La desocupación y la ausencia del Estado han permitido el desarrollo de un mundo en torno a la pobreza, con consistencia propia, a partir de los años ‘70.
La pobreza es una lacra que nos interpela. Un tercio de nuestros compatriotas vive por debajo de esa línea, y una parte de ellos son indigentes. También constituye un serio desafío: en el mundo de la pobreza se desarrollan, sin límites ni contenciones, problemas tan generalizados como el tráfico y consumo de drogas o la manipulación del sufragio. Además, para muchos la pobreza social no es una calamidad sino la ocasión de importantes beneficios, y lejos de tratar de reducirla, prefieren mantenerla.
El mundo de la pobreza es relativamente nuevo, y muy propio la larga crisis argentina iniciada en la década de 1970. Hasta entonces la sociedad se había caracterizado por su homogeneidad y relativa integración, por la ausencia de fracturas profundas y por una sostenida movilidad ascendente. Absorbió sin grandes inconvenientes a los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX y a los provenientes de los países limítrofes, desde mediados del siglo XX, así como a los migrantes internos desde 1930.
En aquel país hubo empleo para casi todos, así como oportunidades para mejorar y ascender, con seguridad concretadas en los hijos o en los nietos. El sistema educativo y el de salud –dos grandes creaciones de un Estado potente– fueron instrumento principal para esa integración, al igual que las políticas sociales de la segunda posguerra. No faltaron conflictos, pero una parte de ellos –quizá los más enconados– tuvieron que ver precisamente con la acelerada integración de nuevos contingentes, que querían participar de beneficios antes reservados a grupos más reducidos. Otros conflictos, más duros, provenían de la capacidad de los distintos grupos para defender sus intereses ante el Estado y presionarlo para arrancarle franquicias y subsidios. Precisamente en el Estado comenzó la larga crisis en que vivimos. Sobrecargado de demandas al comienzo de los años setenta, fue objeto de una sistemática jibarización, que inició la dictadura militar, y que se prolonga hasta hoy.
Desde 1976, y al compás del achicamiento del Estado, la Argentina experimentó un giro copernicano que modificó el perfil de su sociedad. La reducción de subsidios y la apertura económica desencadenaron el desempleo industrial, inicialmente compensado con la obra pública. En los noventa se agregó la privatización de empresas estatales, que agregó otra masa de desocupados. El país, abierto a los ciclos financieros internacionales, experimentó alternativamente breves períodos de euforia y duras crisis, como en 1989 y 2001, que fueron dejando un tendal adicional de gente empobrecida o quebrada. La antigua sociedad integrada y móvil se escindió. Hubo ganadores –no pocos– y perdedores. A los primeros se los vio en los countries y en los shoppings, y disfrutaron servicios privados de educación, salud y seguridad. Los segundos fueron sumándose al mundo de los pobres.
La socióloga María del Carmen Feijóo trazó hacia 2000 un cuadro del complejo mundo de los pobres en el Gran Buenos Aires. Donde había grandes fábricas o pequeños talleres aparecieron los hipermercados y los quioscos. Quienes se quedaron sin vivienda ocuparon tierras fiscales, con frecuencia inhabitables, donde instalaron nuevos asentamientos. Quienes cobraron buenos despidos encontraron en el taxi o en el quiosco una alternativa transitoria. Trabajadores desocupados y nuevos migrantes se mezclaron con talleristas o pequeños comerciantes arruinados, así como empleados, docentes o profesionales. La deserción del Estado completó el panorama de desolación. Acosado por un déficit insoluble, redujo las jubilaciones, desatendió sus hospitales, utilizó sus escuelas para dar de comer, y toleró las prácticas corruptas de sus fuerzas de seguridad.
Desde 2003, la soja trajo alivio a la economía y al fisco, y el Estado recuperó capacidad de acción. La reactivación económica mejoró el empleo y el gobierno volcó una masa importante de subsidios a los pobres. Pero fue insuficiente: la desocupación fue remplazada por empleo informal, en condiciones muy duras, y los subsidios siguieron el modelo focalizado instaurado en los noventa. El Estado podía apagar incendios pero era incapaz de restablecer las políticas universales.
