El autor relata cómo fue la realización del documental sobre Amancio Williams (1913-1989) estrenado recientemente y del cual participó.
Escribir sobre Williams no es tarea simple. El ingente volumen de información sobre él y su obra hace difícil no ser redundante. No volveré, pues, sobre el arquitecto y su obra, ampliamente conocidos y autorizadamente comentados. Tampoco me serviré de esta oportunidad como ocasión de explayarme sobre el documental, tarea más propia de la crítica cinematográfica.
Me limitaré entonces a una breve reseña sobre la génesis y realización del filme, como marco de un enfoque acerca de Williams centrado en su persona: el creador y su pensamiento, modelo de lucidez intelectual; el profesional, paradigma de integridad; el maestro, ejemplo de generosidad; el hombre cotidiano, rico en humanidad.
El documental
En marzo de 2009, la Sección Espectáculos de La Nación publicó un homenaje del crítico Ernesto Schoo a la notable actriz argentina Camila Quiroga. Allí se mencionaba un documental sobre la vida de la intérprete, de reciente realización en ese entonces. Conozco desde mi adolescencia a una sobrina de Camila que la acompañó en sus giras y que se radicó en Perú, donde hizo una importante carrera artística. Ese vínculo de afecto me llevó a tratar de obtener el documental en cuestión. Logré ubicar a Claudio Hermosa, autor del libro en el que se basó la película, quien me puso en contacto con el realizador, Gerardo Panero, que tuvo la gentileza de acercarme un DVD con el filme, excelente por cierto.
Al conocer mi condición de arquitecto, Gerardo me dijo tener desde largo tiempo deseos de realizar un documental sobre Amancio Williams, cuya persona y obra admiraba. Le comenté que compartía esa admiración, que tuve la fortuna de que Amancio me honrara con su amistad –continuada en su familia– y que la documentación de su obra estaba atesorada en un archivo a cura de Claudio Williams, hijo del arquitecto. Poco después Gerardo me manifestó que había descubierto en Internet un libro mío referente a Amancio [1] y me proponía participar en la realización del proyectado documental como asesor de investigación. Acepté con entusiasmo.
Sucedió un fructífero intercambio de ideas y una ardua tarea de recopilación de antecedentes, investigación en el Archivo Williams, filmación de entrevistas a familiares, amigos, discípulos y colegas del arquitecto, labor que a lo largo de cuatro años generó alrededor de cien horas de filmación. El valioso acervo así forjado fue reducido a los 77 minutos que dura el filme mediante el minucioso trabajo de selección, edición, compaginación y montaje de su director Gerardo Panero [2], logrando un magnífico resultado que mereció el aval del INCAA y los auspicios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Academia Nacional de Bellas Artes, la Sociedad Central de Arquitectos y el Museo de Arquitectura. Obtuvo también buena acogida de la crítica en sus presentaciones en Festivales para los que fue seleccionado –28º Festival Internacional del Cine de Mar del Plata; Arquitectura Film Festival, Santiago de Chile 2013; III FIACD, Lima, Perú; 16º BAFICI; 17º International Film Festival, Austin, USA; Muestra Cine y Ciudad Ecumenópolis, Catalunia, 2014; FICARQ, Avilés, España 2014; Arquitectura Film Festival, Lisboa, Portugal, 2014– así como también en su estreno a público en agosto de 2014.
El creador y su pensamiento
El pensamiento de Williams y su talento creativo, íntimamente ligados, germinaron en su infancia, acunada en la rica tradición cultural familiar. Él mismo comentaba que haber vivido y crecido en la casa realizada por Alejandro Christophersen para su padre, el compositor Alberto Williams, así como el ambiente intelectual que en ella se vivía –el padre tenía relación con altas personalidades nacionales e internacionales de la cultura, particularmente musical– constituyeron un clima que modeló sus primeras curiosidades y sus inquietudes juveniles hasta fructificar en su vocación por la arquitectura. Su pensamiento estuvo tendido al porvenir, sobrepasando los límites de la realidad sin desarraigarse de ella. Fiel, sin pausa ni desmayo, a las metas descubiertas y asumidas, alumbrando nueva luz sobre cada tema enfocado, hilo conductor subyacente en toda su obra, garantizando unidad a sus múltiples aspectos. Intuye la esencia de cada tema abordado y analiza sus implicancias plasmándolo en una síntesis original, se trate de tópicos cotidianos, vivienda urbana, por ejemplo (Viviendas en el Espacio, 1942) o temas específicos, repensados desde su núcleo medular (Sala de Espectáculos Plásticos y de Sonido en el Espacio, 1943).
Pensamiento de «inventor», capaz de develar aspectos ocultos de la realidad, aún de aquella que aparentemente no podría brindar algo nuevo. Pensamiento ínsito en sus diseños, informando su creatividad para concretar sus intuiciones en formas espaciales. «Es en el espacio que se desarrolla la arquitectura» según su decir.
