La medida de los esfuerzos por estar contento refleja la convicción de llevar a la práctica lo que se siente y se cree. Es más o menos común que cada uno tenga una moral. Los que saben del tema dicen que puede ser autónoma (cuando la elabora uno mismo) o heterónoma (cuando se la toma de un entorno externo). Si alguien carece de moral, en castellano se dice que es un amoral; si alguien, teniendo una moral, reconocida o no, no actúa de acuerdo a ella, se dice que es un inmoral; y si alguien vive y actúa según su moral, se dice que está contenido o contento. Con la globalización y el tremendo impacto que tienen los medios, la mayoría conocemos las dos primeras calificaciones, (hasta con ejemplos), pero creo que no mucho la tercera.
Jerónimo del Rey
En 1945 se publicó en Buenos Aires uno de los libros del padre Leonardo Castellani que tiene como título Las canciones de Militis y como autor a su pseudónimo Jerónimo del Rey. Uno de los capítulos se titula “Descontentos”, donde el autor explica qué es el contento y su relación con algunos sectores de nuestra sociedad. Aquí van unos párrafos: “El contento, según los psicólogos, es el cimiento del edificio de la dicha, cuyas paredes son los goces y alegrías y cuya cúpula es el júbilo, llamado también embeleso, rapto, éxtasis, transporte de la visión creadora, etc., causado éste, según dicen, por la presencia o posesión del Último Fin o Bien Supremo. El contento consiste en contenerse dentro del cerco de las propias posibilidades: contentus en latín significa contenido, del verbo continere, que significa tenerse firme por todos lados. El contento tiene tres grados: resignación, conformidad y satisfacción. Ninguno de estos grados se puede conseguir sino en función intelectual, porque la convicción intelectual es lo que pone estabilidad en nuestra alma y causa ese asiento y esa paz psíquica, ese equilibrio llamado contento. Para ser capaz de contentarse en este mundo es necesario tener lo que llaman principios”.
Castellani dice que el contento tiene tres grados aunque parece que, al fin de cuentas, son cuatro, ya que cualquiera puede estar:
contento y resignado,
contento y conforme,
contento y satisfecho,
contento y jubiloso, que es como usamos el término por aquí: “¡Estoy contento porque me saqué la lotería!”
Medio engañoso esto último, porque de aquí se podría suponer que el contento es un estado que se daría en el ámbito de los puros sentimientos, algo así como contento=alegría, gozo; y parece que no es tan así ya que, según el texto de Castellani, “ninguno de estos grados se puede conseguir sino en función intelectual”. Así que, mire usted, qué paradoja graciosa: uno podría sentirse triste y estar contento, todo al mismo tiempo, cosa nada inusual en cualquier creyente.
Por otra parte, por esto de la “función/convicción intelectual”, pareciera que transitar por un camino racional es la mejor forma de llegar al estado de contento. Esa sería también la forma de evitar que el alma confunda ese estado con una mera emoción o sentimiento, quizá efímero y que también tiene su buen valor, mas no alcanza para causar “ese asiento y esa paz psíquica, ese equilibrio llamado contento”. Entonces, ¿sería algo sólo para los llamados intelectuales? Como si los que no acumulamos suficientes horas áulicas con los consiguientes aterradores exámenes aprobados, aunque a veces nos falle la capacidad para memorizar, no tuviéramos también intelecto.1 La respuesta está también en el texto de Castellani: “Para ser capaz de contentarse en este mundo es necesario tener lo que llaman ‘principios’”. De donde resultaría que si uno tiene el intelecto “académicamente” cultivado le ayudaría; mientras que los pobres de espíritu nos tendríamos que arreglar con los “valores” (¿principios?) logrados en la formación familiar y en los entornos donde nos ha tocado crecer.
