expresarse, y de vivir a pleno sus relaciones afectivas, en el amor y el don totales. Sigue considerándola una esfera «pecaminosa» en esencia, y el primero y más grave de los pecados que se puedan cometer.
Sospecho que hasta que no se corrijan estas deformaciones antropológicas dentro del cristianismo, la sexualidad seguirá siendo un tema no sólo tabú sino merecedor del mayor control por parte de la jerarquía eclesial, que siempre intentó y sigue intentando tener la conciencia y la vida sexual de sus fieles «a raya».
Creo que el Magisterio eclesial debería repensar con seriedad y urgencia, a fin de no causar más daños espirituales a sus fieles, cómo replantear estas cuestiones humanas a la luz del Evangelio, olvidando un poco lo que se ha escrito hasta ahora en los documentos vaticanos (sí: «olvidando» lo que dicen «Humanae Vitae», «Familiaris Consortio», etc.), y dejándose iluminar sólo por la Palabra de Dios, y sobre todo por la realidad de la vida, teniendo en cuenta dos cosas fundamentales: primero, la voluntad de Jesús de dar su Cuerpo y su Sangre en alimento para que «todos» tengan Vida en abundancia (¡todos, y no sólo unos pocos «impecables», si es que los hay!), y segundo, lo que plenifica al hombre, lo que lo puede hacerlo más «feliz», y por lo tanto, más «bueno». Tener una familia y compartir la vida y el amor con otros, no quedarse solo enredado en el fracaso y en la tristeza siempre es una gran cosa. ¡Una bendición del mismo Dios!
Graciela Moranchel
Profesora y Licenciada en Teología Dogmática
Debe haber sido obra de Dios el haber encontrado estas opiniones.
Ya que comparto plenamente esta última exposición así como varias de las anteriores,aunque no sé cuánto tiempo y energía es necesario para transitar esta etapa de crisis, que no poder casarnos nos ha sumido, estamos hace casi 1 año deteriorando nuestra vida de por sí difícil (sin entrar en detalles) ya que vivimos en USA.
Mi mujer está muy ansiosa y necesitada de comunión y quiere que nos casemos por la Iglesia, cosa que yo comparto plenamente, hemos averiguado sobre el trámite de disolución y sabemos que lleva además de un engorroso procedimiento administrativo, más de un año para tener un fallo (que puede no ser positivo).
Los cual significa casi dos años de abstinencia sexual (!).
Mientras este tema se instaló entre nosotros ya casi como obsesión, nuestra vida personal ha entrado en un franco deterioro, con permanentes disputas, gran tensión en nuestra relación cotidiana y un absoluto descuido de nuestra vida sexual. Al punto que yo siento que este imperativo, se superpone a la misma existencia de la relación, en buen criollo, que comulgar es más importante que la pareja se destruya.
Alguna ponencia dice vivir como hermanos…gente, mi mujer tiene 44 y yo acabo de cumplir 60, amo tanto a mi mujer y la deseo como el primer día….que alguien me explique como es esto de hermanos y hermanas.
Este es el precio de una norma medieval?
En misa la otra vez sentí una fuerte necesidad de comulgar , justamente para tener la fuerza de afrontar este difícil momento.Siento una gran soledad humana y espiritual, y la oración y el amor a mi mujer me hace transitar esta encrucijada. Agradecería algún consejo.