El mundo de la pobreza, constituido a partir de la desocupación y el retiro del Estado, ha llegado a tener una consistencia propia: formas de vida, valores y cultura singulares y consolidados, que son impermeables a los tibios estímulos estatales. Jorge Ossona ha dibujado un cuadro sugestivo de la nueva sociedad de los pobres. La sociabilidad y la cooperación se desarrollan densamente en torno de comedores y cooperativas, grupos parroquiales o evangélicos, centros culturales, clubes de fútbol, o simplemente barras juveniles; también están las organizaciones piqueteras. En torno de estas instituciones la sociedad procura subsistir, sobre la base de la solidaridad y la organización, y también la jefatura. El jefe sobresale por su fuerza –los llamados “poronga” –, por su habilidad y sobre todo por su capacidad para imponer orden y una cierta legalidad, y para asegurar la subsistencia del grupo. Los ajenos los llaman “referentes”.
Los viejos valores de la sociedad integrada están trastocados. Hay quienes los mantienen, o se aferran a ellos como signo de una respetabilidad desgarrada, pero para muchos la educación o el trabajo estable han dejado de tener sentido. Los pocos que lograron salir de ese mundo no lo hicieron estudiando sino por otras vías, como el fútbol. Lo lícito y lo ilícito, frecuentemente confundidos en un país “al margen de la ley”, al decir de Carlos Nino, se entrelazan estrechamente entre los jóvenes, que pueden alternar, como mostró el sociólogo Gabriel Kessler, un trabajo informal, un pequeño delito y un interludio de vagancia, cerveza y paco. Asociados, conforman barras más organizadas, como las que se forman en torno de los clubes de fútbol. El delito organizado –como el robo de autos o la piratería del asfalto– suelen encontrar allí complicidad y refugio, sobre todo si también están implicados los agentes del orden y la ley, los policías, que suelen ser parte de esa legalidad gris.
En 2001 este mundo se hizo visible. Fueron los piqueteros, los cartoneros y los que hicieron su vivienda en calles y plazas. Los piqueteros popularizaron una forma de visibilidad –los cortes de calles y rutas– que además servía para presionar al Estado. Las dádivas estatales, bajo la forma de subsidios, servían para sofocar transitoriamente los focos de conflictividad. Los subsidios aumentaron con la bonanza reciente, pero el mundo de la pobreza ya está consolidado. En parte, porque muchos han encontrado la forma de obtener allí beneficios importantes, incluyendo a agentes del Estado y gobernantes.
El emporio comercial de La Salada –que se reproduce en otras partes– remite no sólo a un voluminoso comercio al margen de los impuestos sino al empleo de mano de obra informal, frecuentemente sometida a las duras condiciones del “trabajo esclavo”. Son pobres que producen para el consumo de otros pobres, nutriendo a la vez cajas políticas o personales. El tráfico de drogas ha encontrado también allí un ámbito para consolidarse y crecer: hay lugares inaccesibles, que se usan para montar cocinas; los jóvenes pueden integrar las redes de comercialización y a la vez el mercado de consumo del destructivo paco.
Los pobres también son hoy una pieza central de la política. Las organizaciones partidarias han adecuado sus estructuras a la pobreza. Las de origen peronista lo han hecho con notable eficacia, imbricando el aparato administrativo con las redes que articulan la sociedad pobre. Del intendente de un partido del conurbano depende una cadena de intermediarios en cuyos extremos están los “punteros”, que en cada rincón establecen relaciones con los “referentes” sociales. En esos circuitos íntimos circulan recursos o favores del Estado –pequeñas franquicias, planes asistenciales, empleos ínfimos, alimentos– y se recibe a cambio una solidaridad política imprecisa y amplia, que en tiempos electorales se traduce en votos, negociados en “paquetes”. Por ese camino, los recursos del Estado con los que el gobierno hace política se transforman en los votos necesarios para su legitimación.
¿Qué hacer con los pobres? ¿Cómo reabsorber este mundo de la pobreza y recuperar la sociedad integrada que supimos tener? La tarea implicará una batalla, seguramente muy dura, contra todos los que viven de los pobres. Y sin embargo, es la gran tarea de cualquier gobierno que, desde 2015, se proponga volver a una Argentina normal. Modificar esta situación requiere la concentración de recursos estatales y la organización de todo lo que pueda aportar la sociedad a través de sus organizaciones voluntarias. Requiere restablecer las políticas universales, robustecer la ley y asegurar el empleo. Requiere, sobre todo, reconstruir la organización estatal, que es la herramienta con que los gobiernos operan y con la que la sociedad establece y desarrolla emprendimientos de largo aliento. No es fácil, pero como suele decirse, las cosas fáciles ya están hechas.
