La obra de Robirosa posee un hilo medular que es la naturaleza y que a la vez es el velo de otro más profundo: un interés por los lazos espirituales del mundo, por la realidad no visible.

 

La trayectoria de esta artista hasta el presente abarca cuarenta años y son diversas las etapas por las que ha atravesado su desarrollo. La hipótesis que presentamos no las toma en su totalidad sino que señala aquellas que incluyen el tema de la naturaleza. En cada uno de los períodos el acercamiento al tema ha sido diverso. Por esto se estudian de manera separada.

 

Pero, aun bajo las diferencias y los cambios de una etapa a otra, existe en la obra de Robirosa un concepto general que se separa de las concepciones históricas del paisaje y de la aproximación a la naturaleza. Su modo de enfoque está relacionado con aspectos del romanticismo, algún rasgo del impresionismo, con el espíritu de algunos artistas ligados al nacimiento de la abstracción y más tarde con el expresionismo abstracto y la abstracción lírica.

 

Así, la abstracción inaugurada en 1909-10 daría lugar a diversas tendencias, una de las cuales apelaría a la “contemplación y enfoque de impresiones y concepciones no ópticas” 1, en contraposición a la investigación meticulosa y detallada de la apariencia de las cosas, de algún modo a un tipo de posesión de las cosas, a la que el arte occidental se dedicó durante siglos, visión que a grandes rasgos puede entenderse como un amaneramiento dentro de una concepción materialista del mundo. Las actitudes artísticas del pasado correspondían a un modo de estudiar y observar la naturaleza que esencialmente suponía una distancia entre el artista-observador y el objeto-naturaleza. Luego, de manera creciente se fue descubriendo que “un sentido de la naturaleza total de las cosas se estaba apoderando del objeto natural, sea este objeto planta, animal o ser humano” 2.

 

Es a esta línea, cuyos principios básicos enuncia Klee en este escrito de 1923, a la que apelaría el principio general de la obra de Robirosa.

 

Esta manera de imbricarse con la realidad no era un hecho absolutamente inédito en la historia del arte. Se pueden citar algunos antecedentes en movimientos como el romanticismo, el simbolismo, el surrealismo.

 

No en vano, cuando Robirosa surgió al panorama de las artes plásticas argentinas era el momento de la difusión y expansión de la no figuración en Buenos Aires. Robirosa eligió ese lenguaje. Se enroló en lo que en esa época se conocía como abstracción lírica en contraposición al arte concreto, más riguroso y con objetivos diversos.

 

De manera tan temprana como 1958 se unió temporariamente al Grupo Boa, dirigido por Julio Llinás. Su poética individual ya definía los lineamientos básicos del resto de su posterior desarrollo, aunque en el futuro se sucedieran cambios en la imagen. Los objetivos de este grupo junto con el espíritu de sus obras de ese momento marcaban ese claro comienzo. Las palabras de Llinás en la introducción al primer número de la revista dejan constancia de esa conjunción de la que Josefina Robirosa se hacía heredera: su adscripción a otro modo de observar la realidad.

 

“En 1958, después de las experiencias cubistas, dadaístas, surrealistas, después de Kandinsky y de Mondrian, como de Hartung o Mathieu, no habrá pintura en el sentido extremo de la palabra, mientras no haya una incursión en lo imprevisible, un apasionado deseo de revelación inaudita. Y esa revelación sólo será posible por medio de imágenes capaces de inflamarse al menor contacto con la vida e iluminar con su resplandor apasionado los tenebrosos fantasmas de la conciencia humana” 3. El autor de estas palabras dejaba bien en claro que no cualquier abstracción de moda en la época suscribía estos enunciados, nosotros agregamos que sí lo hacían las intenciones de Robirosa.

 

Existe un paralelo entre la expresión de Llinás “inflamarse al menor contacto con la vida” y el concepto de Klee “sentido de la naturaleza total de las cosas”. Esto no solamente se une al concepto general de la obra de Robirosa sino también a su modo de encarar la vida, que en el caso de los surrealistas -y nuestra artista posee rasgos de su espíritu- era una condición ineludible.

 

 

 


* Extracto de la Introducción a Josefina Robirosa, estudio de M. Casanegra sobre la obra de la artista (Ed. Gaglianone, Bs. As., 1997).

1. Paul Klee, «Modos de estudio de la naturaleza», en Hans M. Wingler, The Bauhaus, The M.I.T. Press, Cambridge, Massachusetts, 1976, pág. 73.

2. Ibídem.

3. Julio Llinás, «La bolsa y la vida», en Boa 1, mayo de 1958, pág. 1.

1 Readers Commented

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  1. mARIA gRELA on 11 agosto, 2013

    quisiera saber en qué galeria está exponiendo en este momento agosto 11 2013

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