Siria ocupa hoy el centro de atención de las potencias mundiales y de todo Medio Oriente en su creciente conflicto.La opinión pública se habitúa a las desgracias que les suceden a otros pueblos. Lo que aconteció durante el último año en países de la región medio oriental demostró no sólo que la denominada “primavera” era más una expresión de buenos deseos que una realidad, sino también que es posible habituarse a lo peor. Y que lo peor nunca se sabe cuál es, porque no hay límites. Siempre se puede descender más. No existe un “fondo”.

Lo que está ocurriendo en Siria son crecientes masacres cotidianas que ya alcanzan más de 8.000 víctimas, son modalidades de represión y tácticas propias de una guerra, es un régimen atrincherado y abroquelado que todavía cuenta con sustancial apoyo interno y con escasos pero esenciales aliados, es una comunidad internacional que no atina a hallar una salida razonable al desangramiento de la población, y es la amenaza de un posible empeoramiento de la situación, en el caso de caer el régimen, debido al ánimo de venganza de los eventuales triunfadores. Así las cosas, aquello de la “primavera”, de la “revolución”, incluso del “despertar” de las esperanzas de salir de la noche de la opresión, parece más una entelequia que una realidad.

Nos vemos obligados por las circunstancias a volver una vez más sobre un conflicto que parece trillado. Y sin embargo, lo grave es que no es el único caso y, si profundizamos, ni siquiera el peor.

Hasta ahora, el mayor de los horrores sucedidos no se lo adjudica Siria, sino la orgía de destrucción y muerte que arrastró el final del régimen libio, que parece ya archivado y casi olvidado. Si la visión se proyecta hacia el futuro, la amenaza de una guerra más grande, es decir, entre potencias militares de mayor relevancia, regionales y globales, empeñadas en un conflicto de gran envergadura, se presenta como algo posible. Ante semejante perspectiva, ¿qué hacer?

La perplejidad o el cálculo que predominan entre los actores centrales del drama –inevitable en un escenario de “realpolitik” clásico– son insuficientes para justificar o siquiera explicar lo que puede sobrevenir. ¿Cómo permanecer indiferentes ante un régimen como el sirio que continúa la masacre de sus sublevados enemigos internos; o, por otra parte, prever que éstos, en un eventual triunfo sobre el régimen, descarguen una venganza tal que haga empalidecer lo sucedido hasta ahora?

Mientras los principales actores de esta tragedia –y son unos cuantos: aliados, vecinos, grandes potencias, enemigos declarados…– continúan sus cálculos, la gente sigue muriendo, de a centenares, en las calles de muchos países del mundo. Para la mayoría, es casi un “espectáculo”, algo que se ve por televisión, o se lee por internet. Para los que lo padecen, es la diferencia que pasa entre la vida y la muerte.

Pero lo que puede suceder de ahora en más ya no será tan sólo un “espectáculo”. Si se ataca a Irán antes de que este país logre contar con el armamento nuclear y si, además, se incluye una confrontación por el estrecho de Hormuz entre Irán y los Estados Unidos (un tercio del petróleo circula por ese estrecho) y se involucran otras potencias, el panorama resultará peor que una pesadilla.

¿Habrá lugar para la “sorpresa” o la perplejidad, en tal caso? Seria hipócrita aceptarlo, dado que se viene anunciando desde hace varios meses y de sorpresa ya no puede tener nada. ¿Es posible que la comunidad internacional quede inerme, sujeta a una brutal amenaza para la economía global, a la seguridad internacional más elemental y hasta al valor supremo de la paz? No existe planteo más realista que uno tan crudo y brutal como éste. Los gobiernos de los países del mundo, grandes o chicos, potencias mundiales, regionales o ninguna de ambas, deben asumir responsabilidades. No debería ser posible dejar que se precipite una catástrofe como las que ocurrieron en la historia del siglo XX sin acudir antes y no después, a los instrumentos que ya existen y están disponibles. Las sanciones, intervenciones forzadas, improvisaciones y otros instrumentos, se han demostrado ineficientes. Parece necesario antes de llegar a lo peor, un salto de calidad.

 

1 Readers Commented

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  1. gabriel on 27 marzo, 2012

    Muchas veces los medios acusan a Israel de toda la problemática de Oriente Medio, siendo este el único país de la región con gobierno democrático y con total libertad religiosa; creo que alguna vez se debería estudiar más el tema de los conflictos antes de emitir una opinión, más allá del derecho del pueblo palestino a su estado.
    Mientras los cristianos son perseguidos y asesinados en lugares como Egipto ó Sudán; dentro de Israel la grey cristiana puede desarrollarse en paz, un ejemplo de ello son las recientes modificaciones al edificio de la basílica en Nazaret.

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