La resignación
Merece un análisis aparte el estado de contento y resignado, ya que hubo alguien que consideró la resignación como una de la falsas salidas de los estúpidos: “Las dos únicas reacciones del estúpido serán la resignación o la violencia, dos falsas salidas, dos fracasos… Hablo siempre de lo que ocurre en la mente”.2
A mí no me parece que los resignados desemboquen necesariamente en una situación tan lamentable, ya que hay cierta resignación en la que no falta la esperanza. Por ejemplo, trato de ser lo más resiliente posible en esta circunstancia desfavorable que me aqueja, orando con fe e insistencia sin abandonar la búsqueda inteligente de salidas con deseo e imaginación y, ¿quién sabe?, en el futuro podría aparecer algo dentro o fuera de mi control que me permita superar la situación. Precisamente esta búsqueda es la que evita que el resignado sea estúpido, palabra que viene de stupere: quedarse trabado o estupefacto, sin posibilidad de reacciones positivas (siempre refiriéndonos al ámbito del alma). Moraleja: si te toca estar des-contenido, mejor que no resbales para el lado de la estupidez.
¿Y que sería, concretamente, esto de estar contento? Castellani dijo que incluye “contenerse dentro de las propias posibilidades”. ¿Implicaría una difícil y forzosamente subjetiva introspección que permita comenzar conociéndose a uno mismo lo mejor posible y de ahí determinar las propias posibilidades? Cuando a Sócrates lo llevaron al terreno de las virtudes y del dominio de sí mismo, recordó a sus interlocutores la inscripción en el templo de Delfos:”Conócete a ti mismo”. Para estar contento vendría bien, aunque no es imprescindible, cumplir exitosamente con tan exigente esfuerzo, si además uno lograse conocer la propia condición, tanto individual como social, y los límites (o el “cerco”, según Castellani) inherentes a esas condiciones. ¿Ejemplo? Consideremos al integrante de una orquesta: si objetivamente conoce sus condiciones, tanto en lo que hace a su habilidad para ejecutar su instrumento como el hacerlo sonar armoniosamente y en orden con los demás, tiene la mayor parte de la batalla ganada; el resto sería llevar esa combinación de conocimientos y sentimientos a la práctica. Ayúdeme a pensar con el ejemplo de una familia: cónyuges, padres, hijos… en santo orden y concierto.
Es enorme la responsabilidad que tienen de estar contentos quienes ejercen alguna forma de poder o dirigencia. En el ejemplo de la orquesta, imagine cómo se les allanarían los caminos a nuestros intérpretes si el director también lograse estar contento…
Esfuerzos e intenciones
En tren de comparaciones y salvando las distancias, ¿con qué compararé el estado de contento para que esta generación incrédula, indiferente y relativista me entienda?
Había una vez, en un lugar no muy lejano al que estamos ahora, multitud de gente con sobrepeso o, directamente, gordos, los pobres. ¿Por ignorancia? ¡No! Ellos sabían bastante bien acerca de alimentación sana, angustia oral, beneficios de las actividades físicas, dietas eficaces y demás. Pero la mayoría seguía conviviendo con su sobrepeso o su obesidad y con los trastornos derivados. Por supuesto, tenían explicaciones inteligentes para descartar o postergar actitudes o acciones que los llevaran a mejorar. No olvidar que hubo alguien (no puedo recordar ahora quien) que exclamó o escribió: “La grandes mayorías… no me hable de las grandes mayorías… su principal anhelo es que las dejen tranquilas, sumidas en sus propias confusiones”. Y bueno, dígame usted si estar des-contento, no es más o menos lo mismo que ser gordito, hoy día…
La medida de mis esfuerzos por estar contento reflejará la calidad de mis intenciones de vivir auténticamente mis convicciones, ya que ese estado tiene que ver con llevar a la práctica lo que siento y creo. Vea qué cosa, sorpresivamente fuimos a parar al ámbito de la moral…
1. Intelecto: entendimiento, potencia cognoscitiva racional del alma humana. (Diccionario de la Real Academia Española)
2.”La viveza, entre la inteligencia y la estupidez”, escrito por Marco Denevi y publicado hace muchos años en el diario La Nación, que merecería ser desempolvado hoy día.
