Una minuciosa reconstrucción de la trayectoria de El Pueblo, a propósito del libro de Miranda Lida La rotativa de Dios. Prensa católica y sociedad en Buenos Aires (Buenos Aires, Biblos, 2012, 182 páginas). Quien esté interesado en la trayectoria de El Pueblo, sin dudas el diario católico argentino más importante del siglo XX, puede encontrar en las librerías el reciente trabajo de la historiadora Miranda Lida, La rotativa de Dios.
En nuestro país, los estudios sobre la prensa católica se han desarrollado en los últimos años aunque, en general, limitándose a la descripción del perfil ideológico de los medios o de sus posicionamientos frente a los hechos políticos más importantes. El mencionado libro de Lida se aleja de esta perspectiva, para ofrecer un análisis de mayor densidad que integra una mirada de lo político y lo cultural desde la historia social.
El libro ofrece un detallado recorrido a través de los sesenta años en que el tradicional periódico católico estuvo en la calle (1900-1960). De todas formas, es necesario aclarar que no se trata simplemente de la “Historia” de El Pueblo; por el contrario, el diario constituye una puerta de ingreso al complejo universo católico de la primera mitad del siglo XX. En este sentido, la propuesta discurre entre un estudio de caso y un análisis más general sobre el catolicismo de masas.
Aquellos que se hayan acercado a la anterior producción académica de la autora estarán familiarizados con las hipótesis que articulan su análisis. La primera tiene que ver con la relativización de la interpretación rupturista con la que habitualmente se observó al catolicismo argentino en la década de 1930. Sin desconocer el status social y político que alcanzó el catolicismo en esa década, Lida propone un recorrido de largo aliento que matiza rupturas y permite que afloren continuidades.
En segundo lugar, se distancia de las miradas centradas exclusivamente en el eje político y sostiene que la prensa confesional intervenía en una variedad de actividades que reflejaban la articulación del catolicismo con la sociedad de masas. Por último, y en lo que constituye la hipótesis específica del trabajo, sostiene la existencia de una relación estrecha entre la radicalización del discurso del diario y su proceso de modernización. En este sentido, la idea de recristianización de la sociedad fue funcional al intento por consolidar la empresa editorial reforzando la identificación de los lectores y acrecentando la difusión del diario.
La autora hilvana su análisis a través de diez capítulos a los que agrega una breve conclusión donde retoma las hipótesis mencionadas. El primer capítulo sitúa al lector ante la prensa confesional de finales del siglo XIX para exponer que los diarios decimonónicos no fueron simples tribunas de ideas, sino verdaderos articuladores del movimiento católico en su conjunto. Planteada esta caracterización, comienza a transitar, ya en el segundo capítulo, la trayectoria del ldiario El Pueblo en sus primeros años, cuando ya se proyectaba como una empresa con objetivos de largo alcance y sobre todo, socialmente inclusiva. En el tercer capítulo Lida muestra las tensiones que se generaron a partir de los posicionamientos políticos del diario, especialmente, del apoyo que le brindó a la Unión Cívica Radical. En el capítulo siguiente aborda los años ‘20, años de intensa transformación para el periódico. En esta etapa se atenuaron sus compromisos políticos más explícitos y se avanzó en la modernización que lo convertiría, poco después, en el verdadero diario católico nacional. Esta modernización se completó en la segunda mitad de la década con la particularidad de que vino de la mano de un radicalizado discurso integrista que instaló al diario en el centro de la escena, anudando el triunfo católico a su propia consolidación como difusor de la cruzada. A este tema está dedicado el quinto capítulo.
Según puede observarse en el sexto capítulo, la modernización en clave de cruzada alcanzó su máxima expresión en los ‘30, cuando el diario vivió sus años dorados. El éxito en la reconquista de la sociedad dependió, en buena medida, del desarrollo de las industrias culturales católicas encargadas de transmitir el ideario cristiano y de vincular a la Iglesia con la sociedad. En esta dirección, al analizar cómo los lectores recibían el diario y los vínculos que establecían con él, el libro muestra una multiplicidad de formas de interacción que escaparían a un análisis centrado exclusivamente en lo político. Igualmente, como puede apreciarse en el octavo capítulo, Miranda Lida no ignora de qué manera intervino El Pueblo frente a los hechos políticos más trascendentes, ya que cuestiones como la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial, el golpe de estado de junio del 1943 o el ascenso de Perón, están presentes aunque de una manera un poco más impresionista.
El análisis es más exhaustivo a la hora de transitar las vicisitudes que vivió El Pueblo durante el peronismo, tema del noveno capítulo. Lida entiende que la clausura del diario en diciembre de 1954 no estuvo inscripta en el devenir de la relación con el peronismo. Aquí, la reconstrucción histórica muestra que no es posible hablar de un posicionamiento antiperonista por parte de El Pueblo y que, según sostiene en el último capítulo, esa imagen fue cultivada por el propio diario luego del derrocamiento de Perón con el objetivo de reubicarse en el nuevo escenario político. Esta comprobación conlleva una reflexión -tal como esboza la autora en la conclusión- sobre las formas de acercarse al esquivo objeto de estudio que constituye la prensa. La autora nos recuerda los equívocos en los que puede caer el investigador cuando asume literalmente las imágenes que ofrecen los actores o hace suyas sus interpretaciones, sin considerarlas construcciones históricas puestas en funcionamiento en un contexto particular.
Por todo lo expuesto, se debe destacar que el libro de Miranda Lida constituye uno de los análisis sobre la prensa católica mejor logrados. Su detallada reconstrucción de los mecanismos a través de los cuales el diario se consolidó como empresa, de los vínculos establecidos con los lectores y de la diversidad de actividades en las que participaba resulta fundamental para obtener una imagen compleja del universo católico de la primera mitad del siglo XX.
El autor es licenciado y profesor de Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador del CONICET.
1 Readers Commented
Join discussionQueridos Hermanos: estaría encantado en que pudiesen utilizar estas palabras que le dediqué a la Virgen de Lujan. Más que nada, como mariano y como escritor, sería un orgullo que publicaran este texto en honor a la Madre de la Patria. Muchas gracias
Patrona Morenita
Los bueyes contradicen órdenes pero acatan el auténtico mandato; saben que la carga es pesada pero la paz es liviana. ¿Cómo contradecir el ruego de la morenita si su voz de mando contradice a los modales del patrón? De San Pablo a Sumampa era el deseo de hombres de estancia; más de arriba a este suelo, encomienda del cielo pa´ un pueblo entero. Acá y allá van repitiendo que fue pesado el compromiso de su vestido con la patria hermana de color cielo. Tu decisión rugió fuerte como endurecieron el yugo y las pértigas del carro santo.
Desde el Puerto hasta Luján, es la distancia justa pa´ intuir lo que los descreídos nunca han de entender. Sí, mi Patrona Morenita, la gente humilde descubre fácilmente la sencillez en lo sencillo: las mismas noches y los mismos días que el güen hombre tardó en ganar altura y el socorro de las almas.
Dormido, pero entre mates y el canturreo de unas aves tempraneras, el morochito Manuel me acerca dulcemente esta pluma que sacó prestada a Don Rosendo. Manuel no sabe escribir ni tampoco leer; pero qué lindo canta y reza frente a su gruta en el amanecer.
Agustín Ríos