Opinan miembros de Iglesias y confesiones religiosas sobre la ley recientemente aprobada en el Congreso Nacional. En este número cerramos el debate iniciado en julio último (CRITERIO Nº 2361), cuando la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley que modificó el Código Civil en la materia. Tras escuchar las piniones de especialistas y medios de comunicación (CRITERIO Nº 2362) y los ecos de muchísimos lectores (CRITERIO Nº 2363), nos interesa ahora mirar hacia el futuro. Dado que en el debate tuvieron participación activa sectores religiosos, con tradiciones y enseñanzas opuestas muchas veces a la nueva situación, los consultamos sobre las repercusiones que prevén y sobre el vínculo entre la fe y la cultura en una sociedad pluralista y secularizada. Si bien se trató de una modificación a la ley de matrimonio civil, varias Iglesias y confesiones entendieron que debían intervenir en la discusión, porque la norma tendría consecuencias sobre la sociedad, especialmente en la educación de los niños. En las Iglesias Evangélicas y en el Judaísmo hubo más de una respuesta a nuestro cuestionario. Algunos entrevistados respondieron específicamente a cada pregunta, por eso las enumeramos; otros prefirieron reflexionar a partir de nuestros interrogantes.
Los lectores que deseen agregar sus puntos de vista, pueden hacerlo en: www.revistacriterio.com.ar/debates
Arturo Prins
5 PREGUNTAS SOBRE LAS REPERCUSIONES DE LA LEY Y EL VÍNCULO ENTRE LA FE Y UNA CULTURA PLURALISTA, SECULARIZADA
(producción periodística: Virginia Bonard)
1- ¿Qué interpretación asigna a la sanción de la ley de matrimonio civil entre personas del mismo sexo? ¿Se trata de la imposición de una minoría con respaldo político o responde a un fenómeno cultural más extendido?
2 ¿Qué repercusiones tendrá la nueva ley en la cultura y la vida de la sociedad?
3 ¿La experiencia de las personas que recurran a la nueva institución podría llevar, en caso de ser “positiva”, a una revisión de los argumentos empleados en su contra?
4 El áspero debate por la nueva ley ha enfrentado a sectores mayoritariamente identificados por su opción religiosa, con otros que enarbolan la consigna de los derechos humanos y suelen definirse como “progresistas”. ¿Es posible entablar un diálogo entre ambos sectores en
busca de consensos?
5 ¿Cómo restablecer el vínculo entre la fe y la cultura en el seno de una sociedad pluralista y secularizada?
IGLESIAS EVANGÉLICAS
Pastor LISANDRO ORLOV
Iglesia Evangélica Luterana Unida:
1. La ley no fue impuesta por una minoría, pues la sociedad argentina ha alcanzado un alto grado de reconocimiento y respeto del pluralismo social, cultural y religioso. La experiencia de la vulneración de los derechos humanos, durante períodos muy tristes de nuestra historia, nos ha hecho sensibles a la defensa y promoción de todas las identidades y dignidades. La protección de las minorías y de las diversidades es esencial para el compromiso con los derechos evangélicos de la humanidad.
2. Luego de la sanción de la ley, somos una sociedad más igualitaria. Pero tengamos en cuenta que las leyes reflejan y legislan sobre situaciones preexistentes; no crean realidades sino que las reconocen.
3. Como protestante, tengo necesidad de hacer memoria de la discriminación que vivimos hasta la sanción de la ley del Registro Civil y de la polémica religiosa que se desató en ese momento por la ampliación de derechos a ciudadanos considerados hasta ese momento de segunda clase. El matrimonio evangélico no fue reconocido hasta 1880, cuando gobernantes influidos por ideas positivistas crearon el casamiento civil. Los argumentos empleados en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo fueron semejantes a los utilizados entonces por los opositores a ese reconocimiento de derechos.
4. Considero esencial que los grupos religiosos establezcan un diálogo en el cual reconozcan la legitimidad de los consensos actuales y futuros como fundamento de la convivencia democrática. Es necesario reconocer y proteger la independencia de las comunidades religiosas respecto del Estado. La construcción de un Estado laico, que no es sinónimo de secularizado, exige de las comunidades religiosas asumir posiciones de servicio y promoción, sinceras y transparentes, que reconozcan los mismos derechos y obligaciones para todos los habitantes de la República. Es necesario que la sociedad civil, de la cual las comunidades religiosas formamos parte, nos contemple como santuarios de la defensa de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, en igualdad y sin privilegios.
5. En el contexto de una reconocida y respetada diversidad cultural, religiosa y política, las comunidades religiosas pueden realizar aportes que promuevan la igualdad religiosa, porque sin ella la libertad se transforma en mera tolerancia. Ya no se pueden sostener discursos hegemónicos u homogéneos. Nuestra sociedad y nuestra cultura son profundamente plurales y el debate suscitado por la aprobación
del matrimonio igualitario, ha sido un claro ejemplo de esa sociedad plural y laica que, a mi entender, no es sinónimo de secularizada.
Pastor NORBERTO SARACCO
Iglesia Buenas Nuevas.
Rector de la Facultad Internacional de Educación Teológica:
1. La ley fue auspiciada por una minoría, dentro de un contexto político propicio. Pero un amplio porcentaje de la población acompañó la iniciativa. No creo que sea apropiado quedarse en una puja de números sobre el derecho de la mayoría por ser mayoría. Más bien deberían las mayorías asegurar los derechos de las minorías. Al fin y al cabo, las leyes reflejan lo que es la sociedad.
2. El contexto cultural es cada vez más tolerante a todo tipo de conductas y esta ley es una muestra de ello. Pero, aun visto como fenómeno cultural contemporáneo, no se evitarán las consecuencias de semejante decisión. La sociedad puede tolerar una ley como la sancionada, pero ¿está preparada para tolerarla en la práctica? Los niños, los indefensos, han quedado de lado en aras de los pretendidos
“derechos” de los mayores.
3. La ley es parte de una agenda más ambiciosa cuyo fin no es sólo permitir todo tipo de conductas, sino crear espacios para que las nuevas generaciones sean formadas conforme a estos nuevos parámetros. Quienes sostenemos valores y estilos de vida diferentes a los que muestra esta ley (y las que posiblemente vengan) deberemos prestar atención a la formación de nuestros hijos, no dejándola exclusivamente en manos de la escuela ni del Estado. Por mucho tiempo los padres han “depositado” a sus hijos en la escuela para que ésta los “forme”. Ha llegado el tiempo de que los padres retomen la formación de sus hijos.
4. Intentar ubicar a quienes se oponían a la ley, dentro de un sector religioso, oscurantista y fanático, y dentro del progresismo a quienes la favorecían, es una falsa disyuntiva con efecto mediático. La sociedad posmoderna es capaz de tolerar todo, menos la defensa de convicciones. Intenta reducir la religión al círculo de lo íntimo, sin permitirle afectar el resto de la vida. Todo diálogo es deseable y posible. Algunos deberemos aprender de las nuevas realidades, mientras otros deberán entender que ser coherente con las convicciones no es signo de oscurantismo.
5. Cada generación ha necesitado repensar la fe de cara a la cultura. Quienes somos cristianos sabemos que el Evangelio tiene respuestas, pero nos toca entender las preguntas. El problema del diálogo no pasa por la pluralidad de ideas sino por la pretendida desvalorización de lo religioso o de la fe. En una sociedad secularizada y en muchas partes “poscristiana”, no es fácil el diálogo pues estamos en “inferioridad” de condiciones. Todo diálogo con la cultura nos vuelve a las raíces de la fe y obliga a limpiarnos el ropaje cultural con que solemos cubrirla. Todo diálogo con la cultura es un peregrinaje purificador.
EL JUDAÍSMO
Rabino DANIEL GOLDMAN
Comunidad Bet El. Profesor de teología, Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer:
1. No tengo dudas de que la sanción de la nueva ley de matrimonio civil entre personas del mismo sexo
es la manifestación de un derecho producto de la elaboración cultural de una sociedad. Ésta, con madurez, decidió comprender el espacio que las minorías sexuales poseen, algo que ha sido silenciado, despreciado y discriminado durante muchos siglos.
2. Sobre las repercusiones que tendrá la nueva situación, simplemente creo que estamos ante una ley revolucionaria, que denota un voto de confianza a la necesidad de despegarse de los modelos atávicos. En última instancia denota una evolución y un modo genuino de superar algunos de los prejuicios que se mantuvieron de manera férrea hasta hoy.
3. Cualquier elemento de un sistema cultural, sea una ley sancionada por el Congreso o una sentencia emitida por el Poder Judicial, es pasible de ser interpretado. La cuestión es ver cuál es la intención. En este sentido, siempre habrá quienes hagan una lectura exegética constructiva y otros que en oposición, la conviertan en un elemento que genere discordia, desacuerdo y desavenencias.
4. Creo en los debates intelectuales y de ideas más que en los consensos. Porque en esencia el “diálogo”, como forma de poder batallar en el “logos” mismo, hace que se produzca la polémica. Y no hay que temer a las polémicas. La polémica nos hace acceder a un nivel de profundidad y enriquecimiento, ya que es multifacética y policromática. Desde ese lugar, el diálogo es un proceso abierto que obliga, a través de su experiencia, a salir distinto de cómo uno ingresó a la polémica.
5. La sanción de esta ley y su puesta en práctica muestran un modo de restablecer el vínculo entre la fe y la cultura.
Rabino ABRAHAM SKORKA
Comunidad Benei Tikva. Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall T. Meyer:
1. Resulta difícil afirmar cuál fue la opinión de la mayoría. Es indudable que la ley respondió al partido gobernante y a sectores comprometidos con los derechos humanos y el ideario “progresista”. También reflejó un cambio en la cultura de la sociedad.
