La primera presidente. Isabel Perón: una mujer en la tormenta
de María Sáenz Quesada
Sudamericana, Bs. As., 2016
Con motivo del 40 aniversario del 24 de marzo de 1976 que marcó el comienzo del gobierno militar, se publicaron diversidad de obras y se reavivó el interés por su periodo inmediatamente anterior, sin el cual ese proceso no se explica: el gobierno de María Estela Martínez Cartas viuda de Perón, Isabelita. Protagonista principal de un periodo que se inscribe en un realismo mágico latinoamericano.
Entre las características de este movimiento literario desarrollado en los ’60 y ’70, los hechos son reales pero tienen una connotación fantástica, ya que algunos no ofrecen explicación, o es muy improbable que ocurran. Pero en este caso, ocurrieron.
En la vida política del momento histórico que estudia este libro, la fantasía encarnó en la realidad, y eso es lo asombroso. Aunque nos cueste admitir que nosotros fuimos los protagonistas de esa encarnación, y creíamos ser solo sus testigos.
Entre esa floración de publicaciones podría decirse conmemorativas, sobresale esta biografía que la autora presenta convenientemente actualizada y reformulada (la primera data de más de una década atrás) como edición definitiva, aunque quizás haya que volver sobre el tema de un modo más conclusivo cuando la protagonista deje definitivamente este mundo.
Una característica de María Saénz como historiadora es el contexto, algo que heredó de su maestro Félix Luna, es decir, la descripción de la sociedad, no sólo de la política sino de la cultura social de la época. Esto, junto a una fluida redacción, le confiere al relato una cercanía muy amigable.
Hay que decir que Isabel fue no sólo vituperada al extremo e incluso ridiculizada, sino también satanizada –un proceso habitual en la vida pública argentina que hemos reiterado una y otra vez–; y esta biografía trata de encontrar una mirada más serena sobre su persona. Isabelita sufrió vejaciones por parte de sus captores sólo explicables por el temor que infundía en ellos una pueblada que la restaurase en el poder, pero que nunca aconteció. El pueblo argentino, aun los peronistas, tampoco la querían gobernando (la lección había sido demasiado amarga), sino sólo en el limbo de la historia.
Me parece que su figura reúne una doble condición: victimaria pero también víctima. Fue parte de un torbellino ajeno pero también provocado en buena medida por su propio cónyuge, y alimentado por ella misma, que la zarandeó como una hoja seca arrastrada a las alcantarillas después de ser agitada por los vientos. Una mujer en la tormenta. Podemos agregar, siguiendo el mismo sentido metafórico: aquellos vientos trajeron estos lodos.
Fueron años terribles, de los cuales me parece que ningún argentino puede considerarse completamente exento (al menos los que fuimos contemporáneos). Es verdad que no todos fuimos igualmente responsables. Pero lo fuimos.
Isabelita –mujer de rostro en ocasiones ausente y en momentos en rictus, transida acaso de rasgos histéricos– es un capítulo deliberadamente olvidado por los argentinos, un recuerdo que María Sáenz Quesada vuelve a recuperar, y tal vez ella pueda indicarnos mediante esta obra también una suerte de sugerencia, incluso de enseñanza.
Hay distintos tipos de negaciones. Nos acordamos de las cosas que nos gustan; es la ensoñación. No recordamos lo que no nos gusta, lo que nos hiere, lo que “preferiríamos olvidar”. Es un proceso de negación, pero interesado, porque hay una realidad que no sólo nos interpela sino que nos lastima. Es mejor que no haya existido. Pero existió.
Hay ocasiones en que la negación puede tener un sentido positivo: mirar hacia adelante. En nuestro caso, creo que si no asumimos la totalidad de nuestra realidad siempre podemos volver a repetir cuadros de inmadurez social, vivir en una perpetua adolescencia. Isabel, ¿culpable o inocente? se interroga la historiadora.
Quisiera terminar con una de las lúcidas reflexiones con que María Sáenz Quesada concluye su obra. Los problemas contemporáneos, dice sabiamente, no nacieron solos; son el resultado de muchos años de manejos arbitrarios del gobierno y de indiferencia ciudadana. Subrayo estas dos puntas: gobierno sí, pero también pueblo, ciudadanía. Y cito textualmente: “Conviene entonces, más que condenar en bloque a una etapa de la historia reciente, tratar de entenderla sin dividir a los protagonistas en inocentes o culpables”.
1 Readers Commented
Join discussionAmigo Bosca,
No es verdad que todos tuvimos algo de responsabilidad.
No, no, no. Yo soy inocente, no quiera usted meterme en la misma bolsa con los culpables, Eso es injusto.
El tema es tener memoria….y consciencia de la ley. La libertad se gana si somos conscientes de la ley. Las «tormentas» y los «lodos» son producto de actos violentos, sangrientos, apartados de la ley.
Yo diría que todos sí, hemos perdido libertades en esos años terribles, las víctimas, los victimarios, y la mayoría inocente.
Sinceramente, me cuesta entender porque usted, Roberto Bosca, nos considera a todos responsables.