antonio-munoz-molina2La extensa obra de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) despliega una vasta gama de recursos de la narrativa actual –la mezcla de realidad y ficción, la intertextualidad, la multiplicidad de voces para proponer una indagación tenaz en la memoria personal y colectiva–. Una larga serie de premios: el Nacional de Literatura, con el que fue distinguido en dos oportunidades (1988 /1992); el Planeta (1991) y el Príncipe de Asturias (2013) confirman su lugar central entre los escritores españoles.

Desde el comienzo de su producción, Muñoz Molina puso de manifiesto su voluntad de inscribirse en la tradición literaria. Ya en su primera novela, Beatus ille (1986), exhibe de múltiples maneras esta decisión: de inicio, con la alusión a dos clásicos –Horacio y Fray Luis de León– que aparece en el título. A esto se suma la recreación del clima vital de las vanguardias; la referencia a la generación del ´27; el personaje del poeta andaluz Jacinto Solana, cuyas rasgos repiten los de García Lorca. Los vínculos no se reducen sólo a la mención y la referencia, sino que se despliegan también en la apropiación de un variado registro de procedimientos que incorporó la narrativa del siglo XX.

Novelas de senderos que se bifurcan

Un nombre insoslayable al referirse a su obra es el de Borges, a quien Muñoz Molina considera central en su formación como escritor. Uno de sus cuentos, “El jardín de senderos que se bifurcan”, incluido en Ficciones –y que puede ser leído, como sugiere el mismo Borges, dentro de los parámetros del género policial–, despliega los principios de su poética. En él, como tantas otras veces en la obra borgeana, aparece el recurso al libro: en este caso, una “novela caótica”, un libro que es también un laberinto,”una enorme adivinanza o parábola cuyo tema es el tiempo”.

En las novelas de Muñoz Molina, distintos procedimientos subrayan el vínculo con la obra borgeana. Uno de ellos es la reiteración de estructuras laberínticas que permiten tramar distintos tiempos del relato: la escritura se convierte, así, en una forma de indagar el pasado y un intento de explicar el presente. La historia de El jinete polaco (1991) es un auténtico laberinto construido a partir de los recuerdos que hilvana el protagonista, un traductor simultáneo que vive fuera de su país, desde un presente en el que va recuperando no solamente su propia infancia y adolescencia de hijo de aldeanos humildes del Sur de España, sino también las vidas de sus padres, sus abuelos y su bisabuelo. Surgen así, unidos por los vaivenes de la memoria, los “hechos memorables o atroces” en los que participaron, desgranados, desordenados, vueltos a encontrar, junto con otros menores: los mitos del lugar, los juegos y terrores infantiles, las frustraciones y las expectativas de la adolescencia. Y, siempre, la omnipresente referencia a la Guerra Civil.

El laberinto domina también en Beltenebros (1989), que comienza con el viaje a Madrid que emprende el protagonista “para matar a un hombre a quien no había visto nunca”. Ya en la ciudad, la persecución de Andrade lo va a llevar a otro tiempo, el de la guerra, y a otra persecución, la de Walter, en un déjà vu enloquecedor que le hace sentir que “el pasado y el presente se unían como dos lugares distantes comunicados por un túnel”. El laberinto se duplica, además, en el recorrido por distintos lugares, viejos y nuevos, que lo hacen perder “el sentido de la orientación y del espacio” hasta que, incomprensiblemente, se encuentra de nuevo en el viejo Universal Cinema, donde fue testigo del amor entre un traidor y una mujer inalcanzable, Rebeca Osorio.

De dobles y de espejos

Los laberintos que recorre el protagonista de Beltenebros, hechos de noche y de sombras, son lugares propicios también para recrear la atmósfera oscura del policial negro –una elección recurrente en la narrativa de Muñoz Molina, centralmente en El invierno en Lisboa (1987) y en Plenilunio (1997)– en el que abundan los engaños y las traiciones. No resulta casual que el escenario de la conspiración y el artificio sea la sala de un cine, donde culmina también la historia; por el contrario, señala la intención de aludir a los filmes policiales. Entre ellos, por supuesto, es imposible no encontrar rastros de Vértigo, el clásico de Hitchcock, en la duplicación idéntica de una mujer muchos años después.