2. Bien mostraron Freud o Lévi-Strauss1, la importancia de las normas de ética sexual. Aceptar una nueva ética en un punto tan radical, conlleva a la transmisión de un nuevo paradigma en el que se formarán las próximas generaciones y modificará una parte sustancial de su Weltanschaung.
3. Los argumentos contra la ley fueron mayormente de índole ético-religiosa, cuando el énfasis debió centrarse en lo antropológico. Que su aplicación conlleve logros y avances, no invalida la crítica antropológica, pues los profundos cambios sociales que producirá serán evaluables a través del tiempo. La ética tradicional judeo-cristiana no acepta el cambio adoptado; cuenta con una experiencia milenaria de culturas formadas sobre preceptos bíblicos, con logros y fracasos. Por otro lado, las normas de conducta son materia de fe; se cumplen porque se consideran verdad revelada; no son demostrables como una verdad científica. La ética sexual en sus aspectos más profundos –como afirma Lévi-Strauss en la mencionada cita, y el Talmud Babilónico en Jaguiga 11,b– trasciende el pensamiento deductivo. Del pasaje talmúdico se infiere que pertenece al ámbito de lo oculto, revelado sólo a los iniciados en los conocimientos místicos.
4. En una sociedad democrática debe haber diálogo entre quienes viven según sus preceptos religiosos y quienes no los tengan. Debatir acerca de cuestiones éticas, donde unos presentan versículos bíblicos sin coincidir muchas veces en su interpretación y otros enarbolan cosmovisiones ateas o agnósticas, no conduce a nada. En este caso, el idioma común en el que pueden intercambiarse ideas es el antropológico. Finalizado el debate, las partes deberían reclamarse que, en cuanto miembros de una misma sociedad, sus puntos de vista se vean reflejados en el espíritu de la ley. Ambas deberían ceder y lograr consenso. Es la dinámica del diálogo en una sociedad democrática, con conciencia y ética acordes.
5. El vínculo entre fe y cultura en una sociedad pluralista y secularizada puede alcanzarse a través del diálogo. La fe madura es pluralista en esencia. Cada credo podrá tener múltiples líneas interpretativas. El pensamiento único, en un culto dado, al igual que en política, conlleva al totalitarismo que esteriliza la creatividad espiritual. Que una sociedad sea secularizada no implica que sea insensible a lo religioso; no lo será mientras este sentimiento sepa manifestarse a través de lo humano más sublime.
Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión, Obras completas, volumen 21 (1927–31), Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979, pág.10; Claude Lévi-Strauss, Las Estructuras Elementales del Parentesco, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1969, págs.58-59.
EL ISLAM
Sheikh ABDELKADER ISMAEL
Centro Islámico de la República Argentina:
Para la jurisprudencia islámica, la homosexualidad es un acto contra la naturaleza y una desviación del ser humano del recto sendero. La persona que se inclina por tener este tipo de relaciones es considerada
desobediente de los mandamientos de Dios y merece un castigo en esta vida y en la otra, si no se arrepiente definitivamente y pide perdón al Más Clemente y Misericordioso. Por lo tanto, la homosexualidad es un acto ilícito. La posición del Islam está basada en el Mensaje Divino, transmitido a la humanidad a través de los profetas y mensajeros de Dios, quien –alabado sea– ordena a Moisés en
el Antiguo Testamento, como Mandamiento a su pueblo, lo siguiente: “No te acuestes con un hombre como si te acostaras con una mujer. Ese es un acto infame” (Lv 18:22).
En el generoso Corán, Dios, alabado sea, nos recuerda en varios capítulos la historia del profeta Lot y la de su pueblo que cometía obscenidades, así como el castigo que recibieron (Capítulo 11:77-83).
La homosexualidad en la jurisprudencia islámica se refiere a las relaciones entre gays, lesbianas y bisexuales.
Los jurisconsultos musulmanes no aceptan que los homosexuales puedan unirse en “casamiento” o “matrimonio”, porque estos términos se han referido siempre al enlace matrimonial entre un hombre y una mujer, según las leyes. La posición definitiva del Islam, en ese sentido, es la de no reconocer ni aceptar esos “matrimonios” ni ningún otro tipo de unión sexual entre seres del mismo sexo. No se puede negar la existencia del fenómeno de la homosexualidad en el mundo islámico, pero la conducta de las minorías homosexuales ha sido, y es, no llamar la atención y respetar las leyes. Tampoco los países denominados “laicos”, de mayoría musulmana, aceptan o permiten esas relaciones, y no se espera que haya ningún cambio mientras se siga respetando la Charí´a Islámica. Los argentinos musulmanes, identificados religiosamente con el Islam, no tenemos motivos para enfrentarnos con los que enarbolan la consigna de los derechos humanos, ya que el Islam ha sido históricamente, y desde hace más de catorce siglos, el defensor de esos derechos, cuando la humanidad vivía en las tinieblas, con dictaduras, injusticias y feudalismos. Pero debemos ser conscientes del grave riesgo que enfrentaría la humanidad en caso de aumentar las uniones entre seres del mismo sexo, ya que representaría una amenaza a la existencia y continuidad de las próximas generaciones.
IGLESIA APOSTÓLICA ARMENIA
Arzobispo KISSAG MOURADIAN
Primado de la Iglesia Apostólica Armenia para la República Argentina y Chile:
1. Según mi criterio, la ley fue tanto la imposición de una minoría con respaldo político como un fenómeno
cultural más extendido. Hasta la sanción de la ley, las relaciones entre personas del mismo sexo existían posiblemente en forma oculta, pero con la ley las personas homosexuales adquirieron el derecho a no ocultarlas.
2. No sé si la nueva ley cambiará mucho o tendrá alguna repercusión fuerte en la cultura y en la vida de la sociedad. Los distintos grupos de la sociedad continuarán con sus tradiciones y costumbres, simplemente aceptando la existencia del otro, aceptando esta nueva realidad.
3. Las personas que recurran a la nueva institución seguirán coexistiendo en la sociedad, y esperemos que no molesten o perjudiquen a otros, o entre sí.
4. El diálogo y los consensos siempre fueron necesarios, pero –a mi juicio– en este caso entiendo que no hay mucho que decir. Si se trata de un derecho, los defensores de los derechos humanos o los progresistas ya tienen la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo y esperamos que ellos también respeten los derechos humanos de todos los demás.
5. ¿Cómo restablecer en vínculo entre la fe y la cultura? Rezando. Pidiendo a Dios que nos ayude a todos para encontrar el camino correcto que nos permita vivir en paz y en armonía, respetando la igualdad y la diversidad, en el seno de una sociedad pluralista y secularizada.
IGLESIA ANGLICANA
Pbro. DANIEL R. GENOVESI
Rector de la Parroquia San Marcos:
Los tiempos cambian: la ley sancionada es un claro indicador que no se debe subestimar y tampoco sobreestimar.
La ley no crea la vida: ofrece un marco de orientación y regula. Las consecuencias en el futuro permanecen abiertas y debemos estar atentos a ellas para seguir discerniendo los signos de los tiempos. Los últimos meses recorridos en este proceso pueden ser todo un libro de vida a nuestro alcance. Por ejemplo, el enfrentamiento generado en diferentes sectores debería plantear una revisión de las posiciones el diálogo, al menos en seis niveles: 1. Teológico: Dios se hizo hombre para hablar a los hombres. ¿Por qué los hombres pretendemos transformarnos en Dios para hablar a los hombres? Hablemos de hombre a hombre. 2. Epistemológico: poder asumir ante los valores la posición de K. Popper –principios de falibilidad, discusión racional y aproximación a la verdad– antes que la de J. Maritain. Busquemos la verdad como síntesis superadora de las partes. 3. Sociológico: vivimos en una democracia, no nos comportemos como miembros de una aristocracia, una monarquía o una tiranía. Procuremos el bien común que incluye el bien de las partes. 4. Psicológico: hostigamos en el otro lo que negamos y no reconocemos en nosotros la sombra: orientación sexual, espiritualidad, manipulación, certidumbre, dudas. Como personas, grupos e instituciones tenemos, entre otras, esas grandes sombras a revisar antes de señalarlas en los demás. 5. Lingüístico: los términos no expresan por sí conceptos sino que sólo son un significante que adquiere significado en la cadena de significantes. Discutir por la palabra matrimonio o unión civil carece de sentido. Asumamos los nuevos paradigmas y desarrollemos vínculos existenciales. 6. Mediático: los comunicadores no reflexionan, orientan; la masa no piensa, opina; los medios no ofrecen alternativas, manipulan. Un diálogo verdadero no es mediático. En el inicio de su ministerio, Pedro tuvo una visión donde una voz le ordenaba comer animales. Él se negó diciendo que no probaría algo impuro. Luego fue invitado a visitar a un romano, Cornelio; al entrar a su casa vio que el espíritu Santo se derramaba sobre los presentes. Admirado, expresó: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas y que, en cualquier nación, todo el que le teme y practica la justicia es agradable a Él”. Pedro pudo ser fiel a la buena noticia que tenía que anunciar, por encima de sus propios prejuicios y cultura. Murió en una cruz invertida: había aprendido que todos somos pecadores amados por Dios y redimidos en Cristo. Un mensaje que jamás impuso y sí testimonió: así animó a muchos hasta transformar incluso una cultura. Fueron como el alma del mundo. Un camino a explorar.
Iglesia católica
OSCAR OJEA
Obispo Coadjutor de San Isidro:
1. La aprobación de la ley de matrimonio igualitario obedece al respaldo que recibió una minoría, la de las personas homosexuales. El respaldo fue político y de los principales medios de comunicación.
