La reciente visita del Papa a la isla marca un punto de inflexión en un largo camino en favor de diálogo entre la Iglesia católica y el gobierno de Cuba.El papa Benedicto XVI  acaba de cumplir una ampliamente divulgada visita apostólica a Cuba. Como todo acontecimiento de ese nivel, la visita ha suscitado numerosos análisis, evaluaciones, declaraciones y posicionamientos de variado cariz y signo: qué estuvo bien y qué mal, quién ganó y quién perdió, cómo debió haber sido para que fuese realmente fructífera, con quiénes debió o no reunirse el Papa, que se dijo de más o qué faltó por decir. Sin embargo, como es usual con todo lo relacionado con Cuba, muchas de tales consideraciones están afectadas por la inveterada tendencia a mirar a la isla a través de filtros ideológicos de uno u otro color. Donde unos ven solamente un país que envía a miles de competentes médicos a asistir a los más necesitados en los lugares de más difícil acceso en cualquier parte del mundo, otros no describen más que un país sin libertad de expresión ni asociación, donde toda oposición activa al gobierno, incluso por medios pacíficos, es punible con largas penas de prisión.

En un ambiente así de polarizado vive y trabaja la Iglesia en Cuba, cuestionada por los opositores, que quisieran que ella obrase como el partido de oposición que no le corresponde ser, e interpretan su negativa como un inclinarse a favor del gobierno a cambio de privilegios; y también por el gobierno, que la ha interpretado históricamente en clave política, y ha alimentado durante demasiado tiempo la sospecha de que lo que ella busca es poder e influencia, un enfoque que a la luz de los acontecimientos de los últimos tiempos parecería estar cambiando.

 

El apoyo del Papa a la posición de la Iglesia en Cuba

La primera cuestión a abordar sería ¿por qué Cuba? Después de Brasil en mayo de 2007, quedaba pendiente visitar otro gigante latinoamericano, México, con una Iglesia sufrida y largamente reprimida. El VI Encuentro Mundial de las Familias de 2009 realizado allí había quedado “fuera de límites” para el Papa por problemas de salud, de modo que en la primera oportunidad habría que visitar a ese país. Pero, ¿por qué incluir también a Cuba, cuando invitaciones de otros países con poblaciones católicas mucho más numerosas y curias más influyentes eran cortésmente declinadas? Además del obvio factor geográfico, habría que considerar el notable papel que la pequeña Iglesia en Cuba está desempeñando en el acontecer de la isla, sobreponiéndose a un contexto históricamente adverso.

Tras casi 30 años de precaria supervivencia en el contexto de un Estado confesional ateo, comenzaron a sucederse cambios a partir de la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986 y el viraje radical que representó el paso de una pastoral de mantenimiento a una pastoral misionera. Los cambios continuaron con la muy paulatina pero incesante conquista de espacios de presencia social de la Iglesia y la persistencia en un inconmovible compromiso de servicio para con el pueblo y una firme voluntad de diálogo que poco a poco ha ido dando frutos.

La visita del beato Juan Pablo II en 1998 abrió otra etapa de pasos hacia la normalización, con la restauración del día de Navidad como feriado nacional, la autorización de procesiones y celebraciones litúrgicas en lugares públicos, y el acceso, todavía sumamente limitado, pero ahora al menos posible, de las autoridades eclesiásticas al uso de los medios masivos de comunicación.

Ese proceso ha continuado, y ha alcanzado en época reciente niveles muy significativos, como ocurrió con el diálogo abierto al más alto nivel entre las autoridades de la Iglesia y el gobierno en mayo de 2010, que tuvo como uno de sus resultados más visibles el proceso de excarcelación de decenas de presos políticos y una importante amnistía concedida a finales de 2011 a casi tres mil presos comunes. En el comunicado oficial con que se anunció esta amnistía se mencionaba expresamente la cercanía del Jubileo por los 400 años de la Virgen de la Caridad del Cobre y la visita del papa Benedicto XVI.

El hecho de que la Iglesia en la isla se preparaba para la celebración en 2012 de ese Jubileo contribuyó también a que la visita se produjera, hasta el punto que el lema escogido fue “Peregrino de la Caridad”; pero el propio Santo Padre, en la Audiencia General del 4 de abril, al hacer un recuento de su viaje, comenzó por afirmar que a Cuba “…he ido sobre todo para sostener la misión de la Iglesia católica empeñada en anunciar con alegría el evangelio, a pesar de la pobreza de los medios y las dificultades que aún es necesario superar, de manera que la religión pueda realizar su propio servicio espiritual y formativo en el ámbito público de la sociedad”.

“He querido subrayar esto apenas he llegado a Santiago de Cuba, la segunda ciudad de la isla, no dejando de evidenciar las buenas relaciones existentes entre el Estado y la Santa Sede, destinadas al servicio de la presencia viva y constructiva de la iglesia local”, agregó. El Papa asume y reafirma así el camino de diálogo mantenido por la Iglesia en Cuba, un apoyo vital en un país que durante mucho tiempo trató de fomentar buenas relaciones con la Santa Sede mientras daba claras indicaciones de que no consideraba a la Iglesia local un interlocutor válido.

 

¿Creyentes y no creyentes?

Otro aspecto polémico de la visita ha sido si las personas que acudieron a saludar al Papa y a participar en las celebraciones respondían a la convocatoria de la Iglesia, o eran movilizados por el gobierno. En los medios oficiales se hablaba insistentemente de la participación de “creyentes y no creyentes”, expresión a la que se había recurrido algunos meses antes para describir la masiva acogida popular a la imagen peregrina de la Virgen de la Caridad.

