Antes de ser famoso como realizador, fue crítico de cine. También autor en colaboración con Eric Rohmer (fallecido en enero), de un ensayo sobre Alfred Hitchcock que completa de manera singular el diálogo que François Truffaut había tenido con el director de Psicosis. Hoy Hitchcock es reconocido como autor por la influencia de estos nombres, añadiendo a Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y André Bazin, en suma, la etapa legendaria de Cahiers du Cinéma. Gracias al fundamental aporte de la “teoría del autor”, debe indicarse que con la muerte de Claude Chabrol desaparece no sólo un cineasta sino también otro de esos autores notables. A esa publicación declaraba en 1962: “Paradójicamente, yo afirmo que me dirijo a un mayor número de gente que Hitchcock. No porque yo posea algo más que él, sino porque yo poseo algo menos. En mí existe una pared, una barrera menos que franquear. Es cierto que en Hitchcock se trata de una pared bañada en chocolate”.

El chocolate de Chabrol fue diferente, aunque no menos tentador. Porque reafirmó un estilo donde la hipocresía de las relaciones sociales y los plácidos aires burgueses siempre son insospechadamente corroídos hasta acabar con las apariencias. Una constante de su cine junto con sus gustos de eterno bon vivant. En esa línea, la señal Eurochannel programó –a modo de homenaje– el documental de Olivier

Bourbeillon Gran carrousel, ¿qué motiva a Claude Chabrol? que unió su fino análisis cinematográfico con el culto por la gastronomía en ocasión de su 74 cumpleaños. De sus reflexiones como cineasta anotamos: “Trabajar con el microscopio, más que con el telescopio. Tener un universo cerrado para observar. La casa me parece el símbolo más evidente de ese modo de actuar. Está todo, el encierro, también la noción que tengo del tiempo. Es decir, el pasado existe sólo cuando está presente. Está en el principio de la casa, donde las cosas del pasado existen en el interior, pero en armarios. Hay que abrir los armarios para tener el pasado enfrente”. Inevitablemente, la comida también se hace presente: “Es un modo de agrupar a las personas y verlas actuar. Sobre todo en el universo burgués, la comida es muy importante. No es que siempre se coma bien, pero es una especie de rito”. Su mirada a la burguesía: “Es verdad, traté sobre todo esa clase social, simplemente porque es de donde vengo y lo que mejor conozco. Y, sobre todo ahora, se está transformando pero se puede decir que en los últimos 15 años, fue la única clase que seguía existiendo como tal”. Y una síntesis con humor: “En general, mis burgueses, con pocas excepciones, comen bien… son burgueses bien alimentados”.

Una tarde de domingo la incredulidad ganó el ánimo cinéfilo, Chabrol había muerto. Aunque, por unos instantes, se pensó en otra broma de quien supo manejar los hilos del policial y también del fino humor negro. Pero la despedida –a poco de cumplidos 80 años– fue tan auténtica como entrañable, en la Cinemateca Francesa previa a la ceremonia íntima en el cementerio de Père-Lachaise. Allí estaban sus grandes actores, los directores, productores y amigos. Michel Piccoli, Isabelle Huppert, Natalie Baye, Sandrine Bonnaire, Mathilda May, François Cluzet, Eduard Baer, Agnès Varda, Costantín Costa Gavras y Bertrand Tavernier; los afamados productores Jérôme Seydoux y Marin Karmitz y también el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux. Huppert, indudablemente su última actriz fetiche luego de Stéphane Audran, madre de su tercer hijo Thomas, glosó su personalidad mencionando “su gusto por la vida, su humor, su fidelidad, su amabilidad y su inteligencia”. Como Honoré de Balzac, estudió la vida de las personas condenándolas  a una rica observación y legando una moderna Comedia humana en clave fílmica con Los primos, El bello Sergio, Doble Vida, Estas buenas mujeres, Las infieles, El carnicero, Un asunto de mujeres, La ceremonia, El infierno, Betty, Gracias por el chocolate o La comedia del poder, entre otras. Chabrol, en ese simenoniano juego de conocer la verdad a través de la mentira, elaboró una crítica a la sociedad, sus hábitos y transformaciones a través de su ilimitada capacidad de sugerencia y a un estilo tan exquisito e irrepetible que indudablemente extrañaremos.

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