Un joven investigador repasa la historia de Criterio entre los años 1957-1978 e invita a los lectores de entonces a sumar sus recuerdos y experiencias.

En 2010, mientras esperaba en un pasillo el llamado para rendir el final de Administración y Políticas Públicas, encontré en el piso un número de la revista Espacios Políticos. Lógicamente, los nervios y la ansiedad me llevaron a hojearla sin prestarle demasiada atención. Sin embargo, la guardé en mi bolso.

Todavía recuerdo que cuando llegué a casa la breve entrevista al doctor Carlos Floria en la contratapa contuvo mi atención. Allí comentaba cómo había desembarcado en la Universidad de El Salvador con una currícula moderna de Ciencia Política, revisada en persona por Giovanni Sartori y Hans Morgenthau. Luego nombró a Raúl Puigbó, a Natalio Botana, a Rafael Braun y al “grupo Criterio”. Sinceramente no conocía quiénes eran, ni qué rol ostentaban en esa historia, pero la experiencia académica de la USAL despertó mi curiosidad. Surgieron preguntas: ¿Cuál era el origen de la Ciencia Política en Argentina? ¿Qué es la revista Criterio? ¿Continúa editándose? ¿Por qué la carrera de Ciencia Política tal como la conocemos hoy se inauguraba en la USAL y no en la UBA? ¿Qué era el “grupo Criterio”?

Terminé de leer la entrevista con conjeturas y profundas ansias de saber. A partir de entonces me interioricé en Criterio, en sus colaboradores y en su gran influencia más allá del catolicismo.

De esta manera leí a prestigiosos investigadores que analizaron a Atilio Dell’Oro Maini, Tomás Casares, Enrique Osés y el rol de Criterio en la consolidación del nacionalismo de principios de siglo XX. También a quienes exploraron la pluma de monseñor Gustavo Franceschi que, con sus intereses enciclopedistas e inquietudes intelectuales, elevó el estatus de la publicación convirtiéndola en un referente del catolicismo argentino. A través de sus ojos se pueden ver el fascismo, la Guerra Civil española, la polémica con Lisandro de la Torre, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el peronismo. Criterio es claramente una fuente histórica inagotable.

El periodo en el cual decidí anclar mi interés personal y académico es el que se abre con la dirección de Jorge Mejía en 1957 y que se cierra con su partida en 1978. El lector comprenderá que abordar 21 años de una publicación como Criterio no es tarea sencilla. Se imponen recortes, arbitrarios e injustos, para ir aprehendiéndola de a retazos, pequeños fragmentos que nos dirán algo del pasado. Por el momento he analizado los artículos sobre educación en el debate de ‘laica o libre’, las Crónicas Conciliares y la línea editorial durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. En concreto, el propósito principal de mi proyecto es analizar Criterio, atendiendo la carencia de un estudio que la considere un objeto de análisis en sí y que además la sitúe en diálogo con la historia política argentina de ese periodo.

A fines de los ’50, el joven presbítero Mejía, ya doctorado en Teología por la Universidad Angelicum de Roma, llevaba un tiempo de búsqueda vocacional en la compleja y efervescente Iglesia argentina. Una Iglesia, inmersa en la vorágine posperonista, que aún cultivaba un perfil demasiado rústico para el joven de inclinaciones netamente intelectuales. A raíz del creciente deterioro físico y posterior fallecimiento de Franceschi, Mejía pasó a dirigir la clásica tribuna católica. En esas mismas páginas desplegó una erudición poco habitual para el catolicismo argentino, y sofisticó analítica y conceptualmente la publicación.

El reducido Consejo de Redacción franceshiano, que incluía a Juan Julio Costa, Felipe Freier, Jaime Potenze y Basilio Uribe, encontró a Carlos Floria, Fermín Fèvre, Rafael Braun, Natalio Botana, Marcelo Montserrat, Pablo Capanna, Osvaldo Santagada y Alberto Petrecolla como nuevos integrantes. Criterio incorporó una generación de jóvenes intelectuales con perspectivas sensibles a la filosofía política no cristiana, a la sociología, a la ciencia política y a la economía para que interpretaran la turbulenta historia política argentina. Es por ello que aparecía una heterogénea constelación de referencias a autores inusuales para una publicación católica como Montesquieu, Carl Schmitt, Nicolás Maquiavelo, John Locke, Maurice Duverger, Robert Michels o Alexis de Tocqueville.

Además, el vínculo de Mejía con círculos europeos proconciliares hizo de Criterio una caja de resonancia de los últimos debates teológicos, eclesiológicos y pastorales. En un contexto de una Iglesia autorreferencial, Mejía ya propugnaba por una apertura institucional. La redacción replicaba artículos de Joseph Folliet, Jean Lacroix, Henri De Lubac, Roger Aubert, Yves Congar y Karl Rahner. A nivel regional Criterio devenía conducto del Concilio, referente para católicos, protestantes y judíos.

Asimismo, las referencias intelectuales se vieron expandidas ya en ocasión del Concilio Vaticano II, al aparecer artículos o intervenciones en las aulas conciliares de Gioacomo Lercaro, Gérard Huyghe, Charles Moeller, Marie-Dominique Chenu, Jean Leclercq, Jean Mouroux, entre tantos otros.

No obstante, la renovación no se limitaba al staff o a las influencias intelectuales, era un fenómeno general en la publicación. Así la revista Sur, otrora rival intelectual, se sumaba a Harrods, Gath & Chaves, Voss, Helen Curtis, Lutz Ferrando, Cunnington, Dr. Scholl y Helena Rubistein en la lista de avisadores; y el consumo moderno y cosmopolita se consolidaba en la revista. Asimismo, las agencias de turismo Italmar, Mundus y Wagons-Litts & Cook ofrecían viajes de carácter religioso donde el santuario de Lourdes y el Vaticano se configuraban como los destinos más ofertados. Es notable que, en ese periodo, se dieran convivencias contradictorias de productos del fructífero mercado editorial católico. Por un lado, la renovación marcaba su presencia a través de Kyrios, Cuadernos Latinoamericanos de Economía Humana y Concilium, y, por el otro, todavía se encontraban avisos de la revista tomista Sapientia. Creo que explorar la publicidad reportaría pistas importantes sobre la composición del campo católico. Incluso podría aventurarme a establecer una relación sobre la consideración de las empresas del público de Criterio como potencial consumidor.

Asimismo, otra huella privilegiada de ese pasado que serviría para analizar y comprender una publicación tan compleja como Criterio son los avisos profesionales. Allí florecen nombres relevantes para la historia argentina como Manuel Ordoñez, Rodolfo Martínez, Federico Videla Escalada, Luis María Malbrán, la familia Cafferata, y hasta los Lanusse. Ello nos habla sociológicamente, al menos en forma superficial, de sus lectores.

Sin embargo, mi investigación está por definición incompleta. Los medios de comunicación se fundan, en definitiva, en un diálogo. Y a pesar de haber recibido numerosas cartas de lectores, en Criterio se publicaban relativamente pocas. Además, dado que la revista no posee un archivo de esas cartas, los lectores han quedado enmudecidos. Valga decir que esta investigación tendría que haberse encarado mínimamente hace una década, ya que los protagonistas nos van dejando y sus voces pueden pasar al olvido. Por ello propongo a quieres ya eran lectores de la publicación entre 1955 y 1978 y que estén dispuestos a dar su testimonio, que se contacten conmigo. De esta manera podremos iniciar un rico debate, intercambiando pareceres, recuerdos, olvidos e información sobre la revista más longeva de la Argentina.

El email de autor del artículo es spattin@hotmail.com

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