El protagonista de la novela, Darman, cuyo nombre coincide casi exactamente con el de Dahlmann, el personaje de “El sur”, lleva una doble vida: tiene un negocio de libros en Brighton, trabaja como agente secreto. En su misión, envuelta en un clima onírico como el del viaje que emprende Dahlmann, también abundan las simetrías: el encuentro con un joven en quien reconoce sus propios rasgos, la confusión entre Andrade, su perseguidor, y él mismo.

La obsesión por los dobles se subraya reiteradamente en Beatus ille (1986). El protagonista, Minaya, al salir de la cárcel después de la revuelta de 1969 en Madrid, se instala en la casa de su tío Manuel, con la excusa de conseguir material para una investigación. Lo que en principio fue pretexto se va convirtiendo cada vez más en realidad, a medida que crece su interés por la obra de Jacinto Solana, amigo de la infancia de su tío. Cada vez más, también, se borran los bordes entre los dos personajes; los dos huéspedes de Manuel, los dos protagonistas de una traición. Minaya se irá convirtiendo cada vez más en el otro, el muerto, en Solana, que “había realmente existido y respirado el mismo aire y pisado las mismas baldosas que ahora él pisaba como en sueños”. En la casa, los espejos duplican y repiten obsesivamente las imágenes, de tal manera que hacen que presente y pasado se confundan.

Mágina, la ciudad en la que transcurre Beatus ille y que es lugar de referencia incesante en la obra de Muñoz Molina, es también dos ciudades: “fue primero el nombre de una apacible ciudad de mercaderes y umbrosas villas romanas tendidas en la llanura del Guadalquivir […] pero la otra Mágina, la amurallada y alta, no fue edificada para la felicidad o la vida sino para defender una frontera militar”. Como otros autores, a partir de datos reales, imagina una ciudad que replica Úbeda, su lugar de pertenencia: “Desde el sur, Úbeda, la ciudad que hay en los mapas, se parece más que desde ninguna otra perspectiva a otra ciudad inventada por mí a la que llamé Mágina”.

Una novela de novelas

Desde Mágina, el escenario de sus primeras novelas; desde España y la permanente marca que dejó la Guerra Civil, en Sefarad (2001) Muñoz Molina parte hacia el mundo entero para expandir una memoria que no se limita solamente a su espacio. Dieciséis textos integran esta “novela de novelas”, como señala el subtítulo. Efectivamente, si bien cada uno de los relatos que la conforman admite una lectura independiente, una serie de marcas organizan una red que vincula a unos con otros: una línea sutil, una serie de motivos recurrentes, logran que el texto conforme una totalidad. Es, sí, una totalidad diferente a la de las novelas tradicionales, que exige una mayor participación del lector: Muñoz Molina habla de un mundo fragmentado en el que no es posible, tal vez, más que una novela que no aspire a la totalidad.

La extensa lista de personajes integra una amplia variedad: judíos, disidentes, enfermos o inmigrantes se vinculan por una característica común, son los excluidos y exiliados, las víctimas de una culpa que no tienen. La novela mezcla personajes reales, destacados o mínimos, y personajes de ficción, que, más allá de sus diferencias, tienen como único destino la muerte, en un mundo que los rechaza o los ignora. Entre ellos, la presencia repetida de Kafka, exiliado de su lengua, enfermo y judío, actúa como una cita reiterada a El proceso, la novela que se erige en paradigma de la incomprensible odisea de estar acusado sin motivo.

Las cuatro novelas a las que se refiere este artículo son, ciertamente, las de imprescindible lectura para acceder a su autor. Vale la pena, sin embargo, acercarse también a cualquiera de las otras: en el laberinto de su extensa obra, cada lector encontrará un posible camino de acceso a una producción que se ubica entre las más significativas de los autores españoles actuales.

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