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Join discussionInteresante trabajo sociologico. Lo duro de aceptar es que existe, es real, esta en nuestras grandes ciudades y se afirma en la falta de trabajo, de la cultura del trabajo, de la preparación al trabajo. Quizás falto la influencia de los medios masivos en crear espejismos, caminos errados, sendas oscuras, e impotencia por si para superar este estadio. La pobreza es la mirada de mi semejante visto desde mi situacion personal superior. Falta la actitud y el compromiso de una respuesta social humana. Hermana. Solidaria. Y la ausencia de un estado que no tiene otro camino que el asistencialmismo, que sirve para paliar hambres atrasados y para coimprometer voluntades al «dadivoso» del partido gobernante. Se n ecesita un cambio político, cultural y humanitario. Apoyo todo lo que ayude a clarificar el tema, ciomo este trabajo.- ,
Me parece muy lineal el análisis de Romero.
Es cierto que hasta 1970 se podía hablar de pleno empleo pero habría que analizar la calidad de ese “pleno empleo”. El estado, como ocurre hoy día, absorbía empleo al punto tal que el sobreempleo de las empresas del estado, sumado a tarifas “políticas comenzó a generar endeudamiento para poder financiar sus gastos dado que los ingresos de esas empresas resultaban insuficientes. Ello también conspiraba contra su modernización, caso típico la empresa de ferrocarriles del estado. Otro ejemplo fue AEROLINEAS ARGENTINAS que en 1983 tenía casi diez mil empleados para una flota de alrededor de 40 aeronaves y para justificar ese sobreempleo los convenios colectivos establecían dotaciones que superaban los parámetros de normalidad para la época. Ejemplo los 747-200 necesitaban 17 tripulantes de cabina, atención al pax, cuando en general otras empresas solo llevaban entre 13 y 15.
El sobre empleo por una parte y las tarifas políticas, como se llamaban en ese entonces, fueron generando el deterioro no solo de las empresas del estado sino de la calidad del empleo en general ya que muchas actividades industriales solo eran viables por la existencia de barreras aduaneras que las protegían, de allí el atraso y la baja productividad que nos hacia incompetentes en los mercados internacionales.
Finalmente se recurrió al endeudamiento para financiar gasto, durante el gobierno militar iniciado en 1976 y luego durante la segunda mitad de la década del 90.
Los primeros años del gobierno del Dr. MENEM permitieron restablecer niveles de calidad en las ex empresas del estado y en general el régimen de convertibilidad generó un marco de relativa certeza que hizo que el país se reequipara rápidamente aunque la capacidad instalada fue incapaz de reabsorber empleo, lo que ocurrió durante los primeros años del gobierno de Kirchner que aprovechó esa “abundancia”.
Es obvio que en esos años, los primeros de la década del 90 el estado no contempló el fenómeno de la desocupación, fruto o consecuencia de una transformación modernizadora, allí se alimento un sector informal que hoy llega según los expertos al 35/40% de la economía formal.
La legislación laboral y fiscal tiene parte de responsabilidad ya que no hay regímenes especiales para pymes o mejor dicho pequeños emprendimientos que generan trabajo en los que el “patrón” labora a la par de sus empleados. Esos emprendimientos, muchos gastronómicos, pequeños talleres, talleres mecánicos de barrio etc, tienen las mismas obligaciones que las grandes empresas tales como Ford, Peugeot, Techint o YPF (sea YPF Repsol o CHEVRON…)
Esos pequeños emprendimientos deben servir para que sus empleados obtengan un trabajo, lo que de por si es digno, aunque sea en “negro” y a partir de allí continúen su camino de perfeccionamiento y esfuerzo, es decir que mejor su educación o cuando menos su formación profesional.