4 Readers Commented
Join discussionNo es tan así lo que plantea el autor de la nota en la introducción. Aclaremos un poco: primero, habla de sentir y creer. ¿Y el pensar? Segundo: por naturaleza el hombre es siempre un ser moral. Sólo alguien que careciera de la función intelectual no puede comportarse moralmente. En tal caso, diría que es inmoral, o mejor amoral. Ambos prefijos, «in» y «a» indican negación de la moralidad. El obrar bien o mal, de acuerdo o no con la moral, es honesto o deshonesto, respectivamente. Pero tanto el que obra el bien como el que obra el mal, ambos obran moralmente. Tercero, tampoco estoy de acuerdo con la forma de distinguir entre moral autónoma y heterónoma. Con el modo de expresar esa distinción.
Lo que sigue sobre la globalización, las calificaciones, etc. requeriría dejar claro todo lo anterior. No coincido con la «simplificación» que hace del tema en esa introducción. Después veremos el resto.
Prof. María Teresa Rearte
Estimado Sr. Slica. Su artículo me parece impecable. Excelente reflexión. Me gustaria tomar contacto con usted para que dé una charla en la cátedra que presido.
Si es tan gentil de acercarme su mail lo agradeceré.
Atte.
Lic., Martin Horacio
Es claro el artículo, pero sobre todo, nos invita a reflexionar. Algo que, actualmente, estamos dejando de hacer.
También me hizo pensar el comentario de María Teresa, le agradezco porque me hizo profundizar y repensar alguna de las cuestiones que usted plantea.
Permítame comentarle alguna de mis consultas:
Cuando el autor plantea sobre el sentir y el creer, usted alude a la omisión de pensar. Pero justamente el pensar está dentro del creer.
Según el diccionario de la Real Academia española:
Creer: Pensar, juzgar, sospechar algo o estar persuadido de ello. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado.
Luego coincido con usted que el hombre es moral. No estoy de acuerdo con confundir amoral con inmoral.
Según la RAE:
Amoral: Dicho de una persona: Desprovista de sentido moral. La amoralidad suele ser defendida por el taoísmo, que considera que la moral corrompe al ser humano ya que lo obliga a hacer cosas buenas cuando no está preparado para eso y le prohíbe hacer cosas malas aún cuando necesita experimentar para comprender las repercusiones de sus actos.
Inmoral: Que se opone a la moral o a las buenas costumbres.
Más allá de que la introducción requiera profundizar algunos conceptos. Creo que el artículo apunta a la reflexión sobre estár contento, o contenido. Y creo que logra su objetivo.
Atte.
Para Martin, que entiendo me deja una consulta.
-el diccionario de la RAE, que Ud. menciona, dice que creer es tener por cierto algo que el entendimieto no alcanza a conocer. De paso que cierto no es igual a verdadero, sino a la seguridad o certeza conque asentimos en un conocimiento. O no.
Se cree por ej. sin ver, sin comprobar basándonos en el crédito que nos merezca una persona, por ej. alguien me cuenta que presenció un accidente, yo no lo vi, pero le creo.
Jesús dice felices los que crean sin haber visto. Esto es fe.
Conocer: es por los datos de los sentidos, que la inteligencia elabora. O por el sólo conocimiento intelectual. Ej. la ciencia. De paso una aclaraión cierto no equivale a verdadero. Cierto tiene que ver con la certeza o los grados de asentimiento que prestemos a algún conocimiento.
amoral e inmoral son lo mismo: el prefijo «a» lo mismo que «in» indican negación o falta de la capacidad moral en una persona, por ej. por falta de inteligencia (idiocia) De modo que , como eso es muy raro, todos somos forzadamente seres morales.
El obrar bien o el obrar mal, el cumplir una ley o no, decir la verdad o mentir, eso es ser honesto o deshonesto. Obrar moralmente bien u obrar moralmente mal.
Teniendo en cuenta que todos tenemos inteligencia para conocer y voluntad libre, somos constitutivamente seres morales.
Desde el punto de vista de las reglas o normas morales, de la ley moral, si las cumplimos somos moralmente buenos y si no lo hacemos somos moralmente malos. Honestos o deshonestos.
Espero haber respondido con un poco de claridad su pregunta. Como no hablamos así a veces cuesta aclararlo. Saludos.
María Teresa