He reunido estas tres obras que describen los horrores –no todos– del siglo XX, en medio de la necia algarabía del Pokemón Go, la noticia de nuevos femicidios locales, la tragedia de Niza y la rebelión turca.
KL (Una historia de los campos de concentración nazis), de Nikolous Waissman, Buenos Aires, Crítica, 2016.
El régimen de Pol Pot (Raza, poder y genocidio en Camboya bajo el régimen de los Jemenes Rojos, 1975-1979), de Ben Kierman, Buenos Aires, Prometeo, 2010.
El holocausto español (Odio y exterminio en la Guerra Civil y después), de Paul Preston, Barcelona, Debate, 2011.
In memoriam Elie Wiesel
A-7713
“El hecho de que la vida no tenga ningún sentido
es una razón para vivir, la única en verdad”.
E. M. Cioran
(La vida) “solitaria, miserable, cruel (nasty), animal
y breve”.
Thomas Hobbes
“El coraje es lo mejor,
la esperanza nunca es vana”.
Jorge Luis Borges
El “olvidado siglo XX” al que Tony Just alude en su celebrado libro, parece haber mutado en esa “guerra mundial en cuotas” de la que habló recientemente el papa Francisco. Un conflicto que nace del auge del terrorismo yihadista y que muchas veces es ocultado por la anómica frivolidad, el esnobismo y la carencia de sentido vital profundo de una parte de la humanidad. ¿Habrá que volver a releer a Hobbes, una vez más?
La obra de Waissman es de una notable importancia. Nunca, con un registro casi ilimitado de fundamentos, se ha descripto la estructura de los Konzentrationlager (KL), bajo la dirección de Heinrich Himmler. No puedo dejar de recordar que mientras el jerarca nazi visitaba la sagrada peña de Montserrat en octubre de 1940, en busca del templo del grial o del origen de la herejía albigense, había ya 53 mil reclusos en los campos de la SS y se proyectaba el exterminio final. Los méritos del libro son múltiples: el distanciamiento casi brechtiano en la descripción de aquello que el lenguaje se resiste a registrar; un conocimiento íntimo de la vida cotidiana de los campos y del regusto por la tortura y el desprecio racial. De las 1100 páginas del libro, casi 400 están dedicadas a las notas y fuentes, en las que no faltan las de Primo Levi, lo que ha hecho exclamar a Ian Kershaw que es difícil que la obra pueda ser superada.
He querido oponer a la barbarie nazi, que todavía alienta en algunos negadores del Holocausto, la tragedia camboyana entre 1975 y 1979. La investigación de Ben Kierman, de la que casi nadie ha hablado en nuestro país, certifica el régimen de Pol Pot y sus principales consignas: evacuar a la gente de todas las ciudades; abolir todos los mercados, apartar del sacerdocio a los monjes budistas y enviarlos a los campos de arroz, entre otros. Casi dos millones de personas murieron. En una ocasión se le preguntó a una dirigente jemer por esa carencia en un censo. La contestación fue lapidaria: se trataba de aquellos que iban en dirección contraria a la historia.
La obra de Kierman compite en precisión con la de Waissman y despierta esa repulsa profunda por la noción secular de “hombre nuevo”, nacida del paroxismo ideológico y del temor sistemático. ¿Qué hubiera escrito Orwell después de 1984 si hubiese sobrevivido?
Esta trágica triada se cierra con la importante obra de Paul Preston sobre el holocausto español, que nos toca más de cerca. El autor relata con abundancia anecdótica y equilibrio las atrocidades de los dos bandos, desde los teóricos del exterminio, el temor de Queipo y de Mola y lo que llama “la inversión en terror”.
Quizás haya que disculparse ante el lector por recomendar estos libros y rememorar estos casos ocurridos en el siglo más violento de la historia. ¿Están el hombre y sus sociedades condenados a la violencia y la destrucción?
La creciente anomia, la fuga por la droga, el ansia por eliminar el pasado desde Sorel, Marinetti, hasta la destrucción de Palmira, y ahora la vorágine jihadista, se inclinan ante Cioran y Hobbes. Nosotros preferimos a Borges, pero sobre todo a Wiesel, quien en su libro Four Hasidic Masters presenta al Rebbe Barukh Medzebozh, quien frente a las airadas quejas de su discípulo le replica “Yo sé que existen preguntas que no tienen respuestas; que hay un sufrimiento que no tiene nombre, que hay injusticia en la creación de Dios, y que hay razones para explotar de rabia. Yo sé que hay razones para que vos estés enojado. Bien. Estemos enojados. Juntos”.
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Join discussionRealmente no entiendo como dejan de lado al hablar de horrores los bombardeos de los aliados criminales con bombas de fósforo sobre ciudades alemanas (Hamburgo 40.000, Dresde 350.000), francesas, italianas… quemando vivos mujeres y niños, que eran prácticamente los únicos habitantes, ya que los hombre útiles estaban en los frentes, combatiendo al comunismo y al brutal capitalismo, ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki, donde en pocos segundos quemaron vivos , en cada caso más de 100.000 también mujeres y niños, el bombardeo con bombas de fósforo de Tokyo. Es infinito el número de crímenes cometidos por los aliados.
Agreguemos a esto las violaciones de mujeres alemanas cometidas por los yanquis, que duraron hasta 1957, el año en que abandonan Alemania, 12 años depues de la rendición alemana. Peor y de mas larga duración que las cometidas por los rusos De todo esto no se habla.
¿Será por ignorancia, complicidad, o mas bien una mentirosa mala intención? O al mostrar a los alemanes tan «¿criminales»? justifican su propia y mucho mayor criminalidad. Realmente no puedo entender tanta estupidez.
Me pregunto si se animaran a publicar este comentario, cuya verdad no pueden negar
Estimado Sr. Mahlknecht,
Vivir en una burbuja, con una cámara de eco incorporada, lleva a estos extremos ridículos.
El problema es que a veces aparece un Trump y la realidad les agrieta la cáscara… ojalá en lugar de apurarse a taparla aprovechen y vean algo de la realidad.