La figura de la unión civil hubiera satisfecho las demandas de las personas del mismo sexo que deseaban
un vínculo más estable. Sin embargo, debemos reconocer que la ley satisface una inquietud social y cultural que fue avalada de modo explícito o implícito por gran parte de nuestra clase media y por muchos jóvenes. Una minoría trabajó muy activamente para que la ley se promulgara, pero es indudable que hay una cultura que, en general, se manifiesta más abierta que en otras épocas a la opción de vida homosexual.
2. La repercusión que tendrá la nueva ley es impredecible. Creo que influirá más a nivel educativo y cultural que por la cantidad de bodas que se realicen; pero esto habrá que evaluarlo dentro de un tiempo.
3. El debate fue muy desparejo y en el orden conceptual se contraponían posturas que, más que enfrentadas, eran complementarias; por ejemplo: convicciones religiosas versus derechos humanos.
4. La inmensa mayoría de las opciones religiosas, especialmente las que se dan en nuestro país, están a favor de los derechos humanos. Más aún, les dan sustento desde una visión trascendente de la vida. Sin embargo, desde el punto de vista comunicacional, se tradujo un falso enfrentamiento entre los defensores de una igualdad de derechos y posturas religiosas consideradas “no progresistas”. Creo que los sectores identificados con nuestras convicciones religiosas no supimos comunicar adecuadamente nuestro pensamiento. No supimos expresar, por ejemplo, que “distinguir situaciones” no es lo mismo que “discriminar personas”, en el sentido de minusvalorarlas. Hubo intereses poderosos, tanto políticos cuanto en los medios, que colaboraron para que esto fuera así.
5. El aspecto positivo de esta situación es que nos permite profundizar un nuevo modo de diálogo en la cultura, con las condiciones que ponía Pablo VI para que se realice un diálogo auténtico. Decía el Papa: “El diálogo debe ser claro, sencillo, confiado y cordial”; al mismo tiempo se debe trabajar en el uso apropiado de los medios de comunicación y en el conocimiento de sus reglas de juego. Para todo esto es necesaria una escucha atenta de las nuevas realidades que nos presenta el momento histórico, respetar las convicciones adversas y ser fieles servidores de la Verdad.
Reflexión final
La relevancia pública de la fe
A pesar de que las iglesias y confesiones religiosas consultadas expresaron juicios diversos, existen entre
ellas notables convergencias que enunciamos siguiendo las preguntas orientadoras del debate:
1. Con respecto al grado de representatividad de la nueva ley de matrimonio, la mayoría ha reconocido que, trátese o no de la obra directa de una minoría bien organizada, dicha ley refleja el pensamiento de un sector consistente de la sociedad y de un cambio en los valores y en la visión de la sexualidad característico de la cultura actual.
2. En cuanto a las repercusiones de la nueva ley, se puede observar que incluso quienes están en desacuerdo con su contenido no tienen una mirada apocalíptica sobre el futuro, aunque se muestran conscientes del desafío educativo que la nueva norma representa para sus comunidades.
3. La importancia de la experiencia de quienes recurran al matrimonio homosexual no ha sido tenida en cuenta explícitamente por los entrevistados. Sin embargo, el tema está implícito en la exhortación a estar abiertos a los “signos de los tiempos” o a la “atención de las nuevas realidades”.
4. La falsedad de la pretendida oposición entre sectores religiosos y progresistas queda en evidencia en el contenido del debate. Las confesiones expresan su profundo compromiso con los derechos humanos y la aceptación del pluralismo social, con renuncia a cualquier pretensión de imponer las propias ideas al conjunto de la sociedad.
5. Con referencia al vínculo entre fe y cultura, la mayoría ha expresado una clara conciencia de que el tema de fondo es de carácter cultural, y es esa realidad cultural lo que la ley tiende a reflejar. Reconocen que dicho vínculo con la cultura debe cultivarse a través del diálogo respetuoso, sobre la base de un lenguaje común, de argumentos racionales y de confrontación de visiones antropológicas. Al mismo tiempo se reclama un reconocimiento de la relevancia pública de la fe y de la función que ésta debe cumplir incluso en el moderno Estado laico.
Algunas conclusiones relevantes. En primer lugar, las comunidades religiosas opuestas al matrimonio homosexual, entre ellas la católica, no lo hicieron por un “oscurantismo” autoritario (como se afirmó con el fin de descalificarlas) sino sobre la base de posiciones razonadas que aún hoy pueden enriquecer el diálogo. En segundo lugar, las distintas religiones, más allá de su posición sobre la reforma del régimen matrimonial, están llamadas a una misión insustituible en el ámbito de la sexualidad y la familia: aportar a
la razón pública una imagen del hombre y un conjunto de criterios éticos e ideales de vida de los cuales se muestra cada vez más indigente.
Más ecos de este debate
Selección de opiniones recibidas en la web
Los homosexuales también son hijos de Dios
El clima que se vivió en la Iglesia Católica después de la votación favorable al matrimonio homosexual, evocó el de los días posteriores a la sanción de la ley de divorcio en 1987, aunque con diferencias que resultan evidentes. Se dijo que en este tema la Iglesia mostró el rostro de un padre severo más que el de una madre misericordiosa. Recuerdo décadas atrás, la entrevista que tuve con monseñor Pío Laghi, uno de los más lúcidos nuncios en la Argentina. Él me cortó una pregunta con una frase tajante: “Para la Iglesia los guerrilleros también son hijos de Dios”.
Una respuesta que obviamente me descolocó. Los separados en nueva unión –como se llama en lenguaje eclesiástico a los divorciados– también son hijos de Dios. Tras la sanción de la ley de divorcio, la Iglesia cobró conciencia de la importancia que tenían y observó que los había desatendido. Con ellos inició así una nueva etapa.
Si bien la Congregación para la Doctrina de la Fe dio a conocer un texto en 1986, titulado “Documento sobre la atención pastoral de las personas homosexuales”, la mayor parte de los sacerdotes y un buen número de obispos lo desconocen. Desbordados por sus tareas de asistencia espiritual optaron por mantener distancia con el mundo homosexual. Seguramente por ignorancia tienen dificultades para encarar pastoralmente su atención. Y porque no fueron debidamente atendidos surgió esta separación; sin querer se cayó en un enfrentamiento que no encaja con el espíritu evangélico.
La atención pastoral de los homosexuales es un desafío que deberá emprender la Iglesia. Porque el amor a las personas es su cometido. Los homosexuales también son hijos de Dios.
Pedro Siwak
Normal, anormal
Cuando los defensores del “pseudomatrimonio” argumentan que los hijos de dos homosexuales son “normales”, ¿quieren decir que ellos no son normales?
Horacio Bottino
Deseo expresar mi poco agrado por el matrimonio homosexual, dado que es anormal.
Nelson
Que en pleno siglo XXI aún nos cuestionemos este tema, sí que es anormal. Cada cual puede hacer con su vida y su cuerpo lo que quiera, mientras no haga daño a los demás.
informaticosvalencia
26 Readers Commented
Join discussion…El buen ejemplo para amar y crecer sanamente: puede darse tanto entre parejas , del mismo sexo como de diferentes sexo, igual sucede con actitudes pervertidas.
Si hay madurez, respeto y conocimiento: no hay porque temer.
creo qu entre parejas de mujeres hay mas sensibilidad espiritual.
Estimado Director
Me parece muy esclarecedora la nota sobre las distintas opiniones y aprovecho para felicitarlo por su revista que siempre leo y aprecio.
Lo que no me parece bien es que las opiniones del Pastor Orlov y del Pastor Saracco estén ambas bajo el «rubro de Iglesias Evangélicas.
De las 27.000 Iglesias Evangélicas y Protestantes que hay en el país sólo el 5% son Protestantes
y estan nucleadas en FAIE.
En rigor de verdad el Pastor Orlov, a quien respeto por su lucha por la igualdad religiosa, es parte de las Iglesias Protestantes o Reformadas que apenas representan ese 5% . De ese 5% no todas aceptan el matrimonio igualitario.
El 95% restante son Iglesias Evangélicas y no aceptan el matrimonio igualitario. Las Iglesias evangélicas estan nucleadas en Aciera,Fecep, Fipa, Ficea, etc.
En lo sucesivo sería bueno distinguir ambas. Las Iglesias evangélicas en rigor de verdad no son
Iglesias protestantes ya que no protestaron contra nadie.Los protestantes eran católicos que protestaron contra catolicos. Los evangélicos son tales porque su fuente no es la Reforma sino el modelo bíblico neotestamentario expresado en La Biblia.
Dios le bendiga.-
Dr.RICARDO DOCAMPO
Una rectificación al pastor L. Orlov sobre la discriminación que habrían sufrido los evangélicos hasta 1880. Los no católicos tuvieron derecho a casarse ante los ministros de su culto desde 1822. Los registros de las iglesia anglicana y la que fue la alemana (de la calle Esmeralda) dan testimonio de ello y lo digo incluso por experiencia familiar. El Código Civil, dado que la Constitución en el art. 20 reconoció el derecho de los extranjeros a casarse “conforme a las leyes”, recogió el mismo principio en los arts. 183 y concordantes. El problema se planteaba cuando no había “ministro del culto”, como ocurrió con los Levy, quienes lograron casarse según el rito judío (aunque no había rabino) por la intervención de Miguel Navarro Viola, que hizo una crónica de la celebración. Los novios Tabernig-Moritz de Esperanza (Santa Fe), antepasados de María Julia Alsogaray, se declararon casados en la plaza por no solucionarse como debía el problema del matrimonio mixto, hecho que fue un antecedente de la ley 2393, que obligaba al casamiento civil como el único con fuerza legal. Como se penalizaba al que celebrara un matrimonio sin su acreditación, fue a la cárcel el cura católico de Punilla, mediando un célebre fallo de la Corte, que respaldó la condena. Mejor que lo dicho en esta apretada síntesis, sugiero leer el ameno y documentado “Sí, quiero”, del académico de la Historia y pastor bautista Arnoldo Canclini. En la actualidad, la unión celebrada en forma religiosa carece entre nosotros de valor legal, a diferencia de muchos otros países, entre ellos España, Italia, Gran Bretaña, los países escandinavos, Brasil y Chile.