Lic. Juan Carlos Infantino
YO A LOS 54 AÑOS ENCONTRE LA FELICIDAD Y PAREJA DE 48,ELLA CON HABER TENIDO 3 COMPROMISOS Y UN MATRIMONIO X CIVIL,YO CON 3 COMPROMISOS Y UN MATRIMONIO X CIVIL Y RELIGIOSO CATOLICO. A AMBOS NOS FUE MAL Y LUEGO VINIERON 2 COMPROMISOS MAS, POR ULTIMO YA ESTAMOS UNIDOS MAS DE TRES AÑOS Y YO TENGO MAS DE 17 AÑOS SEPARADO DE MI MATRIMONIO Y ELLA MAS DE 2O AÑOS.HEMOS HECHO UNA REFLEXION Y YA VENIMOS ASISTIENDO A NSTRA COMUNIDAD CATOLICA DE UN AAHH SJM DE LA SELVA PERUANA DE UCAYALI,LOS MIERCOLES Y SABADOS COMULGAMOS Y HOY HE PARTICIPADO DE UN RETIRO ESPIRITUAL CON CONFESION Y ME HE SENTIDO FELIZ SOBRE LO Q UD YA SUPONE…..Y EL SEÑOR ESTA CON LOS DOS ,SOMOS CATEQUISTAS Y ORAMOS AL ACOSTARNOS Y AL LEVANTARNOS,AL TOMAR NSTROS ALIMENTOS. YO ESTUVE EN LA POLICIA 30 AÑOS Y ELLA ESTA DESARROLLANDO SU LABOR DOCENTE ACA MAS DE 20 AÑOS. EL SEÑOR SABE QUE NOS HA UNIDO POR TENER UN PROYECTO DE VIDA…Y DE SERVICIO A NSTRO PROJIMO……….DOY CLASES DE FUTBOL Y VOLEY A NIÑOS DE POBREZA ESTREMA Y MI PERU ES ACTUALMENTE EL 1ER PRODUCTOR DE COCA…….NI Q DECIR DEL CONSUMO X ACA …….Y LAS NIÑAS DE 13 YA SON MADRES DE FAMILIA. EL PROPOSITO DE AMBOS ES ALCANZAR LA GLORIA DE DIOS Y PROCEDER NUESTROS DIVORCIOS CIVIL Y RELIGIOSO. YA NOS IMAGINAMOS ANCIANOS Y CON MUCHOS NIETOS DE 8 HIJOS. PEDIRE AL TODOPODEROSO QUE NOS DE ALGUIN DIA ESA DICHA Y A TODA CRIATURA HUMANA Q TAMBIEN TENGA ESTA REALIDAD. TAMBIEN ES IMPORTANTE LLEGAR A UN PSICOLOGO PARA TENER UNA TERAPIA FAMILIAR. DIOS LOS BENDIGA A TODA CRIATURA QUE LLEVA SU CRUZ Y SIGUE A CRISTO Y TIENE ESTA REALIDAD. HAGAMOS SIEMPRE EL BIEN SIN MIRAR A QUIEN. DIOS ESTA CON NOSOTROS SIEMPRE. AMEN.
Dios quiera que esto les pueda servir, tengo 38 años de casada y antes del año ya quería tener 50 o que Dios me llevara.
Que significa eso falta de madurez,somos muy buenos para prepararnos para el éxito , muchos hasta con Doctorados.
Somos buenísimos en el internet,
Después de leer todo lo que ponen mi pregunta es si quisiste casarte por la Iglesia.?
Porque ahora la culpas por falta de preparación, soy Católica en mi casa al entrar teníamos la Biblia, no se podía faltar a Misa y me enseñaron a necesitarla a quere ir , colegio Católico y el ejemplo de que mis Padres tenían participación en la Parroquia.
Pero a mi 20 años yo solo decía estoy enamorada es el amor de mi vida con un noviazgo relativamente corto, ya que El a los 7 meses de novios se fue del D.F y me case al año de novios y l vi los fines de semana compartiéndolo entre el footbool y su fam y mis estudios y trabajo.
Al tiempo me di cuenta que nunca leí un libro relacionado a los compromisos dentro de matrimonio ni encíclicas y no me toco la maravilla que ahora tien con el catecismo de la Iglesia.
En pocas Palabras cuatro hijos y en mi mente Divorcio fui con el a Europa a estar unos días para ver si se podía salvar mi matrimonio y nos toco un aparición de la Virgen en Madrid, cual fue mi sorpresa que durante una semana la Virgen me permití ver mis errores y como el hijo prodigo cuando se esta alejando, ver que yo no era esa víctima ni esa niña buena sufrida ante ls ojos de Dios, muy fuerte y muy doloroso al ver tu Alma desnuda y ver errores desde tu niñez, con tus Padres en tus estudios.
Pero lo mas duro me enseño que el Sacramento de mi matrimonio ante el Altar de Dios no tenía la calidad que se necesita y al fundise todos los materiales que son: respeto,sinceridad,entrega sin espera nada ,madurez y responsabilidad para formar un familia de Hijos de Dios, ese piso firme para formare ese edificio que seria de varios pisos según los hijos ,los simientes no eran buenos ya que tenía mas pasión y atracción que una madures moral y forma de vida Cristiana ya que po libre decisión escogimos casarnos por la Iglesia.
