por Silvina Premat, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2010, 304 páginas.
Conocí el proyecto de este libro antes de que viera la luz pública y tuve una certeza instantánea: sería bueno. Premat compartió conmigo esos momentos previos a la decisión de publicar. Será por eso que miro con ternura y asombro a su hijo de papel. Y me alegro.
La autora, la investigación, el compromiso, los criterios de verdad, el deseo de ver más allá de lo sensible, constituyen una fórmula más que atractiva para que el lector se introduzca –si no lo conoce– y profundice –si ya está al tanto– en la problemática de la vida en las villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires. En tiempos de fuertes cuestionamientos a la Iglesia católica y a sus sacerdotes, los curas villeros parecieran no verse tocados por los escándalos seculares. Ellos siguen su cotidiano con apertura de corazón a todo el que se les acerque. Quizás la clave sea su coherencia, la misma que establece Premat a lo largo del libro, cuando inicia el viaje de su relato partiendo de la historia del padre Carlos Mujica, inspirador del actual Equipo de sacerdotes para las villas de emergencia.
Mujica fue carismático, polémico, jugado hasta el final pero, por sobre todas las cosas, coherente. Subrayo: igual que este grupo de sacerdotes que se sienten felices de ser lo que son y que no se cansan de ser propositivos ante las tan adversas condiciones con que se desayunan cada mañana y que pase lo que pase siga brillando la esperanza.
Desde sus páginas, Curas villeros no miente ni eufemiza: retrata intensamente. Se aleja de la cosmética intelectual para adentrarse con un lenguaje llano en historias mínimas que construyeron y construyen la historia grande de la Argentina. Con pudoroso respeto se adentra en las gentes de las villas y su día a día en la fe. El periodismo redacta en presente lo que los historiadores luego ahondan usando el tiempo pasado. Premat lanza desde su entraña periodística títulos y textos que van a hacer de la lectura un tiempo más que bien invertido. En lo pragmático-real, lo ideal y lo espiritual hace trampolín este texto que se zambulle con mirada atenta en la realidad social y urbana, con conceptos duros –porque la vida es dura– como exclusión, pobreza, marginalidad, delincuencia, droga, violencia, soledad.
“Sólo amor con sabor a eternidad”, reflexiona la autora cuando describe el encuentro de una familia disgregada por el alcohol, que se dio después de 30 años, entre las paredes del hogar de ancianos que funciona en la Villa 31. “Amor con sabor a eternidad” que experimentan a cada paso estos curas ya no tan anónimos, que no dejan de sorprender con su alegría en el servicio y la solidez en la fundamentación de sus argumentos cuando sostienen que la integración urbana de la villa será un bien superador para Buenos Aires.
Por todo esto, Curas villeros es un libro que va a hacer bien al que lo lea: lo que se cuenta es real y, de diferentes modos, ya hizo bien a otros.