Como dice la nota al final lo fácil ya se hizo, el populismo, y lo complicado se hizo mal, los primeros años del Dr. Menem y así estamos
Para mi la clave es la poca o nula calidad de las decisiones de la dirigencia política y eso demuestra enormes fallas en nuestro sistema educativo. Diría las decisiones son los frutos de la educación recibida, por enseñan los evangelios “…los conocerás por sus frutos…”
Jorge estoy de acuerdo en todo. Un buen trabajo explicado con sencillez y maestria, para hacerselo leer a cualquiera que no puede entender que ocurrio en la Argentina. Solo agregaria que la influencia masiva de los medios existe tambien en otras partes del mundo que no se han degradado o denigrado tanto como la Argentina (al menos no es tan visible). Donde esta pues el problema real? Es solo el Estado (este u otros anteriores) el culpable o tambien llevamos parte de culpa los ciudadanos que no nos dimos o no quisimos darnos cuenta de esta jibarizacion de la cual se nos va a hacer cuesta arriba liberarnos?
La sociedad y la economía que surgieron después de 1970 se gestó en las décadas anteriores (1930 y especialmente 1940 y 50). El excesivo proteccionismo, el absurdo sesgo anti-exportador y la inflación como fenómeno endémico en esas décadas, explican que el crecimiento del empleo se hiciera sobre bases muy débiles: estatales y empresas protegidas no exportadoras. Lo que vino después de 1970 fueron intentos de corregir esas distorsiones que – por mal hechos – provocaron lo que está muy bien descipto en el artículo. Pero la raíz de fondo estaba antes, en la manera como la Argentina, en vez de buscar exportar (como hicieron Italia, España y todos los países de Asia), solo se concentró en sustituir exportaciones a cualquier precio.
EL ARTICULO HACE UN DIAGNÓSTICO ERRÓNEO CON DATOS REALES. Comienza diciendo: «La desocupación y la ausencia del Estado han permitido el desarrollo de un mundo en torno a la pobreza». ¿Ausencia del Estado? Un Estado que se lleva el 50% del PBI, que exprime a los contribuyentes como no lo hacen siquiera los países excandinavos, que sostiene a 7 de cada 10 jefes de hogar (entre planes, cooperativas subsididadas y empleados públicos sólo un 30% de la Población es un empleado privado en blanco -ver INFORME IDESA). Un estado que hoy se encarga de todo: dar de comer a los hijos, de subsidiar embarazos precoces e irresponsables, del fútbol gratis, de recitales pagos, de hacer volar aviones a pérdida, de mantener Provincias inviables a costa de las productivas gobernadas por funcionarios millonarios votados por miles que prefieren un puesto en la municipalidad a criar un chivo en el campo… ¿A eso le llamamos ausencia del Estado? CON EL ESTADO PASA COMO CON LA DROGA… LLEGA UN MOMENTO EN QUE EL ADICTO CALMA LOS MALES QUE LE PROVOCA, CON MAS DROGA… Estamos «adictos» de Estado y a más estado necesitaremos solo «mas estado».
En nuestro país, la República Argentina, no fue ni es la AUSENCIA DEL ESTADO sino su presencia activa, la principal generadora de pobreza.-
Desde hace mas de 100 años y hasta la fecha nuestro Estado produjo ENDEUDAMIENTOS siderales e INFLACIONES descomunales (al punto que llevamos ya no menos de cinco cambios de moneda, sin contar las cuasi monedas).-
La INFLACIÓN esa gran destructora de valores espirituales y de bienes tangibles e intangibles.-
Y por que no referirnos a las sempiternas CONFISCACIONES y EXPROPIACIONES de bienes de toda laya siempre a cargo de nuestro Estado, Nacional y Provincial.-
Y la ausencia de políticas prácticas y concretas que tiendan a la generación de trabajo real y digno dirigido a la producción de bienes tangibles (ya probadas en otros países que en su momento tuvieron problemas como el nuestro y aún mas graves)
Y la abundancia de políticas erradas, erráticas y torpes, con abundancia de maquillaje a fin de no encarar problemas concretos ?
