(Rumania, 2009) Dirección: Cormeliu Porumboiu.

Con una historia de represión política, común a las repúblicas de la órbita de la Unión Soviética, y el culto a la figura de un líder autárquico como Nicolae Ceauşescu, la sociedad rumana experimentó décadas de silencio en materia cultural. Luego de diciembre de 1989, cuando el otrora líder fue juzgado y ejecutado, comenzó tímidamente a tomar forma la necesidad de expresión a través del arte. El cine fue uno de los grandes logros de esta renovación.

Así quedó plasmada casi dos décadas más tarde, cuando por primera vez en la historia una película de ese país obtenía la Palma de Oro en Cannes. 4 meses, 3 semanas y 2 días fue el film que con California dreamin’ y Bucarest 12:08 causaba sensación. A esa lista se añadirán Cómo celebré el fin del mundo y La noche del Sr. Lazarescu, confirmando un cambio estilístico atado a analizar con una mirada joven los últimos días del régimen comunista y las consecuencias sociales de un país sumido en el caos y la corrupción gracias al salto sin escalas dentro del avasallador dogma neoliberal.

Previo a esta brillante generación de directores, internacionalmente, quizás sólo resuenen los nombres de Radu Mihailenau y del prohombre del cine rumano Lucian Pintilie. Sin esta explicación, ciertos modelos de expresión de estas películas quedarían olvidados o en un segundo plano, injustamente relegados. Los directores enmarcan en sus historias la corrupción institucional, el desencanto, la vieja (y la nueva) burocracia, la penosa y endeble estructura de gobierno que dejó el autoritarismo y, lo más importante, la indefensión de la persona ante bamboleantes formas que omiten la dignidad humana. Lo notable es que, en muchos casos, esa mirada rigurosa y de reprobación moral, se encuentra tamizada por un humor desesperanzado.

Policía, adjetivo, la última realización del también director de Bucarest 12:08, continúa la senda de los grandes dilemas planteados en las ínfimas acciones y con los menores recursos. Aquí, un joven policía debe investigar a un coetáneo sospechado de consumir drogas. Puede indicarse que así de pequeña, e igual de grande, es la sinopsis de esta historia. Aprovechando lo escaso del relato y los tiempos muertos que anteceden a la resolución del caso, y de la película misma, Policía, adjetivo elabora el estancamiento

de la actual sociedad rumana y su clima de permanente decadencia, evidenciada por las vetustas y descuidadas construcciones, el aire gris de sus calles y por la casi asfixiante burocracia que debe, como en tiempos del comunismo, justificar su existencia. Una película sobre la arbitrariedad de la ley cuando ha caído en el anacronismo, sobre los repliegues que esconde el autoritarismo, y sobre los vestigios de sociedades totalitarias sin ningún modelo de contención social en la contemporaneidad.

La brillante realización de Cormeliu Porumboiu traslada toda la angustiosa carga de la repetición y el hastío a sus espectadores, construyendo un film tedioso, lento y por momentos al borde de lo insoportable. En su resolución estará la aprobación, o el desencanto, ante tan hábil como compleja construcción, o deconstrucción, del policial y el dilema entre el cumplimiento de la ley y los dictados de la conciencia.

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