Felicito la forma seria de aportar al tema ya que las preguntas me parecieron bien seleccionadas, la verdad los comentarios del Sr. Docampo también me resultaron esclarecedores pues al leerla (y como no soy evangélica) me surgieron dudas en cuanto a la representatividad de los Pastores mencionados. Creo que fue un aporte el aclarar la posición de diferentes comunidades religiosas seriamente sin la sombra del fanatismo o declarada discriminación que se vieron en los momentos en que era discutida le ley de matrimonio igualitario.
Creo que este tema excede el campo jurídico y/o político.Es verdad que el oficialismo «junta votos» o no con esto.Yo estoy de acuerdo con la libertad de elección.Es decir,cada uno de nosotros,elige en cada instante. El tema es saber si elige bien,si elige lo correcto.Si dos personas del mismo sexo eligen estar juntas y no dañan a los demás,el Estado debe reconocerles derechos:previsión social,derechos sucesorios,seguridad social,etc.No creo que esa unión sea un matrimonio.Pero esta es mi opinión.No creo que un niño alcance su madurez allí.Tal vez sea tradicional,pero prefiero la familia de varón y mujer.Aquello que me preocupa, es la forma que tienen de defender ciertos derechos algunas personas homosexuales.Pareciera que sólo ellos los tienen.La violencia y la agresión hacia la Iglesia Católica con pintadas y demás,nos refiere a usar la fuerza porque la razón no alcanza.La verdad,a mí no megusta discutir por ideas religiosas,políticas y demás.Estoy convencida que las elecciones de cada uno tienen un efecto.LA VIDA TE LA DAN,NO TE LA REGALAN,Cada quien debe ser responsable de su propia vida.Y creo que en muchas elecciones,la responsabilidad está ausente.Vivimos la época de «todo vale».Claro que viviendo así,no somos felices.SOBREVIVIMOS.Si no somos conscientes que sólo nos salva el AMOR, como expresión de UNIDAD,de ver al otro como otro sí mismo,vamos por mal camino.A veces, el «amor» es solamente deseo,capricho,ubicación social,(no está bien estar solo).Es un mundo que va hacia la LUZ y está saliendo de la oscuridad,pero,todavía,muy pocos ven esa LUZ.Habrá que esperar que transcurra el tiempo para descubrir los efectos de «estos matrimonios» y también para ver por qué los políticos venden sus juramentos en procura de conseguir más votos.Los tiempos se aceleran y cada uno estará en el lugar que le corresponda.
..
Me encantaría poder publicitarla en Facebook o twiter, pero no encuentro el sello de compartir.
Alguna razón para no publicarla en mi perfil o mis blog, haciendo referencia a esta página?
Me avisan.
Muy buena la nota. Gracias.
Lo puede publicar citando la fuente, revista Criterio, muchas gracias
Respeto a aquellos que en su decisión quieren compartir su vida con una persona del mismo sexo, pero me parece que el tema se trata desde el punto de vista de principios que en sí mismo son buenos pero que no se pueden aplicar a esta realidad porque la desvirtúan -derecho, igualdad, amor- son principios que no caben en esta realidad o se aplican de manera equívoca, por ejemplo el matrimonio igualitario no es tan igualitario, debido a que no es igual al matrimonio de heterosexuales, desde cualquier dimensión, tanto física, psicológica, espiritual, e incluso social nunca será igual. ese para mí entender es un error, que las personas que optaron por estar unidas con alguien del mismo sexo, no crea un derecho, esto también es un equívoco, sino también tienen derechos los que quieren tener sexo con animales, o los pedofílicos, o se tenemos derecho al libre albedrío pero el libre albedrío no crea derechos, porque se pude elegir lo que está mal y entonces no por eso tengo derechos.
Considero que la ley se trató en un contexto político altamente influenciado por ciertas ideología llamadas progresistas, y esto impidió un tratamiento más racional, mas de sentido común, más mirando el bien común. Luego para mí la ley no es buena
Qué bien que traten estos temas, es importante dialogar con las personas que viven, experimentan esta situación. En lo personal, no va en contra de nada, sólo me doy cuenta que los fundamentalistas como muchos musulmanes siguen cerrados ante una realidad que siempre ha existido. Saludos y deseo la paz, la justicia y la igualdad para todos, y especialmente que vivamos el amor que decimos profesar por la fe.
Respetemos la diversidad y amemos como nuestra fe nos lo enseña
Dios los bendiga
No estoy de acuerdo con el matrimonio igualitario, menos aún con la adopcion de niños, las mujeres nacimos para procrear y formar una familia, es un mandato de Dios.
Considero que éste tema está relacionado con lo politico que desgraciadamente hoy nos gobiernan.
Acepto que cada persona ejercite la relacion que deseen-es una eleccion de vida- pero sin la palabra «matrimonio» ya que ello desvirtua totalmente el sentido de la misma.
No estoy de acuerdo con el matrimonio igualitario, estoy de acuerdo con la elección de vida de los homosexsuales. Creo que la palabra «matrimonio» tiene por designio de Dios la formación de una familia compuesta por madre, padre, hijos y abuelos y dicha palabra desvirtúa totalmente el sentido de la misma.
Tampoco estoy de acuerdo con la adopción de niños, la confusión y problemas psicólogicos de los pequeños viendo a dos hombres en la cama los llevará al mismo camino. ¡Habiendo tantos matrimonios con deseos de adoptar! La ley debería acelerar los trámites a tal efecto sin tantos requisitos y burocracia. No es justo privarlos del placer de sentirse «mamá y papá» como Dios manda.
En la ciudad (polis) todos deben ser iguales y los derechos pertenecen a los ciudadanos, y esto configura la igualdad de todos ante ley, que es la mejor forma de superar todas las formas de discriminación.
La Igualdad en Derechos y en Oportunidades de los ciudadanos, y la desaparición de la discriminación se deben constituir como ejes fundamentales de una sociedad democrática. Es necesario que se impulsen todas las herramientas para garantizar la igualdad y la eliminación de cualquier discriminación, es el objetivo que se tiene que dar en cualquier sistema Democrático: “de lo que se habla es del derecho fundamental (que tienen) como personas a la igualdad”, que es “un derecho consagrado en nuestra Constitución”
El ciudadano es la razón de ser del Estado, de los poderes públicos, por lo tanto los derechos civiles tienen que estar jurídicamente asegurados para todos. En las sociedades democráticas actuales no existen jurídicamente ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, o no ciudadanos como existían en las polis griegas, donde las mujeres, los esclavos y los extranjeros no gozaban del privilegio de la ciudadanía.
“Las comunidades políticas democráticas están formadas por ciudadanos, es decir, por individuos libres e iguales en virtud de la ley democrática. Los poderes públicos, son legítimos en la medida que tienen la obligación de garantizar por igual sus derechos” .
La Igualdad Civil entre los ciudadanos, y la desaparición de toda forma de discriminación se deben constituir en ejes fundamentales de una sociedad democrática. Los derechos pertenecen a los ciudadanos. Es necesario afirmar los derechos y las libertades individuales de las personas frente a los que todavía consideran que por ser mayoría deben decidir sobre cuales son los derechos de las minorías, utilizando como argumentos dogmas ideológicos inamovibles, contra los cuales no se puede dialogar, porque su verdad es la verdad y la quieren imponer al resto de la sociedad, aunque no piensen igual que ellos.
Podemos entender que cada Institución religiosa tenga su visión con respecto a diversas situaciones que se dan en la vida humana, aprobando o desaprobando o legislando y dictaminando para su interior que está permitido y que no, pero no se puede comprender que se quiera imponer en una sociedad democrática donde viven personas con diferentes creencias, ideologías, filosofías, lo que se considera como un dogma o una verdad, esto era propio en la sociedad medieval, pero es inaceptable en nuestras sociedades democráticas contemporáneas.
En la legislación de un derecho civil que iguala en condiciones, posibilidades y oportunidades a los ciudadanos no se debe poner en discusión ni argumentar debe un posicionamiento moral de una determinada concepción ética, considerando que nadie tiene la verdad en su totalidad, y que esta no se puede imponer al resto de la sociedad.
Solamente un sistema democrático puede asegurar la representatividad de todas las minorías existentes en la sociedad, garantizándoles, sus plenos derechos. En ese sentido, reconocer efectivamente para todos, los derechos fundamentales es condición necesaria para que un estado democrático pueda desarrollarse. Es un deber del Estado instrumentar un tratamiento igualitario de todos los ciudadanos frente al mismo. El estado debe aparecer necesariamente como garante de ello. En ese sentido, se trata de restituir las condiciones de posibilidad del ciudadano. Se trata de que el estado aparezca como articulador final de los intereses existentes en la sociedad, intereses entendidos como principios contrapuestos, y como garante último de una conciliación que parte del reconocimiento efectivo de los derechos fundamentales para todos los ciudadanos.
Suscribo cada línea del comentario de Norberto Padilla. En el debate de la ley de matrimonio civil, mi bisabuelo José Manuel Estrada, hizo una valiente defensa confesional de su posición, pero no omitió consideraciones jurídicas obvias. Entre ellas señaló que se iniciaba el camino para considerar al matrimonio como un contrato, ciertamente con algunas cláusulas de orden público, pero un contrato, y que esas cláusulas quedaban sujetas a ser modificadas por otra ley, como viene ocurriendo.
