Rosalía Gutiérrez: “El Estado puede diseñar políticas para desarrollar el potencial indígena”

En la Argentina ha surgido recientemente un mayor interés por una temática a la que se denomina “pueblos originarios”. ¿Es una expresión adecuada para referirse a la cuestión?

La historia dice que cuando llegó Cristóbal Colón a la América, nos dijeron que éramos “indios”: “in” como prefijo negativo y Dios, para decir sin dios, sin alma. Para otros, se dijo “indios” porque Colón creyó haber llegado a la India, y después surge el término Aborigen. Durante los siglos pasados, la gente fue asumiendo distintos conceptos. En los Estados Unidos se denominan aún hoy indios, en Centroamérica la mayoría adoptó el concepto “indígena”. En Sud América hay algunos que se aferran al concepto de “aborigen”. En los últimos 20 años apareció el de “Pueblos Originarios”, que es el que se está manejando. Luego el concepto “Indígena” fue aceptado por la organización mundial del trabajo (OIT), en 1989, después de largas discusiones, lo mismo que “Pueblos”, que reconoce la existencia de sociedades organizadas, con identidad propia, en lugar de simples agrupaciones. Hoy, en la legislación internacional y nacional, el término “indígena” se refiere a aquellas poblaciones que conservan total o parcialmente sus propias tradiciones, instituciones o estilos de vida, que la distingue de la sociedad dominante. Los términos tienen una connotación política, social, religiosa y cada Pueblo define cómo llamarse, somos diversos en este sentido.

Creo que es de lamentar que más recientemente la cuestión haya sido suscitada en torno de la violencia. ¿Que puedes decirnos al respecto? ¿Cuál es el origen último de esta situación conflictiva?

Es lamentable para nosotros, dirigentes indígenas, lo que pasa. En el sur, la violencia no es parte de nuestra cosmovisión. Nuestra Cultura está basada en principios de vivir en equilibrio y armonía con la Naturaleza, con la Madre Tierra, con todos los seres vivientes de la naturaleza y también con los seres sobrenaturales, los espíritus de nuestros ancestros. Hay que tener en cuenta que antes de la formación de los Estados, para los Pueblos Indígenas no había esa división territorial, los Pueblos se comunicaban de un lado a otro, siempre en reciprocidad, como es la forma que nos enseñaron. Necesitamos volver a recuperar el diálogo y el consenso, un trabajo que estamos haciendo dentro de nuestras organizaciones.

La cuestión se ha prestado a consideraciones históricas, culturales, jurídicas, políticas, económicas y religiosas. ¿Tienes algún comentario que formular en estas dimensiones?

Desde hace más de 500 años, a partir del descubrimiento de América, ha habido un proceso muy fuerte de asimilación. Al principio fue más bien pensado desde lo religioso, había que convertir al indígena al catolicismo, hacerlo sumiso y obediente. Otro fue el plano cultural, donde la asimilación se hizo de manera forzada. Y la educación, de forma sutil, colaboró en quitar la identidad, imponiéndose con valores diferentes, y estamos trabajando en recuperar aquella identidad y volver a ser. En el año 1940, cuando se crea el Instituto Indigenista Interamericano, un organismo conformado y representado por los distintos Estados americanos, comienza una estrategia de asimilación sutil a partir de las políticas de Estados, especialmente en el campo educativo, y se fueron perdiendo los valores culturales. En lo jurídico, al haberse sometido a la forzada expropiación de sus territorios, los Estados fueron de alguna manera apropiándose de ellos, usando en muchos casos la violencia. En todos los aspectos el mundo no indígena fue de alguna manera cooptando o sacando tierras, inclusive donde la población indígena vive hace miles de años, y aún hoy sucede, pero no está visibilizado. 

¿Quiénes son, a tu juicio, los nombres de los estudiosos americanos que mejor conocen los capítulos de esta problemática?

