devediaDetrás de ese hombre corpulento, de voz amable y algo torpe al caminar, sonriente y bondadoso, se escondía una fina inteligencia enriquecida por la erudición, una sensibilidad artístico-cultural poco común y, sobre todo, un estilo de escritura periodística que extrañaremos.

Bartolomé de Vedia nació el 6 de noviembre de 1935. Murió el pasado 12 de agosto, a los 74 años. Con sus artículos, cometió el error de acostumbrar a sus lectores a la mejor prosa y al análisis en profundidad. Error, porque ahora que falta su firma se tiende a juzgar a otros desde su nivel. Sus comentarios cinematográficos y literarios, su equilibrada visión política, su preocupación en temas de educación y cultura han plasmado una sosegada e independiente opinión de peso en los medios de comunicación.

Abogado, docente universitario, periodista especializado en temas culturales, políticos y religiosos, fue presidente de la Academia Nacional de Periodismo, miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, secretario general de redacción y jefe de editoriales del diario La Nación – muchos artículos conocieron su agudeza y su mesura–, y figura referencial para las nuevas generaciones de colegas.

Fue fiel a una visión republicana y democrática, al amor por las letras y el cine, a la mejor tradición cristiana que supo trasuntar en sus escritos y en el afable trato personal. Un hombre religioso y abierto, inclinado a la comprensión de los múltiples matices del enigma existencial. Profundamente argentino, por arraigo y por cultura, y al mismo tiempo universal y ecuménico. Merecedor de los premios Santa Clara de Asís, Estrada y Educar Juntos, Bartolomé de Vedia fue también miembro de la Comisión Arquidiocesana de Cultura, de Justicia y Paz y del Pen Club Argentino.

El pasado 7 de junio recibió el premio a la trayectoria por la Asociación de Cronistas Cinematográficos, en el marco de la 58° entrega de los Premios Cóndor de Plata. En él, la erudición afloraba siempre como cultura asimilada, una forma profunda e íntima de mirar al mundo y a la condición humana. Su exquisita sensibilidad lo llevó muchas veces a dejar en el papel comentarios inolvidables. Supo acercarse a grandes pensadores, escritores y directores cinematográficos, con una original combinación de cariño y hondura crítica. Su reseña, por ejemplo, del último libro de Jean Guitton, Mi testamento filosófico; sus apreciaciones sobre el film Los puentes de Madison, con Meryl Streep y Clint Eastwood; o sus recuerdos a la muerte de Tomás Eloy Martínez, entre otros muchísimos escritos suyos, dan cuenta de las virtudes que queremos señalar. No exento de humor y de bondadosa ironía, su prosa tuvo siempre la placidez de un río de llanura.

A su muerte, tanto en la misa celebrada en la sede de la Pastoral Universitaria, donde fue velado, como en la iglesia del Pilar, antes de su entierro, presidida por su hijo Lorenzo, y acompañado por su numerosa familia y gran cantidad de amigos, colegas y discípulos, se palpaba en el afecto la herencia de un hombre íntegro. En esa oportunidad, lo despidieron su nieta mayor, Mercedes; Lauro Laíño, por la Academia de Periodismo; Jorge Gallardo, por la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas; y Julio Saguier, por el diario La Nación. Desde Criterio, revista de la que fue amigo, lector y ocasional consejero, lo recordamos con agradecimiento y afecto.

1 Readers Commented

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  1. Raúl Lascano y Vedia on 4 septiembre, 2010

    Muchísimas gracias. Su ahijado.

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