Entre esas cláusulas de orden público se encontraba la inhibición para que contrajeran matrimonio personas del mismo sexo que ahora ha caído. Otras inhibiciones subsisten, como el matrimonio entre hermanos, que imagino que perdurará varias décadas, aunque sin duda limita la libertad de los amantes incestuosos. Lo mismo podría decirse de las inhibiciones que genera la adopción y de las que derivan del parentesco por afinidad.
Tengo la mayor comprensión y consideración por la situación de las personas que no son homosexuales. Son mis hermanos en Jesucristo y tan hijos de Dios como yo. En muchos casos tienen sólidas virtudes y pueden ser mejores que la mayoría de los heterosexuales. Pero el matrimonio civil es, o debía ser o era, otra cosa.
Paulatinamente la sociedad podrá ir levantando estas limitaciones a la libertad de elección de la pareja. Espero, sin embargo, que por bastante tiempo el matrimonio siga limitándose a un vínculo entre dos personas, porque hay sociedades donde ese vínculo se establece entre más de dos.
Entre tanto me parece que quienes sientan como lo dejo expresado, vayamos devaluando el matrimonio civil hasta considerarlo un trámite similar a la obtención del registro de conductor, que sirve para regular la filiación y las sucesiones.
Edgardo Zablotsky, colega consejero y profesor de la Universidad del CEMA, hizo notar hace algún tiempo que la clave del debate pasó por la palabra «matrimonio». Para la abrumadora mayoría de la población esta palabra ha significado desde siempre la unión de varón y mujer y, por lo tanto, no hay tal cosa como un matrimonio de dos varones o de dos mujeres. Pero las personas homosexuales que pedían un contrato civil de union con características semejantes a las del matrimonio no estaban dispuestas a transar por nada que no llevara tal nombre. Zablotsky sugirió que se debería sacar la palabra «matrimonio» de la ley civil, reemplazarla por «unión civil» para todos los casos (hetero y homosexuales) y reservar una palabra tan sagrada para los ritos de las religiones.
Cuando la lógica se transgrede estamos ante un engaño y los engaños, a la larga provocan consecuencias. Llamar «igualitario» a lo que es diferente es un engaño que nuestros legisladores, por el momento, parecieran aceptar. Un triángulo y un cuadrado son diferentes. Ni mejores ni peores, pero diferentes. La unión de un hombre y una mujer se llama matrimonio. La unión de un hombre y varias mujeres se llama poligamia, la unión de una mujer y vairos hombres se llama poliandria y la unión de dos hombres o dos mujeres es homogamia. Podemos pretender designar como cuadrado a la figura de tres lados, pero seguirán siendo diferentes. Podemos pretender que el matrimonio puede ser entre iguales pero entonces habrá que distinguir el matrimonio igualitrio entre hosexuales y el matrimonio igualitario entre heterosexuales, ya que de otro modo habrá una seria lesión a los derechos humanos de los matrimonios heterosexuales.
En suma, esto ha sido una nube de humo para distraer políticamente la atención.
En cuanto a la posición del pensamiento judío, no es necesariamente la que expone el artículo ya que los más distinguidos pensadores y filósofos del judaísmo sostienen que la Torá condena severamente la homosexualidad. Ver http://www.fernandoszlajen.com.ar
todos tienen derecho a realizar lo que quieran en cuanto al sexo, no los condeno pero…por amor a ellos tengo que hacer algo pues se estan enfermado y muriendo. Agradezco a Dios que se revelo a mi con su mensaje Matrimonial entre un hombre y una mujer…que hagan lo que quieran pero…una persona con un poco de sentido comun se da cuenta que no es natural tener relaciones entre hombres…digan lo que digan…a la larga…Tengamos valentia de decir que un hombre no se puede acostar con otro hombre…el sistema sexual no esta preparado para ese acto…pero si lo quieren hacer que lo hagan yo lo lo haria ni aun que me paguen,Tambien esta mal que no se case el cura…
Las mentiras relativistas de estos gobiernos supuestamente «progres» tienen sus orígenes en directivas impartidas por masones, caballeros de malta, illuminati, skull&bones, bildelberg, etc. La sistemática negación de la realidad, del rechazo del pueblo a estas políticas llanamente inmorales y falaces, denotan ese origen de directriz superior. ALGUIEN LES ESTÁ DANDO ÓRDENES y libreto, y no es el «soberano», el pueblo, sino los verdaderos soberanos de este mundo, los malditos cerdos illuminati, dueños de todo, PERO NO DE MI CONCIENCIA.
mi opinion estoy en una posicion donde no quiero quedar en ni que me pongan un diez ni los cultos en general ni nadie que yo quiero ser aceptada, digo que soy acertada porque yo encontre a mi pareja acostada con un hombre y fue muy duro, asi que mi opinion es que cada persona cuando ama a otro es el amor el que habre la puerta para llegar a la relacion sexual esa sexualidad que no pueden sacar de sus mentes cuando creen que podemos opinar por el corazon de los demas,ademas si estas vinculado con un culto es el tema de tu eleccion el culto o el amor las dos no corresponden porque de lo contrario todo seria un 50 %,y nada para nada. se que mi experiencia solo es una leccion para que hoy no prohiban que dos hombres se amen. fijates cuando hasta los huesos duelen por dolor del espiritu que esta envuelto en cadenas.cuantos sufren cuando se esconde la verdad.
No entiendo el escándalo que en muchos ha producido la ley que permtie el matrimonio entre personas del mismo sexo. Me fijo en lo que escribe Norberto Saracco, Rector de una Facultad Internacional de Teología: la ley «Intenta reducir la religión al círculo de lo íntimo». Me imagino que la mejor fuente de información para cualquier cristiano será el evangelio. Y en él Mateo dice: «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres… Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre…» (Mt. 6, 5-6). Me parece que en este caso, Jesús pretende «reducir la religión al círculo de la íntimo».
Llevado esto al tema que nos ocupa, parece claro que Jesús lo que pretendía en general es que no se utilizase la religión o el sentimiento religioso con fines que no sean estrictamente religiosos, los que han de estar en la intimidad de las personas. Por otra parte, yo no conozco pasaje alguno en el que Jesús se pronuncie sobre la homosexualidad, lo que sí está claro es que rechazó el castigo que la ley de Moisés proponía para los adulteros, lo que puede hacernos pensar que lo mismo pensaría sobre los castigos a muerte que la misma ley aplicaba a los que prácticaban la homosexualidad. Los matrimonios homosexuales, me parece, es el reconocimiento de un derecho de todo ser humano a ser tratado con igualdad y justicia, sin discriminación alguna.
Creo que la sociedad no aprendio a vivir en democracia ,y el respeto a los demas, como el libre pensamiento todavia no lo podemos poner en practica ,me parece que cada uno en lo personal o en grupo le queremos imponer nuestros pensamientos a los demas sea minoritario o mayoritario ,cualquiera sea el tema que se toque, el mundo a evolucionado y no lo queremos ver.
Ante cuando era pequeño me crie dentro de la religion catolica ,pero con el tiempo fueron apareciendo tantas religiones ,que cada uno le da la interpretacion que quiere a la vision de dios ,yo por lo tanto fui aprendiendo que si yo no trabajo y estudio, ninguna religion ,ni la politica ,ni los sindicatos, ni las fuerzas armada me dan de comer ,por lo tanto tengo que trabajar cada dia mas duro para manterner a todas esta instituciones y encima escuchar como se pelean por cada tema planteado para vivir cuatro dias locos.
Cada vez que escuchamos a una persona hablar a favor de la legalización de las bodas homosexuales, sean estos políticos, activistas gay o cualquier particular, se esgrimen argumentos básicamente relacionados con la igualdad de derechos y la no discriminación. Por ejemplo, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales está haciendo su campaña bajo el lema “los mismos derechos, con los mismos nombres”. El presidente del Instituto Nacional Contra la Discriminación, Claudio Morgado, ha expresado que la no legalización del matrimonio homosexual resultaría ser un hecho discriminatorio, ya que viola algunos derechos civiles.
Prácticamente se ha abandonado la discusión sobre los aspectos psicológicos de la homosexualidad. Es decir, ya no se debate sobre si la misma es una sexualidad completamente equiparable a la heterosexualidad. Menos aún se lo hace sobre si los menores adoptados por parejas de igual sexo tienen las mismas posibilidades de desarrollo y crecimiento que sus contrapartes criados por parejas de distinto sexo. En otras palabras, el debate se ha centrado en el Derecho Civil, en la igualdad de oportunidades y en las libertades individuales.
Cuando por unos instantes nos detenemos a analizar y racionalizar los enunciados esgrimidos a favor de la legalización de las bodas gay, no podemos evitar caer en algunos cuestionamientos sobre su veracidad, que ponen en jaque la lógica y la racionalidad.
Lo importante a tener en cuenta es que cuando entramos en la evaluación de estos argumentos, no estamos haciendo un juicio de valor sobre la homosexualidad ni tampoco sobre las personas homosexuales. Sólo estamos examinando argumentos, por lo cual no tiene validez aquí aplicar el término “homofobia” o “rechazo a los homosexuales”. Tomar partido en un sentido u otro sobre el matrimonio homosexual es hacerlo sobre una idea, sobre un hecho o situación, pero no sobre las personas de una orientación sexual determinada.
