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Esta edición de Criterio coincide con el anunciado estreno en la Argentina de la última película del francés Xavier Beauvois. De dioses y hombres fue exhibida previamente en nuestro país como apertura del festival de cine europeo que presentó el director artístico del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, junto a otras producciones de firmas prestigiosas como Ken Loach, Manoel de Oliveira, Gaspar Noé y Radu Muntean. Sin embargo, Frémaux eligió el film que retrata el secuestro y posterior asesinato de siete monjes cistercienses en las montañas del Magreb argelino como carta de presentación, porque sintetizaba un reencuentro con valores, tanto cinematográficos como morales, ausentes habitualmente en el cine. José María Poirier la reseñó en un artículo publicado en la  entrega de enero/febrero bajo el título: “Iglesia y cine, poder y testimonio”. Recientemente fue presentada ante numeroso público en dos preestrenos en Buenos Aires.

Además de ser un testimonio sobre la tragedia de una orden de la Iglesia, De dioses y hombres marca un retorno a la más honda búsqueda espiritual en el cine. En la historia del séptimo arte, el francés Robert Bresson fue quien desarrolló en toda su filmografía el interrogante sobre la relación del hombre con la fe, indagada con igual solvencia por otros cineastas desde diversos ángulos: la crítica mordaz con grandes méritos de Luis Buñuel, que arriba al ateísmo desde una formación jesuita; lo sagrado en lo humano presente en Pier Paolo Pasolini; la necesidad de una respuesta que trascienda la vida terrena en Ingmar Bergman y Krysztof Zanussi; las permanentes preguntas del devenir del hombre que en muchas ocasiones abraza la fe aun en crisis con las instituciones eclesiásticas, como Andrei Tarkovski, Ermanno Olmi e incluso Nanni Moretti; y el paisaje como estado del alma con El cant dels ocells, de Albert Serra, como ejemplo más reciente.

Otras experiencias, ancladas en lo que Rene Briot denomina “fenomenologismo primario” (ver Criterio Nº 2275), invitan a olvidar varios trabajos que en la materia brindó especialmente el cine de Hollywood. Lo espectacular y fantástico en la pantalla impresiona la epidermis de la religión católica, donde el cine no puede ahondar en el misterio de la divinidad remitiéndose a un carácter bíblicoenciclopedista. La celebrada película La Pasión, de Mel Gibson, transita este camino: un calvario que exuda sangre.

Sin embargo, el martirio de los monjes del film de Xavier Beauvois se relata con profunda espiritualidad, sensibilidad y humanismo sin anteponer la crueldad visual. La violencia conceptual del fundamentalismo y la guerra subyacen en el relato sin recurrir a ejemplos extremos. En definitiva, De dioses y hombres es la película que debiera promover la Iglesia como material cultural y de diálogo interreligioso. Con profundidad poética y vibración social, el film también enseña que no siempre las instituciones advierten a tiempo el valor de la acción de sus mejores hombres.

1 Readers Commented

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  1. Alfredo Barcia on 15 julio, 2011

    Coincido con lo expresado en la revista. Es una película conmovedora realizada en un lenguaje cinematográfico despojado y directo (imagen y sonido) con una escena de antología en el momento de la aceptación de la vocación hasta sus últimas consecuencias. Profundidad inusual. Completa.

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