Ha habido muchos estudiosos académicos valiosos y todavía los hay, que son en su mayoría de ciencias sociales, antropólogos y sociólogos. La arqueología también ha trabajado en el rescate de los restos para sus investigaciones, pero siempre basándose en el hallazgo, dando respuesta desde sus interpretaciones, desde una visión muy diferente a la indígena. En la Argentina antropólogos como Sarazola, Colombres y otros, estudiaron desde afuera con una visión diferente. Hay muy pocos especialistas que han estudiado desde adentro. Algunos europeos que se habían internado en el campo de estudio, fueron atrapados por la cosmovisión de los indígenas y se quedaron a vivir en la comunidad. Valoro mucho también a Eduardo Galeano, por su libro Las venas abiertas de América Latina. También hay muchos líderes indígenas que han transmitido conocimientos valiosos en forma oral, quizás hoy no considerados por el mundo académico, y por ende no son conocidos. Gracias a estos valiosos líderes que se han tomado el trabajo de recoger conocimientos de la naturaleza, se sistematiza en un concepto de cosmovisión, como se denomina la forma de sentir y de percibirse como parte del todo y hacer de este pensamiento un estilo de vida. Cursé seis años en la Facultad de Sociología de la UBA y doy clases en la UNTREF sobre este conocimiento valioso, no aprendido en la universidad. Por eso es muy importante citar la fuente de este saber. El precursor y pensador de la Cosmovisión Indígena en la Argentina es Raúl Mamani, Kolla, de la provincia de Jujuy. Me gustaría nombrar también al antropólogo Salvador Palomino Flores del Perú, estudioso de Pueblos Indígenas, autor del libro Sistemas de Oposiciones en la Comunidad de Sarhua, interesante para entender que los opuestos se complementan.

Cada una de las comunidades precolombinas ha tenido su historia, sus valores y su riqueza cultural. ¿Hay elementos en común que sea posible poner de relieve?

Culturalmente los pueblos indígenas somos diferentes, de acuerdo al lugar donde habitamos, el idioma, las formas de honrar la naturaleza por sentirse parte del todo y no dueño de ella, y de acuerdo a todo eso será la ceremonia al río, la Tierra, el aire. Y a partir de estas particularidades, tenemos diferentes formas de representarnos: para los pueblos del norte, el águila; para los del sur, el cóndor; para los del centro, el quetzal; y para los de la selva, la serpiente. Estas son referencias de cada pueblo en el marco de su propia cultura. Sin embargo, el valor más importante que tenemos es la cosmovisión, en lo que coincidimos todos los pueblos indígenas del mundo, porque somos parte del cosmos, porque vivimos e interactuamos en relación intensa con la naturaleza, la Madre Tierra. El ser indígena se consideró parte del todo que tenía a su alrededor, por eso tuvo la capacidad de adaptarse al medio, donde estuviera. 

La reforma de 1994 eliminó de la Constitución de 1853 la referencia a la promoción de la conversión de los indios al catolicismo. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?

Cuando se reformó la Constitución, el tema de la evangelización ya era muy crítico. En el mundo entero había cambios y sólo aquí se mantenía ese artículo obsoleto de la conversión de los indios al catolicismo. La cuestión religiosa era observada en todos lados, era evidente que ya no se podía seguir pensando en evangelizar forzadamente a los indígenas. El texto constitucional se modificó por el concepto de la pre-existencia de los pueblos indígenas. Nosotros no estábamos rechazando la religión, sino planteando la necesidad de hacer esos cambios.

¿Qué puedes comentarnos sobre el Sínodo de la Amazonia y la situación de los distintos pueblos que habitan la región? 

Es importante porque pone en la mesa el debate de la destrucción de la Madre Naturaleza, que los pueblos indígenas señalamos desde hace años. Ahora nosotros tenemos que poner nuestra parte para que esto no se convierta en una nueva confrontación y división al interior de nuestras comunidades. Es importante una herramienta ancestral, el diálogo, el consenso, y un valioso principio que es la complementariedad, para que no se entienda como lucha sino como búsqueda de acuerdos para poder coexistir. Los indígenas tenemos formas ancestrales de llegar a acuerdos. Por ejemplo, el Kolla vive intensamente las fiestas religiosas. Cuando llega la Pascua, la comunidad se reúne, prepara y participa de esta fiesta católica con mucho fervor, y cuando llega agosto, la comunidad se reúne con la misma intensidad y fervor para preparar comida para la Madre Tierra y celebrar la Pachamama. Aquí se ve la complementariedad de dos fiestas diferentes. Cuando no lo entendemos, entramos en lucha de opuestos, tratando uno de imponerse al otro. La misma gente Kolla ha complementado lo opuesto. Esto no es sincretismo, es reciprocidad de los opuestos, como el día y la noche. Lamentablemente, cuando entramos en el antagonismo de los opuestos, vivimos en lucha permanente. Todo esto lo aprendimos de nuestros ancestros, quienes recogieron saberes de nuestra madre Tierra, maestra natural. 