Millones de cubanos de todo estrato social, credo religioso o político, color de piel y nivel cultural, acompañaron a la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre y le rindieron emocionado homenaje de respeto y cariño en todos los rincones del país, a lo largo de un recorrido histórico de 16 meses y 28 mil kilómetros, que alcanzó a todos los núcleos poblacionales del país y a no pocas escuelas, hospitales y cárceles1entre agosto de 2010 y diciembre de 2011, como preparación del Jubileo por el 400 aniversario del hallazgo de su bendita imagen. La abrumadora mayoría de los que acudían convocados por el paso de la imagen lo hacían con gran solemnidad y respeto, y gestos inequívocos de genuina veneración religiosa de raíz católica.

Si se define como católico solamente a aquel que va a misa todos los domingos y recibe regularmente los sacramentos, en Cuba ciertamente no serían muchos. Sin embargo, aproximadamente dos de cada tres niños se bautizan en la Iglesia católica (de los nacidos en 2011 en La Habana se bautizaron más de cuatro de cada cinco), y algo más de las dos terceras partes de los entierros pasan por la capilla del cementerio para un responso católico. Seguramente habría también no creyentes en las multitudes que aclamaron al Papa, pero la gran mayoría de los cubanos son creyentes, y su religiosidad tiene indudables raíces católicas. Cuando aclamaban al Papa, no tengo dudas de que una gran mayoría lo hacía espontáneamente.

 

“Conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres”

Por último, se ha criticado al Papa por su supuesta complicidad durante la visita al mantener silencio acerca de los abusos a los derechos humanos en Cuba. Detrás de esta crítica está toda una escuela de pensamiento que prefiere el montaje de performances públicas que apuntalen su propia imagen antes que un compromiso con empeños menos vocales, pero más eficaces. Hay también un desdén por el hecho demostrado de que el gobierno cubano jamás cede ante presiones y posiciones de fuerza. Si la actuación del cardenal Ortega durante los acontecimientos de mayo de 2010 hubiera comenzado con una vibrante denuncia de los atropellos a las Damas de Blanco ante la prensa internacional, el resultado habría sido un atrincheramiento del gobierno y no la liberación de los presos de la Primavera del 2008, padres, hermanos e hijos de aquellas.

El Santo Padre fue muy claro, incluso categórico, en todos sus discursos y homilías sobre los temas centrales para la Iglesia: la dignidad de toda vida humana, el genuino ejercicio de la libertad, la centralidad de la relación entre razón y fe, la búsqueda de la verdad como presupuesto para alcanzar la libertad, siempre enunciados con el tono del que, respetando la libertad del otro, prefiere proponer a imponer.

El Evangelio proclamado el 28 de marzo, en la Santa Misa en la Plaza José Martí de La Habana, incluye el anuncio del Señor de que Si se mantienen en mi Palabra, serán de verdad discípulos míos; conocerán la Verdad y la Verdad los hará libres” (Jn 8, 31-32). La Iglesia, hija de esa promesa, sabe que la Verdad que libera se comunica, no tanto agitando un índice acusador, como abriéndose al diálogo mutuamente enriquecedor.

 

El autor es presidente de la Organización Católica para la Comunicación (Signis) en Cuba y vicepresidente de dicha organización a nivel mundial. También es miembro de la Comisión de Comunicación Social de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

 

1. Como norma, las escuelas no permitieron la entrada de la imagen, pero sí autorizaron en muchos casos la salida de los niños que así lo desearan para acoger a la Virgen. Con los hospitales pasó otro tanto, mientras que varias cárceles permitieron la entrada de la imagen hasta las vías exteriores de acceso a las instalaciones.

3 Readers Commented

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  1. Casandra on 15 mayo, 2012

    Lo de «miles de competentes médicos a asistir a los más necesitados en los lugares de más difícil acceso en cualquier parte del mundo», por lo menos en lo que atañe a Venezuela, es una exageración, en el mejor de las casos. Mi país está pagando con petróleo regalado el envío de estos supuestos médicos (algunos lo son). En función de esta política el Estado venezolano ha abandonado los hospitales públicos, no le paga a los excelentes médicos de aquí lo que se merecen, los desprestigia siempre que puede, y esto sin nombrar la obscena intervención de Cuba en los asuntos internos.
    El resto del artículo me parece interesante..

  2. Horacio Parenti on 31 mayo, 2012

    Casandra: la mentira e un pecado mortal…y la calumnia?

  3. María Teresa Rearte on 1 junio, 2012

    Si bien la nota en su conjunto me parece interesante, resaltan dos frases: «un compromiso con empeños menos vocales, pero más eficaces». Y lo de no agitar tanto el «índice acusador» y «abriéndose al diálogo mutuamente.»

    Benedicto XVI no es, precisamente, un Papa carismático. No obstante, es posible que sus relevantes cualidades intelectuales tanto como su cuidadoso y preciso lenguaje, aportaran significativamente al mensaje que se quería transmitir.

    Personalmente me imagino que, para creyentes o no creyentes, su presencia debió ser un motivo de especial regocijo. En ese sentido leí la letra «chica» que está al pie de la nota, sobre el comportamiento en las escuelas, hospitales y cárceles, y trato de ponerme en el lugar del pueblo cubano. Lo que significa cada gesto. Y a la vez pienso en los que hubieran querido ser recibidos por Benedicto XVI. En la difícil resolución de estas situaciones en las que hay que ir con tanto cuidado.

    Gracias.

    Prof. María Teresa Rearte

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