La miniserie española Carta a Eva, dirigida por Agustí Villaronga, y la película argentina Puerta de Hierro, de Víctor Laplace y Dieguillo Fernández, se proponen, con atractivo y buen tono, retratar la historia y algunos episodios de la intimidad del líder político. Parece que la pantalla, a ambos lados del océano, quisiera parafrasear a Sarmiento, diciendo, en diversos tonos, “¡Sombra terrible, burlona, mítica, sagaz, indesechable, histriónica, argentina, luminosa, sombra antigua de Perón, voy a evocarte!”. Una miniserie española y una película nacional con esas intenciones, ambas bien hechas y atractivas, se presentaron respectivamente en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata, y se verán este año, para conocimiento y diversión del público de diversas edades. Este año, especialmente, los historiadores discutirán sobre ciertas fechas: supuesto nacimiento en Roque Pérez, 1893; egreso como subteniente de infantería, 1913; participación en una logia militar y golpe de Estado, 1943, muerte de su madre en Comodoro Rivadavia, 1953; supuesta iniciación en la logia PDue, 1963; regreso y reelección triunfal, 1973. Muchos discutirán también sobre la masacre de Ezeiza, aunque seguramente pocos recordarán que, como Leonardo Favio estaba en un palco de la derecha, la izquierda habló pestes de él durante años, y luego, sin disculparse, se lo apropió para su altar profano. En fin, usos y mezquindades de la política, continua reescritora de la historia. Vayamos a lo nuestro. Puerta de Hierro, de Víctor Laplace y Dieguillo Fernández, fue recibida con aplausos espontáneos y agradecimientos en Mar del Plata, y elogiada incluso por Martínez Suárez, que no tiene nada de peronista pero sí mucho de cine, y años y experiencia suficientes como para hablar con harto conocimiento.

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Básicamente centrada en 1972 (con escenas en 1955-6 y 1964), impresionan aquí las actuaciones, la ambientación en todos sus detalles, y particularmente los diálogos, donde el León Herbívoro elucubra su estrategia de regreso mientras asiste perplejo a la creciente influencia de López Rega sobre Isabelita. Laplace ha vuelto a encarnar al General, y lo hace todavía mejor que en Eva Perón. Al mismo nivel está el elenco, encabezado por Javier Lombardo como el fiel Jorge Antonio, Sergio Surraco en rol de Rodolfo Galimberti, Victoria Carreras, Hugo del Carril hijo en breve pero hermosa escena, y, sobre todo, Fito Yanelli como El Brujo. El perverso de la película. “¿Le van a mandar un dvd a María Estela?”, preguntó alguien capciosamente, después de la función. “Puede ser”, respondió el director. Por supuesto, el argumento santifica un poco a Perón, lo hace inocente de algunas cosas, pero también destaca sus dudas, indecisiones y reticencias, sus consejos contra la violencia en algunos casos, sus manejos a dos puntas, y el sentimiento de soledad que lo lleva al recuerdo de su madre frente a otra persona. Esa otra persona es una creación discutible pero eficaz de los guionistas: una joven española que el viejo exiliado visita en secreto, sólo para charlar con alguien que no espera nada de él. Entre los varios diálogos, es destacable la inclusión de párrafos del propio Perón, como el siguiente, donde explica la caída del ’55: “Nuestros enemigos no nos han derrotado; sino que hemos caído víctimas de nuestras propias debilidades internas. O, con mayor rigor, de nuestras defecciones, de nuestro aburguesamiento. Un movimiento político cuyos dirigentes no estén dotados de una profunda moral, que no estén persuadidos de que ésta es una función de sacrificio y no una ganga; que no estén armados de probada abnegación; que no sean hombres humildes y trabajadores; ese movimiento está destinado a morir, a corto o largo plazo, tan pronto trascienda que los hombres que lo conducen y dirigen no tienen condiciones suficientes para hacerlo”. Párrafos como éste provocarán tal vez algunas suspicacias. Serán bienvenidas.

No tantas suspicacias, sino burlas y palos directos incitará en cambio entre los españoles la miniserie Carta a Eva, donde una joven, linda, canchera y compradora Eva Duarte de Perón se gana el entusiasta cariño del pueblo español a despecho de la envarada Carmen Polo de Franco. Ni qué hablar del Generalísimo, temible ridículo que frente a dos órdenes de fusilamiento para una misma persona sólo se le ocurre concederle un indulto para que no la fusilen dos veces. Humor español, cruel, que imagina a los Franco en un dormitorio semi oscuro, durmiendo cada uno en su cama boca arriba, bajo unos respaldos que parecen lápidas, mientras en el Nuevo Continente los Perón retozan a sus anchas por toda la casa y con todas las luces prendidas. La historia se basa en un hecho real, y tiene una tercera protagonista: Juana Doña, la última condenada a muerte por aquel régimen, una comunista que había tirado un petardo ante la embajada argentina en Madrid como protesta por la visita de “esa fascista” que llegaba con la promesa de barcos de trigo para la península hambrienta. A instancias de la abuela, el pequeño hijo de la condenada escribió a Eva para que intercediera en el Palacio del Pardo. Y ella intercedió y se impuso. La presa sobrevivió al franquismo, fue luego dirigente y escritora, y murió en 2003 sin agradecer jamás a su salvadora, pero esa es otra historia, bastante común por otro lado.

La miniserie va alternando, entonces, dos tonos: dramático, grisón, en las escenas de los pobres rebeldes, las comisarías y cárceles (por suerte hay un cura piadoso con las presas), y cada vez más cómico y luminoso en las confrontaciones de dos parejas de gobernantes que son también dos filosofías de vida, donde la joven argentina se divierte discutiendo con su anfitriona el papel que debe cumplir la esposa de un líder, el voto de la mujer, la anulación de la pena de muerte (dos avances que ya podíamos ostentar frente a España), etcétera. Ella y su delegación son tan agradables que hasta sus evidentes negociados y avivadas nos caen bien. Y el propio público de San Sebastián los festejaba. ¿El auténtico savoir-vivre argentino? Quién sabe. Autor, el catalán Agustí Villaronga. Principales intérpretes, todos muy buenos, Julieta Cardinali, Ana Torrent (la niña de La colmena ya hace papeles de mujer avinagrada), Carmen Maura, Nora Navas y Jesús Castejón. También hay un dúo de varieté con la entonación propia de los porteños de los ’40; y entre los personajes aparecen Ana de Pombo, olvidada modista de Eva, y el torero argentino Raúl Rovira. Únicos reproches, un tango a lo Valentino, y un Perón fumando en pipa y más parecido al general Aramburu que a don Juan Domingo. Un detalle interesante: acá vemos cómo Eva Duarte de Perón habría empezado a canalizar hacia niveles superiores su espíritu de actriz dedicada a darle al público un sueño exaltador. Según dicen, el asunto estaría más desarrollado en un documental español sobre la fascinación que esa visita despertó en el pueblo y el fastidio que causó a los gobernantes: La sombra de Evita, de Xavier Gassio. No lo hemos visto, todavía.

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