Siempre queremos culpara a la Iglesia , por eso ell pregunta cuando te estas casando y se supone que con madurez aceptamos y decimos SI ACEPTO,
Estudiamos miles de horas para lograr nuestros estudios, leemos cualquier instructivo para algo por muy pequeño que sea, cualquier lugar tiene reglamentos y tu los aceptas
Para la Iglesia, es un NO , Ella se tiene que adaptar, modernizar y acomodarse a nuestras medidas,
Parte del Dolor de La Pasión de Buestro Sr. Fue eso le descoyuntaron el los brazos porque no era su medida y hay estamos nosotros los que quedamos Unidos pero al mismo tiempo estamos separados causándole dolores no comprensibles,
El es El sin mancha El crucifijo de cada uno se imaginan nuestro juicio personal, yo ya viví un poco de eso y fueron mas de un mez de ver error tras error y que le ponía en la Pasión yo a mi Cristo,
El cedron que es como un drenaje donde Jesús trago todo tipo de inmundicias, esas son todas las COMUNIONES donde obligamos al Rey del Universo entrar a nuestras Almas en un comunión en pecado o no bien preparada .
Hay a una Alma donde Jesús le explica que no podríamos como humanos soportar ni un segundo de nuestra vida por el dolor que paso po reponer ante El Padre a cada Alma.
Por favor pidan diario al Espíritu Santo no caer en la SOBERVIA y El Orgullo en el que Calderón nuestros primeros Padres, si Adán en vez de ocultarse hubiera ido como el hijo prodigo arrepentido y diciendo yo era la cabeza yo tenía que persuadir a Eva perdóname y perdónala y si merecemos un castigo por defraudarte lo aceptamos, el solo dijo la mujer que me diste me hizo tomar del árbol del bien y del mal y ahora me veo desnudo pero en el Alma. Como salió el Padre cuando lo vio afuera de su palacio y el hijo no pedía ni entrar .
Si cometimos un error y ya comprometimos una familia no la envenenemos contra la Iglesia somos nosotros los que fallamos y queremos que se amolde a nuestras necesidades,
A que cumples un compromiso en un Banco y si fallas te penalizan y así es en todo trabajo,exámenes siempre es castigo y recompensa.
Tu ÚNICA obligación es construir para la ViDA ETERNA
A mi la Virgen me mando un mensaje cuando la vi en Madrid y fue pide perdón por tu inmadurez y desovedie
Quería solo terminar cuando antepones tu Orgullo o Soberbia , y aceptas tus errores en lo mas profundo de tu Alma y logras ver que parte de la Pasión de Nuestro Señor esta tu causándola y que te dice con dulce voz perdónalos Padre.
Tu mismo veras la Pureza del Dios todo Poderoso dueño del Universo que puede abrazarlo al universo completo y si Tu lo llamas entrara a Tu Alma, trata de no darle otra vez la Pasión ya que eso podría poner en peligro tu SALVACIÓN mi Sacerdote siempre nos dice que esta Comunión sea para tu SALVACIÓN y NO TU CONDENACIÓN hasta para la comunión Espiritual.
Un Sacerdote nos puso un Ejemplo como recibirías si te dijeran el PAPA SE QUEDARA EN TU CASA y al llegar ni siquiera puede poner sus cosa , no hay un reclinatorio, Crucifijo y en limpieza ni para comentarlo, cuadros que incomodan a su vista, ni siquiera algunas palabras en su idioma.
El Vicario de Cristo, estará como quisiera regresar ,se sentiría ofendido.
Como se sentirá el dueño del Universo El sin mancha dentro de uno, sin la gran Misericordia de Dios Padre que su hijo le pidió en la Ultima Cena que le permitiera quedarse de esa manera al ver la debilidad de sus criaturas.
No podemos si lo AMAMOS esta dentro de nuestras ALMAS si lo pospusimos por un Amor, una Pasión, y a EL lo dejamos relegado en un segundo lugar ya que al principio de nuestro enamoramiento no nos permitió el orgullo y nuestra SOBERVIA decir primer mandamiento Amaras a Dios sobre todas las cosas y El otro al no ser libres el no desear otra mujer si no estas libre o hombre poque fornicas.