Pensamiento que ante el uso de los materiales existentes, sus leyes físicas y tecnología, percibidos en general como limitaciones, acicatea en cambio en Williams una actitud innovadora. Establece para ellos –y este es el salto diferencial– nuevos usos y combinaciones que llevan al límite sus potencialidades estructurales y expresivas (estructura del edificio de oficinas Hileret, 1946) y, más aún, genera nuevos materiales ad hoc (paramentos y piso del departamento Bonomo, 1967).
Williams creía que la técnica, rectamente aplicada, es factor primordial de mejora del hábitat y de la condición humana. Basados en esa premisa, sus diseños manifiestan un obstinado rigor tecnológico como esencia constitutiva, no como imaginería estética. Aunque algunos puedan tener apariencia inusitada, no son gratuitamente “originales”, lo son en cuanto se originan en la esencia del problema.
Williams ha sido tachado de “teórico”, argumentando la escasez de sus realizaciones. Sus más avanzadas propuestas no llegaron a construirse – por circunstancias ajenas a sus calidades – pero no pertenecen al limbo de lo fantástico. Perfección del diseño, minuciosidad de los planos, precisión de los detalles, aptitud tecnológica, tesón en la ejecución – cuando construidas – son prueba suficiente de esta afirmación. Pero sí es verdad que sus trabajos muestran siempre una faceta teórica valiosa. Aun los nacidos de encargos concretos trascienden lo inmediato para establecer una solución-prototipo. La comisión de una vivienda colectiva entre medianeras origina sus “Viviendas en el Espacio”, propuesta que inmediatamente extrapola a un plan típico, de aplicación extensiva e independiente (Viviendas en el Espacio, 1942-83).
Diseños arquetípicos que parecen ajenos al hombre real. Sin embargo, habiendo trascendido de lo particular a lo universal, Williams regresa siempre a lo concreto. Si la solución genérica de las Viviendas en el Espacio pudiera parecer desencarnada, la material realidad de la Casa sobre el Arroyo transparenta, en su prístina concepción, la cálida riqueza de la vida cotidiana.
El profesional y el maestro
La integridad profesional es otro aspecto fundamental en Williams. Es unidad de propósito, esencia vivificante de sus propuestas. Nace de su convicción en la capacidad del hombre y su tecnología para modificar el mundo ordenándolo al bien, según propone la filosofía clásica que postula la vinculación esencial entre la verdad, el bien y la belleza. “Crear nuestra época, ordenarla hacia el bien, permanente preocupación”, decía Williams en un manifiesto de 1949. En esa fe y esos principios se afirman la coherencia de su trabajo, el tesón para realizarlo y su vocación de servicio al país, al que nunca abandonó, desechando oportunidades valiosas en el exterior. Conducta que transmitió en su Taller (nunca ejerció formalmente la docencia) por el que pasaron varias generaciones de arquitectos, entre los más brillantes de nuestro medio. Con él se aprendía en toda ocasión, fuera compartiendo tareas o en la conversación circunstancial. Fue maestro en el sentido más profundo y más universal, el de ejemplo de vida.
El hombre cotidiano.
Me referiré, por fin, a otro Williams, cotidiano, pleno de rica humanidad. No gocé del privilegio de trabajar en su Taller, el trato con él se produjo con posterioridad a mi etapa de formación, sin dejar de ser por ello intensamente enriquecedor. Trascendió lo profesional, proporcionándome el honor y el orgullo de que me considerase un amigo. En el entusiasmo de su visión, la calidez de su palabra, el humor a veces irónico pero nunca hiriente, todo cobraba vida peculiar.
Me parece oír su voz –con ese trato de usted que empleaba también con sus hijos, signo cálido y afectuoso antes que límite y distancia– “Mire, Juan Manuel, le voy a decir…” preludio de observaciones plenas de contenido, descubriendo siempre un nuevo ángulo de observación aún a las cuestiones básicas.
Esa capacidad tan suya de ir a la esencia, base como dije de la originalidad de su obra, que adquirió así una cualidad notable: según decía uno de sus más consecuentes discípulos, el arquitecto Horacio Pando (cito más o menos textualmente) en todo arquitecto, una vez definida su forma de proyectar, es factible pronosticar las características de su próximo proyecto, en Amancio nunca, imposible adivinar como concebiría su diseño ante un tema dado, cada uno de ellos resultaba algo nuevo, inédito.
Las imágenes que ilustran el texto han sido facilitadas gentilmente por el Archivo Williams.
[1] Horacio Pando – Amancio Williams – Alfredo Casares HABLAN DE DISEÑO, Editorial Concentra, Buenos Aires, 2008.
[2] Cabe mencionar también el decidido apoyo de Alexis Abarca y su productora Ají Films, así como el esfuerzo del equipo técnico de filmación, la colaboración del Archivo Williams y la buena voluntad de los entrevistados.