En definitiva LA DESOCUPACIÓN es una resultante de esas gestiones.-
Considero un tanto caprichosa la división del fenómeno económico entre antes y después de la década de 1970.-
Ya durante el gobierno de H. Yrigoyen se procedió a congelar los arrendamientos urbanos (P.ej.).-
Que pretenden de un país y una economía que:
a partir del año 1900 y hasta ahora no efectuó una auténtica revolución industrial (cuando el primer mundo estaba en ella desde el año 1.800)
a partir del año 1950 no entró en la revolución tecnológica
que hasta el día de la fecha sus exportaciones se componen de mas de un 60% de comodities (mas o menos como Guatemala)
que suplió todo lo precedentemente expuesto con:
endeudamientos
emisiones de dinero y valores de todo tipo
empleo público
confiscaciones y expropiaciones
Pregúntense porque hay tantos abogados, sociólogos y psicólogos y tan pocos ingenieros ?
Por favor
No es tan difícil !!
Pueden, si quieren imitar a:
Rusia, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Japón, etc.
No les parece que estamos imitando a:
Cuba, Paraguay, Venezuela, Perú, Bolivia, etc..-
Atentamente.-
Quiero ir a lo concreto, como nos pide Francisco: no me interesa nada preguntarme “¿Qué hacer con los pobres?”… recién a partir del 2015!!!
Es verdad que en 1976 comienza un ciclo neoliberal que destruye la sociedad Argentina. Es verdad que a partir de ahí el Estado desaparece y cede el control del país, con todos sus recursos y empresas, a corporaciones extranjeras en su mayoría. Es verdad que hubo grandes ganadores y millones de perdedores.
No es verdad que los problemas de la década del 90 se originan en los “ciclos financieros internacionales” ni que la soja sea “la causa” de la recuperación del Estado. Esta clase de simplificaciones/ficciones ignoran las muchas acciones concretas que se realizaron desde toda la sociedad y el Estado para lograr reducir la desocupación y la pobreza.
La pobreza y la vida en asentamientos y villas en Argentina están bien estudiadas y descriptas en detalle. Quizás el autor más interesante, especialmente por la forma en que analiza la relación con la política y sus estructuras, es Javier Auyero. Pero nada sustituye el mirar y tocar que pide Francisco.
Además se relaciona la pobreza con el delito y la vagancia, una falacia cruel. Como dice el padre Pepe Di Paola en la revista de La Nación “El villero es trabajador y ése es un dato objetivo: cualquier persona se puede parar en la salida de la villa a las 5 y va a ver desfilar gente, gente y gente; hombres que van a trabajar a la obra y mujeres que van a trabajar de personal doméstico a los demás barrios.” Porque ahora tiene trabajo.
La discusión de fondo hoy, en Argentina y muy buena parte del mundo, es decidir cuál es el papel del Estado. O funciona como un órgano al servicio de las corporaciones globales o como un organizador social que juega a favor de los habitantes.
Lo que genera reacciones violentas en aquellos que reclaman precisamente “diálogo y acuerdo” es que el poder político del gobierno se construye a partir de las mayorías de menores ingresos. Pero no es verdad que los resultados electorales de este gobierno se logren mediante “dádivas” y clientelismo, ni que sean mérito de los punteros ni mucho menos aún de turbias relaciones con porongas villeros, palabra tumbera que nada tiene que hacer en el artículo, salvo buscar impacto pasando por “realista”. También se la puede encontrar en artículos del mismo autor en Clarín, del mismo tenor que este.
Por eso, guste o no, las corporaciones ya no controlan completamente el Estado que así es “imprevisible” para ellas y eso es intolerable, no están acostumbradas a tener “límites”. La famosa frase de “las 4 tapas” no funciona!
Para que los medios llamen al gobierno autoritario o lo acusen de prebendario hay un solo motivo: ahora el gobierno puede enfrentarlos y a veces lo hace. Antes ni se le ocurría, nos decía que era “imposible hacer otra cosa” que lo que les ordenaban, como reducir salarios y jubilaciones… Por favor revisar las tapas de diarios de los últimos meses de De la Rua!
Respecto de las “dádivas”, veamos los dos programas más importantes económicamente.
La Asignación Universal por Hijo es el medio más importante y menos clientelista de resolver problemas serios. No es solo plata, además hay contraprestaciones de educación y salud, que se van incorporando a la vida. Es algo fundamental la capacidad que les da a las mujeres tener un ingreso previsible. Esto las ordena y les da la oportunidad de planificar, algo impensable cuando solamente se hacen changas ocasionales. Esta valorización de los menores y de las mujeres tiene un enorme impacto social positivo. Cuidan a los jóvenes!