Recuerden que Jesús les dijo a los Judíos que el vendría a cambiar y que seria punto de contradicción, así que en el Nuevo testamento no estaremos viviendo como en el antiguo y que dejo a Pedro como cabeza y le dijo lo que perdones quedara perdonado y que lo que una Dios que no lo separe El Homre, y ya la Iglesia al ir viendo nuestras debilidades y problemas, mentiras con la falta de responsabilidad nos casamos por la Iglesia, permite Anular el Matrimonio al analizar que uno de lo novios no cumplió en sus promesas o no tenía intenciones de lo que prometio al tiempo hacerlo.
En católica net hay en el internet una sitio de peticiones donde miles de conventos y laicos y iglesia diario piden por las Almas.
Búscalos, para que El espíritu Santo unido a todas esa Oraciones te de Fortalez,Templanza,Sabiduría y ante todo Humildad y reconocimiento de tus pecados , y si tienes hijos decir con todo dolor siempre un error tiene una consecuencia y si uno acepta que al creernos dueños de nosotros en vez de reconocer que somos hijos de Dios y desobedecimos. A ellos les servirá , podrán creer en su Iglesia y amar a Dios si recentimientos
Solo recuerda que tu cambiaste tu CRUZ y en ese momento podías con todo , que te ilumine el Espíritu Santo y mil veces la castidad en este mundo que perder a Dios para la eternidad
unidos en la Oración, sacrificio mi Cruz, Misas, Comuniones, Comuniones Espirituales Rosarios los ofreceré por todos
Sr. Roberto Di Stéfano:
No es mi intención polemizar con Ud.; pero sí quisiera preguntarle, y por supuesto me responderá si desea hacerlo, por ej.:
-¿cuál era la interpretación de la libertad de conciencia en el siglo XIX y cuáles las diferencias con la interpretación dada en el siglo XX? ¿En qué otras cuestiones la Iglesia ha cambiado sus valoraciones como del día a la noche, según sus palabras, que cito?
– ¿por qué oponer sexo y pureza? ¿Quién ha planteado así el tema? Visto de ese modo pareciera que la sexualidad fuera algo impuro. Desde mi punto de vista, más adecuado sería presentarlo como sexualidad y castidad. Y analizar la relación entre ambos.
-no sé que la Iglesia presente como opciones de vida, el celibato y la castidad. En todo caso, el celibato y la virginidad, que por lo general se aplica más a la mujer consagrada. Y siempre que sea por el Reino de los Cielos.
-personalmente entiendo, y acepto que se me corrija si estoy equivocada, que todos estamos llamados a vivir la castidad, claro que cada uno según su estado de vida.
-pienso que, objetivamente, puede pensarse que la vida celibataria y la virginidad por el Reino de los Cielos implican un estado de vida de consagración mayor o más plena a Dios. Esto no quita, que la propia vocación sea para cada uno la mejor, desde un punto de vista subjetivo.
Le aclaro que soy profesora, pero no de su especialidad, y tampoco soy historiadora. Me interesan sus respuestas; pero no me anima, lo reitero, el afán de la polémica.
Gracias.
Prof. María Teresa Rearte
Hay otro tema importantísimo ligado a la negación de la Comunión a los divorciados vueltos a casar, y es el de la negación del sacramento de la reconciliación.
Merece observarse con la debida atención en qué situación queda una persona divorciada y vuelta a casar, cuando no sólo se le niega el poder comulgar, sino que, al acudir al sacramento de la Reconciliación para confesar lo que considera sus «verdaderos» pecados según su conciencia, no encuentra ninguna posibilidad de hacerlo porque también se le cierran las puertas.
Analícese en qué estado de desamparo y en qué callejón sin salida queda el cristiano ante esta situacion, cuando se le exigen conductas imposibles de cumplir para poder darle la absolución, como por ejemplo separarse nuevamente, tener que dejar a la nueva familia que se ha constituido.
De este tema no se habla mucho, aunque deriva del primero. Creo que merece un artículo aparte.
Saludos cordiales,
Graciela Moranchel
Profesora y Licenciada en Teología Dogmática