¿Cuáles son, a tu juicio, los países que mejor han resuelto la relación entre las antiguas poblaciones americanas, el flujo humano que trajo la progresiva colonización de origen europeo y la sucesiva introducción de los esclavos africanos?

Varios países han implementado políticas en relación con ese encuentro de dos mundos, en la diversidad que hoy es América. Quizás el más visible es Bolivia, donde lograron oficializar el Estado como Plurinacional, atendiendo la realidad y la expectativa que tenía la gente indígena en relación con los que gobernaban. Desde que empezó el Estado boliviano, nunca se pensó que un indígena podía estar en las decisiones de poder, había mucha discriminación. El gobierno indígena trajo algún cambio, pero falta aún mucho por hacer por los indígenas e inmigrantes. En cuanto a la introducción de los esclavos africanos, ellos se asimilaron a la realidad, tomaron la identidad indígena, hablan el idioma Aymara, se visten como Aymara, adoptaron las costumbres y el estilo de vida Aymara. El inmigrante europeo es distinto, siempre tiende a imponer su cultura. En México, recién ahora se está intentando algo distinto; todavía los procesos educativos están bastante discutidos. Con un estilo asimilacionista, hicieron que hubiera mucha discriminación y que significara un gran problema para los indígenas, muy difícil de soportar. Las consecuencias de estos procesos las estamos viendo no sólo con el zapatismo en ese país sino también en Chile o Colombia.

¿Qué propuestas surgen en las comunidades indígenas para superar las diferencias y construir diálogos en distintas áreas?

En el aspecto religioso ya está el proceso el diálogo interreligioso, inclusive intervenimos y participamos con organizaciones interreligiosas a nivel nacional e internacional. En cuanto a la relación del Estado con los pueblos indígenas, a pesar de algunas experiencias positivas, falta mucho todavía. Quizás la Iglesia, que está bien posicionada, podría ser un nexo para el acercamiento entre las distintas culturas. En efecto, tuvimos una experiencia muy positiva en ese sentido en el año 2000, en un encuentro interreligioso en Ecuador. Si la Iglesia hiciera un esfuerzo mayor para entender la diversidad  y aceptarla, tal vez podríamos encaminar el proceso, y por supuesto también con los Estados, quienes tienen principios cuando asumen y juran por Dios y la Patria.

¿Qué políticas educativas serían las más acertadas, según tu criterio?

Los Estados tienen que desarrollar políticas educativas no específicas para los indígenas, separándonos de otras culturas, como guetos, esto ya demostró su ineficacia. Un ejemplo positivo es el de Australia, con programas de radio en todos los idiomas de las personas que habitan las distintas ciudades: latinos, africanos, europeos, chinos, etc. Si este modelo lo llevamos al plano educativo, tendríamos un criterio más orientado a la diversidad y podríamos valorar lo que es diverso.

¿Cuál es tu visión respecto de los conflictos por la tierra?

El Estado tiene la capacidad de diseñar políticas donde no sólo se contemple el derecho indígena sino que se orienten a desarrollar el potencial que hoy el indígena tiene, en todo sentido. Por ejemplo, si ciertas comunidades están produciendo artesanías o son productores ganaderos, etc., el Estado debería diseñar políticas para incluirlos en esas áreas productivas, y de esta manera los ayudaría a generar sus propios recursos, hacer el rescate de sus culturas y valores, para luego compartir con la sociedad esa gran diversidad, con todo el potencial que implica. Hoy, en cambio, estamos entrampados por un Estado que quiso hacerse con un solo modelo, con las armas y la ley; 200 años después, seguimos naufragando. El Estado tendría que comenzar por reconocer las diferencias y a partir de allí construir el país con esa valiosa diversidad. 

1 Readers Commented

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  1. Yolanda Alba on 13 junio, 2022

    Oh , emocionada de leer este artîculo importante, necesario y maravilloso de una PERSONA EXCEPCIONALMENTE MARAVILLOSA: conocî a la sociôloga en el año 1992 y juntas trabajamos. BRAVO ROSALIA! amiga! me gustarîa conectar de nuevo contigo y comparto este mensaje por las redes acâ! Abrazos

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