En La danza del amor, Carlos Avellaneda aporta un estudio sobre la pareja actual y una sólida reflexión teológica acerca de una renovada espiritualidad matrimonial cristiana.La analogía de la danza con la dinámica vincular amorosa de la pareja –el hallazgo que da título al libro– permite visualizar la relación entre autonomía y vínculo, libertad de movimiento y sostén solidario, respeto recíproco y armonización de las diferencias entre los cónyuges con la creatividad, independencia y cooperación mutua de los bailarines. El texto es el fruto de una reciente investigación llevada a cabo en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma sumada a la larga experiencia docente y pastoral del autor en la diócesis de San Isidro. La obra integra perspectivas antropológicas, teológicas y pastorales, con la intención de inducir una nueva reflexión en el seno de la Iglesia sobre el presente y el futuro del matrimonio y la familia. Al desdibujarse los marcos sociales y valorativos tradicionales, la indisolubilidad del vínculo amoroso se sostendrá en el futuro en su fortaleza interna, es decir dependerá de la calidad de la relación, más que de la sujeción a leyes civiles o a preceptos religiosos. Precisamente por ello la crisis esconde una oportunidad al buscar su salida en el atributo esencial de la persona que es el amor de reciprocidad.
En el mundo de hoy se constata una paradoja: el hombre y la mujer ya no pueden vivir juntos pero tampoco separados. En consecuencia es el modo de vivir el vínculo de la pareja lo que está marchando mal, tanto como las aspiraciones y actitudes de las personas. Se observa una voluntad de afirmación individual –que obviamente incide en la estabilidad del vínculo– y un desplazamiento de la importancia relativa de los roles de ambos cónyuges enfatizando la autonomía de la mujer.
No obstante los rasgos de individualismo, narcisismo y relativismo que caracterizan nuestro presente, la Iglesia no concentra sus esfuerzos en luchar contra los antivalores de una cultura sino en el crecimiento de los valores que puedan descubrirse en ella. Su misión –sostiene Avellaneda– es articular un mensaje capaz de responder, desde el evangelio, a los interrogantes que animan y condicionan la conducta del hombre de hoy. Por lo tanto, la Iglesia tiene por delante la tarea de acompañar la búsqueda de los nuevos modos de ser varón, de ser mujer, de vivir el amor en la pareja y de construir la unidad familiar, ya que existe en las parejas la demanda de sentido y la necesidad de recibir ayuda para saber cómo vivir mejor. Nos toca vivir un tiempo de búsquedas que nos permita cambiar el abordaje reductivamente moralista, ideológico y espiritualista de la vida conyugal y avanzar hacia una mirada integradora del vínculo amoroso donde lo espiritual, lo afectivo y lo erótico se integren en una visión positiva y personalizadora.
En perspectiva teológica, el matrimonio cristiano manifiesta toda su grandeza. Desde la creación hasta el Apocalipsis la presencia y relación de Dios con el hombre se desarrolla en un plano esponsal con un énfasis e insistencia que permiten afirmar que la unión del hombre y la mujer no es sólo una analogía del amor creador, redentor y trinitario de Dios sino que es su expresión encarnada más explícita. En otras palabras, el sacramento se actualiza y manifiesta principalmente en la unión de los cónyuges, confirmada en el marco de la celebración litúrgica.
La espiritualidad matrimonial es la práctica que permite vivir en coherencia con la fe y sostener el amor de la pareja. Ella deberá expresar entonces, además de la dimensión personal, una dimensión comunitaria o vincular, hasta ahora escasamente reconocida. La espiritualidad matrimonial es una espiritualidad vincular encarnada, que asume la existencia concreta de los cónyuges para que, en el devenir cotidiano de sus vidas y por el modo como ellos la vivan, se recree la intimidad nupcial que anhelan, con la que sueñan, por la que sufren y en la que esperan, dinamizando su crecimiento hasta llegar a la madurez que corresponde a la plenitud en Cristo. De tal manera, la espiritualidad matrimonial no se reduce a un proceso de maduración psicológica y, sin embargo, es profundamente sanadora porque alienta una coherencia entre fe y vida, tal que la fe anima la vida y ésta ilumina y confirma la fe.
Sin concesiones a la identidad del mensaje evangélico, la obra manifiesta una actitud abierta y empática hacia las cuestiones del matrimonio y la familia de hoy. Constituye así una valiosa contribución al discernimiento de los “signos de pos” en la materia y aporta valiosas reflexiones para la oración personal o compartida.
2 Readers Commented
Join discussion¿Por qué no asumir con esa mirada integradora, aquí propuesta, la paternidad responsable.? Sobre todo cuando el grave problema del aborto sigue siendo una amenaza que se cierne sobre la vida humana,. Por la cual se culpa y criminaliza a la mujer, planteando el problema con una mirada individualista, sexista, que excluye al padre de toda responsabilidad.
Se mencionan tantos puntos para el abordaje de la relación de los esposos, que me pregunto ¿por qué no también plantearse el bien de los hijos, planificando una familia, asumiendo responsablemente su amor.
Me sorprende, por otra parte, el escaso o nulo interés de los lectores de Criterio por estos temas, en tanto son numerosos aquéllos que comentan sobre política. Además de numerosos, predominantemene masculinos.
Es real que cada uno lee aquéllo que es de su interés. ¿Por qué esto no interesa o al menos inquieta? Es sólo una pregunta.
Con todo respeto. Gracias.
Prof. María Teresa Rearte
Lea amoris laetitia y vera que estan todas estas cuestiones claramente explicadas por el papa y los obispos en 2 sinodos