A partir del artículo “El matrimonio gay, la Iglesia católica y la laicidad”, del historiador Roberto Di Stefano, publicado en la edición de agosto de la revista, hemos recibido mensajes, opiniones y otros artículos que se relacionan. En estas páginas se publican algunos, por cierto los más críticos, y una respuesta del autor de la nota, además de otra de Arturo Prins, uno de los responsables de la sección Debates (que se ha ocupado repetidas veces del tema) y secretario de la Fundación Criterio. (Ver sección Debates)Allí se explican los alcances de un editorial, los de una colaboración firmada y el valor de la  pluralidad de miradas.

Roberto Di Stefano es miembro del Consejo de redacción de esta revista, asiduo colaborador en el material publicado, y un historiador especializado en temas de la Iglesia argentina. Sus opiniones, como las de todos los que escriben en Criterio, pueden ser compartida o no, pero de ninguna manera descalificadas. Al tiempo que nos alegra la atenta lectura que ciertos artículos merecen y el debate que suscitan, conviene recordar que la vocación de Criterio siempre estuvo, como tuvo a bien definirla el cardenal Jorge Bergoglio para los 80 años de esta publicación, en las fronteras. En este caso, por fronteras se entiende el delicado territorio donde la cultura contemporánea dialoga y se confronta con la fe. De más está decir que el esfuerzo de la revista, en el marco de una concepción ecuménica e interreligiosa, está signado por su filiación eclesial. Pero al mismo tiempo exige la libertad y la independencia propias del quehacer cultural y de toda forma de creatividad. No apelamos a la irresponsabilidad, sino a la apertura y al respeto de las opiniones diversas.

En el pasado, definiciones como las de Jacques Maritain y muchos otros intelectuales de fe no coincidieron con determinados pareceres entendidos entonces como “magisteriales” o afines a la Iglesia jerárquica. Sin embargo, la perspectiva histórica hoy ofrece otra lectura. Esto no significa que al disentir se acierte, pero reclamamos ese derecho a riesgo de equivocarnos. Esperamos que a futuro este debate incite otros y que la interacción permanente entre muchos nos enriquezca a todos.

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