La moratoria de aportes para jubilaciones tampoco tiene nada de clientelista, y sin duda sería fantástico que todos cobraran el famoso 82%, pero las incorporaciones y sus sólidas actualizaciones les cambiaron la vida a millones de personas mayores. Cuidan a los viejos!
Yo he comentado anteriormente que Criterio no ha mencionado nunca la AUH desde su puesta en vigencia el 1 de Noviembre de 2009. No ha analizado sus alcances, beneficios y/o inconvenientes, ni su influencia en educación, salud y pobreza. Tampoco, a pesar de haber abierto un debate sobre el aborto, ha dicho nada sobre la extensión de la asignación a las mujeres embarazadas, ni de la ayuda y protección que representa para ellas. Ni ha analizado la incorporación de jubilados y las mejoras en sus prestaciones.
La revista, sus articulistas y editores no los consideran temas de análisis ni de interés para sus lectores. Todos sus reclamos sobre la pobreza, la desnutrición y el aborto ahí se quedan, en declamaciones contra este gobierno y nada más.
Sería muy bueno que una revista católica tomara en cuenta las palabras de Francisco: “El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno en cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo.” Algo que no puede ni debe esperar al 2015 y que este artículo no favorece.
Hasta hace un tiempo, la Fundación Criterio definía como su misión “ser instrumento de diálogo y reflexión”. Actualmente esto ya no aparece en la página, pero la vitalidad de un medio se vincula directamente con su capacidad de generar debate, de promover el intercambio de opiniones, y esto también depende de nosotros, los lectores. Yo quisiera que asumamos esta responsabilidad y dialoguemos, que hagamos lío como nos pide Francisco.
Me refiero a este parrafo.
«Desde 1976, y al compás del achicamiento del Estado, la Argentina experimentó un giro copernicano que modificó el perfil de su sociedad. La reducción de subsidios y la apertura económica desencadenaron el desempleo industrial, inicialmente compensado con la obra pública. En los noventa se agregó la privatización de empresas estatales, que agregó otra masa de desocupados.»
Comentario:
Relacionar el achicamiento del Estado con el aumento de l a pobreza es no tener en cuenta que el Estado argentino es el gran Gastador con Corrupcion y No Productor de riqueza.Lo que debe hacer es generar un marco juridico y de infrastructura que traiga confianza y promueva inversiones , y mejore la competitividad. La apertura economica ha sido la clave de muchas economias exitosas.
La corrupcion mata, entre otras cosas , por hambre, frio y drogas a los pobres.
Eliminarla implica una modificacion del Estado hacia sus obligaciones basicas : seguridad juridica y fisica , salud y educacion publicas e infrastructura
El análisis del profesor Luis A. Romero no admite objeciones por su certeza. Es necesario reconocer su esfuerzo en lograr la verdad histórica. Siguiendo las recomendaciones de Santana sobre la historia, una vez que políticamente nos impregnemos de la misma y elaboremos el merecido planteo, en manos de un gobierno capaz, podrían surgir diversas propuestas encaminadas correctamente. Desde mi punto de vista, deberíamos retornar a privilegiar la cultura del trabajo, despojando todos los tributos parásitos que actúan sobre el salario, de modo de ir reduciendo la ingente cantidad de trabajadores marginales. Los métodos coercitivos tradicionales han demostrado no lograr su propósito, de tal manera que prevalece innovar.Existen modelos para seguir. El ordenamiento de ciertos tributos se impone como esencial.
No se puede interpretar la frase «ausencia del Estado» expresada por el autor de manera literal, partir desde ese supuesto para la crítica, nos lleva a una falsa analogía solo por el hecho que el Estado está realmente de manera omnipresente, de modo que la «ausencia del Estado» significa tan solo que el Estado estuvo inoperante, que le faltó efectividad con las decisiones que se tomaron sobre la materia, la ausencia significa que hubo fracaso porque con las débiles e inacertadas medidas no se pudo revertir la tendencia. Antes de opinar sobre un escrito, deberíamos sintetizar la idea del autor que es amplia y sobre esa síntesis avanzar hacia el futuro, porque en caso contrario terminamos yéndonos por los cerros de Úbeda.