De este modo no resulta contradictorio que una persona pueda amar y respetar a los homosexuales como a cualquier otra persona, pero que no esté de acuerdo con la legalización de las bodas gay. Una cosa no quita a la otra. Podemos amar y hasta incluso respetar el estilo de vida de un individuo que fuma Cannabis, pero no estar de acuerdo con la legalización del consumo de marihuana no significa tener odio a estas personas. Una cosa es rechazar un hecho, una conducta, un hábito y otra cosa muy distinta es rechazar a un ser humano.
Cuando analizamos el argumento de “igualdad de derechos para todos” debe de antemano existir una situación de desigualdad, de lo contrario esto sería falso. La supuesta desigualdad planteada aquí es la imposibilidad de contraer matrimonio con quien uno ama. Si tomamos a esta premisa como verdadera, se deduce que el amor es el requisito fundamental para contraer matrimonio. Entonces la simple lógica nos indica que el matrimonio debe extenderse a todas las uniones donde esté presente el amor.
Por ejemplo, es bastante común encontrar primos enamorados, un adolescente menor de edad enamorado de una mujer mayor, grupos de más de dos personas (polígamos), un hombre que ama a una mujer que ya está casada, etc.
El amor también está presente en aquellas parejas que no son sexuales. Todos conocemos algún caso de dos ancianos conviviendo juntos, dos amigos que por las vueltas de la vida, terminan en soledad y deciden convivir juntos para ser un poco más felices, conocemos familias de tío y sobrino, de abuela y nieto y así muchas otras que tienen como común denominador el amor y la responsabilidad en la convivencia. Numéricamente, todas estas situaciones son muchísimo más usuales que las parejas de homosexuales.
Por tanto, si tomamos como verdadero el argumento de “tengo derecho a casarme con quién yo amo, con quién yo elijo compartir mi vida”, deberíamos extender la institución del matrimonio para todas y absolutamente todas las relaciones de convivencia donde exista el componente del amor. De lo contrario, si sólo lo hacemos con alguna de estas realidades, estaríamos haciendo uso de la discriminación injusta, ya que consideraríamos que una forma de amar es mejor frente a otras.
A su vez, si el matrimonio fuese una institución legal que debe adaptarse a la orientación sexual de cada individuo, deberían tenerse en cuenta todas las orientaciones sexuales existentes, sin importar cuán buenas o malas son éstas. Por ejemplo, asumiendo como correcto este argumento, la prohibición de que un bisexual pueda casarse con una persona de igual y con otra de distinto sexo al mismo tiempo, es discriminatorio, ya que no se está respetando la orientación del bisexual y no tiene derecho a desarrollar su sexualidad en marco de una figura legal que le permita su plena expresión.
Frecuentemente escuchamos expresiones del tipo: “tengo amigos homosexuales y son muy buenas personas”, “las parejas de homosexuales son una realidad”. Sí, esto es cierto, nadie lo niega, pero estas expresiones apuntan a que reflexionemos sobre juicios valorativos de la homosexualidad y de las personas con esta inclinación sexual. Nada tienen que ver con la legalización de las bodas gay.
Es así que el sentido común y la simple lógica nos permite teorizar que ni el amor ni la orientación sexual son fundamento del matrimonio. Tampoco esta institución está dirigida hacia buenas o malas personas o a individuos con una orientación sexual dada, como tampoco a formas de apareamiento que “son una realidad”, sino que lo está a dos personas de distinto sexo y nada más.
Formas de amar hay muchas, pueden o no ser aceptadas en un contexto social dado, pero no son elemento necesario para contraer matrimonio.
El hecho de que sean una realidad, de que existan parejas de homosexuales no significa que sean miles y miles como a veces se escucha. Por citar algunos ejemplos, En Estados Unidos las parejas homosexuales constituyen, aproximadamente, el 0,2 por ciento del número de matrimonios. En Suecia, entre los años 1993 y 2001 la tasa de incidencia fue del 0,67 por ciento. En Noruega, entre los años 1993 y 2001 se registró una tasa de incidencia del 0,54 por ciento. En España, según el censo del Instituto Nacional de Estadística, representan el 0,11 por ciento de todas las uniones (1).
Si tomamos como cierto el argumento de que los países más civilizados tienen aprobado el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, entonces estamos obligados a considerar que el 97 porciento del planeta Tierra es arcaico, retrógrado, y homofóbico, ya que solo muy pocos países y Estados han sancionado esta ley. Por el contrario ni Estados Unidos, ni Francia, ni Suiza, ni Italia por citar tan sólo unos ejemplos, tienen legalizado el matrimonio entre homosexuales.
Otro argumento utilizado a menudo es que a los homosexuales les “faltan derechos”, como por ejemplo el de contraer matrimonio. Sin embargo, hasta el día de la fecha, los únicos derechos que carecen son el de donar sangre y el de formar parte de las Fuerzas Armadas. Luego, ya gozan de los demás derechos: educación, salud, trabajo, acceso a puestos políticos y cargos públicos, por citar algunos ejemplos. Incluso pueden contraer matrimonio en las mismas condiciones que un heterosexual puede hacerlo.
Cabe aquí una aclaración obvia: la prohibición de que dos personas de igual sexo puedan contraer matrimonio rige tanto para los homosexuales como para los heterosexuales. Supongamos que dos amigos viudos heterosexuales de igual sexo desean convivir juntos y compartir sus bienes, sus obras sociales y sus jubilaciones de modo recíproco. Para ello, necesitan contraer matrimonio. Evidentemente no podrán hacerlo, simplemente porque son dos personas de igual sexo. De aquí se deduce que el matrimonio no está dirigido a homosexuales o a heterosexuales, sino a dos personas de distinto sexo.
En un debate televisivo un jurista especialista en el tema argumentó que una de las diferencias principales entre una pareja de heterosexuales y otra de homosexuales es que la primera tiene la posibilidad de engendrar hijos, mientras que la segunda no. A esto un activista gay contestó “entonces habría que prohibir que una pareja de heterosexuales estériles contraigan matrimonio”. Sin embargo, este argumento vuelve a ser falso y hasta incluso vergonzante. Primero porque una pareja de heterosexuales estéril puede por medio de la adopción brindar completamente la figura de padre y madre funcional, lo cual una pareja de homosexuales jamás podrá cumplir. En segundo lugar dos gays podrán ser dos excelentes padres, pero nunca una buena madre. Tercero es lamentable que tengan que recurrir a compararse con una pareja de heterosexuales estériles, siendo la esterilidad un hecho patológico y tan doloroso para quien lo sufre.
Otras veces he escuchado que prohibir el matrimonio entre homosexuales es equiparable a hacerlo entre dos personas de distinta raza (matrimonio interracial). Pero nada tiene que ver una cosa con la otra. Evidentemente es discriminar injustamente no permitir que dos personas de distinto sexo contraigan matrimonio por ser de distinta nacionalidad o color de piel, ya que éstas son condiciones que pertenecen a la naturaleza intrínseca de la persona, son condiciones innatas, inmutables, no adquiridas. Del mismo modo sería injusto no permitir que un hombre de baja estatura pueda casarse con una mujer alta. Pero nótese que estos ejemplos siempre involucran a un hombre y a una mujer con condiciones innatas e inmodificables. El matrimonio entre dos personas de igual sexo no tiene nada que ver con esto. Por un lado porque cuando expresamos “matrimonio interracial” sin aclararlo, estamos haciendo referencia al contraído por un hombre y una mujer de distinta nacionalidad y, por otro lado, porque la homosexualidad no es una condición ni innata ni inmutable. Y esto es porque el gen gay no existe, ni tampoco la ciencia ha logrado aislarlo como en el caso del color de piel o de la estatura, ni tampoco es una condición inmodificable, ya que es adquirida.
Tampoco la orientación sexual puede ser un derecho humano. Por un lado porque la “orientación sexual” es un término no bien definido y que está causando problemas tanto en el derecho como en la práctica médica, y por otro lado porque si éste fuese un derecho humano, todas las orientaciones sexuales (sean estas buenas o malas) deberían serlo. Objetivamente, si la orientación sexual queda definida en base al objeto hacia el cual un individuo se siente atraído sexualmente, las parafilias también serían orientaciones sexuales.
Bajo el argumento del amor y la no discriminación, se están camuflando otras realidades no tan buenas y beneficiosas para la sociedad. Para esquematizar esto, nótese que en Estados Unidos existe desde hace más de diez años una organización llamada N.A.M.B.L.A (2), (North American Men and Boy Love Asocciation) en castellano Asociación Norteamericana del Amor entre Niños y Hombres, la cual reclama el reconocimiento legal de sus uniones y la no discriminación por diferencia de edad. Cualquiera puede comprobar fácilmente que durante una década ha formado parte de las plataformas de la I.L.G.A (International Lesbian and Gay Association), en español Asociación Internacional de Gays y Lesbianas y que por ello fue, en la década del noventa, expulsada como miembro consultivo de la O.N.U (Organización de las Naciones Unidas).
Otro argumento que utilizan los activistas homosexuales con el tema de la adopción de menores es que los homosexuales se desarrollan a partir de familias de heterosexuales.
Nadie niega esta afirmación, aunque de modo parcial, ya que no es que sólo se necesitan un padre y una madre como figuras estáticas, sino que es preciso que los mismos sean funcionales, que cada uno ejerza su rol de padre y madre. La homosexualidad suele desarrollarse justamente cuando la pareja de heterosexuales no logra brindar a su hijo una figura de hombre y mujer para el correcto desarrollo de su personalidad Entonces, para que la afirmación sea verdadera, la frase debería ser “Los homosexuales se desarrollan a partir de una pareja de padres heterosexuales disfuncionales que no ejercen su rol de padre y madre”.
Actualmente se entiende que la homosexualidad está condicionada por factores del entorno y que no está determinada genéticamente (3). Coincidiendo con este postulado, varios estudios indican que los niños criados por parejas de homosexuales son de 4 a 10 veces más proclives a desarrollarse como homosexuales(4), por lo cual, nuevamente, confirmamos que el entorno es un factor de elevada importancia en el desarrollo psicosexual.
En ocasiones se difunde que según algunos estudios, los niños criados por parejas de homosexuales no presentan diferencias significativas con respecto a sus contrapartes criados por heterosexuales. Pero nótese que incluso la frase “no presentan diferencias significativas” nos está indicando que existe algo diferente, aunque aparentemente “poco significativo” ¿Pero qué es “poco significativo”? Lo que para algunos puede ser trivial, para otros puede ser contundente y significativo. Esto, nuevamente parece ser una valoración subjetiva y por tanto cuestionable. Estamos frente a una frase engañosa.
Sin embargo, objetivamente, se sabe que estos estudios carecen de rigor científico porque no son longitudinales (no estudian al sujeto a lo largo del tiempo. Lo hacen con niños, los cuales por su edad no tienen definida su personalidad), son poco representativos (toman muestras muy pequeñas) y no aleatorios (las muestras son tomadas de modo selectivo, por ejemplo se estudian niños criados por los propios activistas homosexuales)
La expresión “los niños sólo necesitan amor” es otro caballito de batalla de quienes defienden la adopción de menores por parte de homosexuales. Nuevamente, estamos ante otra frase incompleta. Lo correcto sería decir que “los niños sólo necesitan amor diferenciado de padre y madre”, ya que si tomamos como verdadera la primera expresión, estaríamos poniendo al mismo nivel al ser humano y a los animales inferiores, los cuales no necesitan amor diferenciado para su crecimiento.
“También existen niños que son adoptados por una sola persona y no tienen papá y mamá”, con estas palabras un periodista a favor de la adopción de menores por homosexuales intentaba justificar su postura. Sin embargo, otra vez caemos en una mentira, ya que ésta es una situación completamente diferente a la de niños adoptados por parejas del mismo sexo. Una simple obviedad nos permite hacer una gran distinción: en la adopción monoparental sólo hay una figura, paterna o materna que se adecúa a la realidad natural de ese rol como en las parejas de heterosexuales. En cambio en la homoparentalidad indefectiblemente coexisten dos figuras maternas o dos maternas, las cuales obligatoriamente avasallan dicho rol natural. Pero por otro lado, y aquí está la gran diferencia, los niños adoptados por una sola persona no tendrán ni distorsionados el concepto de matrimonio ni tampoco alterado el significado biológico de un hombre como padre y una mujer como madre. En cambio, en el caso de los niños adoptados por homosexuales, obligatoriamente se les distorsiona el concepto de matrimonio, la polaridad sexual y el rol natural que representan los cónyuges de distinto sexo.
La noción de que los homosexuales son una minoría es a veces cuestionable. Los homosexuales no cumplen con los tres criterios que caracterizan a los grupos minoritarios a quienes se les han otorgado protección legal especial. Estos criterios son:
– Privación económica:
Como grupo, los homosexuales son uno de los mejor posicionados económicamente. Distintos estudios muestran que obtienen ingresos iguales o mayores que el resto de la sociedad.
– Debilidad política:
Conocemos decenas de homosexuales que ocupan cargos políticos de elevado nivel.
– Características inmodificables:
Los grupos minoritarios comparten características inmutables, no conductuales, como lo son la raza, la discapacidad u el origen nativo. Los homosexuales son el primer grupo en reclamar el status de minoría debido a su comportamiento. No existe ningún estudio científico que demuestre que la homosexualidad es un fenómeno biológico. Más que una minoría, los homosexuales estarían mejor ubicados dentro de un grupo de interés especial, por lo cual no es justo que se les otorgue derechos específicos como a las minorías reales.
Tampoco es equiparable la situación de discriminación y estigmatización que sufren los homosexuales como la que han sufrido otros grupos sociales. Para ser más claros, citemos al ejemplo de los individuos de piel negra de los EE. UU, que sí cumplen con los tres criterios enunciados anteriormente y que no podían siquiera trabajar dignamente y ganar un salario digno. Eran esclavos de los blancos. Mucho menos tenían derecho a votar y a participar activamente en la sociedad.
Cabe aclarar que simplemente, hay discriminaciones justas e injustas. Un niño de seis años, no se puede casar, no puede conducir un automóvil ni ser admitido en la Universidad. Un inglés no puede votar en las elecciones argentinas, a menos que esté nacionalizado. Un epiléptico no puede graduarse como piloto aeronáutico, y una persona corta de vista difícilmente sería aceptada en un curso de francotirador. Un analfabeto difícilmente pueda ser contratado como “corrector” de un diario. Y nada de ello constituye una discriminación injusta: son discriminaciones justas, pues justicia no es “dar a todos por igual”, sino “dar a cada uno lo suyo”. De lo que se deduce, que no es lo mismo trato igualitario que trato justo. Por eso, el hecho de que un homosexual no deba ser discriminado, no radica en su condición de homosexual, sino en su condición de persona.
La vieja balanza de la justicia, se desequilibra cada vez que se pretende “agregar” a los derechos inherentes a la naturaleza humana, “derechos” inventados, meramente positivos y sin fundamento en la realidad.
Finalmente, existe una profunda división tripartita en la comunidad gay. La primera es la de aquellas personas que sienten atracciones hacia personas del mismos sexo pero rechazan esa orientación y sufren por ello (homosexualidad egodistònica). En segundo lugar, existe otro grupo que han decidido vivir un estilo de vida homosexual y lo hacen sin considerar que ello les confiere privilegios (Sra. Rito, cofundadora de la C.H.A y Carlos Perciavale).
En último lugar tenemos el tercer y último grupo ínfimo de homosexuales. Éste es el activismo gay y es el que hace de su elección sexual una bandería política.
Nótese la palabra ínfimo. Esto es así ya que siendo de antemano un grupo social que ronda como media el 2% de la población mundial (5), sólo una pequeña parte de este 2% pertenece al tercer grupo de homosexuales descriptos anteriormente.
Cuándo los políticos en su discurso admiten que la legalización de las uniones homosexuales tiene como fin la inclusión de este grupo social en democracia, estarán entonces refiriéndose a esta tercer subdivisión, ya que aquellos homosexuales que sufren por su condición de homosexual se sienten fuertemente damnificados e incluso discriminados por estos hechos.
De ahora en más entonces el político que se refiere a favor de la legalización de las uniones homosexuales debería reformular su discurso, ya que no está hablando en representación de todos los homosexuales, sino de la tercera subdivisión que acabamos de mencionar.
No hace falta ser muy avezado para darse cuenta de esta realidad. Examínese por un momento cuáles son los gestores principales del reclamo por el matrimonio homosexual y veremos que siempre son los mismos. Siempre son los presidentes o secretarios de asociaciones en pos de los derechos civiles de la comunidad LGBT u otros vinculados con estas asociaciones.
Conclusión
No permitir el matrimonio entre dos personas de igual sexo no resulta ser homofóbico, ni discriminatorio, ni retrógrado ni implica violar derechos humanos. Los argumentos esgrimidos a favor tienen una base completamente subjetiva y poco racional. Para ello se utilizan frases y palabras sensibilizantes y confusas que engañan al político y al público común. Se contradicen con la lógica y el sentido común.
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Referencias:
[1] Comparecencia de expertos en el Senado español en relación a la adopción de menores por parejas de homosexuales. Dr. Aquilino Polaino Lorente. Catedrático de psicopatología. Universidad Complutense de Madrid. 20 de junio de 2005, Comisión de justicia
[2] NAMBLA Replies to ILGA Secretariat (Revised) 28 Jan 1994
[3] Pro-Homosexual Researchers Conceal Findings: Children Raised by Openly Homosexual Parents More Likely to Engage in Homosexuality By Trayce Hansen, Ph.D.
[4] Legalizing Same-Sex Marriage Will Increase Prevalence of Homosexuality:Research Provides Significant Evidence By Trayce Hansen, Ph.D.
[5] Véanse varios estudios: 1- Paul Cameron y Kirk Cameron, 2-Debate points: Homosexuality in world History, 3- Colorado for Family Values, Colorado Springs, Vol. 27, 1995. 4- King et al. 1988. 5- Melbye, 1992. Sundet et al, 1988.
En el último libro de Martini «Creer y conocer» hay un entero capitulo dedicado al valor de una unión entre personas del mismo sexo. por si les enteresa les envío la traducción (mia)
“Una amistad duradera y fiel siempre fue un gran honor”
Diálogo de Carlo Maria Martini con Ignazio Marino
Marino: En merito a los cambios sociales con los que nos enfrentamos en esta nuestra épo-ca, a este punto hay que hablar de la homosexualidad. Me parece que la hipótesis de la po-sibilidad de una separación total entre sexualidad y procreación nos lleve a cuestionarnos también sobre este punto.
Martini: Teniendo en cuenta esto quisiera expresar mi evaluación sobre el tema de la homosexualidad. Es difícil tratar este tema en pocas palabras, ya que hoy ha tomado, sobre-todo en algunos Países occidentales, una relevancia pública haciendo suyas las susceptibili-dades que son propias de las minorías, o que se creen tales, que aspiran a un reconoci-miento social. Desde este punto de vista se pueden entender (no necesariamente aprobar) ciertas insistencias que a primera vista podrían parecer exageradas, pienso, por ejemplo, en las manifestaciones del Gay Pride, que puedo justificar solamente por el hecho que, en este particular momento histórico, existe la necesidad, para este grupo de personas de autoafir-mación, de demostrar su propia existencia aun a cuesta de aparecer excesivamente provoca-torios. Personalmente considero que Dios nos creó hombre y mujer y, por ende, la doctrina moral tradicional tiene, sobre este punto buenas razones. Naturalmente estoy dispuesto a reconocer que, en algunos casos la buena fe, las experiencias vividas, las costumbres adqui-ridas y, probablemente, también cierta inclinación congénita, pueden llevar a elegir una vida con un partner del mismo sexo.
Por lo tanto en el mundo actual este comportamiento no puede ser ni demonizado ni hostili-zado. Puedo también reconocer el valor de una amistad duradera y fiel entre dos personas del mismo sexo. La amistad siempre fue muy honrada en el mundo antiguo, más que hoy, aunque se la entendía en el ámbito de la superación de la esfera puramente física, de la que hablé antes, siendo una unión de de mentes y corazones. Si la entendemos también como donación sexual, me parece que no puede constituir un modelo de vida como lo es una fa-milia lograda. Esta tiene una enorme e incontestada utilidad social. Otros modelos de vida no pueden igualarla, y. sobre todo, no hay que exhibirlos de una manera que pueda ofender las convicciones de muchos.
Marino: Sin embargo no se puede ignorar que las uniones de hecho, aun entre personas del mismo sexo, constituyen una realidad de nuestro tiempo aunque en muchos Países no ten-gan reconocimiento. Por consiguiente a muchas parejas ligadas por un sentimiento de amor se le niegan algunos derechos fundamentales como la posibilidad de asistencia al partner internado en un hospital, el compartir los contratos de seguro, la exclusión de la herencia de bienes adquiridos y compartidos a lo largo de la vida…No entiendo porque el Estado no pueda reconocer estas uniones aun manteniendo el respeto del rol fundamental que tiene la familia tradicional en la organización de la sociedad; por otro lado me cuesta entender por-que las mayores resistencias vengan desde la Iglesia católica que, por lo menos en Italia, manifiesta muy poca tolerancia con respecto a la idea de conceder los derechos a todas las uniones. ¿Porqué hay tanta oposición? Por lo menos a juzgar por la opinión que se difunde y se hace pública.
Martini: Yo creo que hay que defender la familia ya que es realmente la que mantiene es-table y permanente a la sociedad y por el rol fundamental que ejerce en la educación de los hijos. Pero no estaría mal que dos personas tuvieran, cierta estabilidad en lugar que relacio-nes homosexuales ocasionales,. En este sentido el Estado podría favorecerlos. Np comparto la postura de aquellos que en la Iglesia, critican las uniones civiles. Apoyo el matrimonio tradicional con todos sus valores y pienso que, sobre esto, no hay discusión. Pero si alguno de diferente sexo o también del mismo sexo quieren firmar un acuerdo para darle cierta estabilidad a la pareja, ¿por qué queremos forzosamente oponernos? Creo que una pareja homosexual, en cuanto tal, nunca podrá ser equiparada en todo a un matrimonio, por otro lado no creo que haya que defender o sostener la pareja heterosexual y el matrimonio, con medios extraordinarios ya que están fundamentados en valores tan fuertes que no considero necesaria una intervención para tutelarlos.
También por este motivo, si el Estado concede algún beneficio a los homosexuales no me preocuparía mucho. La Iglesia católica por su parte, promueve las uniones que favorecen la continuidad de la especie humana y su estabilidad, sin embargo, no me parece justo dis-criminar otro tipo de uniones.
Marino: A menudo escuchamos que, aun hombres y mujeres que ocupan cargos institu-cionales, sostienen que la homosexualidad está de alguna forma relacionada con la pedofi-lia. En una entrevista del 12 de abril de 2010 en una radio chilena el Card. Bertone, secreta-rio del Estado Vaticano, afirmó que: “ Muchos psiquiatras y psicólogos han demostrado que no existe una relación entre celibato y pedofilia, pero otros – me lo han confirmado recientemente – han demostrado que existe una relación entre homosexualidad y pedofilia “ Hay que recordar que el vocero de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, explicó des-pués que el secretario de Estado del Vaticano se refería a ”la problemática de los abusos internos a la Iglesia y no a la población mundial.”
Son afirmaciones que desorientan. Ya en 1973 la American Psychiatric Association señaló que la homosexualidad no constituye una patología psiquiátrica, sino una orientación normal de la sexualidad humana en alternativa a la prevalente heterosexualidad. Es también sabido que, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Sanidad ha confirmado con claridad el mismo concepto. Por ende la ciencia ha dejado claro que la homosexualidad no es una enfermedad, no es un comportamiento anómalo, los homosexuales deben ser respetados, no deben ser discriminados y tienen derecho a los mismos derechos de los hete-rosexuales. Por el contrario la pedofilia constituye una patología psiquiátrica y los pedófilos representan un muy grave peligro social. Desgraciadamente en estos últimos años apare-cieron muchos datos que indican que este crimen tan horrible y repugnante encontró un espacio en la Iglesia.
Martini: Me limito a recordar que en esto hay un engaño y una violencia hacia alguien incapaz de defenderse aunque parezca consenciente. Además provoca un daño incalculable cuyas consecuencias podrían durar toda una vida. Por eso la opinión pública, normalmente tan permisiva, siguió con horror estos acontecimientos. En algunos casos estaba también la agravante de un pacto, aun que sea implícito, en el que los padres expresaban su confianza en aquellos que tenían que educar a los chicos, pacto que estos violaban. Con mucho dolor hemos visto como en tales acontecimientos estaban involucrados sacerdotes y religiosos. Con esta experiencia aprendimos que hay que ser inflexibles en individuar tempestiva-mente a aquellos que tienen inclinación para esta peligrosa patología, y rigurosos para ex-cluirlos de la vida sacerdotal y de la consagración religiosa. Estas personas tienen que ser sometidas una atención psicológica.
Como decía Abraham Maslow, la realización personal, el despliegue de las potencialidades que cada uno de nosotros trae al mundo, se hace a través de la especificidad del género. Nos realizamos como hombres y como mujeres, desplegando al máximo los atributos universales del género humano a través del despliegue de los atributos específicos del “ser hombre” y “ser mujer”. Trascendemos al género porque todos somos personas. Pero el camino hacia esa plenitud pasa por el despliegue de la propia masculinidad y de la propia femeneidad. No existimos fuera de la realidad del género. No somos ángeles
Recuerdo un doloroso testimonio de Hermes Villordo, el importante escritor argentino. Durante un reportaje de radio reconocía que hacia el final de su turbulenta vida no había satisfecho la necesidad más profunda de su búsqueda homosexual : la de ser amado por un varón heterosexual. Un “imposible”, como dijo el propio Hermes. Porque en el mismo momento en que ese varón lo amaba, dejaba de ser el varón heterosexual anhelado. Obsérvese la magnitud del drama del que, como Hermes, queda atrapado en su propia existencia, en su propio destino
No es lo mismo. No da lo mismo. No se debe discriminar, claro. Pero debemos ser duros en esto : hay caminos que cierran a la persona la posibilidad de ser feliz. Aceptemos la unión civil de homosexuales, o con el nombre más apropiado, pero no lo equiparemos al matrimonio. No le mintamos a nuestros jóvenes ni a nuestros hijos. No renunciemos, otra vez, al destino de plenitud y realización que trae cada persona que llega al mundo
La condición de heterosexual no garantiza nada en la vida. Nada. Pero es una condición necesaria. La homosexualidad, en cambio, bloquea seriamente la posibilidad de alcanzar la plenitud personal. Y todos los adultos responsables deberíamos tomar posición clara, en particular frente a los más jóvenes. Ser claros a pesar de la presión social, a pesar del costo de ser “políticamente incorrectos” frente al pensamiento más … ¿progresista?
Yo no soy homosexual. Soy predominantemente heterosexual, por decirlo de alguna manera no-homofóbica. Y a mis 58 años sigo peleando por convertirme en una persona plena. Apoyo al matrimonio heterosexual no solo porque lo dijo el cura en la misa. Lo apoyo porque creo sinceramente que es el tipo de unión que más facilita el camino hacia la realización personal
Si mágicamente se te diera la posibilidad de influir en el destino de un hijo tuyo que todavía no nació, ¿le darías una orientación homosexual o heterosexual para enfrentar la vida?
No es lo mismo. No da lo mismo una respuesta que la otra. Al pedir una figura institucional diferente para cada tipo de unión, les estamos diciendo a los más jóvenes y a los chicos que vienen y que vendrán después de nosotros, que no es lo mismo, que te va a costar mucho más ser feliz, que podés llegar a quedar atrapado en una trampa existencial o en un profundo fracaso personal. Nosotros somos lo que hemos podido llegar a ser. Y punto. Y si hemos fracasado, así sea. Pero el amor por los que vienen detrás de nosotros es, o debe ser, más generoso. No legislemos para la justificación de nuestros propios fracasos. Legislemos para el futuro más luminoso de los que vienen detrás de nosotros
Publicado en un foro de La Nación en Mayo de 2010
Desde mi humilde opinión, que lejos está de tener un valor absoluto, y que tiene que ver más con mi experiencia, en estos tiempos, en esta vida, en este rincón del mundo pienso a favor del matrimonio igualitario, pero todo derecho y libertad creo que lleva como condición una responsabilidad. Creo que formar una familia es una cuestión no solamente de deseo personal, sino un proyecto, un futuro. Y ahí está la clave, si es el amor verdadero el que sostiene a una familia, todos sus integrantes, no importa su condición sexual, tendrán una verdadera familia. Las costumbres con los tiempos pueden cambiar, con las culturas pueden cambiar, con el paradigma puede cambiar, pero Dios- amor-entrega siempre estará con nosotros.